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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR
Periodista


Siempre quejándonos de que los políticos incumplen las promesas de los programas electorales y ahora llega Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos de América y siembra el espanto por apresurarse a poner en práctica todo aquello que anunciaba durante su campaña de las primarias para ser designado candidato del Partido Republicano y aún más durante su pugna con Hillary Clinton, la candidata del Partido Demócrata, en las elecciones presidenciales de noviembre. Imposible que sus votantes se hayan llamado a engaño ni tengan razón alguna para solicitar el libro de reclamaciones. Trump está haciendo a toda velocidad lo que anunciaba a voz en grito suscitando los aplausos entusiastas de sus seguidores, esos seres insaciables que siempre quieren que dé más caña al adversario.
Habrá por tanto que reconocerle a Trump el mérito o demérito de la coherencia insolente y recordar cómo del mismo modo que sin un coeficiente de rozamiento sería imposible que anduviéramos, también sucede que un individuo que careciera de un cierto coeficiente de incoherencia quedaría excluido de engarzar en la sociedad. Porque es un hecho adquirido que los seres humanos coherentes al ciento por ciento se tornan elementos extremadamente peligrosos para sus semejantes. De ahí que en cuanto se detecta su presencia se proceda a reclamar los servicios de asistencia urgente para que se ocupen de su reclusión en los frenopáticos.

"Trump está haciendo a toda velocidad lo que anunciaba a voz en grito suscitando los aplausos entusiastas de sus seguidores, esos seres insaciables que siempre quieren que dé más caña al adversario"

Como ha descrito un amigo periodista en el programa informativo Hora 14 de la Cadena Ser, el caso de Donald Trump es por completo excepcional. Al actual presidente de los Estados Unidos de América, le vemos, oímos y leemos empeñado en seguir haciendo las delicias de sus fanáticos sin que al sentarse en el despacho oval de la Casa Blanca, con el teléfono rojo a un lado y el tuit al otro, le haya sobrevenido ni el más leve atisbo de esa gracia de estado que mencionaba el catecismo de la doctrina cristiana del padre Ripalda. Por eso, sería un desatino concederle a Trump tregua alguna, ni de cien ni de un día. Correríamos el riesgo de que antes de concluir hubiera acabado con todo y con todos.
David Cay Johnston en su imprescindible apunte biográfico titulado Cómo se hizo Donald Trump editado por Capitán Swing Libros compendia treinta años de observación atenta del personaje y recuerda que en junio de 2015, cuando anunció su campaña en el auditorio de la Trump Tower, utilizó las mismas denuncias despiadadas contra los mexicanos, los musulmanes, los medios de comunicación y los periodistas que renueva en estos días inaugurales de su mandato. Esa persistencia en buscar el aplauso popular como premio a la expresión de sus mayores vilezas consigue el efecto colateral de amedrentar a los agredidos haciéndoles sentirse como réprobos y llevándoles, como advierte Milan Kundera, a buscar de manera incansable su culpa.
Pero, más allá de las maneras de patán que le han criticado sus compatriotas, merece un cuidadoso análisis que haya elegido como enemigos a los mexicanos y a México, a la prensa y a los periodistas y que nos esté llevando al mundo orwelliano de la neolengua y de los datos alternativos, cuyas coordenadas quiere descodificar el público que ha convertido 1984 en el nuevo best seller. Los asesores de Trump quieren revestir la negación de la evidencia, que situábamos en el tercer grado de la intoxicación etílica justo antes del Asturias patria querida, con un halo poético a la manera de Claudio Rodríguez en su libro El don de la ebriedad.
Las gentes más prestigiosas como Masha Gessen en el NYRB se sienten avergonzadas por el discurso de inauguración de Trump, todo un sinsentido lleno de mentiras y sentimientos de venganza. Pero a David Cay Johnston, doctor en cuestiones de trumpismo en absoluto le sorprende la elección de sus víctimas. Atacar a los periodistas acusándoles de ser injustos o prohibiendo la presencia de los desafectos en sus actos por haber informado de algo o por el modo de haberlo hecho acaba influyendo en la cobertura periodística que se le presta y consigue dividir a los periodistas porque los adictos calculan que a base de tributar adhesión inquebrantable conseguirán ventajas o exclusivas.
Que los medios de referencia y los periodistas repudiaran unidos el trato que están recibiendo es un horizonte improbable. La proximidad de la victoria induce actitudes como las que don Quijote advertía en su escudero cuando le decía "bien se ve Sancho que eres villano de los que gritan viva quien vence". En todo caso, la observación de la vida política nos había llevado a inferir un principio según el cual toda victoria política venía precedida de una renuncia proporcionada:
- Así fue con la socialdemocracia alemana que hubo de eliminar en el Congreso de Bad Godesberg de 1959 los maximalismos de su programa, por ejemplo el de la supresión de la Wehrmatch, para alcanzar la idoneidad que hizo posible formar la gran alianza con los cristianodemócratas en el Gobierno y conseguir en las siguientes elecciones la victoria suficiente para constituir un gobierno monocolor.
- Lo mismo sucedió con el Partido Socialista francés que en el Congreso del 24 de enero 1981, antes de las presidenciales que ganó François Mitterrand el 10 de mayo de ese mismo año, eliminó de su programa el objetivo de disolver la force de frappe, el arma nuclear gaullista merced a la cual París había obtenido el status de gran potencia y ejercía la llamada disuasión del débil al fuerte "ser capaz de infligir un daño inaceptable al enemigo más poderoso antes de que Francia quedara aniquilada”. Una propuesta en ese sentido venía siendo presentada en los congresos precedentes e irremisiblemente derrotada pero en esta ocasión el criterio se invirtió.

"Atacar a los periodistas acusándoles de ser injustos o prohibiendo la presencia de los desafectos en sus actos por haber informado de algo o por el modo de haberlo hecho acaba influyendo en la cobertura periodística que se le presta y consigue dividir a los periodistas porque los adictos calculan que a base de tributar adhesión inquebrantable conseguirán ventajas o exclusivas"

- También el PSOE en su Congreso Extraordinario de los días 28 y 29 de septiembre de 1979 retiró la definición marxista del Partido y luego ganó por mayoría absoluta las elecciones generales del 28 de octubre de 1982.
- En cuanto a los laboristas británicos, bajo el liderazgo de Neil Kinnock entre 1983 y 1992 fueron un ejemplo de coherencia y defendieron el desarme unilateral del Reino Unido mientras alejaban sus probabilidades de victoria electoral alguna. Solo cinco años después, en 1997, lograron una mayoría de escaños en la cámara de los Comunes y acceder al Gobierno de la mano de un nuevo líder como Tony Blair, quien se había olvidado de semejantes proclamas para lanzar con Anthony Guidens la llamada tercera vía. Y así sucesivamente.
El caso de Donald Trump queda sin duda fuera de la serie que se acaba de enumerar. Quien pensara por analogía que del mismo modo que el calor dilata los cuerpos, la proximidad y más aún el acceso al poder cambia la percepción de la realidad y altera las respuestas a sus estímulos despojándolas de sectarismos habrá visto desmentidas esas expectativas de modo rotundo en los días de aterrizaje que hemos vivido. También erraron quienes calcularon que el hábito podía hacer al monje y que el peso de la púrpura moderaría los desatinos de quien estaba siendo investido con ella.

"Iracundo proclamó que con él empezaba una nueva era, un nuevo milenio que dejaría huella perenne. Sus primeras palabras fueron una macedonia de sentimientos mal hilados, a base del credo y los artículos de la fe trumpista, amenazas varias, exaltación del proteccionismo e incitación a vengarse de sus críticos con el añadido de la peor zafiedad"

Ya al jurar su cargo como 45 Presidente de los Estados Unidos, en vez de atenerse a la pauta tradicional diseñada para escenificar la continuidad, prefirió dejarse llevar en un discurso de inauguración penoso donde presentaba una enmienda a la totalidad, proclamaba la ruptura abrupta, descalificaba a sus antecesores y en un arrebato adanista destrozaba la partitura de la sinfonía del nuevo mundo, de la nueva América, del nuevo destino manifiesto. Fue en vano porque sonaba a venganza, carecía de cualquier signo de novedad a lo Antonin Dvorak y se quedaba encerrado en el Bolero de Ravel, bajo la obsesión de reiterar los lemas de la campaña electoral.
Iracundo proclamó que con él empezaba una nueva era, un nuevo milenio que dejaría huella perenne. Sus primeras palabras fueron una macedonia de sentimientos mal hilados, a base del credo y los artículos de la fe trumpista, amenazas varias, exaltación del proteccionismo e incitación a vengarse de sus críticos con el añadido de la peor zafiedad. Pero aquella ceremonia pretendía, más que enmarcar el relevo del 44 al 45 Presidente, significar el traspaso del poder, que hasta ese glorioso momento había estado retenido por la apestosa clase política de Washington, al pueblo americano, a la gente olvidada que todo lo merece. Con haber denominado casta a los abusadores hubiera entrado en resonancia con los podemitas que habitan entre nosotros. Otra cosa es que a continuación los invitados de ese Washington vituperable y vituperado pasaran al sarao y al baile mientras el pueblo, "todo contento de ver tantas maravillas" como dice el poema de Felipe Mellizo, quedaba fuera.
En todo caso advertimos desde ahora, tanto al Departamento de Estado como al Pentágono, de que el error decisivo, el error Trump por antonomasia, sería enemistarse con México. Empobrecer y humillar al vecino del sur lo haría más peligroso y le cargaría de razón pura y práctica. Ignorar que desde hace años la mayor amenaza para Estados Unidos procede de los débiles sería gravísimo. Pío Cabanillas en una situación desconcertante comentaba "yo ya no sé si soy de los nuestros". Así se encuentran muchos de los mejores amigos norteamericanos, que lo han sido a todo riesgo y muchos otros que tienen probada su afinidad pronorteamericana, mantenida de modo invariable contra viento, incapaces de dar crédito a lo que está sucediendo desde la llegada a la Casa Blanca del Presidente Donald Trump. Al otro lado del Atlántico es hora de formar junto a Europa o de entregarse al disolvente ¡sálvese quien pueda!                                

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