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ENSXXI Nº 58
NOVIEMBRE - DICIEMBRE 2014

JOAQUÍN ESTEFANÍA
Periodista y economista. Dirigió EL PAÍS entre los años 1988 y 1993

Cada vez abundan más los analistas que piensan que las consecuencias más profundas de la gran crisis económica que se inició en el verano de 2007 y a la que todavía no se le ve la luz de su final, apenas han comenzado a emerger. Tendencias que ahora están presentes pueden tener sólo una pátina superficial y ser sustituidas por otras de contenido más estructural. Una de esas consecuencias profundas es el extraordinario cambio en la estratificación social en muchas de las sociedades de un planeta globalizado: mientras en unos lugares, en los que existían clases medias desde hace apenas un siglo (Europa, Estados Unidos,…), éstas se van debilitando progresivamente por mor de las dificultades, en otras zonas (América Latina) las capas medias comienzan a extenderse; y, más allá, en otras altitudes muy polarizadas (bastantes países africanos), no han existido nunca.
Se multiplican los estudios de los think tanks privados, de las organizaciones no gubernamentales y de los organismos multilaterales sobre estas transformaciones, y se publican numerosos libros de sociología sobre las mismas. Si el proletariado se consideró durante algún tiempo una clase potencialmente revolucionaria, numéricamente mayoritaria y con tendencia a poner en entredicho el orden constituido, la clase media (lo que una vez fue equivalente a la burguesía) interpretó un papel “contrarrevolucionario”, sin alterar los equilibrios de la sociedad capitalista. Los cambios estructurales (de sociedades industriales a sociedades de servicios, de sociedades autárquicas a sociedades abiertas,…) modificaron ese papel y conforme avanzaba el siglo XX la clase media devino en muchas zonas del planeta en la clase numéricamente fundamental en el cuerpo electoral, en el objeto de deseo de los partidos políticos, en la fuerza capaz de determinar la agenda política, y en el verdadero motor de la mayoría de las reformas que se adoptan.

"Conforme avanzaba el siglo XX la clase media devino en muchas zonas del planeta en la clase numéricamente fundamental en el cuerpo electoral, en el objeto de deseo de los partidos políticos, en la fuerza capaz de determinar la agenda política, y en el verdadero motor de la mayoría de las reformas que se adoptan"

La Gran Recesión, con sus secuelas de empobrecimiento, desigualdad y mortandad de centenares de miles de empresas, ha variado el estatus de esas clases medias. El Banco Mundial ha puesto en circulación el concepto de clases vulnerables, unas clases móviles compuestas por aquellos que una vez consiguieron dar el salto desde las capas bajas a las medias o a las medias-bajas y que como consecuencia de la movilidad descendente pueden volver a la pobreza o a lo hondo del pozo.  Otros analistas (El fin de la clase mediay el nacimiento de la sociedad de bajo coste, Máximo Gaggi y Edouardo Narduzzi, editorial Lengua de Trapo) vinculan el papel de los consumidores al de las clases sociales y han hablado de la ryanair society, una sociedad masificada de rentas medias y bajas, a la que las industrias y los servicios de bajo coste garantizan el acceso a bienes y servicios en otro tiempo reservados a las clases más acomodadas (clase alta y burguesía).
Esta es la era que ha puesto fin a las expectativas crecientes (en muchos lugares los hijos vivirán peor que sus predecesores) y el final también de la seguridad ocupacional. Hoy la clase media es la clase del desencanto y la indignación porque su futuro se muestra oscuro. El mundo tejido de vida estable y trayectorias laborales sostenidas o ascendentes se está desvaneciendo, cada vez se tienen menos recursos y menos oportunidades, y sus esperanzas de mejorar son tan escasas como su confianza en el sistema.
Un fenómeno complementario al anterior es el del precariado. La magnitud del paro y la degradación del empleo en muchas sociedades (por ejemplo, España) son las que ha hecho aparecer entre nosotros este nuevo concepto. Utilizado por profesor de la Universidad de Londres Guy Standing, (El precariado. Una nueva clase social, en la editorial Pasado/Presente, o Precariado. Una carta de derechos, en Capitán Swing editorial), el precariado es un conglomerado heterogéneo de varios grupos sociales, fundamentalmente jóvenes con formación (aunque no sólo), cuya situación laboral es incierta y que se encuentran a medio camino entre la exclusión y la integración social. El precariado, o está en paro, o tiene un contrato a tiempo parcial involuntario, o un contrato temporal. Sin un anclaje estable en el trabajo, sin la identidad que da un puesto más o menos seguro, centenares de miles de personas se van incorporando a este grupo que ni pertenece a la clase obrera, ni a la clase media, ni a la economía sumergida. No tienen contrato social con la sociedad y en muchos casos, avisa Standing, pueden dejar atrás las razones morales para respetar las leyes, cuya trasgresión llega a ser su única forma de sobrevivir.

"Hoy la clase media es la clase del desencanto y la indignación porque su futuro se muestra oscuro. El mundo tejido de vida estable y trayectorias laborales sostenidas o ascendentes se está desvaneciendo, cada vez se tienen menos recursos y menos oportunidades, y sus esperanzas de mejorar son tan escasas como su confianza en el sistema"

Uno de los estudiosos de este asunto, el periodista Esteban Hernández (El fin de la clase media, editorial Clave Intelectual), afirma que sin estas transformaciones que están construyendo una clase peculiar formada por personas que pertenecen a las capas medias en cuanto a formación, mentalidad y atributos pero que se encuentran con condiciones vitales propias de los estratos más bajos, no se pueden entender fenómenos como el Frente Nacional en Francia, UKIP en Gran Bretaña, Syriza en Grecia, el Movimiento 5 Estrellas en Italia o Podemos en España. En definitiva, algunos de estos analistas rematan su argumentación afirmando que el mundo del futuro inmediato podría caracterizarse por una estratificación social en la que entre el 10% y el 15% de los ciudadanos sería rico, podría vivir con holgura y tener buenos estándares de calidad cotidiana, mientras gran parte del resto tendría sus salarios prácticamente estancados o incluso descendentes en términos monetarios. Esta polarización podría suponer el final de la sociedad liberal tal como la conocemos y, más ampliamente, dificultades crecientes para la democracia.

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