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ENSXXI Nº 17
ENERO - FEBRERO 2008

JOAQUÍN ESTEFANÍA
Periodista y economista. Ex director de EL PAÍS, su último libro se titula “La larga marcha”

En tiempo de vacas flacas, las costuras del sistema se estiran por sitios imprevisibles. A raíz de la crisis financiera cuyo epicentro han sido las hipotecas de alto riesgo (subprime) ha emergido una práctica que tiene muchos años de vida pero que ha hecho común lo que hasta ahora sólo era excepcional. Se trata de las inversiones que los fondos soberanos (sovereign wealth funds) están haciendo en algunas de las principales empresas del mundo occidental. Proviniendo en muchos casos esos fondos soberanos de países emergentes, y siendo su propiedad pública, no deja de resultar paradójico que acudan para capitalizar distintas marcas que forman parte de la aristocracia del capitalismo mundial de principios del siglo XXI. La periferia en ayuda del centro o el mundo al revés.
En el momento de cerrar este artículo, la noticia es la siguiente: la inmobiliaria española Colonial, una empresa en apuros por el parón de la construcción y venta de pisos y edificios en España, va a ser adquirida por el fondo estatal Investment Corporation of Dubai. Los dos principales accionistas de la firma, Luis Portillo y el Grupo Nozar están cerrando un acuerdo por el que ambos se comprometen a vender de forma irrevocable sus participaciones en el caso de que el fondo de Dubai formule una oferta pública de adquisición (OPA) en las próximas dos semanas.

"Algunos de los países hoy inversores en el exterior no ejercen la reciprocidad dentro de sus fronteras. Gazprom anuncia su interés por invertir en Europa, pero Putin impide que empresas extranjeras tengan participaciones mayoritarias en industrias que Rusia considera estratégicas"

Para nuestra reflexión da igual el desenlace de esta operación, ya que está puesta a título de ejemplo. Veamos otros igual o más representativos: a través de su fondo soberano, Dubai también ha comprado en los últimos tiempos el 3% de la entidad india Icici Bank, una participación en la Bolsa de Londres (sede de la City), el 10% del grupo de fondos de alto riesgo (hedge funds) Och-Ziff Capital, el 3,12% de la empresa aeronáutica europea EADS, y otras participaciones de sociedades tan significativas como Sony, Daimler o el banco HSBC. Otro fondo de los Emiratos Árabes Unidos ha adquirido más del 8% del fabricante de chips AMD y, lo que es más representativo, el 7,5% del fondo de capital riesgo Carlyle. Un fondo chino, por su parte, compró una participación en la principal firma de capital riesgo del mundo, Blackstone, recién salida a Bolsa; Abu Dhabi ha comprado casi un 2% de la sociedad italiana Mediaset, propiedad de Berlusconi, y nada menos que un 4,9% de Citigroup, el principal conglomerado financiero mundial. Etcétera, etcétera. En la mayor parte de estos y otros casos, se trata de operaciones estrictamente financieras, ya que los responsables de los fondos soberanos se comprometen a no tener papel alguno en la dirección de las empresas adquiridas, ni a designar miembros para los consejos de administración de las mismas.
Los fondos soberanos son entidades públicas, que gestionan directa o indirectamente los gobiernos, constituidas con depósitos de dinero provenientes de rentas extraordinarias, básicamente relacionadas con los precios crecientes de materias primas como el petróleo, gas, metales, alimentos, etcétera. El potencial de inversión de estos fondos es muy grande, alrededor de 2,5 billones de dólares, según algunas estimaciones. China, por sí sóla, tiene reservas de divisas por valor de 1,4 billones de dólares y hace tiempo que dispuso no invertir únicamente en bonos del Tesoro americano, sino también en empresas y bancos. En el extremo, por ejemplo, estos fondos podrían controlar todas las empresas españolas que forman el Ibex 35.
Tal potencia inversora es saludada por las empresas con necesidades de capitalización urgente, pero al mismo tiempo genera la desconfianza de las autoridades de muchos países, que creen que a través de la fórmula de los fondos soberanos podrían volver al sector público (y no al de su propio país) empresas que hace una década o dos fueron privatizadas. Hace bastantes meses, EEUU bloqueó, por ejemplo, la compra de la petrolera Unocal por parte de una empresa energética china, e hizo lo mismo ante los intentos de un fondo dubaití por quedarse con la actividad de cinco puertos norteamericanos. Idéntica reacción de Francia, que estableció una lista de 11 sectores estratégicos con protección administrativa, cuando quisieron hacerse con el control de la alimentaria Danone. Además, algunos de los países hoy inversores en el exterior no ejercen la reciprocidad dentro de sus fronteras. La multinacional rusa Gazprom anuncia su interés por invertir en Europa, pero al mismo tiempo Putin impide que empresas extranjeras tengan participaciones mayoritarias en industrias que Rusia considera estratégicas: Shell tuvo que reducir su participación tradicional en algunos campos petrolíferos rusos.
En la reciente reunión del Foro Económico Mundial de Davos, los fondos soberanos fueron protagonistas de una polémica agridulce sobre su papel. El 70% de ellos está dominado por cinco países: China, Kuwait, Singapur, Noruega y Emiratos Árabes. Larry Summers, ex secretario del Tesoro de EEUU defendió la idea de que los propios fondos se impongan un código deontológico para comprometerse, por ejemplo, a no especular con divisas o a no utilizarlos políticamente. Y el ministro de Finanzas ruso, Alexei Kudrin, le contestó apelando a la historia: "Cuando las economías desarrolladas entraban en los mercados y compraban industrias, nadie hablaba de restricciones al capital".
Es decir, la paradoja todavía no se ha resuelto.

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