¡ Reprobado !

El Consejo General del Notariado en su sesión plenaria del 25 de febrero adoptó, por la  mayoría habitual el acuerdo de reprobar al decano de Madrid. Aunque la regla general según el nuevo artículo 341 del Reglamento Notarial, mientras los Tribunales no digan otra cosa, es que los acuerdos del Consejo son secretos, en este caso particular se ha tenido a bien declarar pública, para general conocimiento y escarnio del afectado, la resolución adoptada.
La revista El Notario del Siglo XXI ha intentado desde su fundación centrarse en cuestiones de interés general, tanto para los notarios como para todos los integrantes del mundo jurídico, huyendo de cuestiones particulares que solo a los afectados interesan, lo cual, muy probablemente, sea una de las claves de su éxito.
Y quizás esta sería la política a seguir ante tan descabellado acuerdo del Consejo frente al que la prudencia aconseja el silencio y, por qué no decirlo, el desprecio.
Ni lo inaudito que supone que el órgano que supuestamente ostenta la representación democrática del Notariado se erija en censor, con flagrante violación de la libertad de expresión, ni el atentando al interés general que implica que el Consejo General del Notariado gaste el dinero de todos en defender el honor particular, supuestamente perdido, de sus miembros más susceptibles, ni la preocupación que a los gobernados origina ver a que dedica su tiempo quienes deberían ocuparse en cuerpo y alma de los problemas de los notarios, al parecer inexistentes para nuestros ociosos dirigentes, son motivos suficientes para que el peculiar acuerdo merezca la atención de esta publicación.
Pero esta revista, y todo su comité editorial, no puede permanecer impasible ante el injusto, desproporcionado y, a todas luces, fuera de lugar ataque personal a Ignacio Solís, que viene a reiterar una tradicional política de este Consejo contra los que no comparten sus opiniones, puesta ya de manifiesto en la igualmente injustificable y absurda reprobación realizada unos años antes contra el anterior Decano de Madrid, José Aristónico García.
Ignacio Solís Villa, elegido hace pocos meses Decano del Colegio de Madrid con la más amplia mayoría que se recuerda, es un notario ejemplar cuya capacidad profesional y jurídica solo es superada por su enorme dimensión humana. Se trata, sin ninguna duda, del notario en activo más conocido y respetado en el mundo jurídico y universitario y su impecable trayectoria de servicio al Notariado debería ser suficiente para callar la boca a envidiosos advenedizos.
Que el Concilio Superior del Notariado, tan receptivo siempre a las críticas -serias y jocosas- como sus homónimos inquisitoriales, tenga la osadía de dedicarse a declarar a tan  intachables  compañeros réprobos, o, lo que es lo mismo según la RAE, condenarlos a las penas eternas excede de todos los límites de lo tolerable y es algo que demuestra los extremos de iniquidad y desatino a que este grupo esta llevando su quehacer. La inmensa mayoría de quienes le conocemos, no podemos aceptar esta infamia y  exigimos desde aquí una inmediata rectificación.

O se cree en ella o no se cree. No cree en ella el que prefiere el secreto. Tampoco el que dice sentir coartada su libertad de expresión si sus palabras se hacen públicas. ¿O es que lo que va a decir solo es de recibo ante un público propicio y no resiste el contraste con otros criterios?
La reprobación del Decano de Madrid fue aprobada por mayoría, pero la publicación del acuerdo la votaron todos, incluso los que votaron en contra y el propio  reprobado. Todos para mayor escarnio. Escarnio ...¿de quien? ¿Del reprobado o de sus sayones?
EL NOTARIO DEL SIGLO XXI repite que no admite que  nadie se rasgue sus vestiduras por lo que dice mientras no se las haya rasgado por los hechos que cuenta.