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ENSXXI Nº 46
NOVIEMBRE - DICIEMBRE 2012

JOAQUÍN ESTEFANÍA
Periodista y economista

Hay un aspecto de la última Cumbre Iberoamericana, celebrada en Cádiz el pasado mes de noviembre, que probablemente no ha sido suficientemente recalcado: en esta ocasión las buenas noticias venían del otro lado del Océano, mientras que las más cercanas no eran precisamente buenas. Ha cambiado el sentido de la historia, al menos coyunturalmente: los países más castigados (los latinoamericanos) están creciendo económicamente y los sondeos realizados en la región revelan una fuerte dosis de optimismo (los encuestados opinan que sus hijos vivirán mejor que ellos), mientras que en la vieja Europa (sobre todo en los dos países europeos presentes en Cádiz, España y Portugal) se vive un periodo de recesión largo y profundo, y la mayor parte de los ciudadanos creen que las próximas generaciones vivirán peor que las presentes (datos del Eurobarómetro).
Quizá esta experiencia del mundo al revés haya sido la principal conclusión de la Cumbre Iberoamericana, más allá de los resultados más concretos. Escuchar a la presidenta brasileña, Dilma Roussef, que su país (ahora el cuarto o el quinto del mundo, por el tamaño de su economía) acudirá en ayuda de España o Portugal, o que en Europa se están aplicando políticas económicas (aquí se llaman de austeridad; en América Latina se denominaron de ajuste) que ya se mostraron fallidas en aquella zona del mundo, es una lección para el eurocentrismo sin matices.
Los antiguos hetedoroxos han devenido en ortodoxos, y viceversa. Este distinto comportamiento de los países durante la Gran Recesión (los emergentes han salido mucho antes de la misma) es la que explica que el principal problema de desigualdad en el mundo se dé ahora en el interior de cada sociedad –todo país del Primer Mundo tiene el Tercer Mundo en su seno- mientras disminuyen las distancias entre los que hasta antes de ayer se denominaban centro y periferia.

"Ha cambiado el sentido de la historia: los países más castigados (los latinoamericanos) están creciendo económicamente y los sondeos realizados en la región revelan una fuerte dosis de optimismo, mientras que en la vieja Europa se vive un periodo de recesión largo y profundo, y la mayor parte de los ciudadanos creen que las próximas generaciones vivirán peor que las presentes"

Los países latinoamericanos, en general, están creciendo y han visto disminuir la pobreza y la desigualdad (aunque siguen persistiendo ambas en amplios porcentajes de la población), mientras los europeos sobreviven sumidos en el estancamiento y la anomia, con aumentos exponenciales del paro, empobrecimiento de las clases medias y  aumento espectacular de la mortandad de empresas, sobre todo pequeñas y medianas. Según el informe La movilidad económica y el crecimiento de la clase media en América Latina, publicado recientemente por un grupo de investigadores del Banco Mundial (BM), después de una década marcada por un crecimiento económico sostenido (a pesar de la crisis financiera global de 2008 y 2009) y por la disminución de la desigualdad en numerosos países, la pobreza moderada disminuyó en América Latina en más de 10 puntos: de más del 40% de la población total en 2000 a menos del 30% en 2010, lo que supone que unos 50 millones de personas salieron de la misma a lo largo de este decenio.

"Los países latinoamericanos, en general, están creciendo y han visto disminuir la pobreza y la desigualdad, mientras los europeos sobreviven sumidos en el estancamiento y la anomia, con aumentos exponenciales del paro, empobrecimiento de las clases medias y  aumento espectacular de la mortandad de empresas, sobre todo pequeñas y medianas"

Este documento calcula que al menos el 40% de los hogares de la región han ascendido de “clase socioeconómica” entre 1995 y 2010. La mayoría de los pobres que ascendieron no se registraron directamente en la clase media, sino que pasaron a formar parte de un grupo intermedio situado entre los pobres y la clase media que se denomina la clase de los vulnerables (personas con ingresos mayores a 4 dólares diarios y menores a 10) y que constituye en la actualidad el grupo social más numeroso de toda la región. Aun así, la clase media creció de manera notable: de 100 millones de personas en 2000 a 150 millones en 2010.
¿Por qué esta aceleración tan grande de la movilidad social? Hay una combinación de factores entre los que se encuentran políticas macroeconómicas muy pragmáticas y bien elaboradas (aprender la lección después de tantos fracasos); muchos países están inmersos en políticas que combinan la estabilidad macroeconómica con medidas keynesianas y políticas sociales, etcétera. Han dejado de lado los aspectos más fundamentalistas del Consenso de Washington como la estabilidad presupuestaria como única prioridad y a costa de lo que sea, incluso del crecimiento económico. Por otra parte, AL ha conservado un sistema financiero básicamente sano (bancos muy conservadores y clásicos), a diferencia de otras crisis recurrentes anteriores. Además, en esta ocasión su verdadero problema diferencial no ha sido el paro sino que como consecuencia de esas políticas macroeconómicas contracíclicas y de la existencia de programas sociales de mayor magnitud y calidad se ha creado empleo y en muchos casos dentro del sector formal de la economía, no sólo –como antaño- en la economía sumergida.
Es por todo ello por lo que las palabras que aparecen en la Declaración de Cádiz (“participar en un proceso de crecimiento conjunto y desarrollo sostenible centrado en el bienestar, para satisfacer las necesidades concretas de nuestros pueblos (…), la reducción de la pobreza, el incremento de la cobertura, la mejora de la calidad y el acceso equitativo a los servicios públicos y a la Seguridad Social, la creación de trabajo decente y de calidad, la protección de los grupos más vulnerables,…) manifiestan toda una declaración de intenciones que debería aplicar, con toda urgencia, el viejo continente.

 

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