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REVISTA110

ENSXXI Nº 123
SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2025

ciclo de conferencias
Revista El Notario del Siglo XXI - Canal YouTube
Por: ENRIQUE GIL BOTERO
Exministro de Justicia y del Derecho de Colombia. Exconsejero de Estado. Expresidente del Consejo de Estado. Excomisionado de la CIDH. Actual Secretario General de la COMJIB. Abogado y tratadista egresado de la Universidad de Antioquia


CONFERENCIA DICTADA EN EL COLEGIO NOTARIAL DE MADRID, SALÓN ACADÉMICO, EL 29 DE MAYO DE 2025

Gil Botero destacó en su conferencia que las migraciones han sido esenciales para la supervivencia y expansión de la humanidad, aunque hoy se enfrentan a criminalización y discursos xenófobos. Pese a ello, Europa requerirá 50 millones de migrantes en 25 años para mantener su economía. El gran desafío: conciliar derechos humanos y control fronterizo. Su advertencia: sin solidaridad global, el colonialismo económico y el envejecimiento poblacional agravarán la crisis humanitaria.

Quiero iniciar la conferencia citando y fundamentándome en esta primera parte en el autor Ian Goldin, quien en su libro: Breve Historia de las Migraciones señala que: “las migraciones permitieron al Homo sapiens poblar el mundo, y en un pasado lejano evitaron la extinción de la humanidad cuando éste se enfrentó a hambrunas y sequias”.
Ahora bien, los primeros humanos modernos salieron de África, la mayoría de los estudios sitúan nuestro origen en Etiopía y en el gran valle del Rift, de donde partieron para poblar el mundo, llevando en su ADN la movilidad, y seguro los humanos llegaremos a las estrellas.
Entre 1850 y 1930 fue la época más intensa de migración en la historia de la humanidad, alrededor de medio millón de europeos migraban cada año a Norteamérica, cifra que aumentó a más de un millón anual a principios del siglo XX. En un período de 65 años, unos 55 millones de europeos cruzaron el Atlántico para llegar a América. En algunos años cruzaron el océano más de 3 millones de migrantes.
Entre 1860 y 1920 la mayoría de los 30 millones de migrantes que llegaron a Estados Unidos procedían de los países menos industrializados como Escandinavia, Irlanda, Italia, España y Europa del Este.
Antes de 1914 la tierra era de todos. No había permisos ni visados como lo relata Stefan Zweig, en su libro El mundo de ayer: “Antes de 1914 yo viajaba de Europa a la India y a América sin pasaporte y sin haberla visto nunca, no había permisos ni visados”.

“Durante siglos, la migración fue un derecho natural: entre 1850 y 1930, 55 millones de europeos cruzaron el Atlántico sin pasaportes ni visados. Hoy, ese mismo acto se criminaliza”

El conflicto mundial de 1914 a 1918 dejó atrás los días en que los individuos y no los Estados podían decidir dónde vivir y trabajar. A partir de entonces un número creciente de países exigieron documentos, pasaportes y visados. En 1917, Francia empezó a exigir a todos los extranjeros un documento de identidad con fotografía, donde se indicará la nacionalidad y la profesión. Alemania y Gran Bretaña introdujeron normas similares. Se creó una distinción entre los de dentro y los de fuera, como señala Ian Goldin.
Nació así un “Darwinismo Social” que se utilizó para justificar el establecimiento de una sociedad estratificada, con los europeos blancos del norte en la cúspide y la percepción de amenaza que suponían los migrantes junto con teorías pseudocientíficas sobre la raza y prejuicios discriminatorios, pogromos salvajes.
Migrante: es hoy cualquiera que cruce una frontera internacional.
Realidad o ficción: la migración es un fenómeno muy incomprendido. Con títulos apocalípticos un sector o ideología predica que “la oleada de inmigrantes podría ser la mayor amenaza para Europa”. “Inmigrantes: la invasión ha comenzado”, advertencias, “xenofobias”, “invasiones”, “enjambres de migrantes africanos, etc.” Aunque políticamente convenientes, estas metáforas tóxicas son crueles y muy engañosas. Son sin lugar a duda una esquizofrenia social. Desconocen la realidad que confunden con el prejuicio.
Como señala Ferrajoli, el ius migrandi fue proclamado por Francisco Vitoria 40 años después del descubrimiento de América en las Relectiones de Indis, publicadas en Salamanca en 1539, como un derecho universal, tal vez el primer derecho natural, 100 años antes del derecho a la vida de Hobbes. El ius migrandi, fue puesto por Locke en la base del derecho a la supervivencia y figura hoy en el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Concluye Ferrajoli: “Hoy que el flujo migratorio se ha invertido, pues ya no son los europeos los que van a otros países para conquistarlos y saquearlos, sino que son gentes de países pobres los que migran a los países ricos, el ejercicio de este derecho ha pasado de ser, por ejemplo, en Italia, un delito. El resultado es una terrible catástrofe humanitaria”. Las democracias occidentales deberían como poco pagar los efectos del colonialismo.
De otro lado están quienes predican un mundo absoluto sin fronteras, lo cual también es una utopía por el momento. Es la otra forma de desconocer la realidad, sin embargo, hasta el siglo XX era la norma.
Entre dos extremos: la ideología liberal de izquierda y la ideología populista antiinmigración, ¿Dónde podemos encontrarnos? ¿Dejar que cada quien resuelva sus problemas? ¿Abrir las puertas de par en par -solidaridad- absoluta?
La Unión Europea y el espacio sin fronteras de Schengen son los mayores experimentos modernos de migración sin trabas. Esto ha permitido que más de 400 millones de personas puedan trabajar, estudiar y vivir sin obstáculos en más de 30 países, los 27 miembros de la UE, Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza. Cualquiera puede circular por los países firmantes del acuerdo sin control fronterizo alguno.

“El Banco Mundial calcula que el PIB global aumentaría en 356.000 millones de dólares con solo un 3% más de migrantes en países ricos. Sin embargo, persisten las metáforas tóxicas de ‘invasión’ y ‘amenaza’”

El futuro de la migración tiene tres perspectivas, la migración-económica, la migración-desarrollo y la migración-demográfica. Solo para estabilizar la población, la Unión Europea necesitará aceptar al menos 50 millones de inmigrantes extranjeros en los próximos 25 años, según la OCDE. Los niveles de fertilidad están cayendo por debajo de los niveles de reemplazo en más de la mitad de los países del mundo. El descenso de la fecundidad y el aumento del envejecimiento provocaran una mayor escasez de mano de obra y un cambio de actitud ante la migración.
Según un estudio del Banco Mundial, el PIB mundial podría aumentar en más de 356.000 millones de dólares en menos de una década si los países ricos incrementaran su población en tan solo un 3% a través de la migración. Se requiere un programa mundial de migración, que se plasme en un acuerdo internacional defendido por el derecho internacional, construido desde acuerdos bilaterales y regionales, como los que ya existen en la Unión Europea y en África Occidental, esto ante la inoperancia de Naciones Unidas. En síntesis, la migración puede ser muy beneficiosa no solo para los propios migrantes, sino también para los países que los envían y los reciben.
El incremento de los Estados fracasados no es una desgracia fortuita sino uno de los mecanismos mediante los que las grandes potencias ejercen su colonialismo económico. Bill Clinton, el 23 de octubre de 2008 ante la ONU, en su documento “La fastidiamos”, frente a la crisis global de alimentación, reconoció que, incluyéndose él cuando fue presidente: “todos la fastidiamos al tratar las cosechas como mercancías en lugar de hacerlo como un derecho vital de los pobres del mundo”. Esto porque entre más capitalismo global, más juegos geopolíticos, y enfatiza: “Quizá la solidaridad global sea una utopía, pero si no luchamos por ella, entonces estamos realmente perdidos, y merecemos estar perdidos”.
¿Acaso hoy día nosotros también “la fastidiamos”, como Clinton, en materia de movilidad humana?
Ahora bien, en cuanto al acceso a la justicia para los inmigrantes y demás grupos vulnerables, este es un derecho universal presupuesto de la civilidad de una forma de vida y de cultura donde la dignidad, la igualdad, la libertad y la solidaridad permiten que la democracia tenga la obligación ética y moral de asegurar su propia supervivencia, pues se levanta sobre el canon de valores de la ilustración, cuya validez es universal. En consecuencia, para los inmigrantes el derecho de acceso a la justicia y a través de él la protección y defensa de sus derechos humanos, no puede seguir siendo el derecho en el papel, se debe propender por el derecho en la vida y pasar de lo teórico a lo pragmático, de los enunciados y la retórica constitucional de los Estados y de los convencionalismos internacionales a la acción, pues más que un deber ser de ius cogens, es un pilar moral y ético de convivencia de la humanidad.
Por ello, el derecho internacional de los derechos humanos establece, sin ambigüedad, que los Estados tienen la obligación de respetar, proteger y cumplir los derechos de todas las personas, independientemente de su nacionalidad o estatus migratorio.
Sin embargo, el mismo marco jurídico internacional y europeo, reconoce y así es, que el Estado tiene la responsabilidad ineludible de proteger su integridad territorial y garantizar la seguridad de sus fronteras. Así pues, el control fronterizo, lejos de ser incompatible con los derechos humanos, debe ejercerse bajo los principios de legalidad, necesidad, proporcionalidad y respeto a la dignidad humana.

“El desafío no es elegir entre fronteras abiertas o seguridad, sino garantizar que el control migratorio cumpla con los derechos humanos”

Como hemos visto, los migrantes y solicitantes de asilo, en virtud de la normativa internacional y nacional, son titulares de derechos que deben ser reconocidos y protegidos en todo momento. No obstante, el reconocimiento de estos derechos lleva aparejado el cumplimiento de una serie de obligaciones.
Los migrantes y solicitantes de protección internacional deben respetar las leyes y normas del país de acogida, conservar la documentación que acredite su identidad y situación y presentarse ante las autoridades cuando así lo requiera la normativa interna.
El ejercicio de sus derechos no exime del cumplimiento de las obligaciones legales, como el respeto al orden público, la colaboración con las autoridades y la observancia de los procedimientos administrativos y judiciales establecidos para la regularización de su situación.
El equilibrio entre derechos y obligaciones es esencial para la convivencia y la inclusión.
El desafío para los Estados reside en encontrar el punto de equilibrio entre la protección de los derechos humanos y la gestión eficaz de sus fronteras. La gestión de las fronteras no puede justificar la vulneración de derechos, pero tampoco puede ignorar la necesidad de mantener la seguridad y el orden público, especialmente ante amenazas graves o situaciones excepcionales.
Como conclusión, debemos concientizarnos de que el amparo universal de los de los derechos de los migrantes no es solo una exigencia ética, moral y legal, sino también una obligación jurídica y política de los Estados. La protección de los derechos humanos y la seguridad de las fronteras no son objetivos excluyentes, sino complementarios.
En definitiva, el verdadero reto de nuestro tiempo es lograr que la protección de los derechos de los migrantes y la gestión responsable de las fronteras se conviertan en dos caras de la misma moneda: la de una humanidad que, sin renunciar a la seguridad, no abdica jamás de la justicia y la dignidad.

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