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ENSXXI Nº 35
ENERO - FEBRERO 2011

JULIÁN SAUQUILLO
Catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid
julian.sauquillo@uam.es

La conspiración a plena luz del día
No hemos de extrañarnos de la inconsecuencia de los poderes públicos. Alexandre Koyré supone, en Reflexiones sobre la mentira, que la mentira política surgió con la ciudad. Así que puede haber razones para suponer que la mentira caracteriza al hombre más que la risa incluso, a pesar de la opinión de Porfirio. Sin embargo, cabe pensar con el gran historiador de la ciencia ruso que nuestra época haya dado el gran salto de la  cantidad a la cualidad. En todas las épocas se mintió, tanto por el placer de crear mundos imaginarios como por dar rienda suelta a la demagogia y a la propaganda. Pero cabe que nuestra época sea la de mayores mentiras. Los regímenes totalitarios se han prodigado en mentiras. El pensamiento "oficial" en estos regímenes no es científico o demostrativo -dirigido al esclarecimiento- sino retórico o mítico -exaltador de las pasiones-. Así, la mentira es capaz de sobreponerse, en el estalinismo, a la  información verídica. En 1984, de George Orwell, los funcionarios modifican la información periodística que va a archivarse en las hemerotecas del régimen comunista.
Hay dos formas de operar con la verdad en nuestra época, si atendemos al argumento de Koyré. De una parte, los sistemas totalitarios actúan como sociedades secretas que ocultan y encriptan todas sus informaciones hacia el exterior. De otra parte, las sociedades democráticas realizan una "conspiración a plena luz del día": practican la publicidad, proliferan las declaraciones de sus mandatarios a la luz del día, pero son criptogramas, encriptados para la masa de la población. Sólo los iniciados, una "élite social", comprende el sentido de unas declaraciones abiertas pero ininteligibles. Tanto los países totalitarios como los democráticos actúan políticamente mediante el secreto y la ocultación de la verdad1.

"En los países totalitarios, el pensamiento no se utiliza, en su argumento, para analizar la realidad sino para cambiarla o trasformarla"

Desde el punto de vista del maquiavelismo político, la mentira es fundamental en el desenvolvimiento de la vida social y política. Posiblemente es un ingenuo quien piense, como pacifista convencido, que la transparencia total es necesaria y posible. Más bien, se ratifica, una y otra vez, la opacidad. Cuando no un exceso de luz cegadora que no permite la visión diáfana. Recuerden el argumento de La Mandrágora, esa maquiavélica comedia de enredo que puede aplicarse al trasfondo dramático de la política. Un hombre viejo, el jurista, es engañado por su joven mujer y un vigoroso varón, mediante el subterfugio de un excitante sexual, con el beneplácito de su suegra y un franciscano, con tal de ser padre. Al final, todos, absolutamente todos,  vivirán felices bajo el mismo techo, a invitación del supuesto padre, con el recién nacido, bajo las reglas de la mentira de lo sucedido2. La mentira puede ser utilizada. Pero no todo está justificado por el maquiavelismo político.     
La ingente documentación aireada por Wikileaks -doscientos cincuenta mil cables diplomáticos en compás de espera de la publicación completa- ha levantado dudas sobre la justificación de la mentira política en la nación ejemplar donde surgió el Estado Constitucional de Derecho. Si leemos con atención las noticias destiladas por El País, día tras día, percibimos un juego dinámico de las embajadas norteamericanas muy versátil, a través del cual las negociaciones, las presiones, las amenazas, las advertencias y el miedo rodean a actuaciones de muy diverso tenor. Igual podemos inquietarnos por  los comportamientos "humanos, demasiado humanos", bochornosos, de nuestros mandatarios contemporáneos que congratularnos de la vigilancia política extrema del desarrollo y comercio de armas cada vez más letales entre países enfrentados a los intereses occidentales.

"La mentira siempre estuvo justificada en los periodos de guerra con el enemigo, en las relaciones comerciales con el competidor y en las relaciones sociales siempre y cuando no desgarren el tejido social"

El "wikifolletín" (Vicente Molina Foix se refirió a "Wikinovelas" por entregas3) guarda muchos niveles de información más o menos relevantes por su objeto más o menos grave. Pero el panorama general da una impresión, entre hobbesiana y maquiaveliana, de un mundo que da la espalda al derecho y a los pactos internacionales. Todo apunta a un estado de guerra permanente más o menos real, más o menos virtual, que subyace, constante, al orden jurídico internacional. Parece como, si al entender de Hobbes, el estado de naturaleza no se hubiera superado por ningún pacto social internacional, dada la fragilidad manifiesta de cualquier Leviatán o superpotencia (y de su sistema de comunicaciones diplomáticas tras el 11 de septiembre: el SIPRNET expuesto a más de tres millones de estadounidenses autorizados).
Cualquiera diría que, bajo el entramado jurídico, hubiera un estado de enemistad permanente -el enfrentamiento amigo/enemigo, auspiciado por la teoría de Carl Schmitt, a escala internacional- que define tanto las alianzas como las enemistades de Estados Unidos. Ahora, las filtraciones de Wikileaks airean el tenaz acopio de información local por las embajadas norteamericanas en todo el mundo y las fisuras en las estrategias comunes con sus aliados. Son noticias de muy diferente calado que ponen en evidencia los procedimientos políticos de las embajadas. Me temo que las legaciones siempre actuaron así4. Pero, hoy, se está produciendo una batalla por la información, por su detentación, entre los servicios de espionaje norteamericanos y aliados y una poderosa página web que protege el anonimato de sus informadores. Pero no toda la actividad política puede ser transparente, ni Wikileaks representa una estricta lucha civil siempre justificada, ni están legitimadas todas las actuaciones de nuestros representantes por encuadrarse dentro de la actuación pública.

"La ingente documentación aireada por Wikileaks ha levantado dudas sobre la justificación de la mentira política en la nación ejemplar donde surgió el Estado Constitucional de Derecho"

Una relación óptica disimétrica
Nuestras sociedades son panópticas. Todo y todos Todos estamos expuestos a la mirada omnicomprensiva del poder. Así es, hasta un punto que dejaría extasiado a Jeremy Bentham, el formulador del panoptismo ("pan-óptico" o total visibilidad). En su Tratado de Legislación Civil y Penal (1802), ideó un espacio circular dotado de los niveles habitacionales adecuados para que una torre central de vigilancia diera cumplida observación de todo cuanto ocurriera en su seno. Sus dos primeros principios eran la economía de costes de control policial y su transparencia para observar todo movimiento interior. Pero su fundamento era la vigilancia jerárquica, cerrada, en su cúspide, por la supervisión de la opinión pública. Todos los escalones de mando en las instituciones transparentes acababan en la mirada escrutadora de la opinión pública. Una mirada popular que bien podía personarse el día festivo, durante la oración, en el interior de cada institución, Este es el sentido que inspira la remodelación del Parlamento alemán ejecutado por Norman Foster. Sobre el techo, existe una terraza que permite pasearse a los ciudadanos y, más alto aún, queda una cúpula de cristal por la que el pueblo accede hasta un mirador por donde observa el cielo raso, pero también la sala de sesiones del  Reichstag, de arriba a abajo. El pueblo cierra el dispositivo transparente de la democracia. Pero quizás los Estados contemporáneos sean más translucidos que transparentes: dejan pasar la luz pero no permiten ver nítidamente sus objetos interiores. La proliferación de la palabra -de la que no sólo es resultado el Estado actual sino también sus develadores- permite ocultar todo con tanto dicho. A plena luz, cabe la más sorda conspiración. La palabra política comunica tanto como oculta. Hay mucha transparencia pero escasa nitidez: todo se salda entre las menciones y los desmentidos. El más sonoro pronunciamiento sirve para ocultar lo más relevante. De ahí que Alexandre Koyré hable de "conspiración a plena luz del día".

Sin embargo, uno de los efectos positivos de Wikileaks es que abrió una batalla por la información entre el Estado más poderoso de la tierra y una web. Lluís Bassets se ha referido, con cierto apasionamiento, a un "Gran Hermano", peor y más fiel al totalitario -el Estado estalinista-, que inspiró a George Orwell, sacudido por la pedrada de un pequeño David5. La batalla por la información, en plena lid de dos partes muy desiguales en fuerza, existe. Estados Unidos responde a la brecha abierta en su sistema secreto de comunicaciones, indagando cualquier información acerca de quienes, supone,  menoscaban su seguridad, en los servidores de las redes sociales. La superpotencia se vale de que los servidores están radicados en su territorio. Una diputada islandesa puede ver inspeccionada su cuenta de Twitter, como cualquier otro, por su simpatía por Julián Assange. Wikileaks produce provoca, sin desearlo, una cascada de investigaciones de datos privados de ciudadanos partidarios, depositados en Twitter. Los usuarios de las redes sociales más conocidas y de los servicios de correo electrónico más habituales renunciamos a la propia jurisdicción nacional para pleitear, al entrar en estas redes, y hemos de hacerlo, con gran dificultad, en el Condado de Santa Clara (California). La empresa puede investigarnos por requerimiento administrativo del Gobierno norteamericano, sin que lo sepamos, bajo secreto de sumario. Si resultamos sospechosos, el FBI puede que nos haya incluido entre las cincuenta mil órdenes anuales de investigación por razones de seguridad nacional (Cartas de Seguridad Nacional) que se efectúan desde los años ochenta. Twitter tuvo la cautela de pedir a los tribunales autorización para advertir a los cuatro simpatizantes de Wikileaks -dos norteamericanos, una islandesa y un holandés- que estaba entregando información personal a la policía y los inspeccionados lo difundieron por el mundo. Pero se trata de una excepción garantista que confirma la regla de la exposición indefensa de nuestras comunicaciones "online". Ahora sabemos, más precisamente, que nuestros correos electrónicos no necesitan de una orden de registro para ser vigilados, a diferencia de las comunicaciones telefónicas y los registros domiciliarios. El Gobierno norteamericano pretende que no haga falta ser sospechoso de actividad delictiva alguna para que puedan ser investigados sus ciudadanos y residentes extranjeros. Todos estamos expuestos a la vulneración de nuestro derecho a la privacidad6. Wikeleaks ha aireado que el poder contemporáneo vigila en exceso pero, contradictoriamente, es sumamente susceptible a que se le vigile. La relación óptica es demasiado disimétrica.

"El 'wikifolletín' guarda muchos niveles de información más o menos relevantes por su objeto más o menos grave"

El Estado norteamericano se ha visto muy amenazado por Wikileaks. Tiene una historia de inspecciones policiales desde la época del senador McCarthy y del director del FBI, Hoover. Ahora no se trata de frenar la infiltración comunista. La conjura de los izquierdistas o del terrorismo islámico no justifica, hoy, la sospecha generalizada, el almacenamiento masivo de datos personales sin permiso judicial o la vigilancia del entramado social por injerencia en la vida privada. Pero el Estado moderno, bajo las banderas de la seguridad nacional y la previsión social, crece mediante la erosión de lo privado. No sólo asegura la libertad sino que amplía su dominio sobre los planes de vida de sus protegidos. La intimidad empezó, antes del siglo XXI, a ser considerada como elemento político bajo una normalización de lo privado que considera inconcebible la indiferencia, la no colaboración, la independencia. Wolfgang Sofsky advierte de la estigmatización de lo privado incapturable como "traición a la democracia". Recuerda que la libertad política es libertad frente a lo político7.

El Leviatán sobre un mundo convulso
El ciudadano moderno no debe ser el "siervo voluntario" de un Levitán absolutamente fiscalizador8. Tampoco debe conformarse con la opacidad política extrema. Pero el enfrentamiento de Wikileaks y sus aliados (fundamentalmente los "hackers" de Anonymus, capaces de boicotear poderosas web) no es exactamente una lucha por la extensión del derecho a la información. Es, más bien, un combate político en el que se dirime la distribución del poder. No es extraño. Nietzsche advirtió que "siempre que se lucha, se lucha por el poder", más que por el derecho o la justicia. Los cibernautas no están limitando el poder democráticamente elegido sino poniéndolo radicalmente en cuestión. Están afirmando su propio poder y no el de una supuesta opinión pública igualitaria. Se trata de un poder tecnológico (cibernáutico) capaz de paralizar a países enteros y no de mecanismos deliberativos y críticos incluyentes. A finales de los sesenta, Alain Touraine subrayó que el tratamiento de la información en la sociedad postindustrial tenía la misma capital importancia que la manipulación de recursos naturales tuvo en la sociedad industrial. Estar informado consiste en conocer el expediente, las razones y los métodos de la decisión. No solamente lo que ocurre o los hechos aducidos para decidir en un sentido o en otro. Supone, así, ya una actitud reivindicativa nueva. Y la ausencia de participación -dentro del sentir sesentaiochista del sociólogo francés- era un auténtico despilfarro9. Hoy es consabida la importancia política de la información. Puede favorecer la participación pero también puede derrocharse a través del boicot a gobiernos democráticos.

"Pero el El enfrentamiento de Wikileaks y sus aliados no es exactamente una lucha por la extensión del derecho a la información"

Desde entonces, hubo un salto exponencial y debemos ir por un ordinal muy alto de revolución postindustrial. Hoy, más que nunca, la información dota de un poder extremo (Marcel Gauchet ha observado a los medios de comunicación como una nueva religión institucional)10. Pero el valor de la información aviva la pregunta acerca de si  ésta puede estar en todas las manos y si los gobiernos occidentales pueden actuar en beneficio público sin legítimos secretos en materia de seguridad. Los gobiernos occidentales han procurado la herramienta tecnológica de los propios cibernautas (como otros valores culturales mucho más sólidos: el control judicial de constitucionalidad, la división de poderes, el bicameralismo, el veto presidencial, el "banjo" y la música "country"). Pero, ahora, estos cibernautas desafían el mundo occidental que posibilitó su propia forma de vida.
Sin embargo, los gobernantes, una vez elegidos, ni pueden ni deben debatirlo todo con sus representados. Fernando Savater ha distinguido, en torno al caso Wikileaks, la transparencia de gestión (destino de nuestros impuestos, protección de nuestras garantías procesales y derechos,...) y la transparencia de deliberación y opinión como una "agresión totalitaria contra el buen funcionamiento de las instituciones y la privacidad de las personas, ocupen cargos públicos o sean simples particulares". La transparencia11 como "derecho de todos a saberlo todo" le parece una "imbecilidad". Desde luego, -haya o no defecto mental en la insaciable transparencia- no duraríamos dos días si los cibernautas se erigieran en "nuestros" políticos. No cabe atender a la agenda política sin secretos de Estado.
A diferencia de los Estados nacionales y de la Unión Europea, E.E.U.U es el  promotor y centro, prácticamente incontrolable, de un establecido sistema mundial de dominio militar, político, económico e ideológico-cultural. Su influencia es incomparable a la de cualquier otra nación o región de la tierra. Su soberanía externa es colosal. Guarda un monopolio que no se ve afectado por las normas supranacionales que vinculan a los otros países, ni en caso de conflicto. Su posición hegemónica es tal que la presencia cultural, militar, comercial es constante en nuestras relaciones sociales. Durante los dos pasados siglos, Tocqueville, Bryce, Ostrogorski, Weber o Adorno quisieron vivir, de primera mano, el ideario colectivo de la gran república que se apuntaba como nuestro futuro, en vez de nuestro pasado. Íbamos a ser herederos de muchas de sus instituciones. La democracia estaba surgiendo, al otro lado del Atlántico,  con un sentido inédito que concernía ya a nuestro futuro político.

"Aunque la Administración norteamericana acusó las filtraciones de Wikileaks como un ataque digno de ser considerado espionaje, los periódicos han acercado estas informaciones como ejercicio de la libertad de prensa y derecho de los lectores a ser informados"

Hoy, como señala Claus Offe, "América" está presente como una cultura local (que se expresa también, palmariamente, en la eclosión versátil  de las redes sociales y las comunicaciones "online"). Desde la Segunda Guerra Mundial, y sobre todo tras el derrumbe del socialismo real, E.E.U.U es árbitro e impulsor de una cultura (también política) que explica su hegemonía incomparable. La identidad norteamericana parece depender de su proyección internacional hacia fuera y hacia los demás. Trata de llevar a través de los mares, y hacia su llamado "patio trasero" ("backyard") -de Rio Grande hasta Tierra de Fuego-, una identidad, aparentemente homogénea, mediante las campañas militares. Su papel dominante, en todos los planos, le ha permitido desconocer conscientemente las reglas internacionales, con negligencia, a veces injustificada. Tocqueville, Weber y Offe discernieron un papel profético de E.E.U.U. Norteamérica encuentra mandatos divinos para justificar su penetración en el mundo cuando faltan razones mundanas para actuar. Se considera, a sí misma,. la "Nación elegida" cuando desdeña las normas del derecho internacional y desatienda al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Jürgen Habermas ha subrayado las deficiencias cognitivas de una superpotencia unilateral ("potencia hegemónica bienintencionada") que pretende la Pax Americana, sin Naciones Unidas, y confunde sus intereses con el interés común, universal, de la comunidad de Estados. Los procedimientos jurídicos, a nivel nacional e internacional,  facilitan un procedimiento incluyente de todas las opiniones de las partes concernidas por la decisión imparcial. La democracia más antigua de la tierra no puede suplir estos mecanismos deliberativos sin salir de sucesivos errores y espejismos. Debiera retornar a su papel originario de guardián de una ciudadanía universal12. Pero, sin embargo, más que en Estado jurídico, E.E.U.U se erige en Autoridad moral que califica de "Estado canalla", a veces con fundamentos erróneos, por la supuesta detentación de armas de destrucción masiva13.

Demasiados secretos de Estado
Un pequeño texto de John Stuart Mill valida los límites liberales de la razón de Estado. En una anotación de su Diario (8/I/1854-15/IV/1854), precisa que cabe ser perfecto en la perfidia, como el florentino Maquiavelo, siempre que sea en beneficio de la libertad y de su patria. De ser así, cabía no luchar con florete frente a quienes lo hacen a navajazos (4/II/1854). Aparte de la disuasión bélica, una de las armas más eficaces de los Estados contra los países o grupos que pongan en cuestión la seguridad nacional es proteger en secreto sus planes y actividades. Contra el enemigo no cabe gobierno sin arcana imperii. Hay restricciones obvias a la publicidad y a la información en materia de seguridad nacional. Un sociólogo tan fuera de toda sospecha como Georg Simmel recuerda que las relaciones personales y el entramado social requieren tanto de la confianza y la transparencia como del secreto y las cortinas de humo que preservan la intimidad. Para el sociólogo judío, la Ilustración tiende a abolir la ocultación, pero el secreto y el engaño forman parte necesaria de la estructura social y de las relaciones personales. Así es, sobre todo, cuando se trata de preservar la propia intimidad, la forma de vida laica y democrática, el progreso tecnológico a favor del bienestar social, los derechos fundamentales, el Estado Constitucional de Derecho o el ejercicio de la disidencia política en el propio país al que se pertenece frente a gobiernos unipartidistas y teocráticos, que no se caracterizan por respeto alguno de tales bienes sociales. En preservación de tales conquistas históricas, sería un ingenuo quien pensara que sólo del bien surge el bien y que del mal solo resultará el mal. Los mejores efectos sobre la ciudadanía -la preservación de estos bienes políticos- requiere a veces medidas controvertidas para la opinión pública.

El problema real es cómo conciliar el acceso a la información sobre las actuaciones gubernativas, como derecho de los ciudadanos, con los secretos de Estado en razón de la seguridad nacional. La Guerra Fría provocó la extensión del secreto de Estado con leyes dadas por el poder ejecutivo. La regulación clave concerniente a los secretos de Estado en Estados Unidos se encuentra en la  Freedom of Information Act (FOIA) de 1966 y las diferentes Executive orders,  dadas por los diferentes presidentes desde la ordenada por Truman en 1951. La Ley sobre Libertad de Información parte de la presunción de que la información en manos del Gobierno pertenece al pueblo estadounidense. La carga de la prueba de que determinada información ha de ser secreta se trasladó al Gobierno. El conocimiento de las informaciones se limita a los ciudadanos cuando puede dañar al Estado. Los sucesivos Presidentes, con sus órdenes, clasifican la información. Desde la orden del Presidente Eisenhower, se establecen las tres categorías de secretos existentes. "Top Secret", "Secret" y "Confidential". En 1995, la Comisión para Proteger el Secreto Gubernamental y Reducirlo dudaba de que fuera posible mantener cuatrocientos mil secretos que pudieran causar un daño excepcionalmente grave para la seguridad nacional, caso de ser conocidos por personas no autorizadas. En 1971, durante la crisis de los Papeles del Pentágono, un empleado del Departamento de Defensa, en una subcomisión del Congreso norteamericano, señaló que existían veinte millones de documentos clasificados, mientras que otro de sus colegas aseguraba que el 99,5 % podían ser desclasificados sin ningún problema. Las cifras abultadas apuntaban a una necesaria delimitación del concepto de secreto de Estado14. Que deba haber secretos de Estado no justifica, hoy, una política opaca e invulnerable a la opinión pública. Se incurre en una proliferación desmedida de secretos. Por ello, Wikileaks aportó una información útil para que el ciudadano comprenda en parte la mécánica más desalmada de la política y cómo puede operar la evasión de capitales en paraisos fiscales.

"Es un ingenuo quien piense que se ha enterado al completo de los entresijos del poder en las relaciones internacionales con estas filtraciones"

Aunque la Administración norteamericana acusó las filtraciones de Wikileaks como un ataque digno de ser considerado espionaje, capaz de poner en peligro la vida de los individuos mencionados en los cables, los periódicos han garantizado el derecho a la información. También, han evitado las informaciones susceptibles de causar daños personales. El periódico El País ha aceptado los compromisos de The New York Times con el Departamento de Estado de evitar la difusión de determinados documentos y no publicar ninguno de máximo secreto. Evidentemente la información filtrada tiene desperdicios: la información sobre cómo se acicalan los mandatarios, por ejemplo. A estas informaciones cabe tildarlas de "exhibicionismo (o de libertinaje) informativo" como hace Mario Vargas Llosa15. Pero otras noticias son una muestra superficial, pero útil, de cómo opera la política real. Es un ingenuo quien piense que se ha enterado al completo de los entresijos del poder en las relaciones internacionales con estas filtraciones. Más inocente aún es quien suponga que el Leviatán internacional se tambalea. Aunque muchos cibernautas lo desearan en su lucha por el poder.
De momento, el llamado "acoso" a Julian Assange parece estar muy mal urdido y pésimamente fundamentado. La vida sexual del fundador de Wikileaks permanece harto misteriosa, por el momento, pese a las denuncias que ha recibido. Un amigo muy viajero me dice que no tendría relaciones sexuales en Suecia ni aunque le forzaran -se resistiría, opina, por todos los medios- y le escucho absorto desde mi pequeña localidad. Puede llevar mucha razón con ser prudente. Nunca sobra ser cauto. No me queda duda, en cambio,  de que los cables filtrados de Wikileaks son una muestra muy reducida de operaciones políticas muy controvertidas, propias de una nación importante y con una gran historia. Los cables revelan algo escabroso muy conocido por todas las diplomacias del mundo. Los propios ciudadanos se han quedado paralizados con un "ya me lo imaginaba, ya lo sabía" en la boca. Las filtraciones de Wikileaks sólo son un detalle mínimo de una iluminación cegadora. O, si lo prefieren, de una "conspiración a plena luz".      

1 Alexandre Koyré, Reflexiones sobre la mentira (edición bilingüe; Prólogo de Juan Bautista Ritvo, traducción de Hugo Savino), Buenos Aires, Leviatán, 2009, 77 págs..
2 Nicolás Maquiavelo, La Mandrágora (Estudio preliminar, traducción y notas de Helan Puigdoménech), Madrid, Tecnos, 2008, LXXXVIII+73 págs..
3 Vicente Molina Foix, "Wikinovelas", El País, 13 de enero de 2011.
4 Garret Mattingly, La diplomacia del Renacimiento (Introducción y traducción del Conde de Campo Rey y prólogo del embajador Conde de Métrico), Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1970, 477 págs..
5 Lluís Bassets, "Gran Hermano se resquebraja", El País, 12 de diciembre de 2010.
6 Ilsen About y Vincent Denis, Histoire de l´identification des personnes, París, La Découverte, 2010, 122 págs..
7 Wolfgang Sofsky, Defensa de lo privado (traducción de Mariano Villanueva Salas), Valencia, Pre-Textos, 2009, 215 págs..
8 Étienne de La Boétie, Discurso de la servidumbre voluntaria (Estudio preliminar, versión española y notas de José de la Colina; texto francés del manuscrito de Mesmes (edición bilingüe)), Madrid, Tecnos, 2010, XXX+109 págs.. 
9 Alain Touraine, La sociedad postindustrial (traducción de Juan-Ramón Capella y Francisco Fernández Buey), Barcelona, Ariel, 1969, 237 págs..
10 Marcel Gauchet, « Quand les droits de l´homme deviennent une politique » (2000), La démocratie contre elle-même, París, Gallimard, 2002, 385 págs..
11 Fernando Savater, "Transparentes abusos", Tiempo, 23 de diciembre de 2010 al 6 de enero de 2011 (también "en línea").
12 Jürgen Habermas, El derecho internacional en la transición hacia un escenario posnacional. Europa: en defensa de una política económica común (en colaboración con Jacques Derrida) (Traducción de Daniel Gamper Sachse), Buenos Aires, Katz, 2008, 57 págs..
13 Claus Offe, Autorretrato a distancia. Tocqueville, Weber y Adorno en los Estados Unidos de América (traducción de Joaquín Etorena y Juan Goldín), Buenos Aires, 2006, 160 págs..
14 Susana Sánchez Ferro, El secreto de Estado (Prólogo de Manuel Aragón), Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2006, 482 págs.. 
15 Mario Vargas Llosa, "Lo público y lo privado", El País, 17 de enero de 2011.   

Abstract

Democratic societies are rich in political secrets. Transparency is a goal for liberal democracies but the less opaque they pretend to be, the more translucent they end up being. They lose opacity without becoming crystal-clear. Actually, most people think that political actions are sheer cryptograms. Meanwhile, Wikileaks has revealed part of what is going on. The boycott of the Internet users is not meant to obtain the "right to information" "as the press pretends" but power: to conquer it and share it. Despite the leaked information "something delicate and controversial about every American legation in the world", the United States, as hegemonic superpower, preserve, among other social treasures, those western values allowing words to spread through those social networks so appreciated by "hackers". The conflict between the US Government and Wikileaks involves an unequal struggle for the control of information, nowadays a fundamental political asset. At the moment, optic relationships (access to information) are dissymmetric: social networks and e-mail servers based in California scan our private life while the Nation with the best political history acts wounded when some diplomatic wires are brought to light. The US do not teeter, far from it, despite of Internet users wishes.

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