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REVISTA110

ENSXXI Nº 113
ENERO - FEBRERO 2024

Por: JOSÉ IGNACIO CONDE-RUIZ
FEDEA, Universidad Complutense de Madrid y ESADE


CONGRESO NOTARIAL

Antes de que la crisis ocasionada por la COVID-19 irrumpiera en nuestras vidas, nuestro sistema de pensiones se encontraba en pleno proceso de adaptación a la nueva realidad demográfica con una longevidad que no paraba de crecer. En este artículo empezaré analizando por qué los sistemas de pensiones de reparto, como el español, se han desajustado financieramente desde su creación. Luego, explicaré que, aunque se han hecho importantes reformas como la de 2011 ó 2013, el sistema se encuentra en un momento crucial, con el objetivo de aunar suficiencia (actualizando las pensiones con la inflación) y sostenibilidad financiera de largo plazo. Para terminar, expondré cuál es desde mi punto de vista la reforma y las condiciones para conseguirlo y reflexionaré sobre cuál ha sido el principal impacto de esta pandemia sobre la hoja de ruta fijada antes de que apareciera.

¿Por qué los sistemas de pensiones de reparto tienen que adaptarse a la nueva realidad demográfica? ¿Qué ha pasado?
Los sistemas de pensiones en los países industrializados nacieron a principios del siglo XX. Sin embargo, lejos de ir adaptándose a los cambios en la longevidad, podemos afirmar que la demografía y el diseño del sistema de pensiones evolucionaron en direcciones opuestas. Para entenderlo veamos cuál es el origen y cómo han evolucionado la edad de jubilación legal y la edad de jubilación anticipada.
Por un lado, todos los sistemas de pensiones establecieron desde su origen, a principios del siglo XX, la edad legal de jubilación en 65 años. ¿Por qué 65 años? Una teoría, posteriormente puesta en duda, argumentaba que el primer sistema introdujo la edad de 65 años porque era la edad de Otto von Bismarck (el creador del primer sistema de pensiones en el mundo) y con ella pretendía retirar a sus competidores electorales que eran mayores que él. Sea como fuere, lo cierto es que todos los sistemas de pensiones siguieron el ejemplo alemán y pusieron la fecha de caducidad de la empleabilidad del ser humano a los 65 años. Pero es importante tener en cuenta que, a principios del siglo XX, la esperanza de vida al nacer era de aproximadamente 52 años, solo el 45% de cada generación alcanzaba la edad de 65 años y una vez cumplidos, su esperanza de vida era de 11 años.

“La historia de las pensiones en el siglo XX se resume en que a medida que aumentaba la longevidad, el diseño de las pensiones facilitaba la salida del mercado laboral a edades cada vez más tempranas”

Por otro lado, los programas de jubilación anticipada se introdujeron entre 1961 y 1977. Con el objetivo de hacer frente a la crisis económica o las profundas reconversiones industriales, muchos países introdujeron generosos programas que permiten a los trabajadores acceder a la pensión pública antes de la jubilación legal a los 65 años. Específicamente, entre 55 y 60 años, dependiendo del país. Sin embargo, en los años 70, la esperanza de vida al nacer era de 73 años, aproximadamente el 70% de cada generación alcanzaba la edad de 65 años y una vez alcanzada esa edad su esperanza de vida era de 15 años.
Es resumen, cuando el aumento de la esperanza de vida permitió que el 70% de cada generación alcanzara la edad de 65 años, y una vez alcanzada esa edad, la supervivencia pasara de 11 a 15 años, los países introdujeron la posibilidad de la jubilación anticipada. La historia de las pensiones en el siglo XX se resume en que a medida que aumentaba la longevidad, el diseño de las pensiones facilitaba la salida del mercado laboral a edades cada vez más tempranas. La combinación de ambas realidades ha duplicado la duración del periodo de jubilación, que ha aumentado en 10 años, 4 años por el aumento de la longevidad y 6 años por las prejubilaciones, para un número cada vez mayor de jubilados.
Es fácil darse cuenta que esta dinámica hace insostenible los sistemas de pensiones de reparto como el nuestro. Por ello, desde el inicio del siglo XXI, todos los países han empezado a reformar los sistemas de pensiones para adaptarlos a la nueva demografía y más específicamente a la nueva longevidad. En primer lugar, y casi unánimemente en todos los países, se ha ido posponiendo gradualmente la edad de jubilación hasta los 67 años. Esto no es sorprendente si consideramos que la longevidad continúa su imparable progreso. En la actualidad, casi el 90% de cada generación alcanza los 65 años de edad y una vez alcanzada, la esperanza de vida es superior a 20 años. Además, las proyecciones demográficas sitúan la esperanza de vida a los 65 años en más de 24 años.

¿En qué lugar se encuentra el sistema de pensiones en España?
Como he indicado anteriormente el sistema de pensiones español se encuentra en un proceso de adaptación a la nueva realidad demográfica. El reto demográfico, dada la intensidad del proceso de envejecimiento que tenemos por delante, es inmenso. No obstante, las reformas de 2011 y de 2013 han empezado a adaptar el sistema de pensiones a esta nueva realidad demográfica. En la primera reforma de 2011 se aprobó la modificación simultánea de dos parámetros clave del sistema: la ampliación del período de cálculo de la pensión (número de años que se tienen en cuenta para calcular la pensión), pasando de 15 a 25 años, y el retraso en la edad de jubilación, de los 65 a los 67 años. Esta reforma, conseguida además dentro del consenso del Diálogo Social y de efectos muy positivos según todos los estudios solventes, tan solo era capaz de solucionar, sin embargo, un tercio de los problemas de sostenibilidad financiera futura. La reforma de 2013, suspendida los tres últimos años, introducía un factor de sostenibilidad y una nueva forma de revalorización de las pensiones ligada a una restricción presupuestaria inter-temporal, que ante la ausencia de nuevas reformas condenaba a las pensiones a una congelación perenne. Hacer recaer en el nuevo índice de revalorización la mayor parte del coste de ajuste fiscal fue el principal error de la reforma de 2013. En el sentido de que trasladaba a los jubilados todo el peso del ajuste del gasto, congelándoles prácticamente la pensión de forma indefinida. Al mismo tiempo, el principal acierto de dicha reforma de 2013 fue establecer la idea de hacer cumplir de forma transparente una restricción presupuestaria inter-temporal para garantizar la sostenibilidad de las pensiones.

“El principal reto del sistema, antes y después de la llegada de la pandemia, es encontrar el consenso político para implementar las medidas necesarias para hacer compatible que las pensiones no pierdan poder adquisitivo y al mismo tiempo que el sistema sea sostenible”

El principal reto del sistema, antes y después de la llegada de la pandemia, es encontrar el consenso político para implementar las medidas necesarias para hacer compatible que las pensiones no pierdan poder adquisitivo (para garantizar la suficiencia) y al mismo tiempo que el sistema sea sostenible (o cumpla la restricción presupuestaria inter-temporal establecida en la reforma de 2013).
A la hora de buscar este consenso, es importante tener en cuenta el orden de magnitud del que estamos hablando. Si volvemos a actualizar las pensiones con el IPC, el desajuste entre ingresos y gastos será tan grande en las próximas décadas -entre 4 y 6 puntos de PIB según el escenario demográfico que usemos- que será necesario conseguir un gran pacto nacional por las pensiones entre las principales fuerzas políticas, para actuar en las siguientes tres dimensiones, con distintas implicaciones sobre las generaciones.

¿Cómo debería ser la reforma del sistema para conseguir unas pensiones suficientes y sostenibles?
Para adaptar nuestro sistema a la nueva longevidad, la edad efectiva de jubilación, de una forma u otra, debe estar relacionada con la esperanza de vida en cada momento. Es decir, la edad de jubilación, aunque de forma flexible, debe aumentar paralelamente a medida que aumente la longevidad. Y, por otro lado, una vez alcanzada la jubilación, se debe permitir la plena compatibilidad entre la percepción de la pensión y el salario. No tiene sentido que los trabajadores pasen de trabajar a jubilarse en una sola noche, sino que habrá una reducción gradual de la jornada laboral. Y es en este período de transición donde permitirá complementar el salario con la pensión. En mi opinión, la mejor forma de conseguir aunar la suficiencia y la sostenibilidad es introducir una reforma con los siguientes tres elementos.
En primer lugar, la reforma debería afectar lo menos posible a los actuales jubilados por dos motivos. Primero, el más importante, porque los jubilados ya no tienen capacidad para adaptar sus decisiones de ahorro y empleo a los cambios en el sistema de pensiones. Y sería injusto, y seguramente ineficiente, cambiarles drásticamente, y en mitad de su etapa de jubilación, su pensión. Segundo, para hacer la reforma políticamente sostenible. No podemos olvidar que la población jubilada constituye el principal activo electoral de cualquier partido político y que por el efecto del envejecimiento irá en aumento en las próximas décadas.

“Para adaptar nuestro sistema a la nueva longevidad, la edad efectiva de jubilación, de una forma u otra, debe estar relacionada con la esperanza de vida en cada momento”

En segundo lugar, transformar nuestro sistema de pensiones en uno de cuentas nocionales, donde la pensión que percibe el trabajador será menos generosa que la que percibe actualmente, en el momento del alta. Este nuevo sistema más sostenible debería entrar en vigor para los trabajadores menores de una determinada edad. Los trabajadores, por encima de esta edad, podrán tener libertad para elegir si quieren que se les calcule la pensión con el viejo sistema o con el nuevo. El nuevo sistema de cuentas nocionales, debe ser muy flexible y permitir de una forma justa y transparente que los trabajadores que lo deseen, alarguen su etapa laboral, y así evitar la caída en su pensión inicial. Este sistema facilita sustancialmente y de forma más justa los mecanismos de compatibilización para trabajar y percibir la pensión. Además, para preservar el grado de redistribución intrageneracional del sistema de pensiones actual, el nuevo sistema de cuentas nocionales también debería contar con una pensión mínima y máxima.
En tercer lugar, en el periodo transitorio hasta que un porcentaje suficientemente alto de las nuevas jubilaciones vengan del nuevo sistema de cuentas nocionales, será necesario dotar de más ingresos al sistema. O, dicho de otra forma, dotar al sistema de más ingresos, de forma transitoria, para ayudar a financiar la jubilación de los “babyboomers”. Una forma de justificar el uso de ingresos públicos, no provenientes de las cotizaciones y no afectar a la naturaleza contributiva del sistema, es hacerlo como compensación por los años donde las cotizaciones sociales de los trabajadores financiaron la sanidad pública en España.

¿Qué ha cambiado con la pandemia?
Los grandes retos de largo plazo del sistema de pensiones siguen siendo los mismos que teníamos antes de la aparición de la COVID-19. La pandemia ha deteriorando aún más el déficit corriente del sistema de pensiones, que no podemos olvidar que desde el año 2011 se sitúa en el entorno del 1,5% del PIB. Es decir, nuestro sistema de pensiones sigue teniendo los mismos problemas de sostenibilidad, pero ahora tenemos menos margen de maniobra y, por lo tanto, menos tiempo.

“La pandemia ha deteriorando aún más el déficit corriente del sistema de pensiones, que no podemos olvidar que desde el año 2011 se sitúa en el entorno del 1,5% del PIB”

Se hace más urgente que nunca buscar el consenso político necesario para implementar una reforma que haga compatible la suficiencia con la sostenibilidad y no podemos olvidar que cuanto más retrasemos la reforma, más injusta será pues afectará a trabajadores más cerca de la edad de jubilación y por lo tanto con menor capacidad de adaptación. Si no somos capaces de encontrar un gran pacto político para garantizar la sostenibilidad las pensiones para preservarlas a las futuras generaciones en estos momentos, ¿cuándo?

Palabras clave: Sostenibilidad financiera, Longevidad, Sistema de pensiones de reparto.

Keywords: Financial sustainability, Longevity, PAYG pension system.

Resumen

Antes de la crisis Covid 19, nuestro sistema de pensiones se encontraba en pleno proceso de adaptación a la nueva realidad demográfica con una longevidad que no paraba de crecer. En este artículo el autor analiza por qué los sistemas de pensiones de reparto, como el español, se han desajustado financieramente desde su creación. Analiza que, aunque se han hecho importantes reformas como la del 2011 ó 2013, el sistema se encuentra en un momento crucial, con el objetivo de aunar suficiencia (actualizando las pensiones con la inflación) y sostenibilidad financiera de largo plazo. Finalmente expone cuál es la reforma y las condiciones para conseguirlo reflexionando sobre cuál ha sido el principal impacto de esta pandemia sobre la hoja de ruta fijada antes de que apareciera.

Abstract

Before the Covid-19 crisis, Spain’s pension system was in the process of adjusting to a new demographic situation involving constantly increasing levels of longevity. In this article, the author examines why pay-as-you-go pension systems like ours have fallen into financial disarray since their inception. He finds that although important reforms have been undertaken, such as those in 2011 and 2013, the system is at a crossroads, as it aims to combine sufficiency (updating pensions with inflation) and long-term financial sustainability. Finally, he explains what reform is and the conditions to achieve it, and considers the pandemic’s major impact on the roadmap which was established before it appeared.

 

 

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