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ENSXXI Nº 31
MAYO - JUNIO 2010

MIGUEL ÁNGEL AGUILAR TREMOYA
Periodista

“Europa o nada”. Esas son nuestras únicas opciones, las nuestras y las de nuestros socios de la UE. Esta no es una profesión de fe nacida del fervor europeísta en el que estábamos cuando va para 25 años España y Portugal firmaron el tratado de adhesión a las entonces Comunidades Europeas. Porque hoy los occidentales, sumados europeos y norteamericanos, somos la octava parte de la población mundial. Sólo uno de cada ocho habitantes del planeta, que cuenta con 6.000 millones, es occidental y la proporción seguirá disminuyendo cuando en el año 2025 se hayan alcanzado los 8.000 millones. Ese incremento de 1/3 reducirá la cuota occidental porque nuestras tasas de natalidad son muy inferiores, de manera que la expansión demográfica nos desfavorece. A esta variable adversa se añaden en nuestro detrimento las estimaciones para el Producto Interior Bruto mundial en ese mismo 2025 que prevén una caída de 10 puntos en los países de la OCDE mientras en los países emergentes, de modo especial China e India, registrarán crecimientos de ese mismo tenor. Se avecina pues un cambio paralelo en la distribución de la riqueza. Vamos a ir significando proporcionalmente menos respecto al total creciente de la población y además seremos relativamente más pobres con el paso del tiempo.
Por eso, nosotros y nuestros socios de la UE, si todavía aspiramos a que sea escuchado lo que tengamos que decir, deberemos intentarlo procediendo de manera conjunta, hablando con una sola voz, surgida del entorno institucional que nos hemos dado. Solo sumando fuerzas de todos en la UE podremos ser tenidos en cuenta y preservaremos, con las adaptaciones precisas, nuestros modos de vida y nuestras libertades. En definitiva, fuera de la UE no hay salvación porque la evolución antes apuntada de la demografía y del reparto de la riqueza nos condena a medio plazo. Como nos previno Julio Cerón terminaríamos arrumbados por el viento de la historia en la playa de la insignificancia. Además, el proceso de globalización en el que estamos insertos nos obliga de manera más acuciante, aunque esa dinámica nos sitúa en la contradicción surgida de que tanto los problemas –la enfermedad, el dinero, el comercio, etc.- como las soluciones sean ya globales, mientras que la legitimidad, es decir, la política y los recursos continúan sustanciándose en perímetros nacionales. Otra cuestión a considerar es que el estallido de la crisis ha proporcionado un desmentido sonoro a los profetas que auguraban la extinción del Estado Nación. Quienes pronosticaban su vaciamiento por arriba, al ceder soberanía a las instituciones europeas, y por abajo, a causa de la redistribución del poder a favor de las regiones y los municipios, han comprobado cómo en circunstancias adversas se ha generalizado la tendencia a buscar refugio en el Estado.

"Fuera de la UE no hay salvación porque la evolución de la demografía y del reparto de la riqueza nos condena a medio plazo"

Por ahí, por el reflejo de la renacionalización de las políticas, el repunte del proteccionismo y la nostalgia de la autonomía monetaria, ha podido colarse una cierta desafección a Europa convertida en chivo expiatorio al que cargar con la culpa de nuestras dificultades. Pero la alternativa como reza el título de esta columna es “Europa o la irrelevancia”. Así que lejos de nosotros la funesta manía de pensar y menos aún la de cuestionar la vigencia del Estado Nación como mecanismo básico articulador de la ciudadanía. Así lo explicaba Javier Solana, quien todavía fungía a esas alturas de la estación como Alto Representante de la UE para la Política Exterior y de Seguridad Común, durante su intervención, va para un año, en el Seminario Internacional de Defensa de Toledo. Insistimos, “Europa o nada”. Una elección que incita a la atenta relectura de Strategy and ethnocentrism donde Ken Booth describe con gran lucidez la percepción de un nuevo vértigo: el que desencadena la amenaza que se cierne sobre la supervivencia de nuestra manera de ser, el que aproxima la extinción de las referencias diferenciales de nuestra civilización. El mismo que impregna a los israelíes fuertes, poderosos, nuclearizados pero rodeados de un océano demográfico árabe
Las últimas incertidumbres sobre la entrada en vigor de la reforma institucional de la UE se despejaron al fin en diciembre de 2009, tras cinco años perdidos a contar desde la victoria del “no” en los referenda de los Países Bajos y de Francia a que fue sometida la versión anterior, aquel proyecto por el que se instituía una Constitución para Europa. Vaclav Klaus, presidente de la República Checa, país que ostentaba la presidencia rotatoria de la UE, aprovechaba la relevancia de esa situación para poner palos en las ruedas de la ratificación del Tratado de Lisboa. Al mismo tiempo que otro populista, émulo del desencanto, el presidente de Polonia, Lech Kaczynski, declaraba que la ratificación que nos tenía en vilo carecía de sentido. Reconozcamos aquí que quienes hemos seguido las ansiedades europeístas de los países sojuzgados en la órbita soviética, a partir del momento en que recuperaban su libertad después de cuarenta y cinco años bajo la coerción soviética nos hemos sentido defraudados. Porque estos países pasaron de aspirantes a la adhesión al escépticos sin un minuto del fervor de los neófitos.
Sus lealtades fundamentales se ciñeron a la Alianza Atlántica y a los Estados Unidos hacia quienes profesan un agradecimiento irrestricto. Pero esa Unión Europea que les envía sus fondos en absoluto tuvo que ver con el reparto de Yalta que limitó su soberanía bajo la égida de Moscú, ni tampoco tenía medios para contener la arremetida de los tanques soviéticos cuando el alzamiento de Budapest o la primavera de Praga. Se alinearon de manera mecánica con el presidente George W. Bush en la guerra de Irak y prestaron sus territorios para las cárceles secretas de la CIA. Muchas de sus gentes más ilustradas, como nuestro amigo Adam Micknic, director del diario de Varsovia “Gazeta Wyborcza, dieron por buena la alternativa que propugnaba aceptar incluso el recurso a la tortura en Abub Graib o en Guantánamo a menos que se quisiera respaldar a los terroristas.   

"Vemos que aquellas lecciones que parecían aprendidas de modo indeleble al hilo de los escarmientos de la crisis económica han sido verduras de las eras. Sigue pendiente la reglamentación y la supervisión de los mercados y las instituciones financieras de importancia sistémica. Continúan campando por sus respetos los paraísos fiscales"

La ministra de Defensa, Carme Chacón, había marcado la inauguración de los debates del Seminario Internacional de Defensa con la proclamación de que Europa es básicamente un proyecto político, que su esencia radica en la convicción por parte de todos los estados miembros de que es positivo actuar de forma conjunta. Es necesario, a su entender, identificar un interés común en hacerlo, además de que también la actuación conjunta constituya en si misma un objetivo a perseguir. Por eso la UE, subrayó, debe dotarse de capacidades de actuación autónomas e independientes. Autonomía e independencia que se erigieron en dos conceptos básicos que atravesaron todas las sesiones de debate, una vez que reconocido que la UE ha decidido dotarse de un mecanismo de Seguridad para la gestión de crisis, más allá de sus propias fronteras, alternativo a la OTAN.
Entonces, la ministra señaló que el éxito alcanzado en este ámbito obedecía en gran medida a la visión, la tenacidad y el buen hacer del Alto Representante para la PESC y Secretario General de la UE, Javier Solana. Porque nuestro compatriota –a la vista está el clamoroso contraste de su gestión frente al de su sucesora- ha impulsado de manera admirable todas esas capacidades y ha logrado que la UE se dote de un Estado Mayor que planifica y conduce las misiones en sus vertientes civil y militar, aunque falte todavía un Cuartel General como estructura de mando y control. En las antípodas de estos esfuerzos están las fuerzas centrífugas que algunos alientan y el camino descrito por Stephen Holmes, que llevaría a la UE por la incoherencia hacia la vulnerabilidad. Llegado el momento de evaluar esta carencia, se impone señalar que mientras Washington reprocha de manera reiterada a sus aliados europeos la falta de compromiso en el ámbito de la Defensa, cada vez que intentan avanzar con autonomía por esa senda procuran impedirlo con el argumento de que hacerlo sería incurrir en la duplicación de las funciones de la OTAN.
Los propósitos avanzados allí por la ministra Carme Chacón cara a la presidencia rotatoria de la UE, que España ocupa en el semestre actual, se circunscribieron al área de la Política Común de Seguridad y Defensa (PESD), a la Agencia Europea de Defensa y al establecimiento de un Consejo en formato de ministros de Defensa, demás de la mejora de las agrupaciones tácticas de combate o battle groups que han pasado, casi un año después de ser formulados y debatidos en Toledo, la prueba de la realidad al llegar. Además, concluida la ratificación del Tratado de Lisboa en políticas de Seguridad y Defensa existe la posibilidad de emprender cooperaciones reforzadas, entre los países que quieran ir más deprisa o llegar más lejos, y también cooperaciones estructuradas, a las que sólo podrán sumarse los que cumplan determinados requisitos pendientes aún de fijarse, entre los que pudiera figurar un determinado umbral de gasto per capita en Seguridad y Defensa o una determinada capacidad para la proyección de fuerzas, más allá de las propias fronteras. 

"Un año después de la reunión del G-20 en Londres prevalece el ¡sálvese quien pueda!, en lugar de la coordinación que podría salvarnos a todos"

Fue un buen momento para analizar el agotamiento de la disuasión convencional y sus consecuencias en Oriente Medio, para acercarse a los proyectos nucleares del Irán, que sobre todo amenazan a los iraníes como señala Pascal Boniface, Director del Instituto Francés de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IFRIS); para conocer los ecos de la peculiar “narrativa” de los republicanos en USA descrita por Stephen Holmes, profesor de la Scool of Law de la Universidad de Nueva York; para acercarnos a la visión que en América tienen de Europa como un conjunto de interés histórico-artístico; de padecer el vértigo de la vuelta de los populismos; de observar el proceso de sacralización de algunas causas como la de Jerusalén, batida por el conflicto entre los monoteísmos judío, cristiano y musulmán; de asomarnos al absurdo del escudo antimisiles pensado para una amenaza que no existe, basado en una tecnología que no funciona y pagado con un dinero que Washington no tiene, como bien resumió William M. Drozdiak, presidente del American Council on Germany.
Además, de la mano del ex presidente polaco, Alexander Kwasniewski, quedamos convencidos de la necesidad imperativa de contar con Rusia pero también de tratarla sin ingenuidad y exigiéndole reciprocidad. El general Pedro Pitarch, que venía de resignar el mando del Eurocuerpo en su cuartel general de Estrasburgo, expuso las dificultades que plantea la “generación de fuerzas” y al general Félix Sanz Roldán, entonces Alto Representante para la Presidencia Española de la UE en asuntos de Defensa, le bastaron algunas cifras para dejar clara la ineficiencia del gasto en defensa de la UE, cifrado en 220 billones de euros frente a los 400 billones de euros de Estados Unidos. Porque gastando algo más de la mitad no nos da para tener un solo avión de transporte Galaxy, cuando los americanos tienen 100 y sólo tenemos 19 aviones de reabastecimiento en vuelo, frente a los 700 que integran la flota americana para esas tareas, pero si la comparación se estableciera respecto de los batallones de Infantería averiguaríamos que Estados Unidos tiene 350 y los países de la UE 2.600.   
En todo caso, fue del mayor interés el ejercicio intelectual de examinar en Toledo los distintos escenarios internacionales, evaluar cómo son percibidos aquí en Europa e identificar los elementos compartidos, que pueden favorecer la adopción de políticas por parte de la Unión como conjunto, tratar del concepto de la “soberanía responsable”, del cambio climático o de la contribución de la UE en la renovación que corresponde en 2010 del Tratado de No Proliferación Nuclear. Mientras, vemos que aquellas lecciones que parecían aprendidas de modo indeleble al hilo de los escarmientos de la crisis económica han sido verduras de las eras. Porque sigue pendiente la reglamentación y la supervisión de los mercados y las instituciones financieras de importancia sistémica. Continúan campando por sus respetos los paraísos fiscales. Se mantiene el descontrol de los bonus de los  banqueros y permanece intacta la opacidad de las transacciones. Los británicos se oponen a embridar a los hedge funds y un año después de la reunión del G-20 en Londres, el 2 de abril de 2009, prevalece el ¡sálvese quien pueda!, en lugar de la coordinación que podría salvarnos a todos. Que ceguera.

 

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