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ENSXXI Nº 31
MAYO - JUNIO 2010

JOAQUÍN ESTEFANÍA
Periodista y economista. Fue director de EL PAÍS entre 1988 y 1993

Mientras Europa se desangra por la crisis de la deuda soberana, EEUU (que a pesar de haber sido el origen de las dificultades está saliendo antes de ellas) busca responsabilidades en los abusos financieros que se han estado produciendo desde al menos hace tres años. En el nuevo continente hay dos tipos de actuaciones: la política, mediante la cual Obama trata de aprobar una reforma del sistema financiero que lo embride para que no vuelva a engañar a sus clientes, a las autoridades y a los organismos reguladores; y la judicial, a través de la cual la fiscalía intenta demostrar los fraudes que muchas entidades, las más importantes, cometieron.
Estos movimientos unilaterales –en una sola nación- tratan de no perder el tiempo mientras la próxima reunión del G-20, en Canadá, en junio avanza en una estrategia conjunta planetaria sobre la regulación necesaria del sector financiero. Hasta ahora, las autoridades, con extrema timidez y lentitud, siguen estudiando las medidas para meter en cintura a las entidades que abusaron y engañaron, sabiendo que cualquier respuesta efectiva tiene que ser global, porque globales son las entidades y global es su actuación.
Hace poco se supo que Northern Rock (el banco británico nacionalizado en cuyas oficinas se formaron colas de ciudadanos aquejados de pánico, intentando que les devolvieran sus ahorros), ocultó las cifras reales de créditos morosos en los meses previos a su colapso. O que Lehman Brothers, el único gran banco al que se ha dejado caer, utilizó una empresa de inversiones para desviar fondos, como pasadizo oculto en Wall Street, y nunca reveló esa información. Pero la palma del descrédito se la ha llevado Goldman Sachs (GS), el patrón oro de la banca de inversión, que ha sido acusado por la Comisión de Valores de EEUU (SEC), de engaño y ruptura total de la confianza del inversor. A través de un sofisticado producto (como su nombre: Abacus 2007-AC1) relacionado con las hipotecas subprime -esas que Warren Buffet calificó de “armas de destrucción masiva”- hizo perder a sus clientes mucho dinero, parte del cual ganó el hedge fund Paulson & Co (que había sido contratado por GS sin desvelarlo) apostando a la baja con ese producto. Paulson entendía que el precio de ese producto estaba sobrevalorado e iba a bajar; procedió a su venta y lo recompró a un precio inferior, logrando así su ganancia. Esto es lo que se llama apostar con posiciones bajistas. Abacus 2007-AC1 era uno de los 24 “paquetes” que GS ofrecía a sus clientes basado en las hipotecas basura. La demanda de la SEC dice que “no se incluyó en la información a los inversores del producto que un fondo de alto riesgo, Paulson & Co, con intereses económicos totalmente contrarios a los suyos, jugó un papel importante al seleccionar los activos de la cartera”. Demoledor para la reputación de GS, si se confirma y su ejército de abogados no consigue desmontar la gravísima acusación de la SEC.

"Hace poco se supo que Northern Rock ocultó las cifras reales de créditos morosos en los meses previos a su colapso"

Pocas semanas más tarde del caso GS, se ha conocido que la fiscalía de Nueva York abrió expediente a cinco entidades estadounidenses (Citigroup, JP Morgan Chase, Morgan Stanley, Bank ok America Merry Lynch y, como no, Goldman Sachs), cuatro europeas (Credit Agricole, Credit Suisse, Deutsche Bank y UBS) y las tres agencias de calificación de riesgos (Standard & Poors, Moody´s y Fitch) con la siguiente línea de investigación: que los bancos engañaron no sólo a sus clientes sino también a las agencias de calificación de riesgos, para maquillar el riesgo real de sus activos basura, mientras éstas miraban a otro lado para no perder ingresos. Los investigadores señalan que “para bailar el tango hacen falta dos personas”; por una parte, los bancos y por la otra, las agencias de rating. En el entorno de la fiscalía se entiende que las agencias, al mirar hacia otra parte en lugar de dar a los activos el valor que tenían, generaron un falso sentido de seguridad para atraer a los inversores. Recuérdese que las agencias también están siendo analizadas con lupa por tu trabajo al valorar las cuentas públicas de los países europeos.

"¿Será posible que, una vez más, la codicia organizada prevalezca sobre los intereses de la democracia?"

Hace unos meses, el español José Viñals, ahora director de Asuntos Monetarios y Mercados del Fondo Monetario Internacional (FMI) declaraba que la banca no ha aprendido las lecciones de la crisis y que “muchos lo que quieren es que no haya un cambio de reglas aduciendo que han entendido la lección, y no es así”. Lo que se teme es que las prácticas de GS y del resto de la aristocracia financiera de Wall Street y europea no sean la excepción sino la regla en Wall Street y todavía vaya a emerger mucha de la basura que causó la crisis financiera. El asesor de Obama, Lawrence Summers, desvelaba en Davos, el pasado mes de enero, que en EEUU hay tres lobbistas financieros por cada  miembro del Congreso, que cobran porque no cambie la autorregulación inane.
¿Será posible que, una vez más, la codicia organizada prevalezca sobre los intereses de la democracia? Cada una de las tres últimas recesiones económicas de EEUU (la de julio de 1990 a mayo de 1991), la de marzo a noviembre de 2001 y la que comenzó en diciembre de 2007 han estado relacionadas con casos de corrupción, que son siempre tremendamente complejos pero al mismo tiempo muy simples pues se basan en el incumplimiento de los principios elementales de la contabilidad en cuanto a la cantidad de dinero que se puede obtener de modo legítimo. Además de los desequilibrios macroeconómicos, los historiadores del futuro habrán de contabilizar cuánta corrupción hubo en lo que Jean Claude Trichet, el gobernador del Banco Central Europeo ha denominado “la situación más difícil desde la Primera Guerra Mundial”.

 

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