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ENSXXI Nº 38
JULIO - AGOSTO 2011

RODRIGO TENA ARREGUI
Notario de Madrid

Decía Michel Foucault, el gran filósofo moderno del poder, que Jeremy Bentham era mucho más importante para nuestras sociedades (que deberían por ello rendirle un gran homenaje) que Kant o Hegel, pues fue él quien programó, definió y describió de manera precisa la forma del poder bajo la que vivimos, presentándola en un maravilloso y célebre modelo de esta sociedad de ortopedia generalizada, que es el famoso panóptico.
El panóptico es simplemente un diseño arquitectónico pensado para todo tipo de instituciones, ya sean prisiones, hospitales, escuelas, fábricas, reformatorios, cuarteles, empresas, etc. Consiste en un edificio con forma de anillo con una torre en el patio central. El edificio está dividido en pequeñas habitaciones o celdas que dan simultáneamente al exterior y al interior, lo que facilita su iluminación. En cada una de esas celdas vive o trabaja un preso, un paciente, un empleado, un estudiante, etc. En la torre central se sitúa el vigilante, que con su mirada puede controlar sin ningún obstáculo lo que está pasando en cualquier celda. Pero la clave del diseño consiste en que la torre del vigía esté velada por una persiana entreabierta que permita al vigilante observar, pero no ser observado. El interno nunca sabe cuándo le están mirando. Aunque el vigilante quizá le examine sólo muy de vez en cuando, el interno se siente permanentemente vigilado.

"El panoptismo no implica necesariamente que el poder ejercido sea 'malo' (ni bueno), simplemente lo caracteriza bajo la forma de control, que es el poder genuinamente moderno"

De esta manera, con verdadera economía de medios, y con un adecuado régimen de premios y sanciones, se consigue de manera sencilla controlar a una ingente cantidad de personas y dirigirlas de manera pacífica, sin apenas coerción, hacia el fin buscado, cualquiera que este sea. Es cierto que, en la actualidad, el diseño arquitectónico se ha complicado, pero el principio básico, el espíritu que inspira el panóptico, subsiste. En la mayoría de las ocasiones ya no es necesario ni siquiera que haya un edificio.
Pensemos en un ejemplo tan prosaico como el control fiscal al contribuyente. Es cierto que en este ámbito hay celdas mejor y peor iluminadas. Las hay incluso donde se ha acumulado tal cantidad de mobiliario que el interno tiene cierta facilidad para ocultarse y escapar a la mirada del vigilante. Por el contrario, existen algunas tan vacías y desoladas (sí, las rentas de trabajo) que el ocupante, por muy díscolo que sea, se rinde sin apenas luchar. Pero en todas ellas la aspiración del vigilante es llegar a crear mecanismos tecnológicos de carácter automatizado que faciliten, si no la observación permanente, al menos la obtención de un aviso cuando el interno ha cometido un acto indebido o, simplemente, un error.
El ejemplo viene al caso porque el panoptismo no implica necesariamente que el poder ejercido sea "malo" (ni bueno), simplemente lo caracteriza bajo la forma de control, que es el poder genuinamente moderno, y, en los mejores diseños -que, como casi siempre ocurre, suelen ser más los privados que los públicos- bajo la forma de control casi imperceptible por el controlado. Pero en todo caso, sea el interno consciente o no de su situación, lo que caracteriza al panoptismo es que la posición del vigilante es casi inexpugnable, lo que implica que resulta muy difícil pedirle cuentas por la forma en que ejerce el poder desde su torre de control.

"Internet no está velado por una persiana entreabierta que permite al vigilante observar sin ser observado. Aquí la mirada puede ser de ida y vuelta"

Para el panoptismo (tanto público como privado) Internet se ha convertido en un instrumento ideal. Esta tecnología permite prescindir de edificios y de cualquier herramienta material a la hora de crear la infraestructura de control. Pensemos en las compañías telefónicas, en los suministradores de servicios de Internet o incluso en la banca. Ya no sólo es que obtengan gracias a sus servicios una información completísimas de los perfiles de sus usuarios (gracias a Internet nuestra celda está siempre perfectamente iluminada) es que son capaces de articular convenientemente sus gustos por la vía de un adecuado sistema de premios y sanciones ejercido bajo el principio de autotutela. Saben cómo colocar a los consumidores con cierta facilidad un nuevo producto complementario, con la seguridad que da el que si no lo pagan puntualmente les cortarán la línea de suministro para éste y para el resto de servicios, o darán lugar al vencimiento anticipado de la totalidad de la deuda.
Pero una característica muy importante de esta nueva herramienta llamada Internet es que si bien en algún aspecto sustituye con ventaja a la torre del vigilante, básicamente en la amplitud y profundidad de su mirada, en una característica clave es mucho más imperfecta. Efectivamente, Internet no está velado, al menos de manera completa, por una persiana entreabierta que permite al vigilante observar sin ser observado. Aquí la mirada puede ser de ida y vuelta. Y si bien es cierto que ahora estamos en los comienzos y que la asimetría todavía es enorme, especialmente en el sector privado, el mecanismo ofrece una oportunidad verdaderamente única para que los internos podamos, por primera vez desde la Modernidad -no evitar ser observados, que eso es prácticamente imposible-, sino observar también al observador, lo que nos atribuye unos posibles medios de defensa frente al abuso de poder que no deberíamos despreciar en absoluto.
Lo que ha ocurrido en el ámbito público es digno de reflexión. Puesto que los políticos anglosajones parecen creer verdaderamente en la democracia, incluso en eso del Gobierno del Pueblo, fueron los primeros en abrir la persiana, por lo menos hasta cierto punto. Tanto EEUU como el Reino Unido disfrutan desde hace tiempo de una legislación muy extensa y detallada sobre Open Goverment. Los efectos no se han hecho esperar y tanto los medios de información como los ciudadanos de esos países tienen hoy a su disposición una ingente cantidad de datos con los que fiscalizar la actuación de sus representantes públicos. Y lo están haciendo. Hasta tal punto que, como nos recordaba Isaac Ibáñez en un magnífico post en ¿Hay Derecho? sobre el mismo tema, Tony Blair se quejaba amargamente en sus memorias de lo estúpido que había sido al favorecer esa legislación:
"Libertad de Información. Tres palabras inofensivas. Contemplo esas palabras mientras las escribo y me entran ganas de sacudir la cabeza hasta que se me caiga. Serás idiota. Serás ingenuo, insensato, irresponsable, memo. Realmente no existe una descripción de la estupidez, por viva que sea, que valga. Me estremezco ante la estupidez de la idea. Una vez que me di cuenta de toda la enormidad de la metedura de pata...".

"Quizá llegue el día en que los ciudadanos podamos controlar un poco mejor a nuestros políticos y dirigirlos de manera pacífica, sin apenas coerción, hacia el fin buscado: un mejor servicio público"

La transparencia se ha generalizado ya prácticamente por toda Europa, pero como en España parece que somos menos ingenuos y más "vivos" (o quizá simplemente más cínicos, dependiendo de la perspectiva), el proyecto de ley de transparencia y acceso de los ciudadanos a la información pública lleva muchos años durmiendo el sueño de los justos, pese a que el partido en el Gobierno prometió esta ley en sus programas electorales de 2004 y 2008. Éste es un tema que no interesa en absoluto a nuestra clase política (con independencia de su color), que hasta el momento no ha tenido ningún incentivo especial para sacarlo adelante. No obstante, como efecto colateral del 15-M, el pasado 21 de junio el Congreso aprobó una moción no vinculante por la que se insta al Gobierno ha presentar la Ley de transparencia antes del mes de agosto.
Comprobaremos enseguida en que queda todo ello, pero cabe sospechar que, incluso en el caso de que esa normativa termine viendo la luz por la presión ciudadana, el resultado puede quedar fácilmente adulterado a poco que se convierta el carácter clasificado de la información en regla general, en vez de en excepción, como debería ser. Esta tendencia empieza a insinuarse en EEUU. La Administración Obama creó en su primer año 224.734 nuevos secretos, un 22,6% más que el año anterior, aunque lo cierto es que, al menos en comparación con lo que ocurre en España (donde abundan las excusas surrealistas) sigue siendo un modelo de transparencia. Las agencias gubernamentales cada vez vuelcan más información online. El año pasado se desclasificó el tamaño del arsenal nuclear de los EEUU y este año se ha revelado el presupuesto de inteligencia.
En cualquier caso, por mucho que se quiera mantener la persiana bien ajustada, su mismo carácter de entreabierta, esencial en la configuración del panóptico, permite que la mirada del interno pueda filtrase a través de ella, gracias a Internet, hasta límites casi insospechados. Dejemos al margen, pese a su importancia, las filtraciones de información clasificada por vías ilegales, ejemplificadas por el caso Wikileaks, ya que fueron objeto de un artículo en otro número de esta misma revista. Ciñéndonos ahora a las vías puramente legales, las posibilidades de penetrar en la torre de control gracias a esta nueva herramienta tecnológica se han disparado en los últimos años. Un ejemplo de ello lo tenemos en una gran cantidad de iniciativas ciudadanas que están realizando un importante esfuerzo desde nuestro lado, el de los internos del panóptico, por lograr la transparencia de la información pública y maximizar su impacto. Entre ellas se puede citar a Pro Bono Público, una asociación sin ánimo de lucro surgida en 2009 que busca la apertura de datos públicos y el uso de la tecnología para aumentar la transparencia y eficiencia de las Administraciones, y que organiza anualmente los Desafíos Abredatos (http://www.abredatos.es/).
El desafío consiste en un concurso de 48 horas para el desarrollo exprés de servicios tecnológicos al ciudadano basados en el uso de datos públicos. La aplicación ganadora del desafío de este año versa sobre la compraventa internacional de armas y permite saber cuánto gasta una Comunidad en comprar material bélico o a qué países se venden las armas fabricadas en España (http://www.eldisparate.de/). Todos los datos se encuentran accesibles por Internet, pero las aplicaciones añaden un valor fundamental al cruzar series de datos distintas, tratándolos analíticamente en el marco de un contexto dado y mostrando el resultado de una manera ordenada y accesible.
A nadie se le escapa el enorme potencial de este tipo de iniciativas. Recordemos que estás aplicaciones han sido elaboradas en sólo 48 horas por aficionados en base a información ya accesible en España, pese a la comentada ausencia de una legislación que obligue a facilitar todos los datos de las Administraciones en un formato legible. A medida que pase el tiempo y se perfeccionen los instrumentos, la mirada de los internos puede hacerse cada vez más penetrante, y quizá llegue así el momento en que los ciudadanos podamos controlar un poco mejor a nuestros políticos y dirigirlos de manera pacífica, sin apenas coerción, hacia el fin buscado: un mejor servicio público.

Abstract

Jeremy Bentham described very precisely the form of power we live under, using a well-known model called "panoptic". The panoptic is a simple architectonic design conceived for all type of institutions where huge amounts of people have to be controlled and peacefully led towards the desired purpose "whatever it may be" with great economy of means and an adequate regime of rewards and punishments. The Internet has become an ideal instrument for panoptism. With this technology we can create a control infrastructure without buildings or any other tool. However, contrary to former models, there is no semi-open blind that would allow the guard to observe without being observed hiding the Internet. Therefore, we can have a round-trip look. This is why this mechanism provides us, interns, with the truly and unique opportunity to observe the observer for the first time in the Modern Age. Avoiding being observed would be practically impossible, but observing the observer is a very valuable way of defending ourselves against abuse of power. Thanks to it, a day may come when citizens control politicians a little better and lead them peacefully, with scarce constraint, towards the desired purpose: a better public service.

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