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REVISTA78-PRINCIPAL

ENSXXI Nº 78
MARZO - ABRIL 2018

Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR
Periodista



Uno de los aforismos de Karl Kraus (Gischin, 1874 - Viena, 1936) que traducidos por Jesús Aguirre, duque de Alba, fueron compendiados en el volumen Contra los periodistas y otros contras sentencia: "Ahora el que exagera, puede ser sospechoso fácilmente de decir la verdad. El que inventa, de estar informado". Sucede que el vocablo ahora funciona en dicha frase como un adverbio de tiempo con el significado de en el momento presente. Ese presente en el que fue escrito es necesariamente anterior a la fecha de su muerte, es decir, que tiene cumplidos más de 82 años, el texto se originó cuando aún faltaban muchas décadas para el advenimiento digital por completo fuera de programa pero al que el aforismo transcrito pareciera estar exorcizando. Lo cual viene a probar una vez más que exageraciones e inventos son de todas las épocas, o si se prefiere que el cambio acelerado de las tecnologías ha dejado intocadas las pasiones del ser humano.
Para comprobar la inmutabilidad de las pasiones bastaría que nos asomáramos a las Sátiras, Epístolas y Arte Poética de Horacio en su premiada versión de José Luis Moralejo publicada en la Biblioteca Clásica Gredos. Allí, en la introducción al Libro Primero, fechada sobre el año 37 de nuestra era la dedicatoria a Mecenas resume dos temas tradicionales de la diatriba estoico-cínica: el descontento con la propia suerte y la avaricia, en la variante del afán de tener más que nadie. En resumen, Horacio deja claro que todos los hombres se quejan de su posición en la vida y que envidian la de los otros pero que si se les ofreciera cambiarla no querrían. La preocupación por devenir paupérrimos cuando llegue la senectud es muy anterior a las campañas de las compañías de seguros para incitar a suscribir fondos de pensiones. Nuestro autor escribe con veinte siglos de anticipación cómo todos se afanan en el oficio que tienen en la esperanza de ahorrar lo bastante para cuando sean viejos y en aras de calmar esa angustia buscan de modo incesante ganancias sin reflexionar de qué les sirve acumularlas de modo ilimitado. Cuestión distinta es que en el actual debate sobre la (in)sostenibilidad del sistema público de pensiones los gobernantes que han consumido el fondo de reserva se descaren animando a quienes ni siquiera llegan a fin de mes para que ahorren y contraten planes privados complementarios.

"'Ahora el que exagera, puede ser sospechoso fácilmente de decir la verdad. El que inventa, de estar informado'"

En cuanto a la aceleración como rasgo definitorio de nuestra época se recomienda la lectura de Contra el tiempo. Filosofía práctica del instante, de Luciano Concheiro, finalista del Premio Anagrama de Ensayo. Sus páginas alertan de la sucesión constante de eventos que se desplazan uno a otros rápidamente sin dirección hacia lugar alguno, en un ciclo interminable cuyo único elemento constante es la aceleración. Como una rueda de hámster que gira a gran velocidad sin desplazarse configurando una época de inmovilidad frenética. Nuestro autor explora el impacto de la aceleración en la política y cómo ha fomentado el oportunismo cortoplacista en conexión con los medios de comunicación. También ha investigado cómo la aceleración ha dado lugar a un tipo de subjetividad definida por la dispersión, el estrés, la ansiedad, la necesidad de sustancias estimulantes y entregada a las prisas. De modo que al final lo que caracteriza a cada cultura es una determinada experiencia del tiempo y es imposible generar una nueva cultura sin una modificación de esa experiencia. Por esa senda aparece la tarea pendiente de inventar una nueva máquina, la Máquina de la Lentitud, de la que habla Vivian Abenshushan, capaz de desacelerar el tiempo devolviéndonos al slow movement que ralentizaría el ritmo de producción y de consumo y conduciéndonos a otro modo de progreso y desarrollo argumentado en la encíclica Laudatio si del Papa Francisco.
Lo primordial sería, según Concheiro, hacer surgir una temporalidad que dislocara la aceleración y nos permitiera experimentar el instante, definido como ese momento de pura presencia en el que los minutos dejan de transcurrir, en el que la velocidad es algo imposible. De este contraste de aceleración y freno escribe Milan Kundera en su novela La lentitud cuando se refiere a la mecánica existencial donde la búsqueda de la velocidad es el recurso para instalarse en la amnesia mientras que la lentitud conduce a la autoconciencia. Pero también protegerse contra las manipulaciones. En uno de los cuentos recopilados en el volumen Nocturno hindú de Antonio Tabucchi se comenta un libro de fotografías de Christine "que empezaba con una ampliación donde se ve el busto de un joven negro, únicamente el busto; una camiseta con un letrero publicitario, un cuerpo atlético, en el rostro la expresión de un gran esfuerzo, las manos levantadas como en señal de victoria: está evidentemente llegando a la meta, por ejemplo de los cien metros". La segunda fotografía "era la fotografía de cuerpo entero. A la izquierda se ve a un policía vestido de marciano, lleva un casco de plexiglás sobre la cara, botas altas, empuña un fusil. Y muestra una mirada feroz bajo su visera. Está disparando al negro. Y el negro está huyendo manos arriba, pero ya está muerto: un segundo después de que yo hiciese clic ya estaba muerto". Christine aclara que el libro se titulaba Sudáfrica y que tenía una única leyenda bajo la primera fotografía, la de la ampliación, del siguiente tenor literal: Méfiez-vous des morceaux choisis (Desconfíe de fragmentos escogidos).
La película Sin rodeos de Santiago Segura con Maribel Verdú y Cristina Pedroche hace unos apuntes cómicos tomados del natural a propósito de cómo afecta el modo de empleo del smartphone, entre la conexión y la adicción. Un hábito que tiene bien analizado José María Castillo para mostrar los efectos que se derivan en muy diferentes campos. El estudio permite observar cómo un instrumento puede modificar la conducta de quien lo utiliza. Marshall McLuhan ya hizo una primera aproximación al sentenciar que "damos forma a nuestras herramientas, luego ellas nos dan forma a nosotros". La física cuántica estableció la interacción entre el instrumento de medida o de observación y el fenómeno que se quiere medir u observar a la que se refiere el principio de incertidumbre de Heisenberg, según el cual la observación o la medida de la magnitud de un fenómeno, lo altera. Pero al narrador periodista de todas maneras se le exige que cumpla sus deberes de objetividad, es decir, que distorsione lo menos posible el objeto de conocimiento. Lo cual significa que la observación debe afectar lo mínimo posible tanto a lo observado como al observador.

"La preocupación por devenir paupérrimos cuando llegue la senectud es muy anterior a las campañas de las compañías de seguros para incitar a suscribir fondos de pensiones"

Del mismo modo en el ámbito de la información tenemos averiguado que ningún hecho permanece invariable después de haber sido difundido como noticia. Esa invariancia o impasibilidad de los protagonistas de la noticia es insostenible, una vez perdido el confort de la insonoridad y de las sombras y advertida en la mirada de los otros, ya sea insolente o compasiva, que se encuentran al corriente de lo que al dejar de ser materia reservada se ha incorporado al conocimiento público. Es decir, que cualquier realidad sometida a un proceso de difusión queda alterada de manera proporcional a la escala en que haya sido difundida. Jean Baudrillard lo tiene bien explicado en su libro La ilusión del fin cuando señala cómo la información puede interferir con los acontecimientos de los que da cuenta en estricta simultaneidad a su ocurrencia y producir un cortocircuito que resulte en oscuridad desinformada.
Pero volvamos al Smartphone y examinemos su condición de plataforma reclamante de atención permanente y de pasarela favorecedora de cualquier exhibicionismo que impulsa a los usuarios a competir en una espiral degenerativa insaciable, sin tomar en consideración las consecuencias irreversibles que irremediablemente se derivan. Nada hay que objetar al instrumento en sí, ni a las ventajas y posibilidades que brinda. Pero evitar contraindicaciones requiere atender al axioma farmacéutico según el cual "no hay venenos, solo hay dosis venenosas dependiendo de la naturaleza de las sustancias". Se impone distinguir entre conexión y adicción y precisar cómo la saturación de informaciones desestructuradas aumenta el nivel de ruido y el estruendo lleva a la confusión del receptor. Porque, igual que en las inundaciones que todo lo anegan lo primero y más grave que falta a quienes tienen el agua al cuello es agua de boca potable, en las inundaciones noticiosas la carencia de información descontaminada e inteligible nos sume en una vulnerabilidad espantosa. José María Castillo describe los nuevos hábitos de la generación que llega y nos lleva de paseo por fenómenos como el de la omnipresencia de la cámara, la obsesión por actuar en las redes sociales, la pérdida de concentración, la disminución de la comprensión lectora o del rendimiento en el estudio. Consecuencias de enfocar la atención de modo simultáneo a diferentes tareas con detrimento de la calidad de ejecución de cada una de ellas. Continuará.

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