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REVISTAN60-PRINCIPAL

ENSXXI Nº 60
MARZO - ABRIL 2015

MARIANO ALONSO
Periodista
@mariano_alonsof

PARTIDOS POLÍTICOS

Consumida una cuarta parte de 2015 -escribo estas líneas antes de las elecciones andaluzas del 22 de marzo- parece evidente que será un año histórico para España, con una fragmentación del voto como nunca  o casi nunca habíamos conocido en democracia.  La quiebra del bipartidismo y la fuerte irrupción de dos formaciones jóvenes, Podemos y Ciudadanos,  configuran un nuevo escenario en el que las mayorías absolutas tan presentes en nuestra reciente historia,  la actual del PP sin ir más lejos,  parecen condenadas a desaparecer, como también  los gobiernos en minoría o  monocolor.  Al mismo tiempo, parece decantado un relevo generacional practicamente inédito desde que en la transición los líderes crecidos bajo el franquismo, señaladamente Adolfo Suárez y Felipe González,  tomaron la delantera a dirigentes de la generación de la Guerra Civil como Santiago Carrillo o Manuel Fraga.  Un relevo en el que destacan dos figuras: Pablo  Iglesias Turrión (Madrid 1978) y Albert Rivera Díaz (Barcelona 1979), ambos en la treintena, la misma edad que tenía González cuando ejercía de líder de la Oposición a los primeros Gobiernos de UCD. Los desafíos del uno y de los otros son muy parecidos, pero enormemente dispar el
En 1980, con un Suárez cada vez más aislado y acorralado, González decide una arriesgada operación: presentará una moción de censura contra el jefe del Ejecutivo que sabe que no tiene visos de prosperar. Sin embargo, no era la posibilidad de victoria lo que le movía, sino la oportunidad política. Lo que el joven líder socialista buscaba era, sencillamente, un correlato mediático de su ya para entonces dilatada actuación de oposición política: seis años antes el último Congreso celebrado en la clandestinidad, el mítico cónclave de Suresnes, le había elegido número uno de la formación y como tal había confrontado dos veces en las urnas, 1977 y 1979, quedando ambas como primer partido de la oposición. Correlato mediático, digo. Conviene revisar la expresión a la luz del inicio de los ochenta: una única televisión nacional, dedicada solo muy secundariamente, más allá de los telediarios, a la información política; una radio privada pujante -la SER y su Hora 25, obra del pionero Manuel Martín Ferrand- pero aún lejos de lo que llegaría a ser en la época dorada de las tertulias y una prensa en la que despuntaban cabeceras nacidas al calor de la transición política, fundamentalmente El País y Diario 16, pero todavía inserta en ciertos peajes del franquismo, como la Hoja del Lunes. Para el español medio, por tanto, el jefe de la oposición era poco más que un rostro, alguien a quien seguramente pocas veces había oído hablar. Por eso, la moción, aun perdida a los puntos, supuso un éxito para el aspirante González, que por primera vez hizo tambalearse al campeón Suárez. TVE retransmitió por primera vez en directo el debate aquel 30 de mayo, algo nada habitual por entonces. No ocurrió lo mismo, por ejemplo, cuando el golpista Tejero irrumpió en el pleno durante la Investidura de Leopoldo Calvo Sotelo menos de un año después.   

"La quiebra del bipartidismo y la fuerte irrupción de dos formaciones jóvenes, Podemos y Ciudadanos, configuran un nuevo escenario"

Tres décadas más tarde, Iglesias y Rivera, cuya memoria viva de González abarca sus últimas legislaturas en La Moncloa, hasta su derrota electoral ante José María Aznar en 1996, tratan de afianzar sus respectivos liderazgos al frente de Podemos y Ciudadanos y, lo que es más importante, ante la ciudadanía. Pero lo hacen en un panorama completamente mutado, con la televisión al alcance de su mano y con el fenómeno de las redes sociales en pleno auge. Veamos sus historias.
Un joven profesor de Ciencias Políticas, en la órbita de IU, está hastiado de dos cosas con las que ha tenido que convivir prácticamente toda su vida: por un lado la marginalidad de los circuitos universitarios, condenados a la precaria asistencia a mesas redondas de un público más motivado por los créditos que por los asuntos abordados en las mismas; por otro la pretendida autenticidad “roja 100%, sin aditivos” de su organización, heredera del histórico Partido Comunista de España (PCE). Una autenticidad que Iglesias considera estéril a la hora de alcanzar grandes transformaciones del tablero político. Con un grupo de compañeros decide importar formatos televisivos a los salones de actos de la Complutense de Madrid y, como consecuencia de ello, termina produciendo una tertulia, La Tuerka, que primero en canales locales y luego con el respaldo del Diario Público, impulsada además por las movilizaciones del 15-M en 2011 se convierte en un programa de culto para la nueva generación de la izquierda, incluidos buena parte de los militantes y votantes de IU. Iglesias lo explicará así al periodista Jacobo Rivero1: “...los actos académicos nos parecían aburridísimos, éramos gente que nos dedicábamos a estudiar muchísimo, a escribir artículos todo el día, a preparar actos que tenían además un público muy limitado y empezamos a asumir que el terreno audiovisual era lo que configuraba los espacios de socialización política más importantes y que entre ellos destacaban las tertulias políticas como productores de argumentarios. Siempre digo que la gente no milita en los partidos políticos, la gente milita en los medios de comunicación. Una persona es de La Razón, de El País, de la COPE o de la SER”.

"Tres décadas más tarde, Iglesias y Rivera, cuya memoria viva de González abarca sus últimas legislaturas en La Moncloa, hasta su derrota electoral ante José María Aznar en 1996, tratan de afianzar sus respectivos liderazgos al frente de Podemos y Ciudadanos y, lo que es más importante, ante la ciudadanía"

Al poco tiempo Pablo Iglesias comenzará a blasonar ante dirigentes de su partido, a alguno de los cuales ha asesorado en cuestiones de imagen, que las bases conocen más a los tertulianos de su programa que a los cargos públicos de la organización. En mayo de 2013, un año antes de irrumpir al frente de Podemos con un millón de votos en las elecciones europeas, pronuncia una conferencia2 en la Universidad de Aragón organizada por las Juventudes Comunistas. Iglesias, que juega en casa, pide que levanten la mano los que sean militantes de IU. A continuación les pregunta por los nombres de los diputados nacionales de la coalición, que apenas pueden pronunciar unos absortos jóvenes más allá del líder, Cayo Lara, y del antiguo coordinador general y diputado por Asturias, Gaspar Llamazares. En la misma conferencia, Iglesias insta a los jóvenes comunistas a no ser los frikis de la clase, sino triunfadores incuso en el terreno sentimental “quitaros la boina del Che Guevara, no tenéis por qué ser los feos de la clase, el joven comunista tiene éxito, también con las chicas”. La conversación deriva, incluso, mientras Iglesias pide clemencia “vamos a tomar una cerveza ya, por favor” a la moda, al relatar el futuro líder de Podemos con toda la sorna del mundo el desaliño indumentario de los compañeros de viaje: “Cayo Lara viste muy mal, he sido asesor suyo y lo hemos trabajado, pero era muy difícil [...] Cuando hice el vídeo de campaña de las elecciones andaluzas [2012] para IU Diego Valderas llegó sin haberse hecho una limpieza dental, y competíamos con Javier Arenas que los tenía de blanco inmaculado. Esos detalles son muy importantes y la izquierda no se da cuenta. […] Viste muy bien Alexis Tsipras, el líder de Siryza, como aquí Alberto Garzón, vaqueros, camisa blanca y americana, nada de pendientes. Garzón es el novio que muchas madres querrían para sus hijas, a lo mejor no tanto las hijas, pero las madres son mucho más importantes a la hora de crear significante político”.
En aquel momento es probable que ni siquiera Iglesias, ya para entonces el “rojo oficial” en las tertulias espectáculo de las televisiones privadas españolas, con la política como excusa de fondo, barruntase lo que iba a ser Podemos, pero estaba sentando las bases. Unos años después, con una papeleta en la que aparece su cara, cosa que provocó un litigio con la Junta Electoral, Iglesias pone patas arriba el mapa político español con una irrupción como nunca antes se había visto.

"Las encuestas de principios de 2015, periodo en el que Ciudadanos es el fenómeno político del momento, por encima incluso de Podemos, parecen darle la razón"

Para empezar a contar la segunda historia nos situaremos a finales de la década pasada, en Barcelona. Un joven político de Cataluña afronta una crítica situación, para él y para su emergente partido, del que es el primer presidente, tras su fulgurante irrupción en el Parlament en las autonómicas de 2006, después de una campaña en la que tuvo que posar desnudo para un provocador cartel electoral como única manera de romper el férreo cinturón mediático regional. Las disputas internas en Ciudadanos, formación nacida a raíz de un manifiesto de intelectuales en la órbita de la izquierda catalana que en 2005 abogan por un nuevo partido que no asuma el marco creado por los partidos nacionalistas, están a punto de hacer desaparecer el proyecto, cuya viabilidad como formación nacional es nula tras la aparición de UPyD, que absorbe buena parte de su militancia. Albert Rivera está, como años más tarde confesaría en una entrevista con el autor de este artículo, en la “UCI política”3. Antes de que la sentencia impugnatoria del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de 2010, a meses de las elecciones autonómicas, le permita desplegar las velas con un discurso nitidamente constitucionalista hasta revalidar ese mismo año sus tres diputados, Rivera decide visitar uno de los centros neurálgicos de la política moderna: Washington. Allí, en el verano de 2009, realizará un curso de comunicación política en la Universidad George Washington que le cambiará la manera de ver las cosas. Fascinado por la red voluntaria de activistas digitales que ha ayudado a Barak Obama a llegar a la Casa Blanca, decide implantar el modelo para Ciudadanos y, al tiempo, implicarse de lleno en Twitter con un perfil propio gestionado sin intermediarios. Aunque no se engaña y conoce perfectamente, como su coetáneo Iglesias, que el medio de masas por excelencia y la mejor plataforma para un líder político sigue siendo la pequeña pantalla. Por ello, no duda en aparecer en cuantas tertulias televisivas se le ofrecen, el complemento perfecto a su activismo en las redes sociales.
Combinando una fuerte presencia institucional en el Parlament que se triplica en 2012, ya en plena ofensiva soberanista de Artur Mas, con su activismo digital y su presencia continua en medios, Rivera se convierte en poco tiempo en uno de los políticos mejor valorados del país. A finales de 2014, cuando Ciudadanos ya ha obtenido dos eurodiputados, su primer éxito a nivel nacional, se inician unas negociaciones para la fusión o amplio acuerdo electoral con UPyD que fracasan, principalmente por los recelos de Rosa Díez. Rivera asegura que construirán la Tercera España “con o sin UPyD, porque no se puede trazar una raya en el agua sobre un grupo de votantes”. Las encuestas de principios de 2015, periodo en el que Ciudadanos es el fenómeno político del momento, por encima incluso de Podemos, parecen darle la razón.
Llegados aquí uno advierte el carraspeo de buena parte de los lectores. Ante los que consideren lo dicho una versión naif de los hechos, conviene precisar que el análisis es parcial y no excluye otros factores que están, con reiteración incluso, expuestos a la luz pública: el paraguas concedido por Venezuela, de una u otra manera, a Podemos o la apuesta de determinados sectores del establishment por Ciudadanos. Nada, en cualquier caso, que empañe las virtudes aquí expuestas sobre dos líderes que conocen su tiempo y saben manejar con habilidad las reglas del juego, al tiempo que se ven favorecidos por la inaudita torpeza de quienes sobreactúan desde los medios o desde la política misma en su contra.   

1 “Conversaciones con Pablo Iglesias”. Libros Urgentes. Turpial
2 https://www.youtube.com/watch?v=Zh2qWOsRyO0
3 http://www.libertaddigital.com/espana/2014-03-09/albert-rivera-estuve-en-la-uci-politica-1276512535/

Palabras clave: Elecciones, fragmentación del voto, democracia
Keywords: Elections, division of the vote, democracy.

Resumen

Consumida una cuarta parte de 2015 -escribo estas líneas antes de las elecciones andaluzas del 22 de marzo- parece evidente que será un año histórico para España, con una fragmentación del voto como nunca  o casi nunca habíamos conocido en democracia.  La quiebra del bipartidismo y la fuerte irrupción de dos formaciones jóvenes, Podemos y Ciudadanos,  configuran un nuevo escenario en el que las mayorías absolutas tan presentes en nuestra reciente historia,  la actual del PP sin ir más lejos,  parecen condenadas a desaparecer, como también  los gobiernos en minoría o  monocolor.  Al mismo tiempo, parece decantado un relevo generacional practicamente inédito desde que en la transición los líderes crecidos bajo el franquismo, señaladamente Adolfo Suárez y Felipe González,  tomaron la delantera a dirigentes de la generación de la Guerra Civil como Santiago Carrillo o Manuel Fraga.  Un relevo en el que destacan dos figuras: Pablo  Iglesias Turrión (Madrid 1978) y Albert Rivera Díaz (Barcelona 1979), ambos en la treintena, la misma edad que tenía González cuando ejercía de líder de la Oposición a los primeros Gobiernos de UCD. Los desafíos del uno y de los otros son muy parecidos, pero enormemente dispar el

Abstract

Now that a quarter of the year 2015 has gone by (I write these lines before the elections in the autonomous community of Andalusia on the 22nd of March), it seems clear that the year 2015 will be a historic year for Spain, with votes divided as never or almost never before since we live in a democratic system. The transition from a two-party to a multi-party system and the strong inrush of two young political groups, Podemos and Ciudadanos, create a new situation in which those absolute majorities so bound up in our recent history (as a case in point, the current majority of the PP) are fated to disappear along with minority or one-party governments. At the same time, it seems that the transfer between generations has already taken place; something unheard of since the times of the transition, when the leaders grown under Franco’s dictatorship (Adolfo Suarez and Felipe González in particular) overtook the leaders of the Civil War generation, such as Santiago Carrillo or Manuel Fraga. Two figures stand out in the present transition: Pablo Iglesias Turrión (Madrid 1978) and Albert Rivera Díaz (Barcelona 1979), both in their 30s, the same age González had when he was leader of the opposition during the first governments of the UCD [the centre-right wing party Union of the Democratic Centre]. The challenges facing these two different generations are very similar, although the social and media context in which they take place are extremely different.

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