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ENSXXI Nº 26
JULIO - AGOSTO 2009

MIGUEL ÁNGEL AGUILAR
Periodista

Una percepción muy extendida se abona a la idea de que en las Cumbres Iberoamericanas es mayor el ruido que las nueces, que dan un sonido a hueco, que carecen de sustancia. Es decir, que se gasta toda la pólvora en salvas, que el aparato de seguridad y el boato protocolario que acompañan su celebración rebasan con mucho la efectividad práctica de los acuerdos que luego llegan a adoptarse. Toda la preparación de las Cumbres se hace con la minuciosidad y el detalle preciso para que transcurra con arreglo a la precisión característica de los relojes suizos, de manera que al asegurar el cumplimiento exacto de las previsiones se reduce al mínimo el perfil noticioso del acontecimiento, salvo que irrumpa alguna anomalía que por su rareza e improbabilidad las pulverice.
Sucede que los periodistas y los medios de comunicación rebajan la atención que conceden a esas convocatorias porque consideran irrelevante su peso noticioso, su intensidad noticiable. Porque es conocida la propensión de los profesionales y de los medios a comportarse como agentes con oficio, escarmentados, propensos al cultivo del escepticismo. Una actitud que es del todo natural sin necesidad de que resulte de intencionadas conspiraciones del silencio. La experiencia confirma que periodistas y medios sólo despiertan de esa desatención escéptica brindada por ejemplo a las Cumbres cuando se pulverizan los esquemas preestablecidos, salta al ruedo la excentricidad o se desata el dramatismo. La somnolencia desatenta y aburrida resulta de la pura aplicación de la Ley de la Gravitación Informativa que permite medir la cantidad de noticia que contiene un acontecimiento. Cantidad de noticia o noticiabilidad de un hecho que es directamente proporcional a su rareza, a los intereses que altere en el lugar donde sucede y en aquel otro lugar donde está situado el centro emisor o editor a partir del cual se difunde.

"Una percepción muy extendida se abona a la idea de que en las Cumbres Iberoamericanas es mayor el ruido que las nueces, que dan un sonido a hueco, que carecen de sustancia"

En línea con todo lo anterior se constata que la cuestión más excitante, la que más ha intrigado durante muchas convocatorias, ha sido la de si comparecería a la cita Fidel Castro y, en el caso de hacerlo, cuál sería el programa paralelo que desarrollaría durante su estancia en la capital del encuentro. La fuerza expansiva de la atención periodística suscitada por la anomalía quedó también de manifiesto en la cita del 5 al 7 de septiembre en Santiago de Chile, donde se alcanzó el punto culminante de la atención pública cuando el Rey don Juan Carlos espetó al Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, aquel "por qué no te callas", del que dieron cuenta tan (in)oportuna como estruendosa las cámaras de televisión. Un momento al que la difusión pública, reiterada después por los medios audiovisuales hasta la náusea, calentó hasta temperaturas polémicas de incandescencia.
Sabemos que las conversaciones a distancia no reemplazan sino que incentivan las que cada vez con más frecuencia se producen "cara a cara". De ahí que como la velocidad de los transportes ha reducido los tiempos de desplazamiento y su modernización ha superado las incomodidades, los líderes tienen sus agendas llenas de compromisos y de encuentros bilaterales y multilaterales, como los que propician las Cumbres de mandatarios de América Latina y el Caribe que han proliferado en distintos formatos según el área a la que afecten y la especialización temática que cubran. La Organización de Estados Americanos (OEA), que acaba de levantar el veto a Cuba para permitirle su reingreso después de haber sido expulsada en 1962, es seguramente una de las más amplias y más antiguas. Luego, según ámbitos geográficos diversos, puede mencionarse la Cumbre de las Américas, las inclinadas hacia Asia Pacífico, las Cumbres Unión Europea-América Latina o las circunscritas a los países centroamericanos, el Pacto Andino o Mercosur. También las Cumbres Iberoamericanas, que incluyen a todas las naciones del ámbito histórico, cultural y lingüístico hispano luso, con la originalidad de incluir a otras dos extra continentales: España y Portugal. Un proceder nada excepcional si observamos que, por ejemplo, la Unión Europea, tan admirada por la racionalidad de sus comportamientos, se encuentra de manera casi permanente en estado de Cumbre, más o menos aguda, ya sea por las que se convocan para asuntos internos bajo la denominación de Consejo Europeo de Jefes de Gobierno con periodicidad trimestral o por aquellas otras ideadas al servicio de objetivos específicos de las relaciones internacionales: Cumbre Euro Atlántica, Unión para el Mediterráneo, Asia Pacífico-UE, Rusia-UE, China-UE, América Latina y el Caribe-UE, Centroamérica-UE o África-UE. Así que la proliferación de estos encuentros no es en manera alguna una peculiaridad latinoamericana.

"Sucede que los periodistas y los medios de comunicación rebajan la atención que conceden a esas convocatorias porque consideran irrelevante su peso noticioso, su intensidad noticiable"

Cualesquiera que sean sus coordenadas geográficas, los líderes políticos nacionales tienen de manera creciente desde hace años sus agendas llenas de reuniones internacionales y de Cumbres, que se han mostrado funcionales incluso por encima de la sustancia de los acuerdos formales que hayan llegado a adoptar. Un líder inmóvil denotaría un estado de enfermedad terminal o la condición de apestado político internacional. En breve, ni se concibe la vida de cualquier ser humano sin electricidad ni la agenda de un mandatario sin un apretado programa de viajes para los más variados encuentros o recorridos. Por ejemplo que durante siglos los Pontífices apenas salieron de Roma, excepto para exiliarse por ejemplo a Avignon (1307-1377) con ocasión de conflictos que les enfrentaron a los poderes políticos dominantes. Mientras que a partir de Pablo VI, cuando el avance de las nuevas tecnologías adquiría la capacidad de hacer llegar con máxima fidelidad la voz y la imagen sin necesidad de desplazamiento físico, los Papas sucesivos se han entregado a la tarea permanente de visitar hasta el más recóndito vestigio de la cristiandad.
El caso es a España y Portugal les incumbe el papel de activadores de la conciencia europea sobre Iberoamérica, de la misma manera que Francia o el Reino Unido han asumido la tarea de hacer a la UE sensible a los intereses de los países que les tuvieron como referencia política, económica y cultural. Reconozcamos enseguida que con mucha diferencia es en América donde mejor se aclimataron las instituciones políticas, culturales y mediáticas originarias de Europa. De manera que puede afirmarse que la distancia de Europa con América en el espacio pluridimensional de la civilización es más pequeña que la que le separa de su contigua Asia o de su inminente África.
Otra cosa es que en Iberoamérica los encuentros se produzcan bajo condiciones lingüísticas extremadamente favorables por el recurso mayoritario al idioma español y por la facilidad del trasvase recíproco entre el portugués y el español, sobre todo en su versión brasileira, de pronunciación y comprensión mucho más abierta que la originaria lusitana. Además españoles y portugueses saben que a los iberoamericanos, más allá de su condición de usuarios de nuestras lenguas, les corresponden títulos indiscutibles de copropiedad sobre ambas. A partir de esta realidad, los medios de comunicación que alcanzaran un Índice de  Audiencia Eficaz (IAE) en todos y cada uno de los diversos ámbitos territoriales y demográficos de América Latina serían susceptibles de desempeñar una decisiva función vertebradora en sentido informativo y político. Es decir, de favorecer la configuración de una comunidad de gran potencialidad que ha venido permaneciendo encerrada sobre si misma, ensimismada. De manera que, degradada así a la condición de periferia de otros imperios, sus ansiedades informativas quedan referenciadas a extrañas metrópolis. Mientras entre las áreas contiguas, que comparten la condición de periféricas, cunde siempre el desinterés recíproco. Porque siempre en la periferia interesa de manera primordial la metrópoli y el flujo informativo se articula de manera radial para enlazar de preferencia con el centro metropolitano, en tanto que las áreas periféricas se mantienen desconectadas e ignorantes entre sí. Ese desinterés recíproco que se profesan con fervor las zonas periféricas viene incentivado por el aislamiento y la incomunicación, bases sobre las que se enraiza el subdesarrollo y que lo ahondan en una espiral degenerativa.

"Los líderes políticos nacionales tienen de manera creciente desde hace años sus agendas llenas de reuniones internacionales y de Cumbres, que se han mostrado funcionales incluso por encima de la sustancia de los acuerdos formales que hayan llegado a adoptar"

Pero si los medios de comunicación del área iberoamericana articularan un campo gravitatorio informativo, esa comunidad de naciones adquiriría luz propia y dejaría de limitarse a reflejar la recibida desde fuera. Aquí también España y Portugal podrían servir de catalizadores para la mejora de la relación comunicativa entre Europa e Iberoamérica y para la multiplicación de las capacidades informativas iberoamericanas. En particular España tiene la ventaja de ser ajena a las rivalidades y pugnas fronterizas, porque con ninguna de esas naciones tiene frontera y al mismo tiempo puede plantear una situación de equidistancia respecto a todas ellas. Es posible, por tanto, señalar un objetivo compartido: el de romper la incomunicación para evitar que los prejuicios, los estereotipos y demás formas de dominación, sustituyan al conocimiento directo. Para alcanzarlo la contribución de los medios de comunicación con irradiación suficiente en la escala que hemos denominado IAE viene a ser decisiva. Claro que la primera pretensión de los valedores de cualquier causa es la de asignar a los medios de comunicación el deber de sumarse a su defensa, mientras que los medios se muestran por lo general refractarios a las causas que les proponen, salvo los que obedecen a convicciones muy determinadas o se comportan como mercenarios bajo incentivos económicos.
La cuestión a resolver por parte de los editores de los medios de comunicación de los países que integran la Comunidad Iberoamericana, es la de cómo suscitar una mayor atención hacia esa realidad e interesar a un público general más allá de las elites directamente comprometidas o de los expertos afectados en todos y cada uno de los países participantes, destinatario final al que se dirigen. El problema es el de cómo abrir paso a la información iberoamericana en las páginas o espacios sonoros o audiovisuales de sus medios a través de la espesura de la jungla, donde la actualidad propende a enmascarar la realidad, lo urgente se sobrepone a lo importante y se sobrepasa la velocidad de sedimentación con el resultado de pérdida de sentido de los acontecimientos. De modo que las audiencias están con el agua al cuello, inundadas por el torrente noticioso y con esa primera carencia de todas las inundaciones, la del agua potable de la inteligibilidad.
A esos trabajos de continuidad deben sobreponerse en las ocasiones que correspondan la ambientación y el colorido que el encuentro de los jefes de Estado y de Gobierno añade. Pero evitando que la presencia de las personalidades y la pulverización anecdótica que acarrean deriven en esa opacidad ocultadora de la razón y del significado de los objetivos políticos y de cualquier otro orden que se persigan. Más aún cuando los periodistas prefieren por lo general que los mandatarios se pronuncien a propósito de cualquier estímulo noticioso excéntrico, en lugar de enfocar sus preguntas a la sustancia de los debates y acuerdos adoptados. Así que ¡Dios salve a los directores de prensa! y les conceda las dones de inducción necesarios sin que nadie de sus destinatarios llegue a percibirlos.
 

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