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Por: AMPARO GONZÁLEZ FERRER
Científica Titular del CSIC


CONGRESO NOTARIAL 2020

A pesar de la presencia casi diaria en los medios de comunicación de noticias relacionadas con la inmigración y, en particular, con las llegadas irregulares a España, el tamaño de la población nacida en el extranjero que reside en nuestro país ha aumentado muy poco en la última década. De los 6.044.000 de personas nacidas en el extranjero, a las que denominaremos inmigrantes, que residían en España en 2008 (13% de la población total) hemos pasado a 6.742.948 de 2019 (14,3% de la población total). Es decir, unas 700.000 personas más de origen inmigrante en once años, y tan solo 300.000 si nos ceñimos exactamente a la década 2009-2019. Se trata de una cifra casi irrisoria para un país de 47 millones de habitantes que en la década anterior vio aumentar su población nacida fuera en más de cinco millones de personas, un país que lleva décadas a la cabeza del ranking de países con más baja fecundidad del mundo, muy por debajo de la tasa de reemplazo generacional, y en donde la longevidad de nuestros mayores no ha dejado de crecer.

Parece claro, pues, que la presencia mediática de la inmigración y desde luego su creciente politización no responde a un incremento ni de los flujos de llegada -en media muy inferiores en esta década a los de la década anterior-, ni tampoco de la población residente de origen inmigrante en los últimos años. Por una parte, la crisis económica trajo de forma casi inmediata una caída abrupta de las llegadas de población procedente del exterior: desde las 566.000 entradas procedentes del extranjero que se registraron en el año 2008, el tamaño de los flujos de inmigración anuales se fue reduciendo hasta tocar fondo en 2013, cuando se registraron 275.000 entradas. A la vez, aunque de forma algo más pausada de lo que muchos esperaban, iban aumentado también las salidas de inmigrantes desde las 250.000 en 2008 hasta casi el doble en 2013.

“La presencia mediática de la inmigración y desde luego su creciente politización no responde a un incremento ni de los flujos de llegada -en media muy inferiores en esta década a los de la década anterior-, ni tampoco de la población residente de origen inmigrante en los últimos años”

Desde entonces, con la mejora progresiva de los indicadores macroeconómicos, de nuevo se empezaron a invertir las tendencias: fueron recuperándose las llegadas y reduciéndose las salidas hasta observar en 2018, el último año para el que disponemos de cifras de la Estadística de Migraciones sobre los flujos, estadísticas muy similares a las que observábamos en 2008: el número de entradas superó en unas 50.000 las registradas justo diez años antes (628.000 frente a las 566.000 2008), y el número de salidas cayó hasta las 249.000 que igualan prácticamente las 254.000 de 2008.

Gráfico 1. Entradas y salidas de nacidos en el extranjero, y llegadas marítimas, 2008-2019

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Fuente: Estadística de Migraciones (INE) y Balance de la Inmigración Irregular (Ministerio del Interior).

Notas: 1. Se incluyen solo las entradas y salidas de los nacidos en el extranjero. 2. Las cifras de 2019 son provisionales para las llegadas marítimas, y las referidas a entradas y salidas resultan de sumar el primer semestre de 2019, ya publicadas por el INE, a las registradas para el segundo semestre de 2018, pues la de 2019 aún no están disponibles.

Por tanto, una mirada estática sugiere que estamos exactamente igual que en 2008. Sin embargo, hay varios elementos que a menudo pasan desapercibidos sobre la dinámica migratoria y que, en mi opinión, merecen ser destacados para una adecuada comprensión del fenómeno y un debate realista sobre su impacto a medio plazo, y la posibilidad de incidir sobre él.
1. Las migraciones son movimientos de ida y vuelta, y en un mundo globalizado donde las distancias y el coste de recorrerlas se han reducido, lo son cada vez más. El discurso público sobre inmigración en España ha ignorado por completo el tamaño de las salidas de inmigrantes. Pero hemos visto que no todos vienen para quedarse, ni todos se acaban quedando, ni se van solo cuando hay crisis, pues en época de bonanza las salidas anuales han registrado cifras de en torno a las 250.000 emigraciones de inmigrantes. Los datos indican que aproximadamente una cuarta parte de los que llegaron entre 2000 y 2007, y no se habían marchado entonces, se han marchado entre 2008 y 2018. Por orígenes, y atendiendo solo a los grupos nacionales de mayor tamaño, los portugueses seguidos de los ecuatorianos son los que más retornaron, con un 35 y un 28%, respectivamente, y en torno al 25% de rumanos y alemanes.

“Dicha población es hoy, en comparación con la de hace una década, casi igual en tamaño pero más feminizada, más envejecida, aunque ahora más integrada por familias que por personas solas, más latina, menos de la Europa comunitaria, y más estable tanto desde el punto de vista de su arraigo residencial como de su situación jurídico-administrativa”

2. La atención mediática otorgada a las llegadas en patera a nuestras costas distorsiona por completo la idea que el ciudadano medio se hace del tamaño y perfil de las llegadas irregulares. En primer lugar, se instala la idea de que solo son irregulares los que llegan en patera del continente africano, y se oculta la irregularidad de origen o sobrevenida (porque se excede la duración del visado de turista) de los muchos que acceden al territorio por los aeropuertos. Y segundo, el peso de la inmigración irregular se sobredimensiona, a pesar de que en media durante la última década no ha representado más del 3% del total de llegadas registradas anualmente, y de que muchos de quienes llegan por la frontera sur son rápidamente devueltos a sus países de origen (Marruecos y Argelia principalmente).
3. En línea con lo anterior, se instala la convicción de que África nos invade, a pesar de que el peso de los africanos es muy inferior en la población de origen inmigrante residente en España a la de los latinoamericanos o los europeos comunitarios. De hecho, los latinoamericanos representan el 41% de la población inmigrante residente en España, y los europeos comunitarios representan el 27, frente al 18% de africanos que, además, son principalmente marroquíes y argelinos, y no subsaharianos como harían pensar las imágenes de las pateras que inundan portadas y telediarios. Es más, el colectivo procedente del continente africano, que alberga a más de 1.200 millones de personas, apenas ha crecido dos puntos porcentuales en una década, lo que claramente cuestiona tanto la idea de invasión como de descontrol de nuestras fronteras.

“Casi un tercio son ya españoles, lo que implica igualdad de derechos y deberes y libertad absoluta de circulación entre sus países de origen y España, para ellos y, potencialmente, para sus descendientes”

4. Junto al dinamismo de los flujos y el reemplazo constante de una parte de la población inmigrante que deriva de la salida de unos y la llegada de otros, hay una parte importante de la población de origen inmigrante que se ha instalado de forma permanente en España, lo que no quiere decir necesariamente para siempre. La estabilización de la población de origen inmigrante implica una mayor presencia de mujeres y menores, así como una sustancial reducción de la irregularidad frente a épocas pasadas, con el incremento paralelo de quienes tienen permiso de residencia permanente (83% de los sometidos a régimen general de extranjería en 2018, frente al 36% en 2008) y, en muchos casos, la nacionalidad española (ver más abajo). Por tanto, como en tantos otros países de nuestro entorno, la población extranjera representa solo una fracción de toda la población de origen inmigrante, y es necesario incorporar al imaginario colectivo y a las políticas públicas el componente de diversidad que ello implica.
5. En concreto, la llamada segunda generación (personas nacidas aquí de padre y madre inmigrantes) sumaba en 2011 en torno a las 800.000 personas. El Censo de 2021 pronto nos informará de un nuevo crecimiento de este grupo, que plantea retos propios para las sociedades que los acogen más relacionados con la gestión de la diversidad y la reducción de las desigualdades que con la tradicional preocupación por la gestión de flujos. Además, crece diariamente el número de hijos e hijas nacidos de parejas mixtas, lo que no hace más que confirmar la normalización de la diversidad por origen que experimenta nuestra población.
6. Por último, el 33% de toda la población nacida fuera que residía en España a comienzos de 2019 según el Padrón Municipal tiene ya la nacionalidad española, el triple que hace diez años. Se trata de dos millones largos de personas, la mayoría de origen latinoamericano, que muy probablemente pasarán el resto de su vida o gran parte de ella en España y que, quizá, alienten la inmigración de otros miembros de sus familias que aún residen fuera de España.

Gráfico 2. Peso relativo de cada grupo de origen sobre el total de población nacida fuera y residente en España en 2008 y 2019

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Fuente: Padrón Municipal (INE).

En definitiva, las cifras de la migración en España reflejan durante la última década cambios profundos tanto en la dinámica de entradas y salidas, muy vinculada al ciclo económico, como en la composición del stock de población de origen inmigrante que reside entre nosotros. Dicha población es hoy, en comparación con la de hace una década, casi igual en tamaño pero más feminizada, más envejecida, aunque ahora más integrada por familias que por personas solas, más latina, menos de la Europa comunitaria, y más estable tanto desde el punto de vista de su arraigo residencial como de su situación jurídico-administrativa. Casi un tercio son ya españoles, lo que implica igualdad de derechos y deberes y libertad absoluta de circulación entre sus países de origen y España, para ellos y, potencialmente, para sus descendientes.
Estos datos y transformaciones son mucho más trascendentales para la sociedad, la economía y la política española de la próxima década que las pequeñas variaciones en el número de personas que cada mes desembarcan en nuestras costas. Se impone por ello un análisis y una reflexión que salga del titular periodístico y ponga las luces largas para ser capaces de maximizar el extraordinario potencial transformador de las migraciones contemporáneas en beneficio de todos.

Palabras clave: Migración, Cambios, Transformación.

Keywords: Migration, Changes, Transformation.

Resumen

Las cifras de la migración en España reflejan durante la última década cambios profundos tanto en la dinámica de entradas y salidas, muy vinculada al ciclo económico, como en la composición del stock de población de origen inmigrante que reside entre nosotros. Estos datos y transformaciones son mucho más trascendentales para la sociedad, la economía y la política española de la próxima década que las pequeñas variaciones en el número de personas que cada mes desembarcan en nuestras costas. Se impone un análisis y una reflexión que salga del titular periodístico y ponga las luces largas para ser capaces de maximizar el extraordinario potencial transformador de las migraciones contemporáneas en beneficio de todos. 

Abstract

Migration figures in Spain over the last decade have reflected profound changes in both the dynamics of the pepople arriving and leaving, which are closely linked to the economic cycle, and in the composition of the stock of immigrant population living in the country. These figures and transformations are much more momentous for Spain's society, economy and politics of the coming decade than the small variations in the number of people who disembark on the country's coastline each month. An analysis and reflection which shuns the headlines and considers the long term is required, in order to maximise the extraordinary transformative potential of contemporary migrations for everyone's benefit.

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