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REVISTA110

ENSXXI Nº 112
NOVIEMBRE - DICIEMBRE 2023

Por: CARLOTTA CONDE GASCA
Estudiante
José Ignacio Conde-Ruiz
Economista


Carlotta Conde Gasca (Generación Z) es estudiante de segundo de Ciencias Físicas en la Universidad Autónoma de Madrid. José Ignacio Conde-Ruiz es un economista español. Actualmente es Catedrático de Fundamentos del Análisis Económico en la Universidad Complutense de Madrid y subdirector de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada. Es miembro del Consejo Asesor de Asuntos Económicos, órgano consultivo presidido por la Vicepresidenta Tercera y Ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital (Nadia Calviño). También es Consejero del Consejo Económico y Social-CES como experto en el Grupo Tercero. Ambos son autores del libro La juventud atracada de editorial Península.

Los jóvenes (1) están lógicamente preocupados por su futuro. Consideran que tienen por delante un camino más difícil que el que tuvieron que recorrer sus padres o sus abuelos, no se ven representados en las políticas actuales y creen que no se les tiene en cuenta.
Lejos del concepto que muchos tienen de los jóvenes: “los jóvenes de hoy en día son unos flojos y unos mimados, sin interés por nada que se pasan la vida quejándose”, lo cierto es que el panorama no es nada prometedor para ellos: los jóvenes son muy pocos, políticamente invisibles y prácticamente solo han vivido en crisis. Primero la gran recesión de 2008, luego la mayor pandemia en un siglo en el año 2020 y ahora estamos sufriendo los efectos económicos de la guerra de Ucrania y el conflicto entre Israel y Palestina. Lo cierto es que a día de hoy España tiene la misma renta per cápita que en el año 2007. No ha mejorado nada en 16 dieciséis años.… Y, por si esto no fuera poco, los jóvenes tienen que enfrentarse a tres retos globales inéditos hasta la fecha: el envejecimiento, el cambio climático y la revolución digital.
Por el contrario, los nacidos en las décadas de los 60 y los 70 (boomers y generación X) siempre han convivido con mucha gente de su misma edad. Cuando eran pequeños había un montón de niños para jugar, la gran mayoría tenían varios hermanos y muchos primos, y después en la universidad llenaban aulas inmensas. De hecho, en la década de los 70 y de los 80 España era uno de los países más jóvenes de la Unión Europea; casi el 50% de la población española tenía menos de 30 años, mientras que en la actualidad este segmento representa solo el 30%.

“La pérdida de peso electoral de los jóvenes ha llevado a los políticos a pensar solo en el aquí y ahora. Se ha perdido el enfoque a largo plazo, pues se necesita tener en cuenta a las futuras generaciones para afrontar los grandes retos globales”

La estrofa de la canción Five to One (Cinco a Uno) de Jim Morrison representa muy bien el sentimiento que, a comienzos del período democrático, tenían las generaciones jóvenes de que se podían conseguir muchas cosas, pues, aunque los mayores entonces ostentaran el dinero y el poder, “los números estaban del lado de los jóvenes”.
They got the guns
Ellos (los viejos) tienen las armas
Well, but we got the numbers
Pero, nosotros tenemos los números
La combinación de bajas tasas de natalidad y una alta longevidad, ha provocado que hoy sigan siendo los mayores quienes determinen la agenda política y el destino del gasto público. Volviendo a la canción de Jim Morrison, los números continúan de su lado; la diferencia es que ahora representan a esos mayores, que no solo concentran la riqueza, sino que además son tan numerosos que determinan la agenda política.
El Brexit ilustra muy bien este problema. En el referéndum sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea, los mayores de 65 han limitado el potencial de los jóvenes, robándoles la posibilidad de ser ciudadanos europeos. El 70% del segmento entre 18 y 24 años votó a favor de permanecer en Europa (remain), mientras que el 60% de los mayores de 65 años lo hizo a favor del Brexit (leave). Y aunque hubieran votado el 100% de los jóvenes, el resultado hubiera sido el mismo.
La pérdida de peso electoral de los jóvenes ha llevado a los políticos a pensar solo en el aquí y ahora. Se ha perdido el enfoque a largo plazo, pues se necesita tener en cuenta a las futuras generaciones para afrontar los grandes retos globales. España ha dejado de invertir en educación, acceso a la vivienda o pobreza infantil, y de medidas contra la crisis climática o mejora de la productividad, ni hablamos. Nunca es el momento de acometerlas.
Primero, contamos con un sistema educativo que obtiene peores resultados que los que se logran en otros países similares: mayor tasa de repetición, mayores tasas de abandono temprano, problema de sobre-cualificación, insuficiente desarrollo de la formación profesional entre otros. El gasto en educación ha disminuido en la última década, y la mayor parte del debate político sobre educación se centra en cuestiones ideológicas y no en los problemas de base.
Segundo, al empezar a trabajar, se encuentran con la contratación temporal o precaria que recae en los jóvenes, pues los contratos indefinidos ya están “ocupados”. Tenemos un mercado de trabajo que protege los puestos de trabajo y no a las personas. Es muy complicado despedir a los trabajadores indefinidos y, por lo tanto, las empresas se lo piensan mucho antes de formalizar un contrato fijo. Solo lo hacen para puestos duraderos, cuando la perspectiva futura es positiva y piensan que no van a tener que despedirlos. Toda la flexibilidad que necesitan las empresas para competir en un mercado cada vez más global recae en los jóvenes que van encadenando contratos temporales o precarios. Las tasas de precariedad y de paro de los jóvenes son de las más altas de Europa.
Tercero, los jóvenes se enfrentan al sueño imposible de la vivienda, ya sea en alquiler o en propiedad, cuyo precio ha subido mucho más que sus sueldos. La mayoría de los jóvenes son trabajadores pobres con un futuro laboral incierto, lo que les excluye del mercado hipotecario para poder comprar una vivienda y dificulta su acceso al alquiler. Las políticas de vivienda, que sí existieron en el pasado, fueron equivocadas, pues se apostó por la vivienda social en propiedad, lo que implica que, al no existir un parque público en alquiler, la necesidad de construcción se perpetúa. Hoy en día apenas existe una oferta pública de vivienda en alquiler ni una política pública de vivienda.

“España ha dejado de invertir en educación, acceso a la vivienda o pobreza infantil, y de medidas contra la crisis climática o mejora de la productividad, ni hablamos. Nunca es el momento de acometerlas”

Precariedad laboral, falta de apoyo público a la vivienda y ausencia de políticas sociales para la maternidad hacen que los jóvenes se encuentran con una verdadera carrera de obstáculos a la hora de empezar su desarrollo personal y familiar. Prueba de ello, España se ha convertido en el país con una de las tasas de fecundidad más bajas del mundo, con 1,19 hijos por mujer en edad fértil. Lo que resulta triste y preocupante de este dato es que la tasa de fecundidad tan baja no es por deseo de la mayoría de las madres de tener un hijo único, sino que desearían tener más. Las encuestas nos indican con claridad que, en España, la diferencia entre el número de hijos que las mujeres desean tener y los que efectivamente han tenido es muy grande. La mayoría, tanto de hombres como mujeres, declaran que desearían tener dos hijos, cuando la realidad se acerca más a uno. Las encuestas también nos dicen que el 39% de las mujeres sin descendencia hubieran deseado tener un hijo o varios.
Por el lado del gasto, los mayores cada vez se “comen” una porción más grande del presupuesto. Si separamos las partidas de gasto entre las que benefician a los mayores, las que benefician a los jóvenes y las que se pueden considerar neutrales, las únicas partidas que han crecido son las de protección social que benefician a los mayores (enfermedad, incapacidad, edad avanzada -pensiones- y supervivientes -o pensión de viudedad-), y las neutras por los intereses de la deuda.
En este sentido, el sistema de pensiones es probablemente el programa del Estado del Bienestar que mejor refleja el deterioro de la justicia intergeneracional en España. En un sistema de pensiones de reparto como el nuestro, los niños y jóvenes de hoy serán los que pagarán las pensiones del futuro. El envejecimiento de la población nos dice que donde hoy tenemos tres trabajadores pagando una pensión, dentro de un par de décadas tres nuevos trabajadores van a pagar dos pensiones, que además van a tener la misma cuantía mensual, aunque esos jubilados vivan mucho más que los de ahora.CONDE CARLOTA Y JOSE IGNACIO ILUSTRACION 2
Y lo más grave aún, España tiene un déficit estructural superior al 4% del PIB y un nivel de deuda pública del 110%. La emisión de deuda pública supone que los gastos de hoy se transfieren al futuro para que sean pagados entonces (por los que hoy son jóvenes). Ello es admisible cuando las generaciones futuras que lo van a pagar también se benefician de ello. Sin embargo, en este momento (y previo a la pandemia) estamos trasladando el equivalente a 4 puntos del PIB de gasto corriente para que lo paguen las generaciones futuras. Es decir, en lugar de tomar una decisión impopular entre los mayores de subir los impuestos para aumentar los ingresos o reducir el gasto, estamos emitiendo deuda pública, que se pagará en el futuro.
Es el atraco perfecto. Por un lado, todo el incremento del gasto público va destinado a los mayores, y por otro, en lugar de aumentar los ingresos para financiarlo se emite deuda pública. Los mayores apoyan políticamente que el aumento de gasto vaya destinado a pensiones y bloquean cualquier subida de impuestos para financiarlo, pasando las facturas a los jóvenes actuales, que habrán de pagarlas en el futuro.
Esto provoca una reducción de las inversiones estratégicas, como la educación, la formación la I+D+i, las infraestructuras estratégicas, la lucha contra la pobreza infantil o las medidas contra la crisis climática, que mejorarían la productividad, o el crecimiento de la economía y que beneficiarían a los jóvenes.

“Aunque los jóvenes van a ser cada vez más minoritarios e irrelevantes en las elecciones, no van a aceptar continuar viviendo en un país donde nunca hay políticas para ellos, y votarán con los pies, trasladándose a vivir a otros países donde sí puedan desarrollarse profesional y personalmente”

En el libro que hemos publicado recientemente reflexionamos sobre ¿cómo podemos ayudar a los jóvenes?
En primer lugar, los jóvenes deben ser conscientes de la injusticia que están sufriendo y los mayores, a la luz de la evidencia mostrada, deben empatizar con los jóvenes.
En segundo lugar, para contrarrestar los efectos de la “demografía política” será necesario aumentar el peso de los jóvenes en las elecciones bajando la edad de voto a los 16 años, siendo esta la edad en la cual un joven alcanza la edad para poder trabajar.
En tercer lugar, se deberían crear nuevas instituciones independientes que velen por los intereses de los jóvenes cuando se tomen decisiones sobre políticas que les afecten a ellos cómo, por ejemplo: el nivel y la financiación de la deuda pública, la reforma del sistema de pensiones o la lucha contra el cambio climático.
En cuarto lugar, establecer una regla fiscal intergeneracional, que regule automáticamente la asignación del gasto público. En su formulación más simple, esta regla fiscal estipularía que, por cada euro adicional asignado a programas de gasto público, que están dirigidos principalmente a las personas mayores, se debería asignar un euro adicional a programas de gasto dirigidos a los jóvenes. De esta forma se conseguiría evitar que continúe el deterioro en la justicia intergeneracional.
Por último, no podemos olvidar dos cosas. Por un lado, aunque los jóvenes van a ser cada vez más minoritarios e irrelevantes en las elecciones, no van a aceptar continuar viviendo en un país donde nunca hay políticas para ellos, y votarán con los pies, trasladándose a vivir a otros países donde si puedan desarrollarse profesional y personalmente. Y, por otro lado, las políticas que favorecen a los jóvenes (educación, I+D, inversión estratégica, ayudas a la emancipación y la familia, lucha contra la pobreza y el cambio climático, etc.) son aquellas que van a permitir mejorar la productividad y con ello que aumente la renta per cápita estancada desde 2007. Solo el aumento de la renta per cápita puede garantizar que el progreso y el bienestar llegue a todos los ciudadanos y nos permitirá afrontar el futuro con optimismo.

CONDE CARLOTA Y JOSE IGNACIO ILUSTRACION

(1) Los jóvenes comprenden a todos aquellos individuos entre los 14 y los 35 años aproximadamente, lo que en términos de generación corresponde prácticamente a la totalidad de la generación Z y a una gran parte de los millennials.

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