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REVISTA74-PRINCIPAL

ENSXXI Nº 75
SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2017

Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR
Periodista



Explicaba George Orwell a la altura de 1945 en su libro Notas sobre Nacionalismo que "el buen nacionalista, además de rehuir la desaprobación de los errores cometidos por su propio bando, desarrolla una notable capacidad de sordera para percibirlos". Es decir, que está siempre en cabecera de pista dispuesto a despegar hacia el sectarismo. Se trata de una de esas propensiones características que se redoblan con lo que los ingenieros de comunicaciones denominan ruidos en el sistema generadores de aturdimiento y desorientación. Súmese a ello la resistencia que ofrece la absorción de acontecimientos improbables, con mucha mayor capacidad de reducir incertidumbre que la derivada de hechos muy esperados.
Todo en concordancia con la Ley de la Gravitación Informativa según la cual la noticiabilidad de un hecho, su peso o radioactividad noticiosa, es directamente proporcional a su rareza, es decir a su improbabilidad. Además de que en el caso del conflicto abierto en Cataluña comprobamos, conforme nos enseña la acústica elemental, que la proximidad excesiva entre una fuente y un receptor produce una interferencia distorsionadora y que eso mismo sucede cuando a un acontecimiento se le superpone su difusión simultánea. Porque el cortocircuito, la interacción entre la causa y el efecto, produce alteraciones recíprocas como las que están descritas en microfísica entre el fenómeno que está siendo observado y el sujeto experimentador que lo observa.
Sucede además que los hechos más ricos en contenido informativo requieren mayor capacidad de elaboración e interpretación porque suponen una amenaza de regreso a una situación anterior de incertidumbre insoportable y porque emplazan a quien decide sobre esa base ante la desagradable posibilidad de haber cometido equivocaciones previas. Cuestiones todas ellas de las que veníamos advertidos por Norman F. Dixon en su libro Sobre la psicología de la incompetencia militar. De ahí la tendencia a hacer oídos sordos a informaciones que podrían ilustrarnos. Más aún, si quien ha de decidir se obsesiona con las consecuencias probables de su opción respecto a las que se derivarían de otra. De forma que aquel que sobrevalore la posible pérdida de autoestima, o de aprobación social, o tema molestar a un superior y desatienda consideraciones más racionales, se sitúa en la pendiente hacia la calamidad.

"La Ley de la Gravitación Informativa prevé que la noticiabilidad de un hecho, su peso o radioactividad noticiosa, es directamente proporcional a su rareza, es decir a su improbabilidad"

Observemos que la combinación de ruidos en el sistema y de hechos imprevisibles impregna la trayectoria descrita por el secesionismo que cabalga un determinado sector de la población catalana, según estamos viendo. Buen momento para definir como ruidos en el sistema "todos aquellos que obstaculizan el fluir de la información" y también para acotar el término información restringiéndolo a "aquello que reduce la incertidumbre". Pero, si de escrutar los estímulos pasáramos a considerar las respuestas, comprobaríamos cómo éstas tienden a configurarse en función de las expectativas de éxito o fracaso. De modo que cuando los resultados finales son percibidos y computados como triunfales hacen de catalizadores de la adhesión inquebrantable, la misma que induce al expectante a acudir con premura en socorro del que barrunta vencedor. Actitud de cuya honorabilidad sospechaba don Quijote cuando amonestaba a su escudero diciéndole "bien se ve Sancho que eres villano de los que gritan ¡Viva quién vence!".
De cualquier forma, además de distinguir las voces de los ecos en línea con la prescripción de Antonio Machado, nos corresponde diferenciar el ruido parasitario de la información esclarecedora. Y abstenernos de inferencias indebidas que pretendan pasar de la contigüidad física o cronológica a la causalidad, como si la cercanía en que se encuentran o el orden cronológico en que se suceden dos fenómenos autorizara sin más a deducir una concatenación causal. A este respecto Jorge Wagensberg en su ensayo "Kant y el grillo sordo" cuenta de un alumno que sorprende a su orientador de doctorado con una demostración sobre el comportamiento de los grillos. "Procede a colocar nueve en tres filas de a tres sobre la mesa y los hace desfilar a son de silbato. Adelante, derecha, media vuelta, alto, rompan filas. ¡Magnífico! ¿Cómo lo has hecho? Pues esto no es nada. El doctorando elige un grillo de la última fila, le arranca las seis patas y repite el ejercicio. Nueva hipótesis, resultado nuevo: todos los grillos desfilan menos uno. ¿Y? piensa el profesor ¿Cuál es la tesis? Ésta: los grillos ápodos son sordos". Por ventura los estudios científicos deben ser sometidos a severa crítica intelectual para evitar conclusiones indebidas del tipo de las propuestas por el joven doctorando o de las que en otro plano establecen los entusiastas indepes sobre los indóciles a sus consignas.
En todo caso, reconozcamos que, sumidos en una guerra de propaganda como en la desencadenada a propósito de la cuestión catalana, se comprueba, una vez más, la primacía de los aliados mediáticos sobre los aliados políticos. Porque si en la guerra convencional es decisivo garantizarse la superioridad aérea, en la guerra de propaganda sólo puede cantar victoria quien se asegure la superioridad mediática. Esa superioridad se traduce en la capacidad de abrumar con los mensajes de la propia causa y de tergiversar e invalidar los de la contraria, cuyos medios de comunicación parecieran sentirse obligados a llevar el fair play hasta la extenuación, de modo que terminan tributando un extraño reconocimiento de ventaja moral a los que se han proclamado adversarios sin obtener a cambio compensación alguna ni convenir reglas de juego previas.

"Sucede que, como explica el general Beaufre en su Introducción a la estrategia, en política es posible apropiarse de posiciones abstractas como la paz, la decencia, la democracia, con la misma contundencia que en la guerra militar cabe apoderarse de una posición geográfica y prohibírsela al enemigo"

Sucede que, como explica el general Beaufre en su Introducción a la estrategia, en política es posible apropiarse de posiciones abstractas como la paz, la decencia, la democracia, con la misma contundencia que en la guerra militar cabe apoderarse de una posición geográfica y prohibírsela al enemigo. Esa identificación con posiciones conceptuales que se vetan al adversario tiene la virtud de generar simpatía en ámbitos excéntricos a la confrontación sin blindaje alguno, inermes, ante la intoxicación e inclinados a conchabarse con quienes se exhiben revestidos de victimismo disimulando el propósito de transmutarse en victimato imperativo.
Ayudaría a entender el comportamiento del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en la cuestión catalana la vuelta a los clásicos para reconocer que un conflicto de alta intensidad supone desde el comienzo dos tipos de actividad: la movilización de energía y la comunicación de informaciones. A los movilizados corresponde poner la energía sobre el terreno mientras a los líderes se reserva el segundo dominio, el de la información, en relación con el cual deciden cómo, cuándo y dónde utilizar la energía de que disponen. Y recordemos con Morris Janowitz que a la cúpula responsable se le encomienda el desempeño de cierto número de funciones incompatibles entre sí, como las de líder heroico, administrador y tecnócrata, a las que se añaden las de experto en relaciones públicas, figura paternal y psicoterapeuta.
Salvador de Madariaga se ocupó del Nacionalismo-separatismo en una de sus crónicas emitidas por la Radiodiffusion Française en 1956 incluida en su libro General, márchese usted. Allí, al separatismo catalán lo considera aún más irresponsable que al vasco, aunque se abstenga de dar ejemplos por respeto a la sensatez de la mayoría de los catalanes. Enseguida añade que los disparates de los catalanes que disparatan no deben ofuscarnos hasta el punto de no dar oído a las razones de los catalanes razonables que son los más. Luego recomienda en estos problemas distinguir el núcleo de razón de la atmósfera de pasión y prejuicio que lo enmascara. Opina que, sumidos en su propia emoción, los catalanes no se dan quizá cuenta de lo irritante de esa atmósfera emotiva y de cómo dificulta ilustrar a los demás españoles sobre la justicia patente de su causa. Señala que entre las tendencias emotivas que inspiran y complican el separatismo late sin duda un deseo de sacudirse toda responsabilidad en el fracaso histórico de España. Y agrega que el intento es vano porque todos los españoles somos responsables de la historia de España y sólo escribiéndola con parcialidad manifiesta cabe encontrar una víctima expiatoria.

"Reconozcamos que, sumidos en una guerra de propaganda como en la desencadenada a propósito de la cuestión catalana, se comprueba, una vez más, la primacía de los aliados mediáticos sobre los aliados políticos"

El análisis de Madariaga tiene por objeto poner de manifiesto que tomar plena conciencia del irracionalismo, de la emotividad y del peligro real que encierra el separatismo, es compatible con el reconocimiento del derecho de vascos y catalanes a su máxima libertad dentro de la unión española. Y concluye que es menester que la libertad efectiva circule como una savia nueva por todo el cuerpo de España, de todas las Españas; para que todas las Españas vivan y se muevan. En la vertiente opuesta figura el espectáculo ofrecido los días 6 y 7 de septiembre por el Parlament que sintoniza con otro texto del mismo volumen "La libertad de los brutos", donde comenta en caliente un discurso que el titular de Asuntos Exteriores, Alberto Martín-Artajo, pronunció en 1955 ante la Cámara de Comercio Norteamericana referido a la libertad. Para el ministro "Todo hombre conoce dos clases de libertades: las libertades substantivas y congénitas y las llamadas secundarias o adjetivas. Entre las primeras figuran las libertades que distinguen al hombre del bruto, por ejemplo la de adorar a Dios, fundar un hogar, educar a los hijos, trabajar y vivir libremente en su casa según sus gustos y posibilidades. Entre las segundas, las libertades de orden inferior, se pueden citar la libertad de fundar partidos, la de declararse en huelga, la de crear sindicatos independientes y la de prensa".
La cita de Martín-Artajo continuaba: "El español goza de todas las libertades fundamentales: puede vivir, trabajar, comer, casarse, etc. Tan sólo se ve privado de ciertas libertades secundarias, la de prensa, la de partido, la de huelga, etc. Quienes basándose en estos hechos dicen que el español no es libre, olvidan o fingen olvidar la exacta significación de esta palabra mágica: la libertad". Madariaga concluía que "Ahora, por fin, logramos saber por qué en Yugoespaña no se permite la libertad de prensa o de partido o de huelga: para que nadie tome a los españoles por brutos animales los cuales, como es sabido, se mueren por los periódicos, se dividen en liberales y conservadores y se declaran en huelga a la menor ocasión". Se diría que por esa senda podrían caminar también Carles Puigdemont y Oriol Junqueras con su particular versión del "todo por la patria", a base de Catalonia first y Make Catalonia great again”. Porque están dando a entender que ante el magno proyecto de la construcción nacional todo lo demás incluidas las libertades decae y palidece.

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