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ENSXXI Nº 21
SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2008

JOSÉ JAVIER CUEVAS CASTAÑO
Notario

Vaya por delante que siento el mayor respeto por cuantos compañeros han dedicado su tiempo y su esfuerzo a la gestión corporativa. El respeto se convierte en admiración cuando, además, lo han hecho con éxito y en gratitud cuando lo han hecho desinteresadamente.
Estoy convencido de que cuantos han asumido los cargos de decano de su colegio o la presidencia de la Junta de Decanos se han encontrado con situaciones difíciles y problemáticas, han tratado de resolverlas como mejor han sabido y podido y unas veces han tenido éxito y otras han fracasado, sin que uno u otro resultado tuviera nada que ver con su mayor o menor dedicación al tema, pero si con el talento y el talante con que actuaron.
Cuando ingresé en este Cuerpo todo lo solucionaban unos compañeros de Madrid que a su talento, buen nombre y prestigio unían el hilo directo con el ministro de turno o con quienes estaban por encima de él. Y los demás, vivíamos alegres y confiados, tratando de ganarnos honradamente la vida, descansando en un cómodo providencialismo, con la confianza plena de sabernos en buenas manos.
Con la ansiada y bienvenida democracia, cambiaron los centros de poder y, como es natural, la manera de abordar los problemas. En nuestro caso se puso en marcha el péndulo que ora nos acercaba a la funcionarización pura y dura y ora nos dejaba al desamparo de la mera profesionalidad, pues eran muy pocos los nuevos políticos que entendieran a este ser híbrido y bifronte en que la sociedad, el Estado y la historia ... nos han convertido. Entonces las cosas ya no eran tan simples. Entonces había que saber moverse por pasillos y despachos, con habilidad y eso que se ha dado en llamar "cintura política", con decisión y lealtad institucional pero con intocable independencia. Así se superó algún susto durante los gobiernos de la UCD y así nos vimos las caras con los gobiernos socialistas y con su programa de cambio, que a más de uno nos puso los pelos de punta. Hubo momentos particularmente delicados que se superaron exitosamente, gracias a un alto grado de cohesión interna, a unos liderazgos respaldados por todos, a una dirección capaz, prestigiosa y de acrisolada neutralidad e independencia y, también hay que reconocerlo, a la receptividad de unos políticos dialogantes, que se esforzaron en entendernos y que, al fin y a la postre, respetaron a un Cuerpo que funcionaba satisfactoriamente, que no causaba problemas y que estaba unido en la enérgica defensa de sus razones y de sus legítimos intereses.
El simposio NOTARIAL 83, gestado y desarrollado durante meses, con una impresionante participación de compañeros, con un alto grado de difusión a todos los niveles, fue una manera gallarda, respetuosa y eficaz de presentarnos ante un ministro tan inteligente como Fernando Ledesma, con el que los temores iniciales vinieron a desvanecerse y traducirse en la profunda y beneficiosa reforma reglamentaria del 1984, en la que el notariado tuvo un protagonismo total, poniendo letra y música a aquello de que "el cambio consiste en que las cosas funcionen".

"Vivimos los gobiernos del Partido Popular, durante los cuales se cohesionó e incluso profesionalizó el Consejo General del Notariado"

Pocos años después, en 1.989, tuvimos que enfrentarnos al proyecto de ley de tasas y precios públicos, que tuvo también enérgica y razonada respuesta desde el notariado, y que se saldó con unas disposiciones absolutamente lógicas y asumibles y con un nuevo arancel más claro, justo y ponderado que los anteriores. Otra vez el talento, las razones, la unión y la firmeza  habían dado sus frutos.
Vivimos mas tarde los gobiernos del Partido Popular, durante los cuales se cohesionó e incluso profesionalizó el Consejo General del Notariado y, pese a sus relaciones no muy fluidas con la Dirección General y algún que otro pelo dejado en la gatera, logró zanjar el tema de la disociación entre fedatarios civiles y mercantiles a la que se nos pretendía llevar y, a base de talento, puso las bases para un reconocimiento legal de nuestra compleja función, mediante la reforma de preceptos clave de la vieja Ley de l.862.
Y llegamos, no sin escaramuzas intermedias a este último cuatrienio (o trienio prorrogado) durante el cual, a pesar de las iniciales esperanzas en una capacidad de interlocución proclamada a los cuatro vientos nos han dado golpe tras golpe, que hemos ido encajando sin rechistar, entregándolo todo a cambio de nada.
Algunos somos tan imprudentes como para pensar que las cosas hubieran ido mejor si hubiéramos mantenido la firmeza y la distancia, en vez de la resignación y la proximidad fraternal; la neutralidad política en vez de la implicación partidista y la respetuosa pero enérgica protesta en lugar del buen talante, la docilidad y la sumisión. Quienes así pensamos es muy probable que estemos equivocados y que estemos predicando un suicidio colectivo, por pura ignorancia, por falta de una información, que nadie, absolutamente nadie, se ha molestado en darnos.
Y son estas maneras, estos talantes, lo que queremos cambiar.

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