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ENSXXI Nº 36
MARZO - ABRIL 2011

En un breve intervalo de tiempo el Presidente del Consejo dimitido ha enviado a los notarios y a la prensa varias comunicaciones a cual mas conmovedora.
Patética fue su respuesta a la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid en materia de compensaciones cuyo fallo sólo a un insensato podía sorprender. Quien ha abogado por mantener secretas no ya las compensaciones sino las cuentas de Ancert, las del Consejo y hasta los acuerdos de éste, tras alardear de su voluntad de trasladar las primicias de esta sentencia ominosa a todos los colegiados, lo que tuvo dos días para hacer y no hizo, se atreve a imputar intenciones espurias en quien lo hiciera como si la comunicación fuera o no delito según de quien procediera.
No puede tampoco este Colegio pasar por alto la frase insidiosa de que el sistema de compensaciones nace "en 1998 cuando la Presidencia del Consejo era sistemáticamente ocupada por el De cano de Madrid", que arteramente induce a una doble falsedad: ni el sistema empezó en 1998 sino en 2000, ni ningún notario del Colegio de Madrid "salvo uno, el que ocupaba entonces el cargo" han recibido compensación de clase alguna.
Patética resulta también su defensa de las compensaciones, aun que sus argumentos no deben ser tan consistentes cuando no han prosperado en los demás Colegios Profesionales, registradores, médicos, arquitectos, ingenieros o abogados, ni en las demás Cámaras Notariales europeas o americanas en los que se reembolsan los gas tos causados, pero no los lucros cesantes cuya difícil cuantificación generaría más agravios que certezas, ni menos se instauran retribuciones encubiertas como las que aquí se han querido disfrazar. Si tan convincentes son sus argumentos, adúzcalos para una reforma legislativa, que es la postura del Colegio de Madrid, por que de momento el Reglamento es claro para los cargos corporativos y así lo ha ratificado el Tribunal Supremo: los cargos, todos, son gratuitos y honoríficos. Y esa argumentación de que sin compensaciones sólo podría acceder al cargo quien se encuentre en situación acomodada, la contradice la histórica dignidad del Notaria do y el carácter honorífico que comporta, y se destruye solo con su contraria, más vulgar y prosaica pero confirmada desgraciada mente por la historia: es más seguro que un suculento premio, que según consta en autos puede alcanzar el 15% del presupuesto total del Consejo a repartir entre dos personas, a resguardo de crisis y avatares, va a tentar a quienes, con independencia de su devoción notarial, sean sensibles al gaje prometido. Hubiera sido también mejor no acusar en forma barata al mensajero: si el Notaria do, con ocasión de esta sentencia sobre las compensaciones vuelve a estar en boca de todos, más que por lo que se diga, que al final se iba a saber de todos modos y forma parte de la obligación de transparencia de las cuentas públicas (es decir ajenas), lo será por lo que han hecho unos cuantos, no mas de 4 ó 5, sólo uno de Madrid, que han querido burlar en beneficio propio la norma reglamentaria primero y la doctrina de los Tribunales después.
Y patética también ha sido la carta de despedida, un elenco de visitas y gestiones sin resultado, pues aparte las medallas que se atribuye en la Ley de Economía Sostenible, más parece haberse dedicado a pasear por la corte y hacerse fotos en un crucero en marcha, repartiendo sonrisas en todas direcciones menos en la que convenía, Justicia y registradores, que a enderezar el rumbo de la nave en la dirección que exige la racionalidad y la demanda social. Su carta de despedida resulta un memorial enternecedor de méritos y excusas de mayor gravedad aún por lo que omite que por lo que confiesa fracasado. Porque si graves son los fracasos en comunicación, en transparencia, en unidad del cuerpo o en relaciones con los registradores, más grave dad tiene continuar acríticamente la política iniciada hace seis años de dejación de políticas notariales activas en manos de otros profesionales no notarios, y de externalización de funciones trascendentales para el notariado, caso de la OCP, de los observatorios, de An cert o de Serfides, que han pasa do a manos de quienes no pueden ser recepticios a las sensibilidades de la función notarial. Son comunicaciones todas ellas conmovedoras, que demandan indulgencia y rezuman buena voluntad, pero que dejan tras lucir que no ha sabido donde le duele a la institución.
Y lo peor es que del mismo cariz es la nota de prensa, llena de justificaciones que sólo denotan mala conciencia, del nuevo Presidente que para colmo de males anuncia continuar con la política que ha hecho fracasar al dimisionario.

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