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REVISTAN63-PRINCIPAL

ENSXXI Nº 63
SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2015

LOS LIBROS por JOSÉ ARISTÓNICO GARCÍA SÁNCHEZ

El extranjero: Un ajuste de cuentas 70 años después

Un escritor argelino, Karen Daoud, publica una réplica a la célebre obra de Camus reivindicando al árabe anónimo asesinado por Meursault

Hoy ha muerto mamá, O quizás ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: “Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias”. Pero esto no quiere decir nada. Puede haber sido ayer. Así empezaba uno de los libros más leídos del mundo, un libro-totem que sacudió a la juventud occidental de todo un siglo, El extranjero, de Albert Camus editado en 1942 en plena guerra mundial, traducido a todas las lenguas y del que se han hecho infinidad de copias.
El libro es el vademécum de un nihilismo desgarrado y atosigante pero extrañamente seductor. Todo -muy poco- ocurre en Oran, la ciudad predilecta de Camus, durante la ocupación colonial. Meursault, un francés prototipo de la insensibilidad y la indiferencia absoluta a todo, incluso al fallecimiento de su madre o al aliento de su amiga Marie, mata de seis tiros a sangre fría en una playa desierta bajo un sol canicular a un árabe anónimo. En el proceso alega como razón haber disparado a causa del sol. Condenado a muerte, más por su impasibilidad en el entierro de su madre que por el asesinato, en el momento previo a la ejecución, tras un arrebato de cólera frente a quien pretendía razonarle lo que él veía como absurdo universal, se apacigua abriéndose a la tierna indiferencia de un mundo en el que se siente extranjero y se entrega a la nada declarando que, para que todo sea consumado, solo espera que el día de su ejecución haya muchos espectadores que le reciban con gritos de odio.

"El extranjero de Camus acaba de ser reactualizada para vindicar el anonimato de ese árabe indefinido asesinado gratuitamente en la playa de Orán en 1942 al que Camus negó hasta el nombre y del que nunca nadie indagó ni origen ni destino"

La obra es la bisectriz extremada de la angustia opresiva desatada en Occidente desde Nietzsche -en cuya obra Camus fue introducido ya en el Instituto por su maestro Jean Grenier- pero que en el caso de El extranjero -no así en La peste, El mito de Sísifo o La caída por ejemplo-, se estanca en su vertiente negativa sin entrada a la esperanza. Pero triunfó. Hubo razones. Cuando una guerra está causando cincuenta millones de muertes, cuando todo alrededor se diluye, cuando se cuestionan todos los valores de una sociedad, cuando hasta lo que se tenía por cierto o inobjetable se derrumba, no es de extrañar que la juventud europea se sintiera reflejada en ese personaje que no cree en nada, que no es capaz de creer en nada y vive esclavo de esa sensación de impasibilidad e indiferencia ante todo que personifica Meursault, extranjero en un mundo que no comprende y considera absurdo.
Esta obra fetiche, latente más que olvidada, acaba de ser reactualizada, no por réplicas a su doctrina filosófica que han seguido otros caminos, sino para vindicar el anonimato de ese árabe indefinido asesinado gratuitamente en la playa de Orán en 1942 al que Camus negó hasta el nombre y del que nunca nadie indagó ni origen ni destino. Es lo que ha hecho ahora un escritor y periodista argelino, Kamel Daoud, que ha reabierto el caso Meursault con una obra que fue finalista -no ganando por un solo voto- del Premio Goncourt 2014, que fue Premio Goncourt 2015 a la Primera Novela, que ha vendido más de 150.000 ejemplares en Francia, que ha sido traducido a más de veinte lenguas, Meursault, contre-enquete (Editions Barzakh, Argelia), y que acaba de ser editada en España con el título Meursault, caso revisado (Editorial Almuzara. 2015).

"La obra está llena de simbolismos. Comienza con la misma alusión a la madre, Hoy m’ma sigue viva, y termina recordando la frase final de Meursault, yo también desearía que mis espectadores fueran muchos y que su odio fuera salvaje. Pero los paralelismos son forzados, ni la frase inicial ni la final alcanzan el dramatismo fatalista de la obra de Camus"

Es una réplica/contrapunto a El extranjero, novela que el autor confiesa podría recitar entera de memoria como el Corán. Y en efecto las citas, similitudes, respuestas, loas y hasta las críticas a esa obra así lo demuestran. Pero también es mucho más. Es una reivindicación.
Daoud confiesa que habría querido escribir su obra de derecha a izquierda, en árabe, pero que ha preferido valerse de la lengua francesa para evitar cierto fetichismo religioso que aun mantiene el árabe, aunque esto no siempre es así. Empieza por elegir para el árabe asesinado un nombre simbólico, Moussa, Moisés en árabe. Y a su hermano menor, el narrador de la nueva historia o contrahistoria lo llama Haroun, traducción árabe de Aaron, el portavoz de Moisés, reproduciendo así intencionadamente la historia de Moisés y Aaron conforme a la tradición coránica. En la novela, Haroun, el hermano menor, que en 1942, siendo un niño, lloró la muerte de Moussa, es ahora un anciano que en un bar de Oran, en uno de los pocos bares en que ahora se puede consumir alcohol, cuenta a un parroquiano desconocido, entre copas, digresiones y sobre todo lamentos por el desdén con que Camus trata a los árabes en su mágico relato, la historia del asesinato gratuito de su hermano Moussa por un francés en 1942 y termina confesando que veinte años después, él, Haroun, empujado por la madre de ambos, ejecutó el rito de la venganza matando a un francés, también anónimo. Lo hizo en 1962 el año de la independencia de Argelia. La cuenta, así, quedó saldada.
La obra está llena de simbolismos. Casi siempre buscando reflejos o contrapunto a la obra de Camus. Comienza con la misma alusión a la madre, Hoy m’ma sigue viva, (vive precisamente en Marengo, el mismo lugar donde se supone que Meursault enterró a su propia madre), y termina, en perfecta simetría con la obra de Camus, recordando la frase final de Meursault, yo también desearía que mis espectadores fueran muchos y que su odio fuera salvaje. Pero en ambos casos, y en otros a lo largo del relato, los paralelismos son forzados, ni la frase inicial ni la final tienen la justificación ni alcanzan el dramatismo fatalista de la obra de Camus.

"Daoud articula un ajuste de cuentas, una respuesta histórica a la insensibilidad despectiva, a la majestuosa indiferencia del criminal Meursault para con el mundo árabe. Y en el trasfondo urde una suerte de venganza contra la barbarie de la colonización y contra el desprecio de la cultura y la identidad de los colonizados"

Podría pensarse en efecto que toda la novela se desarrolla sobre un espejo que refleja la obra de este autor. Daoud incluso identifica a Meursault con Camus. Todo lo que este personaje hace y dice en El extranjero es imputado por Daoud al propio escritor. Hasta podría decirse que Daoud escribe contra Camus. Pero ni este nombre ni el titulo de su obra aparecen explícitamente citados por Daoud una sola vez, como si fueran tabú, y ello a pesar de que ambos son el leit-motiv de su novela y de que nunca disimula su admiración por un autor y una obra mágica que odia pero le deslumbra a un tiempo, reconociendo el talento insuperable de Camus y la fascinación de su lenguaje, tan perfecto que da al aire puntas de diamante.

"El protagonista sintió que solo una condena le libraría de esa sombra pesada que transformaba su vida en tinieblas, y por primera vez en un paralelismo justificado aunque ya incoherente con El extranjero, sintió que esa exculpación gratuita desacreditaba su venganza, que quedaba así reducida a la misma insignificancia que la muerte de Moussa"

Pero, como ya se ha dicho, y aunque incluyamos la crítica feroz y el homenaje rendido a un tiempo a esta obra icónica, este libro no es solo una recreación complementaria de la genial obra de Camus. Es también una gran novela, una obra de éxito contenida también en un texto breve, compacto y con un lenguaje directo y punzante. Pero en cuanto al fondo, sigue un camino inverso. Daoud articula un ajuste de cuentas, una respuesta histórica a la insensibilidad despectiva, a la majestuosa indiferencia del criminal Meursault para con el mundo árabe. Y en el trasfondo urde una suerte de venganza contra la barbarie de la colonización -compara la tierra argelina con una prostituta de la que el colono abusa mediante violaciones y sucesivas vejaciones- y contra el desprecio de la cultura y la identidad de los colonizados.
Y a la postre suscita el complejo problema de identidad de la Argelia actual. El asesinato de Moussa por Meursault narrado en El extranjero, piensa Daoud, es un acto gratuito que semeja el de un amante despechado por una tierra que no puede poseer. Porque Moussa es un árabe que puede reemplazarse por otros muchos como él, incluso por un cuervo o un junco, cinco disparos... por causa del sol o por pura ociosidad.... porque el árabe tiene la insolencia de atreverse a dormir la siesta.... Nadie se preocupa del árabe, de su familia, de su pueblo... Y el proceso solo fue una mascarada, una perversión de colonos desocupados... que prefieren juzgar a un hombre que no llora la muerte de su madre en vez de a un hombre que ha matado a un árabe. Todo reproches.

"La obra de Daoud, ya se ha dicho, no pretende ser solo un ejercicio de estilo. Su muy bella escritura marcha entre golpes de cólera sorda y gritos de exaltación"

Reproches para justificar el ajuste de cuentas que se narra en la segunda parte y que es la médula del libro. Porque es ahora cuando Haroun, el hermano pequeño y narrador de la novela, el que entra en acción y, tras un arrebato de cólera, y como cumpliendo una especie de rito del talión, el 6 de julio del 62, el día siguiente a la declaración de independencia de Argelia, mata gratuitamente a un colono francés también anónimo disparándole dos tiros. No lo hace a pleno sol como Meursault, sino a las dos de la madrugada teniendo la inmensidad de la noche por cómplice. No fueron seis tiros como entonces, solo dos, dos golpes breves y secos dados en la puerta de la liberación de Argelia.
Y Haroun siente entonces el vértigo de Meursault, parecida indiferencia, similar insensibilidad. Es como si saldada la deuda, empezara a sentir lo mismo que sintió el asesino de su hermano. Todo empezó a ser sombra y cada objeto, cada ángulo y todas las curvas se dibujaron con una confusión que insultaba la razón. Ahora advierte que también él detesta el viernes sagrado, la mezquita -tan imponente que tiene la impresión de que no deja ver a Dios- y hasta al profeta... (¿cómo podemos creer que Dios ha hablado a un solo hombre y que ese hombre eres siempre tú?). También él se siente atrapado en una noche más densa, en un sueño mayor, en una negación más gigantesca, la de otro ser que cerraba para siempre los ojos y que no quería ver nada, y también sintió una puerta que en algún lugar se cerraba definitivamente tras él. Por eso cuando el oficial de la Comisaría argelina tras interrogarle le liberó sin explicación, sintió que solo una condena le libraría de esa sombra pesada que transformaba su vida en tinieblas, y por primera vez en un paralelismo justificado aunque ya incoherente con El extranjero, sintió que esa exculpación gratuita desacreditaba su venganza, que quedaba así reducida a la misma insignificancia que la muerte de Moussa.

"Un discurso marcado por un leitmotiv, la irritación y luego la venganza, tan ajeno a la majestuosa impasibilidad/indiferencia de Meursault que presiona con insistencia sobre la herida del sentido imposible del destino, del absurdo de la vida y de la nada"

Es una novela-alegato turbadora y excitante. Realmente su historia lineal tiene tanto mérito como la de Camus. También el estilo, la sintaxis y el lenguaje podrían equipararse al original que repetidamente repasa y del que recibe continuos destellos que le deslumbran, es un libro estremecedor, llega a decir de El extranjero, como un sol en una caja. Pero la obra de Daoud, ya se ha dicho, no pretende ser solo un ejercicio de estilo. Su muy bella escritura marcha entre golpes de cólera sorda y gritos de exaltación aunque imite el estilo de Camus y trate de reproducir sus sutilezas, las similitudes no pasan del exterior, de las formas. En ningún momento -tampoco lo pretende-, Daoud deja entreverado en su texto el grito vital que hizo famosa la obra de Camus. Ni Meursault es Camus, como parece pretender Daoud, ni Haroun es Meursault. Ni las agudas reflexiones de éste, dotadas de una coherencia irritante admiten paralelismos con los pendulares improperios y justificaciones que Haroun propala en el bar donde pronuncia su discurso. Un discurso marcado por un leitmotiv, la irritación y luego la venganza, tan ajeno a la majestuosa impasibilidad/indiferencia de Meursault que presiona con insistencia sobre la herida del sentido imposible del destino, del absurdo de la vida y de la nada, de la angustia de la contradicción entre el nihilismo filosófico y la ansiedad de una moral acorde que viva la escisión entre razón/emoción y reacciones sin razón o motivo aparente.
Es esta una novela que consigue algo que quizá no pretendía, rendir homenaje a Camus y hacer más grande su obra-icono. Pero esto no nos debe impedir reconocer que Daoud ha logrado una gran novela, indispensable para equilibrar la balanza histórica de la colonización argelina, dando una respuesta histórica a sus humillaciones e injusticias, que por otro lado suelen acompañar a todas las colonizaciones.
 
Madame de Staël: primera activista comprometida

Un notario humanista, Roca Ferrer, le dedica una extraordinaria biografía, la primera que se hace en español, y da a conocer su obra

No podemos dejar de destacar la aparición de un nuevo libro, excelente y novedoso por cierto, del notario de Barcelona, Doctor en Filosofía Clásica, Xavier Roca Ferrer. Varias veces se ha hecho referencia en estas páginas a alguna de sus obras, la última, la primera versión íntegra al español de la novela de Genji, de la que ya se han hecho nueve ediciones. Y es que su obra creativa, galardonada entre otras con el Premio Josep Pla 1993, sus traducciones al castellano y catalán de obras de literatura oriental, y su labor investigadora y literaria en general, siempre profunda y solvente, le acreditan como un sólido y genuino representante de la estirpe de notarios humanistas que siempre han integrado este escalafón en el que Roca tiene ya puesto de honor.

"Intrigante, reconocida como la primera activista política comprometida, era además dominante, y lo era hasta el extremo de estar fatalmente condenada a permanecer expectante, siempre en la oposición, incluso con Napoleón, ambos fanáticos de sí mismos y por tanto incompatibles"

En esta ocasión nos sorprende con una biografía, exhaustiva y rigurosamente documentada, la primera que se hace en lengua castellana, de uno de los personajes más importantes del periodo revolucionario y napoleónico, mujer favorita de la sociedad europea, y factor imprescindible para entender la evolución de la cultura y la transformación social y política que Francia y toda Europa emprendieron en esas décadas. Nos referimos a Germaine Necker, hija del famoso banquero borbónico, más conocida por su matrimonio con el embajador sueco barón Staël von Holstein, a quien nunca amó tanto como amó a la libertad que con la boda consiguió, y así lo destaca Roca en el título de su biografía, Madame de Staël, la baronesa de la libertad (Ed. Berenice, marzo 2015) obra que el propio autor define como un retrato apasionado de la madre espiritual de la Europa moderna.

"Stäel le acusó de ser el más hipócrita usurpador de la historia, no del trono de los Borbones, sino de la revolución liberal. Napoleón le respondió con destierros y un acoso permanente"

En efecto, Madame Stäel a quien tan poca atención se ha dedicado a este lado de los Pirineos, tal vez por las reticencias a dejar pasar obras de tinte libertario, fue una figura poliédrica y genial. Culta, inteligente, deslumbrante, no era hermosa, dice Roca, pero si cautivadora, su poder de persuasión sobre los hombres era legendario lo que podrían acreditar personalidades tan señeras como Tayllerand, W. Schlegel o Benjamín Constant sobre los que ejerció, como sobre muchos otros, su magia de dominatrix implacable. Fue la más brillante en los círculos sociales, era allí, se ha dicho, donde realmente estallaba su genio, pero sabía escuchar. Intrigante, reconocida como la primera activista política comprometida, era además dominante, y lo era hasta el extremo de estar fatalmente condenada a permanecer expectante, siempre en la oposición, incluso con Napoleón, ambos fanáticos de sí mismos y por tanto incompatibles.

"Y fue la reina indiscutida de aquellos salones verdaderos focos de cultura, de intriga política y libertad, donde solo estaban prohibidos los tópicos y la falta de talento"

Quizá la tormentosa relación de amor-odio visceral que les hizo mantener las espadas en alto hasta el final, intuye Roca, fue lo que por contraste paritario la impulsó y la mantuvo en el primer plano de la escena. Stäel le acusó de ser el más hipócrita usurpador de la historia, no del trono de los Borbones, sino de la revolución liberal. Napoleón le respondió con destierros y un acoso permanente, acentuado, según aventura Roca, desde 1810 probablemente cuando aquel dios emperifollado con cara de pepona que Ingres había inmortalizado en 1806 acabó sufriendo un ataque de vértigo de altura tornándose suspicaz y despiadado. Al final Stäel se consideró vencedora del corso y de su ideología que contribuyó a derrocar. Y desde luego venció aunque fuera después de morir, y su victoria fuese efímera, solo hasta la revolución del 48.

"Siempre defendiendo -aunque desde un clasismo del que nunca se apea-, la libertad, el progreso y la autonomía de la mujer, y luchando contra la tiranía, el despotismo o los convencionalismos sociales"

Con maestría y siempre una documentación apabullante Roca nos va descubriendo las mil y una facetas de esta mujer poliédrica. Porque Stäel, viajera incansable, fue una intelectual de prestigio en toda Europa. Se tuteó con Goethe y Schiller en Weimar, y también con Lord Byron, A. Schlegel y Diderot entre otros. Y fue la reina indiscutida de aquellos salones (Embajada sueca, Rue de Bac en París, Coppet en Suiza y cualquier hotel que ocupara en sus viajes) verdaderos focos de cultura, de intriga política y libertad, donde solo estaban prohibidos los tópicos y la falta de talento.
Escribió crónicas, alguna tan aguda como las Consideraciones sobre la Revolución francesa, novelas de corte feminista como Delphine y Corinne, y fue pionera en los estudios de literatura comparada escribiendo los primeros ensayos que se conocen de critica literaria y cultural, como Sobre la literatura y Sobre Alemania etc., siempre defendiendo -aunque desde un clasismo del que nunca se apea-, la libertad, el progreso y la autonomía de la mujer, y luchando contra la tiranía, el despotismo o los convencionalismos sociales.

"Roca también ha sido capaz de reproducir con indudable talento y asombrosa erudición, y con una pasión por su personaje que trasciende toda la obra, los escenarios históricos, políticos, filosóficos y literarios en que se desenvuelve personaje tan señero"

Abordar la tarea de aprehender y consignar en un libro la historiografía de mujer tan singular y poliédrica, es una obra titánica. Roca Ferrer lo ha hecho. Y lo ha hecho con decisión y brillantez. Y con un estilo ágil y entretenido que nada resta a la solidez y rigor histórico de su narración. El resultado es tan inevitablemente enciclopédico como exige la personalidad polifacética de Stäel. Porque Roca también ha sido capaz de reproducir con indudable talento y asombrosa erudición, y con una pasión por su personaje que trasciende toda la obra, los escenarios históricos, políticos, filosóficos y literarios en que se desenvuelve personaje tan señero, desde la Revolución al Imperio y la Restauración, desde la Ilustración al Romanticismo e Idealismo filosófico alemán, y tanto desde Francia, como desde Italia, Suecia, Rusia, países todos ellos que visitó, y desde luego desde Alemania, país cuya cultura intuyó y anunció como contrapunto neurálgico del racionalismo francés.
Estilo resuelto, punzante, con rasgos de ironía y elegancia crítica, rigor histórico, minuciosidad, tal vez excesiva minuciosidad fruto de esa apabullante documentación que en ocasiones disipa la línea narrativa y pone en riesgo la concentración del lector.
Roca ha acometido una obra titánica, sí, y la ha culminado con éxito, salvando de paso una laguna de nuestra cultura que nunca había reconocido a esta singular mujer, favorita de la sociedad europea de entonces y precursora de la Europa moderna. Y su esfuerzo no ha sido baldío.

"Roca ha acometido una obra titánica, sí, y la ha culminado con éxito, salvando de paso una laguna de nuestra cultura que nunca había reconocido a esta singular mujer"

Su trabajo ya ha sido reconocido aquí y fuera de España. Ya tiene encomendada la traducción de varias de las obras de Staël que nunca fueron publicadas en aquella España denostada de los 100.000 hijos de San Luis, de Fernando VII y el integrismo. También en Francia han reconocido ya su talento y su autoridad en la materia. Random House le ha encomendado el prólogo y los comentarios a una nueva edición antológica de L’Alemagne, la obra más monumental de Staël -tres tomos, 1.500 páginas- y que mayor polémica suscitó.
Para Navidad nos regalará el autor con una traducción personal del ensayo De la literatura, y en 2017 podremos conmemorar el bicentenario de la muerte de Staël con una traducción comentada por el propio Roca de la que quizá sea su mejor obra, las Consideraciones sobre la Revolución francesa. Significará una aportación importante, una más, de este notario humanista catalán al bagaje cultural de este país.

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