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ENSXXI Nº 36
MARZO - ABRIL 2011

JOSÉ MARÍA GÓMEZ OLIVEROS
Notario de Burgos

El realismo es una cualidad que, normalmente, caracteriza a los presidentes de las grandes empresas. Son personas que deben estar adheridas al terreno con los pies bien asentados, de sus decisiones dependen, en muchos casos, aspectos de la vida de otros muchos. Desde esta perspectiva de valor, Sánchez Galán (Iberdrola), en una entrevista de televisión, caracterizaba la última época española como excesiva, pues se había vivido según un sueño, no según nuestra realidad; y añadía que hay que soñar el futuro que queremos, pero viviendo la realidad que nos corresponde. Este pensamiento, que me parece certero, puede tener muchos campos de referencia: el público, el privado, el económico, el político. Pero, ¿encierran las palabras de Sánchez Galán una crítica? Y, si es así: ¿Quiénes son los que han vivido en un sueño?, ¿quiénes generan los escenarios que provocan las ensoñaciones?, ¿los consumidores?, ¿los inversores o empresarios pequeños y medianos? Creo más bien que esta responsabilidad corresponde a las grandes estructuras u organizaciones cuyas decisiones involucran o condicionan las de aquellos que se encuentran de la mitad para abajo en la pirámide. Se podría decir que existe un "juego" que va a o puede modalizar las decisiones económicas de los consumidores y/o pequeños-medianos empresarios.
Estos tres últimos años hemos venido asistiendo a la puesta en marcha del ventilador ético, que, como siempre, intenta aplicar el "ya lo decía yo", lo que en términos futbolísticos equivale a acertar la quiniela los lunes. Articulistas, editoriales de medios e incluso pensadores han venido repitiendo, hasta la saciedad, que la causa del actual sufrimiento de la sociedad española, en gran medida,  ha estado en la avaricia, la ambición incontrolada de operadores e inversores y la ensoñación general de la sociedad. Tengo derecho a protestar ante tales conclusiones, pues al fin y al cabo no son más que nuevas formas de aplicar  responsabilidades sobre los antiguos ciudadanos, hoy consumidores y operadores de pequeño y medio rango. Mi impresión es que han existido unos cimientos o estructuras  que han venido siendo utilizados como parámetros de solidez incuestionable, cuando, en realidad, no lo eran y, además, podían ser causa de graves desajustes, pero en ellos creían los pequeños y medianos. Habrá que tener en cuenta no sólo la credibilidad, sino la de creer, de confiar.

"Estos tres últimos años hemos venido asistiendo a la puesta en marcha del ventilador ético, que, como siempre, intenta aplicar el 'ya lo decía yo', lo que en términos futbolísticos equivale a acertar la quiniela los lunes"

Relacionado con la reflexión anterior, en términos de significado, me gustaría desentrañar la relación existente entre la presunción de racionalidad en la decisión del consumidor y pequeño-mediano inversor (relativo al número de operaciones y su intensidad, en relación con su capacidad económica) y el grado de complejidad de la organización del mercado donde interviene el mismo consumidor o inversor. Planteo esta relación ante la posibilidad de estar en un gran juego de palabras que puede esconder el mayor déficit de información y menor control de la historia. Sin entrar a considerar ahora si está en lo cierto la tesis ortodoxa sobre lo lógico de las decisiones económicas del individuo, es decir, presuponiendo que esto es así,  el consumidor precisará disponer de: a.-Toda la información necesaria para la toma de decisiones; b.- Estar debidamente preparado para saber analizar lo que cada uno de estos datos significa e implica. Podemos entregar todo tipo de folletos al cliente, repleto de términos sugerentes, que no servirá para nada si hay imposibilidad de conocer la totalidad de las variables o incapacidad de analizar las conocidas. Bien, este requisito es aún más complicado de concretar si el mercado donde se actúa es complejo. No es lo mismo adquirir una pastilla de jabón de una marca conocida, que invertir los ahorros en un determinado fondo de inversión o productos financieros de origen y estructura complicados; no es lo mismo invertir en inmuebles cuando conoces la situación de mercado y sus riesgos, que cuando desconoces que ese mercado está sustentado en mecanismos financieros cuya caída puede multiplicar varias veces los efectos de la explosión de una burbuja inmobiliaria. Por lo tanto, podemos estar ante decisiones del consumidor-empresario que no permitan ser tomadas con la previa consideración de los elementos de información necesarios y, además, que los datos disponibles no sean asequibles para su análisis, en función a la preparación del protagonista o de mercados ineficientes. Se abre una brecha de notables dimensiones por donde puede aparecer el error en la toma de decisiones y generarse incluso efectos devastadores.

"Me gustaría desentrañar la relación existente entre la presunción de racionalidad en la decisión del consumidor y pequeño-mediano inversor y el grado de complejidad de la organización del mercado donde interviene el mismo consumidor o inversor"

Dado que las posibilidades de mercado son infinitas,  tendremos que concluir diciendo que muchas decisiones habrán de ser tomadas sin tener todos elementos necesarios para ella, con excepción de los mercados sencillos (¿?) o los mercados especializados, pero para el especialista. Algo habrá que hacer para poder seguir defendiendo que el mercado tiene sus propios mecanismos para evitar estas disfunciones. Si antes podíamos dudar de la eficacia preventiva de los recursos del mercado para evitar estas situaciones, ahora ya tenemos la certeza absoluta. El causante de la ruina del señor de Murcia estaba en Wall Street; y cuando este señor ha protestado, porque no sabía qué influencia tenía en su vida Wall Street, se le ha dicho que no hay nada que hacer. Dado por supuesto de  que nos referimos a un señor de Murcia que ha invertido en complicados instrumento financieros o, simplemente, tenía un trabajo de fontanero que ahora ha perdido o tenía una empresa promotora que se dedicaba a vender pisos y no a pagar comisiones.
Esta tesis es la que me permite defender que el mercado  puede convertirse en un instrumento maléfico en poder de los innombrables. Adam Smith y sus continuadores, al asegurar que el propio beneficio es la fuente de creación de futuro y, con ello, riqueza y prosperidad, hace suponer que este estímulo debe encontrarse en todos y cada uno de los operadores del mercado. Si también está instalado en los grandes centros de poder económico, debemos considerar las consecuencias que para la comunidad pueden tener tales intereses egoístas y presuntamente legítimos.  Este es el mecanismo que ha desatado la mayor crisis económica que ha vivido esta generación: Los grandes financieros de Wall Street han buscado primordialmente su propio beneficio a través de productos que han vendido, sobre la base de la confianza que los inversores tenían y todo ha resultado un fiasco. Es decir, la búsqueda del legítimo beneficio, cuando se trata de sectores estratégicos del sistema, no puede ser aceptada sin un componente de control sobre los efectos que puedan producir sus actuaciones en la economía en general.
Y la pregunta es sencilla: si esto ha ocurrido, ¿puede decirse que las salvaguardas del mercado han sido suficientes?, ¿se puede defender que el mercado puede funcionar libre y autónomamente, sólo limitándose con sus propias reglas? Pero lo duro no es sólo lo que ha ocurrido, sino lo que está ocurriendo. Al tratar de establecer reglas de control para esos macro-operadores resulta que es casi imposible, pues se nos dice, que el excesivo control asfixia las posibilidades del mercado. Nos recuerdan que son los mercados internacionales los que están financiando los mercados interiores, públicos y privados. Horror, hemos cerrado el círculo. No hay futuro fuera de Wall Street o de la City. Es decir podemos hablar de instrumento de difícil control con riesgo de efectos sistémicos.

"Los grandes financieros de Wall Street han buscado primordialmente su propio beneficio a través de productos que han vendido, sobre la base de la confianza que los inversores tenían y todo ha resultado un fiasco"

Existen dos formas, desde mi punto de vista, para tratar el asunto: ¿por qué ha ocurrido?, ¿qué se puede hacer? Las causas que originan la actual situación están seguro relacionadas con la evolución del capitalismo y sus estructuras. Los mercados fueron locales, después territoriales, más tarde nacionales o de zona y hoy, sin embargo, el mercado es global. La economía sufre una transformación de gran intensidad, desde la primitiva de subsistencia hasta la economía post-industrial y financiera. Ambos procesos (dimensión del área económica y bienes sobre los que comerciar o especular), específicos por sus fundamentos, tienen un elemento que ya he resaltado: la cada día mayor dificultad del consumidor para tomar una decisión, para controlar los efectos y para ser protegido del riesgo de consecuencias  negativas y desmesuradas. No hace falta justificar especialmente lo dicho, pues la prueba ha sido evidente. Respecto al cómo actuar en el futuro, esta cuestión puede plantearse desde el debate permanente entre liberalización y regulación. Estos debates tienen el grave inconveniente de su utilidad si se mueven exclusivamente en términos generales o dogmáticos. La solución debe ser mixta, pero muy finamente establecida por ámbitos, sectores,  protagonistas y riesgos. Tampoco sirve una solución puramente técnico-económica, ya que conduciría, previsiblemente a una realidad cuasi totalitaria. Es decir, tampoco la economía, como ciencia no exacta, debe funcionar como parámetro exclusivo o predominante. Por el contrario, se ha demostrado que la ideología, el pensamiento multidisciplinar, es imprescindible como expresión de una escala de valores superiores,  desechando la idea única como vector de futuro.
La ciencia económica, como cualquier otra ciencia social, no es exacta y si pretendemos que lo sea, se convierte en despótica. Si la búsqueda del máximo beneficio es el objetivo sin parangón, puede que estemos ante la mayor tiranía de la historia, bien sea con ropaje democrático o sin  él. Si creemos que la solución a nuestra crisis está en una sola escuela, los efectos pueden ser dramáticos. Como mi marca no es de referencia, incorporo el argumento de autoridad, la opinión de Bradford Delong (hoy profesor de Economía en Berkeley, ex secretario adjunto del Tesoro de Estados Unidos) cuando en un artículo publicado el 15 de agosto del año pasado decía: "No existe, sencillamente, un conjunto de principios fundamentales en los que basar cálculos que iluminen los resultados económicos del mundo real ...".Los principios económicos no (son) verdades fundamentales, sino meros mandos que se giran y se ajustan para que del análisis resulten las conclusiones "adecuadas". Lo dice Mr. Bradford; yo no me hubiese atrevido.

Abstract

The author intends to get to the bottom of the relation between presumption of rationality in the decisions of consumers and small-medium investors (concerning the number and intensity of transactions according to their economic capacity) and the grade of complexity of the market organization where these consumers or investors operate. He discusses this relation given the possibility of being involved in a pun that could be hiding the biggest information deficit and diminishing of control in history. Without considering here the orthodoxy of the theory about the logic of individual economic decisions and, therefore, presuming its correctness, consumers will need all the information necessary to make decisions and be properly prepared to analyze what each of these data means and implies

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