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REVISTA110

ENSXXI Nº 111
SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2023

Por: JOSÉ ARISTÓNICO GARCÍA SÁNCHEZ
Presidente de EL NOTARIO DEL SIGLO XXI


LOS LIBROS

Zülfü Livanelli y Orhan Pamuk recuperan en dos novelas episodios, algunos opacados, del pasado reciente de la Turquía nacida tras la caída del imperio otomano

Ambos imbrican en su narración una imagen detallada de las costumbres ciudadanas y una crítica acerba del autoritarismo político turco

En 1942, en plena Guerra Mundial, un viejo carguero alemán, el Struma, transportaba desde Rumanía a Palestina a 769 judíos que huían de la persecución nazi. A los pocos días de navegación el destartalado buque sufrió una avería que le obligó a quedar detenido en pleno Mar Negro. Rumanía se negó a recibir de vuelta a los embarcados. Turquía, que temía represalias nazis, alegó su neutralidad en el conflicto y tampoco aceptó su desembarco. El alto Comisionado para Palestina, la más alta autoridad británica en Oriente Medio, temiendo que se resintieran sus intereses en el mundo árabe, se negó a extender visado de emigrantes a los pasajeros para que siguieran hacia Palestina. El barco quedó a su suerte frente a las costas de Turquía. Y un submarino soviético, al parecer por sospecha de espionaje, lo bombardeó y hundió el 24 de febrero de 1942 muriendo los 769 ocupantes. Todos los gobiernos se sintieron culpables y se pusieron tácitamente de acuerdo en extender un manto de silencio sobre esta vergüenza para no mencionarla más.

“En 1942, en plena Guerra Mundial, un viejo carguero alemán, el Struma, transportaba desde Rumanía a Palestina a 769 judíos que huían de la persecución nazi”

Esta trágica historia, poco conocida incluso en Alemania, narrada magistralmente en forma de thriller, es el entramado básico que sostiene una gran novela, Serenata para Nadia (Ed. Galaxia Gutenberg, 2023). Ha vendido más de un millón de ejemplares en su país, se ha traducido a 37 idiomas y publicado en más de 40 países. En España acaba de aparecer.GARCIA SANCHEZ ARISTONICO 1

Su autor es un personaje singular, muy popular en Turquía, Zülfü Livanelli, cantante, músico, dramaturgo, director de cine, editor… y sobre todo novelista, su gran vocación, convirtiéndose en el autor más vendido en Turquía… Pero además es un rebelde político, siempre en la oposición, tanto contra el Gobierno laico como contra los militares o los islamistas. No pertenezco a ningún partido, dice, mantengo intacta mi autoridad moral. Refugiado en Suecia de 1973 a 1978, regresó a su patria por gracia de una amnistía ese año. Exiliado de nuevo en París de 1980 a 1983, a su vuelta disputó a Erdogan la Alcaldía de Estambul, fue embajador en la Unesco y miembro del Consejo de Europa, relegando siempre contra su voluntad su verdadera pasión, la escritura.

“Quedó a su suerte frente a las costas de Turquía. Y un submarino soviético, al parecer por sospecha de espionaje, lo bombardeó y hundió el 24 de febrero de 1942 muriendo los 769 ocupantes”

No trata de escribir la habitual novela histórica. Él quiere mantener la literatura integrada siempre en la vida real, no separarla nunca del hálito ciudadano llevándola al mundo de las creaciones literarias abstractas para lucimiento de cenáculos progres como juegos florales de la posmodernidad. Mis personajes son reales no viven en vano, dice. Por eso centra su obra en la historia viva de su país, Turquía, un país multicultural y traumático, e integra en el esqueleto de su narración, además de la historia trágica del Struma, otras historias siempre reales, siempre vivas, a veces en opacidad intencionada que los ciudadanos tampoco quieren recordar y que Zülfü recupera del olvido.
Por ejemplo, la historia del Regimiento Azul -paralelo a nuestra División Azul- integrado por los turcos de Crimea que, a propuesta de Ankara y creyendo así liberarse, se integraron en las huestes nazi, y que, cuando el ejército rojo invadió la Alemania nazi, tuvieron que huir al norte de Italia con sus familias y luego a Austria donde fueron apresados por los británicos y entregados por éstos a las huestes rojas. 3000 de aquellos turcos desgraciados prefirieron saltar al Lago Drava, en aquellas fechas helado, donde murieron sin que el Estado turco moviera un dedo en su ayuda. También integra en su relato alusiones al genocidio armenio, palabra que mantiene con firmeza la diáspora armenia pero que los turcos, que solo ven en esta catástrofe un conflicto político, siguen sin aceptar. Otra historia también ignorada, que mantiene por cierto el hilo de la acción en Una serenata para Nadia, es la del profesor alemán protagonista, uno de los integrantes del centenar de intelectuales alemanes que en 1939 tuvieron que huir del nazismo y se establecieron en Turquía en los años 40 del siglo pasado, ayudando a crear el moderno sistema universitario en Estambul y la nueva República.

“Zülfü asienta también su relato en la realidad cotidiana actual en su patria, denunciando problemas actuales”

Pero no es solamente la historia pasada. Zülfü asienta también su relato en la realidad cotidiana actual en su patria. Recurre para ello a poner su narración en boca de un personaje femenino corriente, Maya, una madre separada con un hijo adolescente a su cargo, contratada como relaciones públicas en la Universidad de Estambul, que sirve al autor para denunciar otros problemas de la actualidad cotidiana en Turquía, entre ellos la influencia abrasiva de Internet, por ejemplo, que genera valores perversos como sexo y violencia, las drogas, la comida basura…
Y por supuesto, no podía faltar la crítica política. Del pasado reciente de Turquía, bastante desconocido incluso allí, por cierto, y del momento actual, también traumático por las tensiones raciales, religiosas y sociales que provoca necesariamente una sociedad multicultural, compuesta de diferentes creencias e integrada por grupos étnico-culturales muy diversos. Ni siquiera la jerarquía de Ataturk, que intentó tras la caída del imperio otomano unificar esas masas heterogéneas en una república secular, lo consiguió. Nuevas revueltas religiosas dieron a Erdogan la oportunidad de retornar a un Estado basado en la sharia. Y Zülfü asegura que tampoco la masa acepta fascismos religiosos: la población de Turquía, dice, conformada por grupos dispares, sin lengua o cultura común, es una nación sobrevenida a la que se atribuye una identidad figurada, la identidad turca (¿) cuyos integrantes tienen la suerte de no entender el daño que produce el nacionalismo como ideología, y que tampoco tienen recuerdos ni casi los buscan…

“Una serenata para Nadia llega hasta el fondo más oscuro de ese pasado que nadie quiere recordar de la historia de su patria”

Una serenata para Nadia se empeña en descubrírselos, llegando hasta el fondo más oscuro de ese pasado que nadie quiere recordar. Es una obra polifacética. Aunque la espina dorsal sea una historia de amor, del más depurado romanticismo por cierto, incluso sublimado al éxtasis platónico, la obra es mucho más: es novela histórica, ya se ha dicho, también de enredo de espías y servicios secretos, de crítica política, de manifestación-denuncia de la mala praxis de los gobiernos turcos... También una historia social o de costumbres, de la vida ciudadana, en especial en la bella Estambul, ciudad siempre presente en la mente de Zülfü. Aunque como una amante infiel…
Todo expuesto, hay que decirlo, con admirable simplicidad, despojada de artificios, en una narración que absorbe al lector sin exigirle esfuerzos añadidos. Y, con la salvedad de los episodios de amor idealizado que por contraste añaden cierta magia al relato, convincente por la verosimilitud y coherencia tanto del relato histórico predominante como de los personajes de la trama que, como él mismo dijo, no viven en vano…

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A esta obra puede oponerse de contrapunto otra afamada novela publicada dos años atrás, en 2021, Las noches de la peste (Penguin RH, 2022), del Premio Nobel de Literatura 2006, Orhan Pamuk, una mezcla de novela, historia y leyenda que, como Zülfü en la obra citada, refleja el choque y la interconexión de dos civilizaciones y la búsqueda de una escapatoria político-social orientada a ensalzar los valores acrisolados y los derechos universales del hombre. También Pamuk se exilió a Occidente, con continuadas estancias académicas en la Universidad de Columbia de Nueva York. También Pamuk criticó el sistema político de su país natal, incluso desveló el lado oscuro de su historia, como los genocidios armenio y kurdo, lo que le costó condenas y el baldón de traidor. También ha utilizado como armazón de su obra la historia social del pueblo turco para enhebrar los hilos de su novela. Y también es un defensor a ultranza de la libertad frente a las tiranías, la otomana, la de la Junta Militar y ahora la de Erdogan, que han convulsionado sucesivamente a su patria.

“Orhan Pamuk también es un defensor a ultranza de la libertad frente a las tiranías, la otomana, la de la Junta Militar y ahora la de Erdogan, que han convulsionado sucesivamente a su patria”

Incluso Las noches de la peste fue concebida y la fue madurando durante 40 años como una crítica a todas las dictaduras, tomando como ejemplo alegórico de sus dardos el autoritarismo inherente necesario en cualquier pandemia, en su caso la peste. La aparición en 1920 del covid, poco antes de enviar su obra a la imprenta, frustró en parte su intento. Pero al menos le sirvió para contrastar que había acertado. De hecho, se repitió el ciclo calcado de lo que él había descrito: primero la humanidad negó su aparición, luego lo aceptó a regañadientes, y al final irrumpió la exhibición de autoritarismo desbocado que él había predicho. Pamuk dice que por un momento pensó si no sería él el culpable.

“La peste ocurre en una isla ficticia, en 1901, en los años de pura decadencia del imperio otomano, en que los regidores, muy crueles, hacían sufrir a la gente torturándola y metiéndola en prisión solo para mantenerse en el poder”

La peste que él describe ocurre en una isla ficticia, Minguer, la perla del Mediterráneo, en 1901, justamente en los años de pura decadencia del imperio otomano, en que los regidores, muy crueles, hacían sufrir a la gente torturándola y metiéndola en prisión solo para mantenerse en el poder. En paralelo a esa crueldad política aparece ahora otra, también despiadada y tan refinada como fuera necesario para imponer a la población restricciones y cuarentenas a la fuerza.
La obra ya es un clásico, es la enciclopedia literaria de las pandemias. Y como en la obra de Zülfü citada, lo más interesante son las imbricaciones en su relato de significativos episodios de la historia reciente de su país.

“De nuevo se confirma que la historia es la hermana mayor de la literatura, y que lo que parecen novedades, como sugirió Borges, son solo tradiciones olvidadas”

De nuevo se confirma que la historia es la hermana mayor de la literatura, y que lo que parecen novedades, como sugirió Borges, son solo tradiciones olvidadas.
Las noches de la peste, que merecería mayor dedicación de la que cabe en esta referencia de contrapunto, es también una historia de amor, hay un motín, golpes de Estado, asesinatos y perfidias. Pero su esencia es la descripción minuciosa que hace Pamuk de calles, edificios, barrios, personajes, costumbres e historias presentes y pasadas. La ambición descriptiva del autor, capaz de llenar capítulos enteros para describir una calle, conformar una decisión o exhumar un recuerdo hasta el agotamiento de todas las vicisitudes previsibles, es sorprendente. Hay permanentes vueltas atrás, recuerdos, cambios de narrador, dudas, circunloquios sobre posibles consecuencias o previsiones de futuribles a sopesar antes de cada frase y cada respuesta.

“Aunque todo esto conlleva un análisis meticuloso e instructivo de cada movimiento o de cada decisión de los personajes, ralentiza en exceso la acción, espacia los diálogos y pone en riesgo al ritmo narrativo”

Y aunque todo esto conlleva un análisis meticuloso e instructivo de cada movimiento o de cada decisión de los personajes, esa prodigiosa anatomía de cada hecho y de cada actor ralentiza en exceso la acción, espacia los diálogos y pone en riesgo al ritmo narrativo. De ahí que la mayor densidad intelectual y literaria de Pamuk se difumine y banalice en secuencias encalladas.
Por encima queda la grandeza del proyecto y la belleza de su ejecución literaria.

 

Xi Jinping, más que un timonel

Dos reporteros alemanes, Aust y Geiges, componen una biografía del máximo regidor de la república China analizando su línea política

Se atribuye a Napoleón la frase Cuando China despierte, el mundo temblará. O al menos así lo dijo Alain Peyrefitte en una obra ya clásica de 1973, cuando tras un viaje a la China de Chu-En-Lai, asombraba del avance vertiginoso de esta potencia humana tras su Revolución cultural, aunque, también es cierto, había tenido que pagar para ello un precio desorbitado en sangre y sacrificio de libertades.
Hoy China tiene una población de 1400 millones, más habitantes que la Unión Europea, U.S.A. y Rusia juntos. Su producto interior bruto, en escalada también vertiginosa, la ha colocado desde 2014 en primer lugar mundial.

“Xi Jinping es tal vez el personaje que más poder acumula en el mundo entero, salvo que renuncie, lo que es inimaginable porque su sucesor probablemente le encarcelaría”

Y su líder, Xi Jinping, es tal vez el personaje que más poder acumula en el mundo entero. Sí, porque tras la muerte de Mao, en 2014, Xi definió como un avance decisivo para evitar el abuso de poder de Mao, que a cada jefe de Estado solo se le permitieran dos mandatos de 5 años. Sin embargo, Xi en 2018 consiguió que la Asamblea Popular le excluyera a él de ese límite. Y hoy ha sido ya reelegido por unanimidad para un tercer mandato. Todos le auguran cargo vitalicio salvo que renuncie, lo que es inimaginable, porque su sucesor probablemente le encarcelaría.
Xi Jinping acumula más poder que cualquier otro jefe de Estado del mundo. Su único posible rival Hu Jintao fue sacado de la sala del 20º Congreso del Partido Comunista Chino del año pasado en circunstancias dudosas pero significativas a la vista de la TV mundial.

“A los 9 años vio encarcelar a su padre, que formaba parte de la élite roja, acusado por los puristas del partido de contrarrevolucionario”

Dos reporteros/escritores alemanes Stefan Aust y Adrian Geiges han viajado varias veces a China y tenido en ella largas estancias, recopilando valiosa información que remitían en reportajes, documentales y crónicas sobre este inmenso país. Ahora acaban de firmar una biografía de este singular personaje, regidor máximo del país, con el título Xi Jinping. El hombre más poderoso del mundo (La esfera de los libros, junio 2023), en la que analizan al personaje, su trayectoria, su proyección y las aspiraciones hegemónicas de esta superpotencia asiática que ya lidera sin oposición.

“En la historia oficial del partido comunista chino Mao está citado 18 veces y Xi Jinping ya le supera: tiene 24 citas”

Sí, porque Xi aprendió la lección de Mao, que no veía a los capitalistas o a los terratenientes, sino a los propios comunistas/intelectuales afines como los únicos posibles competidores por el poder. Y él ya lo comprobó en persona cuando a los 9 años vio encarcelar a su padre, que formaba parte de la élite roja, acusado por los puristas del partido de contrarrevolucionario. Ahí aprendió Xi la lección: tenía que convertirse en el más comunista, el más revolucionario si quería sobrevivir. Y lo consiguió. Hoy en la historia del partido comunista chino los antecesores de Xi son citados una sola vez, Mao Zedong está citado 18 veces, y Xi Jinping ya le supera: tiene 24 citas. Mao tuvo que lidiar con rivales. Xi ya no los tiene. Y Mao ya no es el intocable. Se le critica abiertamente su brutal marcha roja, iniciada por 90000 soldados del ejército rojo de los que solo sobrevivieron 8000. O su crueldad, por ejemplo, al dejar morir de hambre entre 1958 y 1961 a 45 millones de personas, la mayor hambruna de la historia mundial, que luego trató de edulcorar bajo el lema los muertos son útiles. O sus represalias a los vástagos de la nobleza roja, entre ellos Xi, que estudiaban en escuelas y universidades, a los que desterró al campo para que fueran reeducados por los campesinos pobres.

“Xi, en la sinuosa línea posibilista que inaugura, trata de interpretar las viejas tradiciones chinas como precursoras del nuevo credo socialista. Y con esta deriva gira hacia un relativismo oportunista”

Ahí se inició el mito heroico de Xi, que a los 15 años se unió a unas brigadas agrícolas durante siete años y el premio recibido, una moto con sidecar, el sueño dorado, lo dejó de regalo a los braceros. Desde ahí despegó el mito de Xi que, en marcha trepidante e imparable, dio saltos gigantescos.
En 1976 muere Mao y su sucesor Deng Xiaoping, otra víctima de Mao, da un giro radical a la línea política del sistema: rehabilita al padre de Xi y, siguiendo sus directrices, se moderniza la economía. En 1991 se derrumba la URSS y los chinos se deprenden de parte del lastre ideológico: ya no son Partido Socialista, sino Partido del pueblo, ya no hay lucha de clases sino armonía -palabra favorita de Xi- entre clases. En 2002 Xi, que ha obtenido el primer doctorado de la República Popular China, ya está en la cúpula del partido. Y en 2008 alcanza al cenit del prestigio por el éxito propagandístico mundial del régimen obtenido bajo su férula con motivo de la Olimpiada de Pekín que le catapultó al final hasta el Secretariado General del Comité Central del Partido y la Presidencia de la República China.

“Él encuentra en la tradición de los emperadores precedentes de la doctrina que profesa y ensambla las costumbres confucianas con las comunistas buscando un quimérico equilibrio entre tradición, socialismo y apertura liberal”

Entre estos trazos biográficos entresacados del trabajo de Aust y Geiges, se deslizan las sutiles reflexiones que flotan sobre el análisis de la línea política de Xi, que, aunque se declaró más comunista que nadie, rinde luego tributo ritual al más puro posibilismo político. Y sobre la base detectada por sus biógrafos de que en China no hay realmente comunistas puros porque en su subconsciente aún perviven muchos principios de la sociedad confuciana y feudal, Xi, en la sinuosa línea posibilista que inaugura, trata de interpretar las viejas tradiciones chinas como precursoras del nuevo credo socialista. Y con esta deriva gira hacia un relativismo oportunista. Por ejemplo, elude el culto a Mao, pero a veces lo reconduce subliminalmente en torno a sí mismo. Tampoco condena la religión, sino que quiere transformar a los creyentes religiosos en creyentes del partido (respetó íntegramente una capilla católica sustituyendo solo la imagen de la Virgen María por un retrato suyo). Y en las Universidades ha implantado un curso obligatorio sobre el pensamiento de Xi Jinping.

"Todo ello aunque para conseguir sus fines tenga que recurrir a veces a tomar prestadas, solo prestadas, algunas tácticas capitalistas”

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Tampoco lucha contra Confucio ni contra los emperadores del pasado, como hicieron los comunistas doctrinarios. Él encuentra en la tradición de los emperadores precedentes de la doctrina que profesa y ensambla las costumbres confucianas con las comunistas buscando un quimérico equilibrio entre tradición, socialismo y apertura liberal, recurriendo a bellos conceptos, sutiles y ambiguos, como equilibrio, prosperidad común, armonía, o el lema que nadie se quede atrás como sucedáneo de la igualdad base del socialismo… Todo ello aunque para conseguir sus fines tenga que recurrir a veces a tomar prestadas, solo prestadas, algunas tácticas capitalistas.
Y con este bagaje, sin más límite que el de que toda propiedad es pública, el ojo orwelliano de Gran Hermano de Xi, con 700 millones de cámaras de vigilancia exhaustiva instaladas -una por cada dos habitantes-, fomenta y tolera la empresa capitalista, incluso la multinacional (siempre que no ejerza influencia política y acepte el carácter público de toda propiedad).

“De la mente de Xi no decae su irrenunciable aspiración al dominio mundial. No al arcaico de las flotas y los ejércitos terrestres del imperialismo y la colonización, sino el del comercio, la tecnología y el capital exterior que son los que marcarán el futuro”

Este mismo sistema mixto y ambiguo rige su política para con la disidencia. Incluso multiplicando la versatilidad y el oportunismo si es necesario. Frente a los uigures tibetanos, los kazajos y otros grupos musulmanes, aunque a veces y de cara al exterior recurra a la tolerancia o a la cesión de alguna autonomía, en otras, las más, los persigue bajo el lema guerra contra el terror. O, en aras a la uniformidad orwelliana de pensamiento, a la reclusión de los rebeldes en los famosos campos de reeducación donde, en expresión ya universal precisamente de origen chino, les lavan el cerebro. En cambio da signos de máxima tolerancia, olvidando cualquier freno doctrinario, en Hong-Kong o en el futuro añorado de Taiwán.
Pero en cuanto al orden mundial Aust y Geiges nos avisan de que de la mente de Xi no decae su irrenunciable aspiración al dominio mundial. No al arcaico de las flotas y los ejércitos terrestres del imperialismo y la colonización, que sin embargo China sigue practicando en África y Eurasia, sino el del comercio, la tecnología y el capital exterior que son los que marcarán el futuro. Y para ello se siente capaz de castigar con aranceles y prohibiciones a los países que no bailen a su son.

“La imagen que Xi quiere proyectar al mundo ya no es la de un socialista extremo, sino la de el defensor a ultranza y portador del estandarte del libre comercio mundial”

Aunque parezca paradójico, y no lo es de acuerdo con lo ya visto, la imagen que Xi quiere proyectar al mundo ya no es la de un socialista extremo, sino la de el defensor a ultranza y portador del estandarte del libre comercio mundial. Lo que sí es paradójico es que todo ello deba practicarse con absoluta fidelidad a los principios comunistas en su versión orweliana: la vida privada llegó a su fin y habrá una vigilada uniformidad de pensamiento etc. ¿Se estará produciendo el despertar de China que haría temblar a Europa como temía Napoleón? ¿O habrá empezado el declive de su primacía económica como auguran otros ahora?

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