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REVISTA101

ENSXXI Nº 101
ENERO - FEBRERO 2022

Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR
Periodista


LA PERSPECTIVA 

El cuento anónimo de Los tres cerditos y el lobo feroz forma parte de la literatura popular infantil al menos desde el siglo XIX. Ahora Carles Cano y Oliverio Dumas anticipándose al ministro de Consumo, Alberto Garzón, lo han reescrito invirtiendo los papeles de forma que los lobos pasan a ser tres y merced a la adición del diminutivo se convierten en lobitos, más cerca de los lobeznos que de los lobatos, sugiriendo su carácter inofensivo.

Es la vuelta al juego infantil de “cinco lobitos tiene la loba, blancos y negros, detrás de la escoba”. Porque la aplicación del diminutivo hace que los agraciados dejen de infundir sospechas de albergar rastro alguno de esa ferocidad que por naturaleza corresponde al lobo, la cual aquí se traspasa íntegra al cerdo singular, erigido en contrapunto a tenor de la versión moderna del cuento, titulada Los tres lobitos y el cerdo.
Vayamos ahora hacia el cerdo, cuyas válvulas y corazones son trasplantables a los humanos, no hay en esta historia reconocimiento por los servicios prestados, buena prueba de ello son las macrogranjas que les esperan. O sea, que los tres cerditos de la versión original, con los cuales empatizábamos gracias al diminutivo, quedan transformados sin más en el cerdo, cuya imagen sebosa y pestilente acaba de ser actualizada por la mencionada arremetida ministerial. Falta aquí una explicación que dé cuenta de cómo ha cambiado en estos años la galería de animales que frecuentan los niños y averiguar desde cuándo los dinosaurios han pasado a ser la referencia dominante, cuando nunca los niños los han tenido a la vista en los zoológicos, mientras seguimos esperando un estudio que confirme o refute si Walt Disney es el mayor corruptor de menores, como sostenía Ferlosio.

“Del cerdo, cuyas válvulas y corazones son trasplantables a los humanos, no hay en el cuento reconocimiento alguno por los servicios prestados, buena prueba de ello son las macrogranjas que les estamos preparando”

En todo caso, el intento de hacer del lobo una criatura encantadora ha debido sobreponerse a una larga y fundada tradición adversa, entre cuyos hitos figura la fábula de Esopo de “el pastor mentiroso”, así como el homo homini lupus de Plauto, en el siglo II a.C., que hizo suyo Thomas Hobbes y sobre el que edificó el Leviatán. Porque desde aquellos tiempos estaba adherido de modo inseparable al lobo el carácter de fiera. El cuento de Esopo refiere cómo un joven pastor que apacentaba sus ovejas pedía socorro al grito de ¡que viene el lobo!, al que decía haber avistado con grave peligro para su rebaño. Y el lobo como amenaza sigue aún vigente en tierras de Castilla y León, al norte del Duero donde, sin embargo, las presiones ecologistas han logrado que sean prohibidas las batidas que los ganaderos hacían contra estas alimañas, declaradas ahora especie amenazada y, en consecuencia, protegida.
Los lobos llegaron hace solo cuatro meses al Boletín Oficial del Estado en atención a la vulnerabilidad que les atribuye la Orden del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico TED/980/2021, de 20 de septiembre, por la que se modifica el Anexo del Real Decreto 139/2011, de 4 de febrero, para el desarrollo del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial y del Catálogo Español de Especies Amenazadas, donde quedaron incluidos. Pero, mucho antes habían tenido de su parte a San Francisco de Asís en el siglo XIII, quien se dirigía a la fiera como hermano lobo, y todavía en el siglo pasado al inolvidado Félix Rodríguez de la Fuente, cuya ausencia nadie ha cubierto.
Conforme aclara la citada Orden, “la Dirección General de Biodiversidad, Bosques y Desertificación del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico recibió y tramitó una propuesta proveniente de la Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico (ASCEL) para la inclusión de todas las poblaciones del Lobo (Canis lupus) presentes en España en el Catálogo en la categoría ‘Vulnerable’ o, en su defecto, en el Listado”, dado que hasta esa fecha solo las poblaciones de Canis lupus al sur del Duero se encontraban incluidas en el Listado.

“O sea, que, mucho jamón ibérico, mucha pata negra, pero en la lista del patrimonio cultural y científico sólo hay lugar para su antagonista el lobo”

Reconozcamos también que el MITECO consultó como es preceptivo al Comité Científico, que recomendó incorporar todas las poblaciones españolas de esta especie en el Listado, al considerar su importancia como patrimonio cultural y científico, así como por los servicios ambientales que produce la presencia de este carnívoro en los ecosistemas. Además, la tramitación de esta propuesta recibió la aprobación por parte de la Comisión Estatal para el Patrimonio Natural y la Biodiversidad. O sea, que, mucho jamón ibérico, mucha pata negra, pero el patrimonio cultural y científico cae por completo del lado de su antagonista el lobo.
Momento de volver a Esopo, para observar el comportamiento de quienes oyeron los gritos de auxilio del pastor y salieron a la carrera en su ayuda hasta llegar al lugar desde donde debería haber sido avistada la fiera y comprobar que habían sido engañados. Por eso, tiempo después, cuando el lobo vino de verdad, con sus fauces amenazantes, la ayuda que volvió a pedir nuestro pastor quedó sin respuesta por parte de los vecinos, quienes escarmentados hicieron oídos sordos al auxilio solicitado, pensando que se trataría de otra broma. Así, el lobo arremetió contra las ovejas, dejando al pastor aterrado y arrepentido de haber asustado en falso con algo tan peligroso como un lobo en campo abierto. Porque, como sabemos, el ataque del lobo no supone una res muerta y devorada; sino que de un solo asalto puede acabar con la vida de una docena de ovejas y dejar a otras tantas heridas de muerte.
Enseguida veremos que nuestros autores -Carles Cano y Olivero Dumas- aprovechan el viaje para indoctrinar desde el primer momento a los pequeñuelos a quienes se dirigen. En efecto, sin reparo ni demora alguna, empiezan su narración valiéndose del verbo traspunte -“Había una vez tres lobitos…”- que otorga unidad al texto y le mantiene comunicado entre sus partes, creando un espacio de ficción donde el lector es llevado de aquí para allá con la imaginación mediante las indicaciones del lenguaje. Porque “el verbo traspunte y el artículo traspunte no solo ponen en escena a ‘un pobre leñador’ sino que ponen también la escena misma”, como sostiene Ferlosio en línea con Bühler para quién desde el punto de vista de la experiencia psicológica, este efecto causado por el comienzo de los cuentos es una “transposición”, esto es, un trasladarse el sujeto de su presente físico al lugar imaginario de la ficción narrativa.

“Moraleja: ¡Ojo al cerdo! ejecutivos de las multinacionales, tan listos como os creéis. Basta un cerdo pestilente suficientemente enconado para llevaros a los tribunales y que acabéis en reclusión penitenciaria”

De la mano de los cuentistas vamos progresando en la lectura y sabiendo que los lobitos eran “listos, educados, atentos, astutos y asquerosamente relamidos”; que “trabajaban como directivos en una empresa multinacional, ya que su espíritu voraz se avenía muy bien con los objetivos de esta”; que se habían hecho construir tres inmensas mansiones todas iguales, diseñadas por el mismo arquitecto de renombre internacional; que “les cortaba los trajes el mismo sastre, que encargaban los carísimos zapatos de piel de oveja en la misma tienda y que los tres usaban las mismas corbatas de seda italiana”.
Llegados a este punto, los narradores dan un quiebro al relato y, para romper la felicidad, armonía y aburrimiento de este trío, hacen aparecer en escena a un cerdo repugnante y execrable que llega deseoso de vengarse del acoso que le habían infligido los tres lobitos en los tiempos del colegio cuando, por mero azar del orden alfabético de apellidos establecido en el aula, habían sido compañeros de pupitre de la bestia sebosa y pestilente y se habían conchabado por turno en la tarea de hacer la vida escolar imposible al pobre guarro, insultándole, pellizcándole, poniéndole chinchetas en su asiento y burlándose de él, dada la superioridad que tenían reconocida en materias como matemáticas, lenguaje y gimnasia, hasta hacerle cambiar de colegio y de ciudad.
Cuando, pasados los años el cerdo estuvo de regreso, se afanó incansable en la búsqueda de aquellos tres lobitos, que se creían muy listos y se las habían hecho pasar canutas en la escuela, hasta que al fin logró encontrarlos y entonces se los comió, sin que de nada les sirvieran, a efectos de protección, sus inmensas mansiones de diseño. Y los autores terminan el cuento reconociendo que no es muy edificante pero que ellos son escritores y no empresarios de la construcción.
Moraleja: Ojo al cerdo. Los ejecutivos de las multinacionales, que se creen tan listos, deben saber que un cerdo pestilente suficientemente enconado podría dar al traste con ellos de modo que pasen por los tribunales y acaben recluidos en un establecimiento penitenciario.

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