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ENSXXI Nº 40
NOVIEMBRE - DICIEMBRE 2011

El pasado día 20 de octubre de 2011, con una gran afluencia de público, se inauguró el ciclo académico de conferencias de la Academia Matritense del Notariado, que este año cumple 153 años de existencia.
El acto, con la presencia de importantes ponentes,  se dedicó a la memoria del brillante jurista y notario de referencia Juan B. Vallet de Goytisolo, recientemente fallecido.

José Aristónico García Sánchez 

Hoy se inaugura el curso 2011/2012 de la ACADEMIA MATRITENSE DEL NOTARIADO.
Son ya ciento cincuenta y tres los años de una institución que los notarios madrileños, siguiendo la estela de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, decidieron crear solo un año después que ésta, el 20 de Diciembre de 1858. Cierto es que antes de esa fecha, a impulsos del iusnaturalismo racionalista y de la ilustración, parte de los notarios madrileños realizaban reuniones periódicas para debatir sobre cuestiones jurídicas, políticas o sociales. Pero fue el anuncio de dos ambiciosos proyectos legislativos, la codificación civil de la que en 1851 se adelantó un primer proyecto, y la normalización del tráfico inmobiliario activado desde la reciente desamortización, lo que precipitó su decisión de fundar esta Academia.
Y acertaron. Tres años después, en 1861, se promulgó la Ley Hipotecaria. Y aquellos entusiastas notarios, conscientes de la grave responsabilidad que sobre ellos pesaba, iniciaron el análisis concienzudo en Academia de la nueva ley. Era una ley difícil, una ley de la corriente filosófica como entonces se decía, una ley sin precedentes históricos, radicalmente innovadora, redactada conforme a principios emanados de la razón legislativa y no como concreción de una práctica jurídica tradicional. Pero con valentía y dedicación la desentrañaron. Y estudiaron las consecuencias que su implantación habría de producir en el tráfico y en las demás instituciones de Derecho Civil. Hoy puede reafirmarse lo que en 1961, en el centenario de esa Ley, despertó la admiración de López-Palop: que cuando comenzó a regir la reforma hipotecaria, el 1 de Enero de 1863, el Notariado español se hallaba totalmente capacitado para llevar su cometido a plena satisfacción, y que en un elevadísimo tanto por ciento el éxito de la reforma se debió al trabajo, tan intenso como fructífero, de aquellos notarios-académicos de la Matritense, que habían logrado su ley orgánica unos meses antes, el 28 de Mayo de 1862. Su asombro hizo proclamar a López-Palop su orgullo de pertenecer a un cuerpo del prestigio del notarial, en el que brillaban esas capacidades indiscutidas e indiscutibles de un Fausto Navarro Azpeitia, de un Rafael Núñez Lagos, de un Ramón Roca Sastre, de un José González Palomino, o de un Vallet de Goytisolo...

"Juan Vallet brillaba con luz propia entre los continuadores de aquellos anónimos fundadores de la Academia Matritense del Notariado que ahora cumple 153 años y de cuya actividad queda constancia en los 52 voluminosos Tomos de Anales que la recogen"

Porque sí, ya entonces, en los albores de su carrera, Juan Vallet brillaba con luz propia entre los continuadores de aquellos anónimos fundadores de la Academia Matritense del Notariado que ahora cumple 153 años y de cuya actividad queda constancia en los 52 voluminosos Tomos de Anales que la recogen.
Desde su ingreso en el Notariado Juan Vallet descolló por su erudición y perspicacia, y desde su venida a Madrid se convirtió en uno de los pilares más sólidos y activos de esta Academia. En 1950, con poco más de 30 años, pronunció en ella su primera conferencia, sobre la donación mortis causa. Alcanzó y mantiene el record de intervenciones. Han sido trece conferencias magistrales sobre los temas más diversos, siempre luminosas, innovadoras y valientes. Y el catálogo de sus comunicaciones, debates y orientaciones haría interminable este acto laudatorio de quien ha sido durante décadas alma impulsora de esta institución.
Recordemos a titulo de ejemplo, en Derecho Foral, su estudio sobre el fundus instructus como explotación familiar, sobre la aportación del apparatus de Tomas Mieres al Derecho foral catalán, sobre la libertad civil según los foralistas, o sobre la sucesión testada a favor del viudo en La Rioja.
En Derecho institucional ha disertado brillantemente en esta cátedra, sobre la constitución testamentaria de sociedad, sobre la compraventa a favor de persona a determinar, sobre la mejora tácita, sobre la hipoteca mobiliaria, o sobre la determinación de las relaciones jurídicas relativas a inmuebles susceptibles de trascendencia respecto a tercero. Siempre aportando datos históricos determinantes y desconocidos, siempre profundizando en la naturaleza de las instituciones, y siempre brindando soluciones agudas y originales.
Y en derecho notarial, aparte otros estudios menores aunque siempre perspicaces sobre temas heterogéneos, durante los años 1996 y 1998, en plena madurez creativa y mientras perfilaba y publicaba los tomos de su monumental Metodología, nos brindó dos lecciones magistrales y complementarias que abrieron nuevos cauces en la determinación negocial del derecho y en su aplicación a las relaciones jurídicas concretas. Una sobre la participación del notario en la determinación o concreción del derecho en cada hecho, acto o negocio. Y otra, como resultado de la anterior, sobre la configuración de instituciones y apertura de nuevos cauces jurídicos realizadas por los notarios en el ejercicio de esa función determinativa del derecho que según Juan Vallet les corresponde.
En esa función subsume Vallet su concepción del notario. A Vallet no le basta un notario-fedatario, ni siquiera un notario aplicador o ejecutor de la ley o, más genéricamente, de las normas del derecho. Al notario corresponde algo más profundo, la determinación, con o sin mediación de la norma, o concreción de qué es derecho en cada acto o negocio al que se enfrenta.

"Juan ha sido jurista, escritor, humanista, polígrafo, académico, conferenciante, pero primordialmente ha sido notario, un notario de referencia mundial, un notario que, como ya se ha dicho, ha redefinido la esencia de la función notarial"

Continuando la senda iniciada por el gran Castán Tobeñas en su obra de 1946 Función notarial y elaboración notarial del Derecho, y la vía del iusnaturalismo, Vallet imputa al notario, cuando no hay norma directa y aun con independencia de la norma, la misión de concretar y determinar jurídicamente el derecho inherente en cada cosa, es decir la función de indagar y aplicar el derecho subsumido en la explicación de la naturaleza de lo que subyace en cada hecho, acto o negocio. Y esa explicación, añade, se convierte, o mejor, debe formar parte integrante de la interpretación de la norma, y es inseparable de su intelección. Su tesis, esa búsqueda de lo justo concreto, bien se apresura a aclarar, no se opone a la legalidad, porque, aunque propiamente no se empieza por aplicar al hecho norma alguna, la determinación del derecho debe hacerse con el apoyo instrumental de principios, normas y pautas de valor, y en todo caso sin contravenir leyes imperativas. Ahí reside el evidente deber del notario de actuar conforme a las leyes. Ahí se funda su facultad de poder moverse, en la determinación del derecho, con más libertad que el juez, que sufre el corsé de las rígidas normas del proceso y ha de atenerse al resultado de las pruebas. Y ahí toma origen el rico acerbo de jurisprudencia cautelar amasado por los notarios. Porque el notario, en su labor creativa de determinación del derecho, genera usos y cristaliza costumbres que, con frecuencia, engendran instituciones legales, de lo que da cumplida y casi exhaustiva cuenta, como ocurría siempre con Vallet, en la conferencia de 1996.
Hoy se inaugura, decía, el curso correspondiente al año ciento cincuenta y tres de la Academia Matritense del Notariado. Y nada más oportuno que hacerlo en una sesión memorativa de quien ha sido durante décadas uno de sus faros y guías, Juan Berchmans Vallet de Goytisolo. Cuando se inició la publicación de la revista de este Colegio y se inauguró la sección Grandes del Notariado, nadie puso en cuestión que él debía ocupar por méritos propios el nº 1 de la galería.
Porque Juan ha sido jurista, escritor, humanista, polígrafo, académico, conferenciante, pero primordialmente ha sido notario, un notario de referencia mundial, un notario que, como ya se ha dicho, ha redefinido la esencia de la función notarial.
Porque Juan, que consideré uno de los primeros maestros cuando preparaba la oposición, y de quien tuve el honor y la suerte de recibir en su propia notaría, también las primeras lecciones prácticas como notario, ha sido académico y es Presidente de honor de varias Academias, entre ellas de la prestigiosa Academia de Jurisprudencia y Legislación, cuyo Pte. nos honra con su presencia, y de la de Ciencias Morales y Políticas. Es doctor honoris causa de múltiples universidades nacionales y extranjeras. Es portador de incontables galardones de los que seguidamente otros darán cuenta. Pero Juan Vallet ha tenido predilección especial, ha impulsado y ha mantenido con pulso latente, considerándola más suya, esta Academia Matritense del Notariado, a la que ha dedicado desvelos y atenciones sin cuento, buscando para ella el grado de excelencia en que tenía instalada su meta intelectual y moral.
Justo es que hoy rememoremos su talento y su labor. Y justo es que le sea dedicado el curso entero. Por mucho que abundemos en el elogio, nunca alcanzaremos el gálibo de lo que Juan Vallet aportó y enriqueció a esta Academia, al Notariado y a todos nosotros. Siempre estaremos en deuda con él.

José Aristónico García Sánchez es Decano honorario
 
Miguel Ayuso

El “otro” Vallet

Honor y pesar
Constituye para mí un gran honor, que como tal agradezco, participar en esta ceremonia, con los ilustres colegas a los que acompaño, y en este salón en que asistí a tantos actos, por lo general ligados a Juan Vallet (conferencias, el homenaje que se le tributó con motivo de su jubilación en 1987 o la presentación de las distintas Metodologías).
Pero intervengo también con gran pesar, pues la desaparición de Juan me deja en la primera línea de muchas de las iniciativas en las que le seguí, sin gozar ya de su guía y consejo.

¿Un quehacer menor?
Si hay un lugar en el que resulta ocioso hacer el encomio de su quehacer como jurista práctico, en particular como privatista y más aún como notario es (junto con la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación) esta Casa. Sus veinticuatro libros de derecho civil (por no hablar de los cientos de páginas esparcidos por sedes diversas) así lo acreditan. Pero junto a lo anterior se hallan los quince libros de filosofía jurídica y los nueve de filosofía social y política. Por dejar de un lado también los cientos de páginas vertidos en otras y variadas revistas.
Sin embargo, en ese segundo ámbito el reconocimiento ha sido menos nítido o más distante y cauteloso, pese al indudable aval que supuso su elección, en 1985, a la muerte de su querido amigo y mi inolvidable maestro Eugenio Vegas Latapie, para ocupar plaza de numerario en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Tengo para mí, como quiera que sea, que sus logros en este segundo campo no desmerecen los del primero y que, más aún, como ha afirmado Estanislao Cantero, las Metodologías con el tiempo han de crecer en la consideración de los estudiosos, mientras que sus textos más pegados al derecho positivo han de sufrir inexorablemente el desgaste que la motorización legislativa de este tiempo indigente produce en él. Francisco Elías de Tejada, otro de sus grandes amigos, lo vio con anticipación en 1974, al dedicar su artículo sobre los principios generales del derecho en la reforma del título preliminar del Código civil de 1973 “a Juan Vallet de Goytisolo, maestro en la técnica, la ciencia y la filosofía del derecho”.
Un poco a media voz hemos escuchado en ocasiones las apreciaciones inexactas de que habría llegado a la filosofía tardíamente, determinado por su fe católica y por su visión política tradicionalista. Amateurismo, teologismo e historicismo serían, así, los reproches principales que se le han alzado.

"Juan Vallet de Goytisolo desde bien pronto, en el ejercicio del ars dictaminandi advirtió la necesidad de los aportes procedentes de la ética, la sociología o la historia para hallar soluciones justas"

Verdadera filosofía
Desde bien pronto, en el ejercicio del ars dictaminandi advirtió la necesidad de los aportes procedentes de la ética, la sociología o la historia para hallar soluciones justas. Penetró, así, el sentido profundo de la definición de Ulpiano que abre el Digesto: la consideración de la “divinarum atque humanarum rerum notitia” ha de preceder al ejercicio de la “iusti atque iniusti scientia”.
Ya en sus primeros libros de derecho privado, como Hipoteca del derecho arrendaticio, o más adelante en el Panorama del derecho civil, se observa con gran claridad. Por no hablar del maduro Panorama del derecho de sucesiones.
En esa apertura a las cosas, a su naturaleza (tanto singularmente como en su conjunto, esto es, natura rei y natura rerum), no podía no encontrarse con el derecho natural, de cuyo significado plenario (como derecho y como natural) ha sido uno de los grandes rehabilitadores en la segunda mitad del siglo XX.
En una tal visión se entiende que el derecho sea la verdadera filosofía, la filosofía práctica, o de las cosas humanas, en la terminología de Aristóteles. De nuevo la comprensión bien aguda del texto de Ulpiano: “veram, nisi fallor, philosophiam, non simulatam affectantes”.

Apertura a la teología sin teologismo
Su visión es propiamente jurídica, si bien abierta a una teología que sirve de pretil y parte de la contemplación del orden natural, al modo de Santo Tomás de Aquino en la cuestión 103 de la primera parte de su Summa: “de gubernatione rerum in communi”.
Es, pues, teología sin teologismo, de acuerdo con otra genial aportación del santo de Aquino, en esta ocasión en la cuestión que encabeza su obra ya citada: “gratia non tollit naturam sed perfecit eam”.
A este respecto, citaba siempre Vallet la crítica de Etienne Gilson a Guillermo de Occam, al decir que éste había articulado en una mezcla explosiva empirismo y teologismo. Vallet, por el contrario, consideraba la experiencia a la luz de la filosofía y de la teología.

"Lo que le movía en el ejercicio de las cuotas de poder de que dispuso (y nunca más allá del académico), no era el dominio sino el servicio a la verdad"

Intermedio metodológico
Aunque sin desconocer las dimensiones ontológica y axiológica del derecho natural encuadrado por el orden de la Creación, fue la metodológica la que más le interesó. Su opus magnum en este campo lo proclama desde el título. Y su metodología es, al mismo tiempo, un modo modesto pero neto de presentarse. Modesto pues, pese a su origen, el discurrir del tiempo ha connotado el término filosofía con la pretensión de la que Sócrates quiso huir (y burlarse) frente a los sofistas. Neto, en cambio, ya que, al contrario que el nihilismo formalista que hace del método el contenido del derecho, para Vallet es el camino a través del cual se descubre el derecho como lo justo.

Razón y tradición
Conocedor como pocos de la historia, y en particular la jurídica (su libro Reflexiones sobre Cataluña constituye una prueba excepcional), no resulta acertada su calificación de historicista. Si defendía la libertad civil o la tradición del derecho foral no era –lo ha explicado con gran claridad el profesor friulano Danilo Castellano, por el que tan alta estima tenía Vallet– porque sometiera la razón a la tradición, sino al contrario porque encontraba en ésta una razón más auténtica que la individualista y racionalista.

Coda
Durante casi treinta y cinco años he trabajado con Juan Vallet de Goytisolo, viéndole semanalmente y hablando por teléfono casi a diario. Podría hablar, pues, de su magisterio, ligado en buena medida al apostolado intelectual que desplegó con la revista Verbo, que voy a tener que dirigir en adelante. Pero nos llevaría muy lejos.
Permítanme, para terminar, aplicarle tan sólo el dictum ciceroniano: “antiquior ei fuit laus quam regnum”. Sí, fue más celoso del saber que del poder. Aunque, como es natural, pudiera confundirse en ocasiones, lo que le movía en el ejercicio de las cuotas de poder de que dispuso (y nunca más allá del académico), no era el dominio sino el servicio a la verdad. Eso le diferencia del magisterio degradado en lucha de poder que campea en general en la Universidad. E hizo de él un maestro de verdad. De los que no quedan.

Miguel Ayuso es Catedrático de la Universidad de Comillas y Director de Verbo
 
José María Castán Vázquez

Vallet en el derecho civil

Cuando a través de Don Aristónico García Sánchez recibí la invitación, tan honrosa y cordial, para intervenir en este acto, fui consciente de mi deber de acertarla, pero también de dos sentimientos que para mí conllevaría la intervención: uno, la añoranza de Don Juan Vallet en este salón, donde todos le recordamos; el otro, el de tener que tratar en pocos minutos, siquiera algunos aspectos de su vida o de su obra, bien conocidas de los ilustres colegas suyos aquí presentes. Asumo empero, agradeciéndola, la misión que el Notariado me ha conferido y para la que nunca me hubiera sentido legitimado porque no he sido más que un modesto colaborador de Vallet y un discípulo entre tantos que aprovecharon sus enseñanzas.

"La obra de Juan Vallet 'Panorama de Derecho Civil' es una joya jurídica"

Limitándonos a la vertiente de Vallet como civilista e intentando resumirla a la luz de una sola entre sus 500 publicaciones, que refleja especialmente su ideario, quiero recordar su libro Panorama del Derecho Civil, que todos conocéis. El libro apareció en 1973, en Barcelona, siendo ya Notario de Madrid el autor, quien se encontraba a la sazón, como Dante al escribir su inmortal poema “en medio del camino de la vida”. Constituía un brevario denso y sugestivo, en el que Vallet, al madurar como civilista y ya también como filósofo del Derecho, volcaba, resumiéndolo, su ideario jurídico. Ya el título de la obra revelaba su enfoque. La voz “panorama” es definida en el DRAE como “paisaje muy dilatado que se contempla desde un punto de observación”. Dilatado es ciertamente el panorama del Derecho Civil, y el hecho de contemplarlo denota la capacidad de Vallet para remontarse a las alturas, porque observar panoramas es privilegio reservado a quienes –como los montañeros, los aviadores o las águilas- son capaces de escalar las cumbres o sobrevolarlas. La buena acogida tributada a ese libro motivó una 2ª edición que suscitó nuevos comentarios elogiosos, entre los que destaca el ofrecido por Estanislao Cantero dentro de su rigurosa tesis sobre el concepto del Derecho en Vallet. Y es que, como afirmó Don Alfonso García-Valdecasas en su Discurso de contestación al de Vallet de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, el Panorama “refleja la perspectiva general” de su autor. En él, en efecto, se resumen sus ideas sobre todas las instituciones del Derecho Civil. Me remito a ese libro, que es una joya jurídica.

"Hay otro aspecto menos conocido de Juan Vallet, y s su vertiente como hispanista y su interés por el Derecho Iberoamericano"

Pero hay otro punto menos conocido y del que deseo dar testimonio, siquiera sea evocándolo un momento: el perfil de Vallet como hispanista y su interés por el Derecho Iberoamericano. Vallet conocía bien las actas del Congreso Jurídico Iberoamericano de 1892, organizado por nuestra Academia de Jurisprudencia, que fue presidido por Don Antonio Cánovas del Castillo, y al desempeñar él en nuestro tiempo la presidencia de la Academia, pensó en organizar otro Congreso de igual naturaleza e inició sus complejos preparativos, en los que tuve ocasión de ayudarle con otros compañeros. Tuvimos así el Congreso de Academias Jurídicas Iberoamericanas de 1996, cuya importancia recordaba hace días nuestro actual Presidente, Don Landelino Lavilla, que hoy nos honra con su presencia. Debo dar testimonio de que el éxito del Congreso se debió al esfuerzo de Vallet, que asumió su dirección y afrontó los problemas inherentes a la celebración. En la solemne Sesión de Apertura, presidida por S.A.R. el Príncipe de Asturias, Vallet pronunció uno de sus más importantes Discursos, en el que, tras el cordial saludo a “los Presidentes que han venido de Ultramar” (el no empleaba nunca el termino “latinoamericanos”) resumió su concepción de la Hispanidad y su visión de los Derechos Iberoamericanos. Recordó el pensamiento de Hernández Gil sobre “la unidad iberoamericana por la lengua y el Derecho” y afirmó que “España y Portugal han sido mediadores de Roma en el Nuevo Mundo”. Defendió la aplicación del Derecho en la América Española, recogiendo estudios de autores actuales como Alfonso García-Gallo y Angel Martínez Carrión; evocó “la lucha por la Justicia en el gobierno de las Indias” y terminó recordando –de acuerdo con su pensamiento de siempre- que “la Justicia es el fin del Derecho y el objetivo final nuestro como juristas”.
Quiero terminar estos testimonios sobre Vallet con un elogio a su vida porque, como ha escrito el ilustre romanista, Juan Miquel, “en Vallet persona y vida son inescindibles”. Y como todos conocen las cualidades humanas de Vallet y yo no acertaría a expresarlas, recurro a un notario-poeta que sí las expresó bien porque, como decía Borges, “el poeta es aquel hombre / que impone a cada cosa / su verdadero y no sabido nombre”. El notario-poeta fue Javier Nagore, autor del Soneto a Juan Vallet de Goytisolo que abre el libro-homenaje ofrecido a Vallet en 1988 por la Junta de Decanos de los Colegios Notariales de España y por el Consejo General del Notariado, soneto cuya primera estrofa dice:
“con tu alto ideal y gran talento,
magnánimo en saberes y amistades,
Notario en profesión y en sentimiento,
Jurista campeón de libertades…….”

José María Castán Vázquez es Miembro de número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación (Madrid) y miembro correspondiente de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba (Argentina)
 
José Ángel Martínez Sanchiz

“No cabe quedarse quieto porque te arrastra la corriente”

Conocí a Juan Vallet recién aprobado el primer ejercicio de la oposición, a fines de 1978. Me impresionó de primeras su humildad, expresión auténtica de grandeza, y la total ausencia de impostura: “Somos enanos a lomos de gigantes”, solía decir.
Después aprendí también de su fortaleza. En cierta ocasión, en medio de una encrucijada, le pregunté:
 - Me dicen que no puedo ir contra corriente”
- No, se puede nadar a favor de la corriente, también contra corriente, pero lo que no cabe es quedarse quieto porque te arrastra la corriente.
Él no se quedaba quieto, desde luego. Nadó contra la corriente con tenacidad y valor. Testimonio de ello fueron su cruzada intelectual en la revista Verbo, o su metodología,  que, contra el positivismo y relativismo imperantes, trasluce una verdadera filosofía cristiana, paradoja ésta que resuelve en su obra donde se hace realidad.
Esa realidad que siempre estuvo presente en su pensamiento. La que enfrentó como notario en su cotidiano quehacer. El notario- gusta de repetir mi padre, Ángel Martínez Sarrión- conoce la humanidad, aún mejor que el sacerdote, pues a éste se le confiesan pecados, y al notario, intereses. Así apegado a la tierra, entre cosas y hombres, buscó la luz del cielo.

"Juan Vallet aplicó su mirada y su razón, el “fulgor obiecti” y el “lumen mentis” como instrumentos para encontrar lo justo concreto, sin regatear medios ni esfuerzos"

Esa luz que refleja el orden de la creación. La naturaleza de las cosas.
Es cierto, o a menudo al menos, que cuando la naturaleza traza una línea, de acuerdo con Churchill, la difumina. Semeja en sus obras al artista que domina prácticamente su arte y cuya mano tiembla, como reconoce la Divina Comedia.
Pero su mano no tembló jamás en la búsqueda de la verdad. El arte de encontrar la verdad, que reclamara Dante, o lo que es lo mismo, lo justo concreto, es una aspiración del corazón que se consigue gracias a la observación con el auxilio de la razón, esa otra reina de la luz, según Gracián.
Juan Vallet aplicó el “ars notariae” en esa dirección. Su mirada y su razón, el “fulgor obiecti” y el “lumen mentis” como instrumentos para encontrar lo justo concreto, sin regatear medios ni esfuerzos. En su metodología de las leyes señala: “El hombre debe mirar al sol y las estrellas: y si la niebla impide verlos, ha de rastrear en el suelo las señales que permiten evitar la entrada en ciénagas o desiertos, en los que, después sería inevitable perderse, e impedir la caída despeñados en el precipicio.”
Sabía que verdad y justicia son la misma cosa. Pero el error está siempre a la vuelta de la esquina; y el error sin duda es un serio enemigo de la libertad.
Juan Vallet, que era un hombre de acción, se entregó a una obra inmensa, en la que por un lado nos da soluciones, y por otro, nos muestra el camino para conseguirlas.
En todos sus trabajos desarrolla el mismo hilo conductor, que tempranamente detectara Antonio Álvarez Robles en el prólogo del que sería su primer libro, “La hipoteca del derecho arrendaticio”. “Vallet –advierte- ha enfocado todos los rayos y haces de luz sobre el caso”.
Esa luz, característica común de sus estudios, se torna especialmente perceptible en sus dictámenes. En vida publicó una colección de treinta y seis, que abarca los emitidos hasta su jubilación. Hoy presentamos otros veinticuatro, realizados después. Aunque no les puso nombre, aparecen como “Dictámenes e informes de un notario II”, pues los consideraba continuación de los anteriormente publicados, y nunca dejó de ser notario, ni en su fuero interno ni para todos nosotros, ya que era notario  honorario y decano honorario de este Colegio.
El libro va precedido de un prólogo, que he tenido el honor de realizar. No quisiera repetirme. Pero sin entrar en el detalle, en su conjunto, los dos libros de dictámenes constituyen un ejemplo, pues, ayunos por completo de todo mercantilismo, contienen un catálogo de soluciones justas, de prevenciones y cautelas para evitar injusticias.

"Juan Vallet, que era un hombre de acción, se entregó a una obra inmensa, en la que por un lado nos da soluciones, y por otro, nos muestra el camino para conseguirlas"

Estos dictámenes ilustran los estudios doctrinales de Vallet. Estoy convencido de que para él no fueron nunca una cuestión menor. Detrás de cada caso se encuentran las personas y las realidades de la vida con problemas a veces enconados que precisan solución, cuanto más justa y equitativa mejor.
De este modo, la técnica puesta al servicio de la justicia se transforma en arte, “ars boni et aequi” que diría Celso. El bisturí jurídico que disecciona con facilidad sustituciones fideicomisarias, si los hijos puestos en condición, son sustitutos vulgares o sustitutos fideicomisarios o integrantes de una vulgar en fideicomiso, se utiliza para recomponer o integrar las cláusulas objeto de consideración.
Y es que Vallet, pese a barajar los conceptos como nadie, hace de ellos un uso instrumental, subordinado a la realidad de las cosas, lo que no quiere decir que sea enemigo de la abstracción, lo era de la sustractiva, la que prescinde de los detalles singulares que no convienen al núcleo conceptual; contrariamente abanderaba la abstracción integrativa, que contempla la realidad a través del tipo, que permite analizar la proximidad con el patrón de referencia mediante un más o un menos; esta forma de pensar es la que utiliza para elucidar por ejemplo si en el caso concreto estamos ante un pseudousufructo o ante un pseudofideicomiso. En este sentido, sus dictámenes explican en acto como debe desarrollar el jurista esa labor hermenéutica que es la raíz de su oficio.
No, para Vallet distaban de ser una cuestión menor. En la cúspide de su metodología se halla la determinación del derecho, que es el cometido propio del jurista práctico; y estos dictámenes, al tiempo que determinan, ayudan a solventar situaciones semejantes. De esta manera contribuyen como elementos mediadores con la naturaleza de las cosas a la concreción del hecho jurídico, lo justo concreto.
Verdaderamente, en cada párrafo aparece reflejada la personalidad del autor, así entre los comprendidos en el primer libro, cuando se le solicita dictamine en equidad sobre el derecho de suscripción preferente de acciones usufructuadas, se percibe cuan gustoso acepta el encargo, al tiempo que deja claro que las soluciones de equidad son, por el hecho de serlo, plenamente jurídicas.
Esa personalidad que en todo momento revelan sus obras y que seguirá viva en el recuerdo de quienes le conocimos. En este sentido, me viene a la memoria el comentario de mi mujer sobre la foto que apareció en el número 1 de nuestra revista, “El notario del siglo XXI”, en la sección que inaugurábamos de “Grandes del Notariado”. Aparece Juan de pié, y detrás un cuadro en el que una mujer alza un niño hacia la luz que irradia desde una colina el crucificado. Dijo: - ¡Qué cuadro tan bonito! pregúntale por él, pues conociendo a Juan seguro que no es casual.
No le pregunté, pero creo que Blanca tenía razón; no era casual: la madre en tierra, sujetando y elevando al niño para enseñarle que hay algo más… “Enanos a lomos de gigantes”, nos construimos merced a nuestro pasado, obligados siempre a aportar algo más. Esa luz que ilumina el corazón y la cabeza del niño es, a fin de cuentas, el legado que nos ha dejado Vallet a través de su vida y su obra.

José Ángel Martínez Sanchiz es Vicedecano del Colegio Notarial de Madrid
 
Landelino Lavilla

Un académico de excepción

Agradezco al Colegio Notarial la oportunidad de participar en este solemne y emotivo acto en memoria de D. Juan Vallet de Goytisolo. Son muchas las razones con las que podría justificar, ante mí y ante todos Vds., el hecho de que se me cursara la invitación; y son, por lo mismo, varias y convergentes las posiciones desde las que, removiendo sentimientos de gratitud y de admiración, puedo evocar la figura de D. Juan Vallet y hasta dar curso a mis palabras a partir de entrañables y muy personales recuerdos y experiencias.
Es claro, sin embargo, que mi intervención en este acto, como se infiere de su misma convocatoria y organización, se vincula a la condición de D. Juan Vallet como miembro numerario de dos Reales Academias y, de modo particular, a su prolongada e intensa actividad en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, sin que ello suponga rebajar un ápice la importancia de sus aportaciones a la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y la eficacia con la que asumió y cubrió los cargos y funciones que le fueren atribuidos en el Instituto de España.
Y no falto al propósito de referirme a D. Juan Vallet como Académico ni interfiero en exposiciones a otros encomendadas si antepongo, por mi parte, una aseveración inicial insoslayable para entender y valorar la figura del Académico. Subrayo, así, con el mayor vigor expositivo de que soy capaz, la singular calidad personal de D. Juan Vallet, la hondura intelectual de su pensamiento, la fidelidad a sus convicciones y su perfil, en fin, de jurista cabal. Lo sitúo con objetividad y sin hipérbole entre los más ilustres cultivadores del Derecho en el último siglo y, rehuyendo cualquier rígida y aun afinada comparación, afirmo que, al menos para mí, conocedor reverencial de tantos maestros y especialmente sensible a los requerimientos de la justicia, Juan Vallet tiene su lugar en el primer escalón de nuestros preeminentes juristas. Ni me parece recomendable ni es necesario un grado de mayor precisión.

"Subrayo la singular calidad personal de D. Juan Vallet, la hondura intelectual de su pensamiento, la fidelidad a sus convicciones y su perfil, en fin, de jurista cabal"

Cuando en el mes de junio último, en trance de finalizar el pasado curso académico, se produjo el fallecimiento de D. Juan Vallet de Goytisolo, el mundo académico -como el notarial, como el jurídico, en general- se conmovió. La conmoción en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación era inexorable: hacía más de cincuenta años que, en el mes de mayo de 1961, había sido elegido por unanimidad Académico de Número de la dicha Real Academia, en la que ingresó y recibió la medalla número 25 el 27 de mayo de 1963. D. Juan Vallet tenía entonces 46 años, edad extremadamente temprana en la que se reconoció y, sobre todo, se presintió el sorprendente mérito que aquel Notario ya había acreditado y aun tenía que acreditar. En diciembre de 2001 recibió el homenaje a la antigüedad académica.
Tras su prolongada ejecutoria como numerario de la Corporación, en la que han dejado huella su inteligencia, su dedicación y su bondad, el fallecimiento de D. Juan Vallet deja a la Academia -y lo dice quien hoy la preside- con una sensación de orfandad. Es la sensación que lógicamente se tiene cuando falta quien durante tantos años ha sido incontrovertida referencia en la vida de la Corporación, en la que desempeñó la Secretaria General desde junio de 1977 a noviembre de 1991; volvió a la Junta de Gobierno después como Vicepresidente en enero de 1994 y a finales de ese mismo año, en noviembre, fue elegido Presidente, cargo que ejemplarmente sirvió (por el tiempo limitado que el mismo impuso) hasta el 12 de diciembre de 1999. EI Pleno de numerarios le confirió la Presidencia de Honor el 1° de enero de 2000.

"Cuando en 1996 organizó y presidió el Congreso de Academias Jurídicas Iberoamericanas, Juan Vallet dijo que "esta lucha por la justicia es, precisamente y sin duda alguna, el fin del derecho y el objetivo final nuestro, como juristas que somos, y el de nuestras Corporaciones, como Academias que son de jurisprudencia""

Culminó, hasta la extinción de su propia vida, una tan larga cuanto fructífera y, a la par, deslumbrante y abrumadora obra de jurista por vocación y profesión, especialmente sólida y luminosa en sus publicaciones sobre la metodología de la determinación, exposición y aplicación del Derecho; el calado de esas publicaciones, que él consideraba expresión final y monumental de su aportación a la ciencia y la filosofía jurídicas, no empalidece, sin embargo, el fulgor y brillantez de su dominante cualificación como civilista sin parangón -que no le resultara favorable- en el análisis de las más intrincadas cuestiones jurídicas y en su capacidad de alcanzar las conclusiones más seguras y lúcidas desde las más sólidas y antiguas raíces del Derecho, hasta desvelar las mejores soluciones a los problemas que jalonan el orden de convivencia regido por el Derecho.
Y, al hallarme ahora en este lugar y entre todos Vds., no puedo dejar de proclamar, tomando a D. Juan Vallet como la mejor de las referencias posibles, que fue, es y seguirá siendo muestra y ejemplo de lo que eh la vida de la Real Academia ha supuesto la presencia y dedicación de muy ilustres miembros de nuestro brillante Notariado. La deuda que la Academia tiene contraída con D. Juan Vallet puede extenderse -aunque no necesariamente con el mismo rango- a muchos Notarios que no intentaré siquiera citar nominalmente, máxime cuando es gratuito el riesgo de olvido y de preterición, como es patente que todos pueden y deben sentirse adecuadamente recordados en este sereno y cualificado acto en el que hoy mantenemos en nuestro presente la figura de D. Juan Vallet y le rendimos tributo de elogio y admiración.
Cuando en 1996 organizó y presidió el Congreso de Academias Jurídicas Iberoamericanas, celebrado en Madrid, Juan Vallet dijo, en palabras que escojo como expresión sintética de su entraña de jurista y al hilo de las que Alfonso García Gallo habla escrito sobre "la lucha por la justicia en el gobierno de las Indias", que "esta lucha por la justicia es, precisamente y sin duda alguna, el fin del derecho y el objetivo final nuestro, como juristas que somos, y el de nuestras Corporaciones, como Academias que son de jurisprudencia". No se necesitan otras citas, entre tantas posibles, para concluir, con palabras de Juan Vallet de Goytisolo, mi afectiva intervención en este acto presidido por su recuerdo y por nuestra común fe de juristas.

Landelino Lavilla Alsina es Presidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación y académico de número de la de Ciencias Morales y Políticas
 
Ignacio Solís Villa

Homenaje a Don Juan Vallet

Cerró el acto el Decano del Colegio Notarial de Madrid, Ignacio Solís Villa, que ensalzó la figura de Juan Vallet como notario y como persona; el Decano hizo alusión a la trayectoria notarial del homenajeado y a su extraordinaria calidad humana, con palabras cálidas y emotivas que serán, por motivos de espacio, reproducidas en el próximo número de la revista.

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