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ENSXXI Nº 37
MAYO - JUNIO 2011

TODOS LOS NOTARIOS IMPLICADOS ERAN INOCENTES

Las sensaciones que debe estar experimentando la atleta Marta Domínguez, al ver que una resolución judicial archiva la imputación que recaía sobre ella de un delito de tráfico de drogas, supongo yo, que serán contradictorias.
De un lado, no cabe duda que deja atrás, o le ve fin a un procedimiento, que, desde el primer momento rechazó como injusto, por no haber realizado ninguno de los actos de los que se le hacía responsable. Se ha evitado un largo, costoso e imprevisible "vía crucis" desde cualquier punto de vista que se tome.

"Hace más de seis años se abrió la operación 'Ballena Blanca' con un desprecio absoluto por los derechos que cualquier ciudadano cree garantizados por una Constitución que nos hemos dado"

Pero por otro lado, es posible que le pase por la cabeza que lo que ha sufrido no es algo que la Providencia, el destino o la mala suerte, si se quiere, haya puesto en su vida. Se trata de un daño que ha surgido desde un despacho en el que alguien, con poder para ello, con una gran dosis de ineptitud y una evidente falta de prudencia, ha decidido apuntar sobre ella la peligrosa arma de las acusaciones sin fundamento, agravando las consecuencias de su iniquidad con la difusión pública -cuanto más mejor- de unos informes policiales que destrozan para toda su vida la idea pública que de ella se tiene, es decir, su honra.
Se podrá decir que con el archivo de la causa se la repone en su posición inicial.
Por propia experiencia se que no es así: hace más de seis años se abrió la operación "Ballena Blanca" con un desprecio absoluto por los derechos que cualquier ciudadano cree garantizados por una Constitución que nos hemos dado. Yo, al menos, creía que cualquier persona que observase una conducta honrada, que cumpliese con sus obligaciones laborales, familiares y sociales, no podría verse en un calabozo acusado de gravísimos delitos, agrandados por unos medios de comunicación a los que se utilizaba por parte de los que habían decidido que era el momento de que la opinión pública demonizara a determinados individuos, profesiones y localidades.
Naturalmente, siempre que se señala a alguien como autor de actos execrables, quienes han tenido la sagacidad, el tesón y el valor de descubrirlo y perseguirlo, se convierten, siquiera por unos días, en los paladines de la virtud. También, por supuesto, con la difusión máxima que requieren sus intereses.
De repente, te encuentras sólo, incomunicado y quebrándote la cabeza intentando entender por qué está allí y la única conclusión a la que llegas en tu examen es -ahora veo cuán iluso era- que se trata de un error.

"He podido comprobar que aquellos megáfonos mediáticos que nos convirtieron en lo peor, cuando la sentencia ha dejado claro que no habíamos cometido ningún delito, no han resonado ni con la milésima intensidad y contundencia que entonces"

Estás deseando comparecer ante quien, a tu juicio, ve a poner las cosas en su sitio e, incluso, darte una explicaciones que te devuelvan a la normalidad.
Lo que menos te esperas es que cuando te ves ante el juez, al que tu presumes sin ninguna duda, una formación y una prudencia que le son obligadas, no sólo no protege los derechos que te corresponden como a todo ciudadano, sino que dicta un auto de prisión eludible bajo fianza, al dar crédito a una serie disparatada de conclusiones policiales, que sin ninguna base jurídica ni lógica te convierten en un criminal. Todo ello ante la impasibilidad del ministerio fiscal.
Tuve la fortuna, no puedo llamarlo de otra forma, de ser sobreseído a los tres años. Mis compañeros no tuvieron mi suerte y la injuria siguió sobre sus cabezas hasta hace un mes aproximadamente.
He podido comprobar que aquellos megáfonos mediáticos que nos convirtieron en lo peor, cuando la sentencia ha dejado claro que no habíamos cometido ningún delito, no han resonado ni con la milésima intensidad y contundencia que entonces.
También he podido experimentar que, a pesar del sobreseimiento y la indudablemente favorable sentencia dictada, no tengo la sensación de que se haya hecho justicia: quienes desencadenaron y alimentaron la hecatombe que supuso en nuestras vidas todo lo sufrido por nosotros y nuestras familias, que fueron ensalzados e incluso condecorados, apenas han sido objeto de algunas poco difundidas críticas por su mal hacer. A quienes ocasionaron a todos los españoles un enorme dispendio, que nadie ha cuantificado, por dar espectacularidad a su operación, nadie les ha pedido responsabilidades. Y quienes hicieron todo lo posible, mintiendo sin ningún recato ni pudor, por destrozar la fama y la honra o fama pública -el honor es intrínseco y no lo pueden tocar- , estoy seguro que, así como no tuvieron la aptitud profesional que les es exigible, tampoco tendrán  la altura moral de decir "lo siento".
Deseo, aunque no espero, que en el caso de la deportista injuriada, quienes la han puesto en la picota tengan la decencia de reconocer su error con la misma contundencia utilizada para mancharla.

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