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ENSXXI Nº 27
SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2009

JOAQUÍN ESTEFANÍA
Escritor y periodista. Fue director de EL PAÍS entre los años 1988 y 1993

Stefan Zweig fue un maravilloso escritor europeo del siglo XX. Nacido en Viena, se suicidó en Brasil a principios de los años cuarenta, cuando creía que el avance del nazismo en el mundo era irreversible. Después de muchos años de ostracismo, su obra ha reverdecido en la última década. Para entender la globalización es mejor leer su excepcional libro El mundo de ayer. Memorias de un europeo (editorial El Acantilado) que cualquier sesudo ensayo de un sociólogo o un economista. Por Zweig, como por los historiadores, sabemos que la Europa previa a las dos conflagraciones mundiales era un ejemplo de globalización (aunque el fenómeno entonces no se denominaba así), incluso superior a la que hemos experimentado en el mundo en las dos últimas décadas.
En otro de sus libros, sobre el país que le vio morir (Brasil, país del futuro), publicado por primera vez en el año 1949, el escritor austriaco escribe: "El Brasil de hoy, en el sentido cultural, es tan terra incógnita todavía, como lo fue en el sentido geográfico para los primeros navegantes. Me sorprenden de continuo los conceptos continuos e insuficientes que aún hombres cultos y de inquietudes políticas manifiestan con respecto a ese país que, sin embargo, está destinado a convertirse en uno de los factores más importantes del futuro desenvolvimiento de nuestro mundo. Cuando, v. g., un comerciante de Boston habló harto despectivamente, a bordo, de los pequeños Estados sudamericanos y yo traté de hacerle presente que el Brasil solo abarca un territorio mayor que el de los Estados Unidos, creía que yo estaba haciendo una broma y sólo quiso convencerse luego de haber echado una mirada al mapamundi. En la novela de un autor inglés muy renombrado, para citar otro ejemplo, descubrí el divertido detalle de que envía a su protagonista a Río de Janeiro para que allí aprenda el español".

"Brasil es la segunda mayor democracia y la segunda mayor economía de América, sólo detrás de EEUU"

Recordé estas palabras al escuchar algunas reacciones sulfuradas cuando los cien votantes del Comité Olímpico Internacional (COI) eligieron a Río de Janeiro (una ciudad cercana a los 11 millones de habitantes) como sede de los Juegos Olímpicos del año 2016, en detrimento de Madrid, Chicago y Tokio. No eran críticas al proyecto olímpico brasileño ni al hecho de que, según algunos analistas, Río hubiera sido elegido por elementos más geoestratégicos o políticos que por criterios técnicos, sino a una supuesta inferioridad brasileña en términos de atraso económico y subdesarrollo. Eran críticas basadas en la ignorancia, en imágenes relacionadas en tópicos, como un país sólo superior en el fútbol y con mujeres muy bellas permanentemente en carnaval o en las playas.
Pero Brasil es la segunda mayor democracia y la segunda mayor economía de América, sólo detrás de EEUU. En los siete años de Presidencia del país, Lula de Silva ha hecho avanzar mucho a su país: saldrá de la recesión en el pelotón de cabeza, sus porcentajes de crecimiento a lo largo del periodo han sido muy superiores a los de las dos décadas anteriores, la pobreza extrema se ha reducido del 35% en 2001 al 24,1% en 2008, cuatro millones de ciudadanos dejaron el umbral de pobreza y se incorporaron a unas clases medias que ya superan el 50% de la población total, etcétera. El lado oscuro de esas mismas cifras indica todo lo que aún queda por hacer en materia de desigualdad, pobreza, inseguridad ciudadana, contaminación ambiental, corrupción y una baja institucionalidad política. La brasileña es la novena economía del mundo (más grande que la española), y su potencial de crecimiento -ayudado por el maná de las gigantescas reservas de petróleo submarinas, recientemente descubiertas- puede ayudarla a escalar, en el plazo de una década, a la quinta o sexta posición del planeta.
Pues bien, Brasil organizará el Mundial de Fútbol del año 2014 y los Juegos Olímpicos (JJOO) de 2016. El caso de Brasil, como anfitrión de estos dos acontecimientos deportivos, es una manifestación muy plástica del desplazamiento del poder en el mundo desde EEUU, Europa y Japón hacia las nuevas realidades emergentes. Apenas unos días antes de la elección de Río como sede olímpica, el G-20 en Pittsburgh había enterrado el club de los ocho países más ricos del mundo (G-8) y lo había sustituido por otro en el que están presentes los principales países en despegue, Brasil, Rusia, India y China (los países BRIC). En el punto 18 de la Declaración de Pittsburgh se dice: "Hemos designado el G-20 para ser el principal foro de nuestra cooperación económica internacional. Establecimos el Foro de Estabilidad Financiera para incluir así a las principales economías emergentes y dar la bienvenida a sus esfuerzos para coordinar y supervisar programas de fortalecimiento de la regulación financiera".

"Brasil organizará el Mundial de Fútbol del año 2014 y los Juegos Olímpicos (JJOO) de 2016. Brasil, como anfitrión de estos dos acontecimientos, es una manifestación muy plástica del desplazamiento del poder en el mundo desde EEUU, Europa y Japón hacia las nuevas realidades emergentes"

Conscientes de su nuevo papel en el planeta, en el pasado mes de junio los países BRIC se constituyeron en un nuevo foro en defensa de sus intereses. Los dirigentes de los citados cuatro países se reunieron en Ekaterimburgo (Rusia) y pusieron encima de la mesa su formidable potencial: representan casi a la mitad de la población mundial, un cuarto del PIB mundial, el 40% de toda la superficie, y el 65% de todo el crecimiento de estos años. Lo disímil de estos porcentajes manifiesta la desigualdad en el mundo, que los emergentes denuncian con su sola presencia. Los BRIC quieren tener representación en la dirección del Fondo Monetario Internacional (siempre europea) o del Banco Mundial (siempre norteamericana), pretenden cambiar el funcionamiento del Consejo de Seguridad de la ONU, e incluso hacen escarceos para lo que sería una verdadera revolución monetaria en el mundo, de la que cada vez se habla más: la sustitución del dólar como moneda de reserva mundial y su sustitución por una cesta de monedas, más allá de la divisa norteamericana y del euro.
Ante los daños de la crisis económica se acepta ya comúnmente que la salida a la misma no podrá hacerse sin EEUU, pero que los norteamericanos tampoco lo conseguirán solos. Por ello se extiende ese acrónimo de países BRIC, inventado por los analistas del banco de inversión Goldman Sachs hace ya varios años. En Ekaterimburgo deciden constituirse en otra organización más, inorgánica, informal, sin estructura burocrática, del tipo de las formaciones G (G-5, G-8, G-20, ...) que alojan desde hace algún tiempo los debates sobre lo que ocurre, en detrimento de las Naciones Unidas. Los países BRIC son los mayores beneficiarios de esta etapa de globalización realmente existente, y más temprano que tarde ocuparán la mitad de la economía mundial, disputando el terreno a los países y zonas hoy más desarrolladas.
La potencia de los BRIC se ve facilitada ahora por la coyuntura económica: China puede ser el primer país en salir de la gran recesión a través de su importante plan de estímulo a la demanda, y los mercados bursátiles de esos países viven una primavera en la que sí son tangibles los brotes verdes. Lula lo dijo bien claro cuando fue elegido para un segundo y último mandato: "Estamos cansados de ser una potencia emergente". Esto es, Brasil, Rusia, India y China quieren pasar a la categoría de desarrollados, sin marcha atrás. Ello cambiará la faz del mundo y el siglo XXI ya no será sólo americano.

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