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REVISTAN67-PRINCIPAL

ENSXXI Nº 67
MAYO - JUNIO 2016

LOS LIBROS por JOSÉ ARISTÓNICO GARCÍA SÁNCHEZ

Comentaba ese descomunal humanista de nuestro tiempo, Claudio Magris, sobre su último libro No ha lugar a proceder -título genial que por sí solo se basta para incitar-, que debemos hacer compatible el optimismo ilustrado con la capacidad de no perder de vista lo de atrás, porque lo que es insoportable es el pesimismo complacido de quienes se regocijan con el infortunio o coquetean con el pesimismo existencial.
Algo de ese pesimismo autocompasivo materializado en una hipersensibilidad enfermiza en lo colectivo y una angustia existencial en lo individual, padeció durante siglos nuestro país y cultivó con cierta complacencia la llamada generación del 98 que simbolizó en ese año fatídico una desesperanza congénita, un sentimiento pesimista de la vida, un modo de pensar radicalmente escéptico con su secuela de abulia o apatía, que muchos retrotraen a las amarguras de las que nos avisó Ganivet y algunos mas atrás, al senequismo como nervio del pensamiento hispano.

"Dos autores, Goodwin y Banegas, dan sólidas razones en sendas obras para que España salga del desaliento y la abulia que conlleva, y encare el futuro con optimismo"

No parece que haya que llegar tan lejos, pues ese desaliento pesimista de la vida no se aprecia en los siglos intermedios. Solo desde mediados del XVII aparecen síntomas generalizados de desencanto, paralelos por cierto al desmoronamiento progresivo del imperio hispano. Es la filosofía pesimista inherente a la época del barroco español, en cuyos epígonos literarios, Quevedo, Gracián etc. se pueden encontrar las bases de la teoría de la abulia o carencia de voluntad que siglos después desarrolló magistralmente Schopenhauer en El mundo como voluntad y como representación y que tanto influyó en Ganivet y en los militantes del 98. Tendrán que venir de fuera quienes respondan a tantas calumnias de extranjeros -dijo por cierto Quevedo en España defendida- pues nuestra poca ambición tiene en manos del olvido las cosas que merecieron más clara la voz de la fama... Y en efecto tuvieron que venir de fuera esa pléyade de hispanistas, la mayoría formados en cátedras anglosajonas, para desmontar el cúmulo de infamias, afrentas y calumnias que otros extranjeros habían levantado interesadamente fomentando una leyenda negra ignominiosa que consiguió avergonzar a una nación que, en lugar de enfrentarse con coraje a tanta injuria, prefirió, aún a sabiendas de su falsedad, replegarse sobre sí misma y autocomplacerse en un pesimismo fatalista que llegó a formar parte de su idiosincrasia. No la sacaban de su pesimismo masoquista los escasos panegíricos de los autores patrios, de cuyo imparcialidad se desconfiaba, y han tenido que ser los venidos de fuera, como anunció Quevedo, los que, con textos gloriosos, ahora creídos, la han desperezado de su modorra. Ha sido Stanley G. Payne con su España, una historia única (Temas de hoy, 2008) que considera la historia de España como la más excepcional de Occidente, Hugh Thomas con su monumental obra en varios volúmenes, El imperio español (Planeta 2003 el primer tomo, 2010 el segundo...etc.), Elliot, Prescott, Jackson, R. Carr, Preston, Joseph Pérez… Y hasta Henry Kamen (Imperio, 2003) que a pesar de su afán desmitificador y su vocación iconoclasta no deja de traslucir su admiración por aquel imperio irrepetible.

"España, centro del mundo 1519-1682 es una obra concebida y escrita, no para el auditorio español ni siquiera universal, sino para el  anglosajón, 9.000 copias vendidas de golpe en ese auditorio"

Y la serie continua, no se ha agotado. Hoy es otro anglosajón, el profesor Robert Goodwin, quien nos sorprende con una nuevo trabajo España, centro del mundo 1519-1682 (La esfera de los libros, 2016) que no es una historiografía más, tiene distintivos que la singularizan. Es una obra escrita por un profesor inglés, un extranjero, linaje al que la idiosincrasia hispana atribuye mayor credibilidad cuando se trata de cantos a la patria. Pero además es una obra concebida y escrita, no para el auditorio español ni siquiera universal, sino para el anglosajón, 9.000 copias vendidas de golpe en ese auditorio, ese que escucha en los colegios que el pirata Drake fue el héroe que destruyó la Armada Invencible y chamuscó las barbas al rey de España y patrañas similares, lo que le hace escalar más jerarquía en la esfera de la credibilidad. Y, por añadidura, es una obra que sin perder un ápice de rigor histórico y sin abrumar con datos, nombres y fechas, ha sido escrita, según confiesa el autor, para ser leída en una tumbona en una playa de California, lo que confirma el estilo ágil, novelado y ameno de un texto que transforma los hechos históricos en relatos novelados, los protagonistas en personajes humanos con sus contradicciones, sus aristas y en toda su riqueza emocional, y las hazañas en aventuras heroicas cuya tensión se alivia con anécdotas pintorescas y personajes-guía o símbolos que acaparan el relato centrándolo en un solo eje. Es un libro cuya lectura no nos obliga a pensar.

"Los investigadores extranjeros se admiran,  no ya por las proezas del descubrimiento y colonización americanas, 'hazañas' que hoy no gozan de la mejor prensa,  sino sobre el sentido del honor, el humanismo y  el debate sobre  la esencia del ser humano que inspiró la legislación dictada para proteger a los  nativos"

Pero sí a reflexionar tras cerrarlo -y estos sí son argumentos fundados para neutralizar nuestro desencanto crónico- cómo los investigadores extranjeros se admiran, no ya por el que fue primer imperio planetario de la historia o sobre las proezas del descubrimiento y colonización americanas, “hazañas” que hoy no gozan de la mejor prensa, sino sobre el sentido del honor, el humanismo y el debate sobre la esencia del ser humano que inspiró la legislación dictada para proteger a los nativos. O desde otro punto de vista cómo en aquellos estados tan heterogéneos brillaba asombrosamente el imperio de la ley, como lo demuestra la enorme litigiosidad que generó el prestigio de unos tribunales a los que la Corona daba estabilidad y garantías. O cómo las tensiones entre el Estado y la Corona culminaron en un sutil equilibrio que hizo posible que se desarrollaran universidades, escuelas, bancos y consejos locales, y resultó un magnifico caldo de cultivo que facilitó el desarrollo del humanismo, las nociones de libertad y bien común que generaron las primeras limitaciones al poder real, los principios del derecho internacional y la semilla del concepto de derechos humanos. Goodwin reconoce que el desarrollo del humanismo español ha sido tan fundamental para Occidente como puedan haberlo sido en arte las Meninas o el Quijote.

"Goodwin reconoce que el desarrollo del humanismo español ha sido tan fundamental para Occidente como puedan haberlo sido en arte las Meninas o el Quijote"

Es un libro franco, exento de artificio y que no pierde nunca el ritmo ni el brío. Solo por su propensión a la iconografía, el autor marca dos hitos como símbolos de la génesis y el ocaso del imperio. El año 1519, en que llega desde México a Sanlucar la pequeña Santa María con un cargamento de oro con el que Carlos consiguió la corona imperial, vacía por la muerte ese mismo año de Maximiliano, marca para Goodwin el comienzo del apogeo. Alcanza su cenit el año 1598 en que muere Felipe II y Juan de Oñate funda en San Felipe la primera ciudad de Nuevo México, última conquista del imperio. Y fija como nadir, la década de 1680, en que mueren Calderón y Murillo y comienza la desmembración territorial. Su símbolo, epitafio del imperio, sería el cuadro que Valdés Leal pintó en esas fechas y cuelga en el Hospital de la Caridad de Sevilla, In ictu oculi, en el que amontonados sobre un sarcófago de piedra hay libros, telas, armaduras, bastones de mando, mitras y báculos dominados por la siniestra figura de la muerte.
Ahí acabó el imperio y empezó a cundir el desaliento y la desesperanza. Porque el siglo de oro artístico, un siglo de oro que a juicio de Goodwin no ha sido suficientemente valorado ni se le ha reconocido justamente su influencia sobre el pensamiento y la literatura europeas, se desarrolló en la curva descendente del imperio, en el s. XVII, justo cuando los españoles empezaron a ser conscientes de que la apariencia se imponía a la realidad y la ficción podía eclipsarla, y de ese proceso de percepción de lo que había detrás de la apariencia pudo nacer el famoso desengaño en el que fatídicamente había de desembocar todo, tal vez por un probable autoengaño previo. Un desengaño, enmascarado de remordimiento, que fue el nervio del arte barroco y de la literatura del XVII. Y tal vez el germen del pesimismo que caracterizó el pensamiento filosófico español como antes se ha comentado y que se fue incrementando en los siglos posteriores.

"El siglo de oro se desarrolló en la curva descendente del imperio cuando los españoles empezaron a ser conscientes de que la apariencia se imponía a la realidad y la ficción podía eclipsarla"

Resulta por ello plausible y oportuno el mensaje de estos hispanistas, en este caso Goodwin, que insisten en levantar una ola de optimismo y nos invitan a sobreponernos a nuestra depresión crónica recordando y ensalzando los valores del pueblo que constituyó el mayor imperio de la historia, auténtico centro del mundo y de la cultura más influyente, y de un siglo, el XVII, que aunque encarne cierta decadencia, se trata de la decadencia más fabulosa y fructífera que se recuerda. Un pueblo, el español de entonces y el de ahora, inteligente y sociable, tan sociables que parecen extraterrestres, dice, un pueblo con una formación educativa profunda y un talante caballeresco y un sentido del honor -Goodwin lo deriva de la reconquista- irrepetibles.

"El libro de Goodwin es un panegírico grandioso, capaz de levantar el ánimo a un país que para muchos ha estado durante siglos deprimido, abúlico, falto de pulso"

El libro de Goodwin, articulado como se ha dicho, a base de personajes, Carlos V, Isabel de Portugal, Garcilaso, Cervantes, Velázquez, Zurbarán, etc... es un panegírico grandioso, capaz de levantar el ánimo a un país que para muchos ha estado durante siglos deprimido, abúlico, falto de pulso y fracasado en sus intentos de modernización. Es cierto que no siempre ha sido así. En la misma Generación del 98 algún autor, por ejemplo Marañón se desmarcó de esta tendencia. Y sobre todo en las últimas décadas son muchos los autores y comentaristas patrios que empiezan a creer en el país y a reconocer su alta preparación técnica, sus altas cotas de competitividad y el encaje natural que ha conseguido en las instituciones internacionales y su integración en la cabeza de los países más desarrollados del planeta. La actual atmósfera de libertad, bienestar social, ansia de convivencia y progreso nunca se había respirado en este país y nada tiene que envidiar a la de los países avanzados.

En esta línea de optimismo se manifiesta también en otra excelente obra el Presidente del Foro de la Sociedad Civil, Jesús Banegas Núñez, humanista y polígrafo, vinculado a través de su esposa notaria Milagros Casero a esta revista donde adelantó parte de las tesis que defiende en su reciente trabajo España más allá de lo conseguido (Bubok Publishing, S.L., Madrid, mayo 2016), libro en que rechaza todo sentimiento pesimista y cualquier ribete de escepticismo o carencia de voluntad, y que no solo valora el pasado, el glorioso pasado de donde venimos, sino que diseña esperanzado el futuro adonde debemos ir.

"Banegas recuerda sin complejos las aportaciones que España ha hecho a Occidente, muchas de ellas olvidadas o minusvaloradas"

En una documentada primera parte, y en esto coincide con Goodman, recuerda sin complejos las aportaciones que España ha hecho a Occidente, muchas de ellas olvidadas o minusvaloradas, como que España, como crisol de culturas, fue en la Edad Media el mayor centro cultural del mundo, y creó en el plano del pensamiento el germen del Derecho de Gentes, de los derechos humanos, de la limitación institucional del poder real o los rudimentos de la ciencia económica moderna o economía científica, de modo que, como reconoce J. A. Schumpeter, los teólogos escolásticos de la escuela de Salamanca, Luis de Molina o Tomás de Mercado, por ej., se anticiparon casi dos siglos a Adam Smith, superándolo incluso doctrinalmente, tesis que Benegas ha desarrollado en el número 29 de la Revista EL NOTARIO DEL SIGLO XXI, con un espléndido artículo, España cuna de la teoría económica y en el número 33, con otro bajo el título Lo que Occidente debe a España.

"Los teólogos escolásticos de la escuela de Salamanca se anticiparon casi dos siglos a Adam Smith, superándolo incluso doctrinalmente"

Banegas va más allá. No se limita a profesar en la orden de los que buscan y razonan la salida de la apatía y del desencanto, sino que además razona y reivindica para España, huyendo de los mitos generados por facciones románticas y fracasos derivados del tradicional desaliento, un pasado honroso que debe generar orgullo y energía. Y a continuación propone todo un abanico de medidas que podrían regenerar la vida de este país. Un país que fue el único país europeo por voluntad propia como afirma Julián Marias y recuerda Benegas, o como dijo Marañón un país consciente de si mismo. Un país que inventó la palabra liberal para referirse sin duda a la atmósfera política en que quería vivir. Un país que debe desprenderse de cualquier vestigio de aquel desaliento congénito y negar con firmeza que España sea una excepcionalidad, una alteridad o una nación descarriada, sino que muy al contrario es una nación que puede y debe mirar su futuro con razonable optimismo, incluso cuando por buscar soluciones holísticas o utópicas fracasemos y nos acose la tentación de entrar en melancolía pensando que no tenemos remedio.

"Banegas propone todo un abanico de medidas que podrían regenerar la vida de este país y recetas muy razonadas que deben servir de fuente de inspiración a nuestros políticos"

Así lo recomienda con optimismo Banegas, que ensalza la voluntad como fuerza motriz y que en una segunda parte de su estimulante libro, analiza luminosamente con criterios técnicos rigurosos, los problemas económicos, sociales y políticos de la España actual, proponiendo recetas muy razonadas que deben servir de fuente de inspiración a nuestros políticos. Y también de la sociedad civil a cuya vitalidad encomienda Banegas un importante papel. Sus críticas son aceradas y valientes. No se comprende que las sociedades mercantiles, dice, deban tener consejeros independientes y no en cambio se les exija a las instituciones públicas que manejan dinero ajeno algo parecido. No se comprende el poder omnímodo de una partitocracia despótica, ni la judicialización de las relaciones laborales o la ignorancia de las sentencias del TC o el TS por las demás instancias, ni el escaso interés de los gobiernos por la investigación y la educación de calidad. Pero también propone soluciones, interesantes y lúcidas desde luego. La contribución de Banegas a mantener viva la esperanza y la ilusión del país está llamada a ser muy significativa. Esperemos que sus propuestas, sensatas e ilustradas, encuentren receptores a su altura.

"La contribución de Banegas a mantener viva la esperanza y la ilusión del país está llamada a ser muy significativa"

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