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ENSXXI Nº 50
JULIO - AGOSTO 2013

JOAQUÍN ESTEFANÍA
Periodista y economista. Fue director del diario EL PAÍS

El inversor y filántropo Warren Buffet, uno de los hombres más ricos del mundo según las listas de la revista Forbes de todos los años, escribió en 2012 un artículo en The New York Times (“¡Dejad de mimar a los superricos!”) en el que pedía una subida de impuestos para las capas más pudientes de la sociedad norteamericana. Quería escandalizar a los de su misma clase social, y seguramente lo consiguió cuando, en ese mismo texto, reconoció que la lucha de clases estaba mucho más activa que nunca en la primera parte del siglo XXI (casi un siglo y tres cuartos después del Manifiesto Comunista), pero que al revés de lo que pronosticaron Marx y Engels en 1848, quien estaba ganando esa lucha eran los ricos (los suyos) y no el proletariado.
En los últimos tiempo se ha puesto de moda un nuevo concepto mediático, el de clases extractivas, debido al acierto de los profesores Acemoglu y Robinson (Por qué fracasan los países, editorial Deusto). Las clases extractivas son aquellas que en vez de trabajar por el bien común, lo hacen por su propio interés. Es una adaptación contemporánea de otro concepto, el de la rebelión de las élites, o del establishment, que teorizó el sociólogo  Christopher Lasch al principio de la revolución conservadora de Thatcher y Reagan, y que describía como las élites se liberan de la suerte de la mayoría y dan por concluido de modo unilateral el contrato social que los une como ciudadanos. Al aislarse en sus redes y enclaves de bienestar, esas élites (ahora calificadas como “extractivas”) abandonan al resto de las clases sociales a su albur y traicionan la idea de una democracia concebida para todos los ciudadanos. En la era de la globalización, esas elites de cada país se han hecho cosmopolistas en sus prácticas y se reconocen nada más verse. No necesitan señalarse la insignia del ojal para identificar su pertenencia al mismo club.

"Poco a poco, y de de un modo muy heterogéneo, grupos de gente de distinta identidad, color, sexo y nacionalidad, han ido denunciando, implícita o explícitamente, la ruptura de ese contrato social por parte de quien está en la cúspide de las sociedades y que se apropia de la mayor parte del producto social y de la herencia intelectual de la humanidad"

La novedad es lo ocurrido en el otro lado del espectro, una vez que el desconcierto superó las primeras fases de la crisis económica más grave y larga del capitalismo desde la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado. Poco a poco, y de un modo muy heterogéneo, grupos de gente de distinta identidad, color, sexo y nacionalidad, han ido denunciando, implícita o explícitamente la ruptura de ese contrato social por parte de quien está en las cúspide de las sociedades y que se apropia de la mayor parte del producto social y de la herencia intelectual de la humanidad. Más allá de las demandas concretas sobre los problemas y dificultades que se padecen en cada sitio, los indignados españoles, israelíes, griegos, portugueses, turcos, egipcios, brasileños, japoneses, estadounidenses,… reivindican similares asuntos.
A este conjunto heterogéneo reactivo le ha denominado “la Quinta Internacional” el politólogo británico Timothy Garton Ash, que dice que estos grupos también se reconocen entre sí, que están constituidos sobre todo por comunidades de jóvenes (aunque no sólo) que residen en ciudades, más preparados que la media, y que se extienden en todas partes. “Como la generación de 1968, tienen algo en común, pero esta vez se extienden a todo el planeta”. Precisamente los restos del sesentayochismo (tercera edad, prejubilados, yayoflautas,…), se han unido a los jóvenes y tienen mucha presencia física en las manifestaciones y concentraciones.
Del mismo modo que hemos citado el libro fundacional del concepto de clases extractivas, podemos hacer lo mismo con otros que representen el pensamiento elaborado de los indignados. Citaría, por encima de otros muchos, Occupy Wall Street. Manual de uso (RBA editorial), elaborado por algunos de los activistas, pensadores y economistas más destacados del mundo (los Cassidy, Dorfman, Rajan, Reich, Reinhard, Rodogg, Roubini, Volcker, …). De esos textos y de las apariciones más organizadas de los indignados se desprenden algunas de las ideas fuerza que forman parte de su corpus de pensamiento y de práctica política: la relación entre la democracia realmente existente (No nos representan”, “Lo llaman democracia y no lo es”,…) y el capitalismo que se practica (“salvaje”, “despiadado”, “manchesteriano”,…); la corrupción que avanza en todas partes, y que genera pasarelas constantes entre el mundo económico (corruptores) y el mundo político (corrompidos); y la redistribución cada vez más regresiva de la renta y la riqueza, de lo que se gana o lo que sea posee, en el interior de las sociedades.

"Esta polarización no coincide exactamente con la que diferencia entre izquierda y derecha de modo tradicional, y está bastante al margen de los partidos políticos"

Esta polarización no coincide exactamente con la que diferencia entre izquierda y derecha de modo tradicional, y está bastante al margen de los partidos políticos. Habrá que estar al tanto sobre si el sujeto revolucionario del sesentayocho (los estudiantes), que teorizó Herbert Marcuse, y que sustituyó durante un tiempo a la vieja clase obrera ha vuelto a reaparecer con otra composición, que necesita más análisis (los indignados).

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