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ENSXXI Nº 33
SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2010

JOSÉ ARISTÓNICO GARCÍA SÁNCHEZ
Decano honorario

Novelas  históricas… o de costumbres

Nunca la expresión novela histórica ha respondido a un solo concepto. Desde la aplicación de la prosa literaria a la divulgación de una historiografía rigurosa que inauguraron los anglosajones hasta la obra de ficción que fabula sobre personajes o hechos sin más apoyo en la realidad que una tradición no contrastada o una idealización mitológica, se podría desplegar un abanico infinito de narraciones clasificables según su grado de aproximación a la fábula o a la realidad histórica y seguro que no había una sola coincidencia en la gradación.
Y si ya eran difusos los perfiles de la novela histórica, desde su aparición en el primer romanticismo como evocación de atmósferas medievales míticas y heroicas, los perfiles terminaron de difuminarse cuando los escritores bajaron el objetivo hacia la gente de a pie y la novela histórica se transformó en novela realista, esa novela heredera de nuestra picaresca que trata de analizar orgánicamente la realidad social de una generación, una población o una clase social. Surge así un tipo de narración histórica o novelada, según el caso, no ya de estirpes reales o gestas guerreras a que algunos reducen la historia, sino de todo lo demás que constituye la existencia de los pueblos y que son fundamento de las crónicas históricas que, como decía Galdós, o no son nada o son el vivir, el sentir y hasta el respirar de la gente. En este escalón de la novela histórica de los pueblos se mueve gran parte de la literatura actual y en él comenzó a moverse Almudena en su última y consagrada obra “El corazón helado” donde, con su estilo dramático-intimista, aborda la historia convulsa de la España de las tres últimas generaciones, con especial dedicación, no a los logros militares o a las decisiones políticas de los principales, sino a la tragedia colectiva de los perdedores de nuestra guerra civil, esos peones de base que encerraron su pena negra, honda y sonriente, en una minúscula patria portátil y vivieron angustiados acompañados sólo de su amargura y de una esperanza tan tenue que inexorablemente les conducía a la desesperación. Pero esa novela no agotó el acerbo que acababa de descubrir. Las colecciones epistolares, los periódicos, archivos y crónicas de nuestra tradición anecdótica y personal que consultó para su corazón helado, convencieron a Almudena de que, detrás de lo que se había dicho, en la cara oculta de la historia contada, había un filón de historias preteridas, un cúmulo de héroes, villanos y traidores olvidados, gestas quizá de alcance modesto, pero de tal idealismo y grandeza en su concepción, que merecían la pena ser contadas para evitar que el olvido borrara definitivamente los aromas de grandeza de esas anécdotas que, en su conjunto, componen una hermosa epopeya.

“Inés y la Alegría” (Tusquets, 2010) cuenta la historia de la invasión del Valle de Arán por cuatro mil soldados residuales de la Unión Nacional Española

Y para rescatarlas del olvido, decidió abordar una réplica de los Episodios Nacionales, los que llama Episodios de una guerra interminable, cuya primera entrega “Inés y la Alegría” (Tusquets, 2010) cuenta una de esas anécdotas históricas, desconocida por la mayoría de los españoles, que quiere recuperar: la historia de la invasión del Valle de Arán, una operación militar que tuvo lugar efectivamente entre el 19 y el 20 de octubre de 1944, por cuatro mil soldados residuales de la Unión Nacional Española --plataforma democrática en la que estaban representadas todas las organizaciones antifascistas pero que controlaba el Partido Comunista de España--, convencidos de que la guerra mundial tocaba a su fin, el fascismo desaparecería de Europa, y los aliados colaborarían a la caída del régimen franquista y a la reconquista de España a partir de la nueva Covadonga ahora instalada en el Valle de Arán.
Es una anécdota asombrosa, utópica y a toro pasado quimérica, pero real. No tiene perfiles épicos, no es una gran batalla para la historia, no creó héroes, no triunfó. Pero esta gesta de vuelo gallináceo, que incluso roza una ingenuidad enternecedora, está dotada de tal idealismo y ambición que ha sido capaz de generar una brillante novela histórica, o si se quiere, un episodio histórico brillantemente novelado, el primero de esa serie de seis que nos anuncia la autora. Es una novela, una obra de ficción inserta en la crónica de un acontecimiento histórico real. En un primer nivel, el nivel del poder en las alturas desde las que se decidía la suerte de los guerrilleros, se situa la crónica o novela histórica de los acontecimientos reales, cuya narración se reserva para sí misma la autora. El relato de las andanzas de los peones de la guerra, los guerrilleros, que ignoran las decisiones que en el primer nivel otros toman sobre su destino, constituye una historia de ficción cercana a la novela realista o de costumbres narrada de forma autobiográfica por los dos protagonistas Inés y Galán.
Pero no por ello están los acontecimientos de la crónica histórica quedan más cerca de la realidad que los que ocurren en el nivel imaginario de los guerrilleros. La narradora de la crónica histórica, sobre limitar su atención a una facción del Partido Comunista olvidando a los anarquistas y a los demás grupos que se integraron en la UNE, da a su narración una reinterpretación tan arrebatada, que reduce a un choque de pasiones --Pasionaria/Antón y Carmen de Pedro/Monzón--, muchas de las decisiones más trascendentes que en aquellas fechas se tomaron. Es una narración dramatizada, una interpretación pasional de la idiosincrasia de los personajes históricos, idealizando a unos como Pasionaria y ensañándose con otros como de Pedro, que quizá lleve los hechos que narra más lejos de la realidad y más cerca de la ficción, que lo que queda el clima de camaradería y solidaridad de aquel grupo entrañable de guerrilleros, cuya forma de pensar, vivir y respirar describe quizá la autora con mayor realismo, dándose la paradoja de que la novela histórica viene a ser más histórica cuando se transforma en novela de costumbres. No parece en efecto haber más verdad histórica en el primer nivel, que es histórico y con personajes reales, que en el segundo en el que todo es de ficción, y en el fondo, como la misma autora reconoce, la obra es de principio a fin una novela y en ningún caso un libro de historia, aunque el hecho que la motiva sea cierto en su línea central y los personajes del primer nivel sean de carne y hueso.

"No tiene perfiles épicos, no es una gran batalla para la historia, no creó héroes, no triunfó. Pero esta gesta de vuelo gallináceo, que incluso roza una ingenuidad enternecedora, está dotada de tal idealismo y ambición que ha sido capaz de generar una brillante novela histórica, o si se quiere, un episodio histórico brillantemente novelado"

A la postre el hecho de separar en la narración dos niveles no deja de ser un mero recurso literario, y la apasionada historia de amor entre los dos protagonistas, una historia intensa, con altibajos, deslealtades y sospechas, que parece la trama esencial de la novela, en el fondo, aun siendo hermosa, es solo la cobertura de la historia que subyace, la historia de las grandezas y miserias de una facción y de la cúpula del Partido Comunista de España en un momento determinado, contada con apasionamiento. La narración destila radicalidad, radicalidad mítica y ferviente para con Pasionaria, radicalidad dividida frente al arribista Monzón, y radicalidad en el humillación a Carmen de Pedro. Pero también y sobre todo destila grandeza, la de esos militantes anónimos, exiliados voluntarios que mantienen con heroísmo una inquebrantable fidelidad a las consignas y que en el fondo, personificados en la figura de Inés y Galán, son los protagonistas idealizados de la narración. Cerradas las tapas del libro no vibran en nuestra retina imágenes de la pasión de los protagonistas, sino de la convivencia comunal de ese grupo de comunistas exiliados, el Lobo, Comprendes, el Zurdo, el Cabrero, el Sacristán, … todos militantes de base del PCE que en camaradería ilusionada son los verdaderos héroes que persiguen quijotescamente el quimérico ideal de la reconquista de España y que conforman un ambiente de ensueño y esperanza donde Inés se siente realizada y rebosante de alegría.

"Es una narración dramatizada, una interpretación pasional de la idiosincrasia de los personajes históricos que quizá lleve los hechos que narra más lejos de la realidad y más cerca de la ficción, que lo que queda el clima de camaradería y solidaridad de aquel grupo entrañable de guerrilleros, cuya forma de pensar, vivir y respirar describe quizá la autora con mayor realismo, dándose la paradoja de que la novela histórica viene a ser más histórica cuando se transforma en novela de costumbres"

La novela es espléndida y a estas alturas la autora, cuyo crédito literario pocos alcanzan, nada tiene que demostrar. Su estilo narrativo la está coronando como reina de los tropos, las epanáforas y los flash-back, que utiliza magistralmente para sustituir la habitual narración lineal o cronológica por una narración dramática. Una utilización magistral del montaje acordeón permite a la autora dosificar los datos que proporciona al lector en forma aparentemente desordenada,  como si surgieran de escarbar en una memoria errática, cuando en realidad responden a una dosificación calculada en función de su dramatismo. También se va coronando Almudena como reina de los tropos retóricos, de un efectismo indudable, pero que conducen a su prosa al reino de la demasía, al mundo del lujo, del exceso barrroco con sus adornos bellos y excedentes, que adornan, sí, pero postergan la línea del relato, especialmente esas reiteraciones y redundancias para explicar una conducta, las reincidencias una sobre otra y otra sobre todas que quieren matizar hasta el infinito, como si ninguna de las frases anteriores fueran suficientemente expresivas, una decisión o una conducta, y que son reincidencias que cada vez aparecen con más frecuencia en la prosa de una autora que ha demostrado sobradamente ser una fabulosa narradora y que ahora la alejan de aquella prosa galdosiana que trata de replicar.

"Cerradas las tapas del libro no vibran en nuestra retina imágenes de la pasión de los protagonistas, sino de la convivencia comunal de ese grupo de comunistas exiliados, que conforman un ambiente de ensueño y esperanza donde Inés se siente realizada y rebosante de alegría"

Decía George Steiner que uno de los placeres que nos brinda la literatura es la posibilidad de descubrir libros no publicitados. Eso ocurre con una novela nunca reseñada, nunca anunciada, de la que no se ha dado noticia pública, y que solo por el efecto difusión boca a boca ha agotado veintiuna ediciones en un año. Tiene algunas similitudes con la obra a la que acabamos de hacer referencia. Como en ella, su autora es una mujer, y en ambas la protagonista es una mujer que desarrolla y desahoga su ansiedad en quehaceres tradicionalmente femeninos, una como cocinera y otra como modista. Las dos son narraciones escritas principalmente en forma autobiográfica como los primeros Episodios Nacionales y la novela picaresca, forma que, como dice Galdós, tiene mucho atractivo y favorece la unidad de la trama pero impone excesiva rigidez que la novel aguanta y Almudena salva abriendo la autobiografía a tres bandas y recurriendo por sistema al flash-back. Ambas son novelas históricas, o mejor narraciones insertas entre datos ciertos y personajes reales que han formado parte de la historia reciente de España. Y curiosamente ambas, aunque con distinto matiz, quieren encontrar en la Embajada Británica en Madrid las claves misteriosas de los acontecimientos históricos decisivos que narran. Ahí se acaban las coincidencias.

"Una utilización magistral del montaje acordeón permite a la autora dosificar los datos que proporciona al lector en forma aparentemente desordenada,  como si surgieran de escarbar en una memoria errática, cuando en realidad responden a una dosificación calculada en función de su dramatismo"

La obra a que nos referimos “El tiempo entre costuras” (Temas de hoy, TH Novela, Ediciones Planeta, Junio 2009) es la primera obra de una profesora desconocida, Maria Dueñas, que sin embargo ha dejado en su debut una notable seña de identidad.

"Dueñas se vale de la historia para aumentar el interés del lector y dar soporte y andaderas al relato autobiográfico de la protagonista. Tampoco es una obra literaria sólida o compacta. La trama, con esas coincidencias inesperadas e inverosímiles, tiene concesiones a la novela rosa, a las novelas por entregas, incluso al folletín"

Tampoco es una obra de historia. A pesar de que gira en torno a algunos personajes de nuestra guerra civil, especialmente el misterioso General Juan Luis Beigbeder primer ministro de Exteriores del franquismo y el intrigante cuñadísimo de Franco, Ramón Serrano Suñer, y a pesar de la copiosa bibliografía que la autora ha consultado y reproduce al final, la obra no es una crónica de hechos históricos ni pretende serlo, la propia autora confiesa que para dar coherencia a la trama y perfilar los personajes ha excedido los márgenes de sus consultas. La cuestión es más sencilla. En realidad Dueñas se vale de la historia para aumentar el interés del lector y dar soporte y andaderas al relato autobiográfico de la protagonista. Tampoco es una obra literaria sólida o compacta. La trama, con esas coincidencias inesperadas e inverosímiles, tiene concesiones a la novela rosa, a las novelas por entregas, incluso al folletín. Su formato corresponde a las narraciones de hace dos siglos. Muchos de sus personajes carecen de perfiles, están difusos o son estereotipos. Pero ahí termina la denuncia.

"Dueñas dota a la acción de un ritmo trepidante que arrastra al lector de forma implacable. Recuperar el hilo narrativo sin digresiones, ni cultas ni pedantes, y sostener el ritmo con pulso, son virtudes literarias que se estaban esfumando y María Dueñas nos ha ayudado a recuperar"

Dueñas exhibe un lenguaje directo y convincente, se sirve de una prosa austera y natural, hace gala de una trama coherente y bien urdida y dota a la acción de un ritmo trepidante que arrastra al lector de forma implacable capítulo tras capítulo a través de paisajes reconocibles de Madrid a Tánger, a Tetuán o a Lisboa con coherencia y naturalidad. Recuperar el hilo narrativo sin digresiones, ni cultas ni pedantes, y sostener el ritmo con pulso, son virtudes literarias que se estaban esfumando y María Dueñas nos ha ayudado a recuperar. El viaje de la protagonista por el zoco de Tetuán cargada de pistolas y vestida con babuchas y un jeque moruno, más allá de algunas concesiones laterales, es un ejemplo admirable de narración rítmica y absorbente. Es la razón de recordarla aquí. Eso y sus aportaciones al costumbrismo de la España de la primera mitad del siglo pasado. Estamos seguros de que Dueñas dará en el futuro mejor salida final a su talento narrativo que desde aquí aplaudimos.

 

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