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ENSXXI Nº 57
SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2014

MIGUEL ÁNGEL AGUILAR
Periodista

Fuera de toda poesía suenan voces insistentes profetizando la extinción de la prensa de papel. Hace unos años cada día llegaban noticias de la desaparición de rotativos en Estados Unidos, que sigue siendo el país anticipador de lo que nos pasará después a los demás. En un libro esclarecedor, The news about the news. American Journalism in peril, dos grandes periodistas, Leonard Downie jr. y Robetrt G. Kaiser, reporteros y editores en el Washington Post durante varias décadas,  dan cuenta de los efectos letales que sobre los periódicos americanos ha tenido la decisión de las familias propietarias de salir a bolsa donde los resultados trimestrales priman sobre las especifidades de una actividad como las periodísticas. A este descalabro han de sumarse los efectos de los rayos ganma sobre las margaritas, o dicho de otra forma la confusión que las nuevas tecnologías mal entendidas han causado sobre el periodismo. El gratis total de los contenidos digitales hace inviable cualquier modelo de negocio. Como dijo hace unos años José Manuel Lara, presidente del grupo Planeta, en Internet los periódicos han hecho de todo menos dinero. Y si Napoleón sostenía que el dinero es el nervio de la guerra, aquí cabría señalar que sin dinero es inviable el mantenimiento de las redacciones que producen el periodismo de calidad, más allá del mero canibalismo del corta y pega.

"El gratis total de los contenidos digitales hace inviable cualquier modelo de negocio. Como dijo hace unos años José Manuel Lara, presidente del grupo Planeta, en Internet los periódicos han hecho de todo menos dinero"

En España, voces más cercanas se han erigido en triunfalistas de la catástrofe como profetas de la extinción de la prensa de papel. A partir de ahí sólo han encontrado una manera de cuidar sus cuentas de resultado: el recurso a la mutilación de las redacciones mediante los Expedientes de Regulación de Empleo y otras austeridades complementarias. Este proceder deja a los lectores indefensos, en la imposibilidad de diferenciar verdad y falsedad porque todo vae lo mismo con tal de que se difunda a la velocidad de la luz. Así que vivimos momentos de una particular crisis del sector bajo la galerna de las publicaciones on line que nos devuelve al enunciado del proceso de destrucción creativa proclamado por Schumpeter. Un proceso a cuya aceleración contribuye la drástica caída de la inversión publicitaria característica de la recesión en la que hemos terminado por instalarnos.
Navegamos en los mares de Internet donde todo exceso tiene su asiento. Cunde el anonimato que impulsa cualquier clase de atrevimiento. Se pierden las referencias distintivas. Desaparece el aval que acredita las noticias. El fenómeno produce una igualación por abajo. Estamos inundados de fragmentos noticiosos y como sucede en todas las inundaciones quienes se encuentran con el agua al cuello están acuciados por la primera carencia básica que es la del agua potable, en nuestro caso la información comprensible. Faltan las depuradoras que nos permitan mantener los niveles de hidratación precisos sin peligro de envenenamiento. Pronto ofreceremos como el rey Ricardo III en el fragor de la batalla nuestro reino por una botella de agua garantizada, es decir, por una información verificada y etiquetada. Declaremos enseguida que esa tarea potabilizadora era precisamente la más noble entre las que asumían los periodistas auténticos imbuidos de sus deberes hacia el público.

"Navegamos en los mares de Internet donde todo exceso tiene su asiento. Cunde el anonimato que impulsa cualquier clase de atrevimiento. Se pierden las referencias distintivas. Desaparece el aval que acredita las noticias"

Contaba el New York Times que más del 85% de las noticias que llegan a los ciudadanos de Estados Unidos tienen su origen en los diarios impresos y daba cuenta del canibalismo de las publicaciones on line, donde prolifera la cacofonía y el ruido perturbador que dificulta la inteligibilidad de los mensajes. Falta ese manual de autoprotección contra la manipulación informativa que ahora se hace más preciso que nunca. Se multiplican los problemas inherentes a cualquier sistema de comunicación y nos vemos enfrentados a la toma de decisiones mientras somos víctimas del riesgo derivado de que la atención, la percepción, la memoria y el pensamiento se  vean distorsionados o influidos por la emoción y la memoria. Nos encontramos sometidos a estímulos incesantes que somos incapaces de discernir, como refiere Norman F. Dixon en su excepcional estudio sobre la psicología de la incompetencia militar.   
Así que mientras la información moderna es cada vez más acelerada y efímera, y los medios empleados para obtenerla y transmitirla se hacen cada vez más instantáneos y mas complejos. Sucede también que el nivel intelectual de quienes entran a formar parte del periodismo podría estar entrando en fase de decadencia como si cada vez hubiera menos jóvenes que pensaran que la práctica de ese oficio valiera la pena, ahora que, como dice el titulo del libro de Scott Gant, We’re All Jorunalists Now. Hace unos días el presidente de un gran grupo editorial se acercaba a estas realidades y señalaba la importancia de plantear quién pagará la información responsable y con rigor. Porque, volviendo sobre otras pistas complementarias remitidas por mi corresponsal en Nueva York, sucede que el diario on line más célebre en Estados Unidos, el Huffington Post se hace con apenas 30 periodistas mientras el New York Times cuenta con 1.400 redactores. Luego sucede que, para levantar informaciones de relieve, se requiere que los periodistas sigan los asuntos con determinación y tiempo lo cual queda fuera de los alcances de las organizaciones periodísticas que emplean recursos de extraordinaria limitación.
Los diarios impresos en papel tendrán que utilizar las tecnologías más avanzadas para servir a sus lectores que seguirán buscando en ellos la referencia dominante. Porque, más allá del alud de Internet, al público pensante le orienta el periódico impreso que es capaz de ofrecerle una idea del  mundo en el que vive, conforme a pautas de ponderación que lo hacen inteligible. Ni los diarios más arriba citados, ni el Financial Times, ni el semanario The Economist han entrado en dudas sobre si mismos. Saben que deben cultivar un nuevo e indeleble prestigio, el de la escasez, donde también hay un nicho de saludable negocio que acompaña siempre a quienes saben llevar la contraria. Los periódicos en papel son la memoria del día y se han constituido en las agencias de calificación de la realidad. Además son los preferidos por la publicidad residual que les premia con dos tercios de sus inversiones frente al tercio que reserva para las publicaciones on-line. La prensa de papel tiene una función para fijar la agenda pública y mientras pasa al sector del lujo se garantiza su perennidad como signo de distinción. Para quienes ofrezcan el mejor periodismo habrá futuro de papel. Atentos.

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