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ENSXXI Nº 54
MARZO - ABRIL 2014

LOS GRANDES DEL NOTARIADO

JOSÉ JUAN PINTÓ RUIZ
Doctor en Derecho y abogado

Ontológicamente, Don Ramón Faus Esteve muestra una personalidad tan profunda y aglutinante que, en su unidad esencial, integra y unifica sus cualidades, que, lejos de ser circunstanciales o complementarias, se funden todas ellas constitutivamente en —repito— la unidad de su ser. La figura de Don Ramón transitó al conocimiento de quienes le conocieron como una persona cuyas diversas cualidades, solo para describirlas, se aíslan artificialmente.

La casa pairal de Guissona
Enraizado en su natal Guissona —sita en la provincia de Lérida— se desarrolla y vive inicialmente en un ambiente entrañablemente aleccionador, edificante y formativo. No se trata solamente —y ello es mucho— de la guarda y respeto a aquellas entrañables costumbres del lugar, sino que ocurrió que el propio padre de Don Ramón, Notario ejerciente en Guissona, el Sr. Faus Condomines, vertió aquella riqueza consuetudinaria en su protocolo, perfilando y definiendo institución tras institución, de tal forma que posteriormente (ya siendo miembro de la comisión compiladora el aquí laudado) se operó el tránsito de aquella perfilación instrumental de la Notaría de Guissona a las expresiones normativas de la Compilación del Derecho Civil de Cataluña de 1960.
Las vivencias del aquí laudado generaron una decisiva intervención de nuestro compilador que en su día percibió la congruente bondad y eficacia de aquel acerbo consuetudinario. Don Ramón en sus vivencias familiares, en su casa, y en su Guissona, palpó, asimiló y comprendió el significado real vivido de lo que era la «casa pairal»( ).

"Además de su natural ternura que sentía por aquellas vivencias locales que tanto influyeron en su personalidad, supo y quiso captar profundamente la universalidad del mayor conocimiento del derecho y así cultivó intensa y agudamente el derecho común español y vivió también la proyección de éste en la América latina"

Allí se entendía como «casa pairal» no un inmueble sino una universalidad (bienes, derechos y acciones) con vocación de estabilidad, conservación, incremento y permanencia en la familia al servicio de ésta. Don Ramón vivió esto y percibió cómo se instrumentaba. La obra de su padre FAUS CONDOMINES titulada «Els capítols matrimonials a la comarca de Guissona» (Los capítulos matrimoniales en la comarca de Guissona) fue la divulgación anominal de un protocolo cuya realidad social percibió Don Ramón porque para él estaba como presenciado, vivido. Y era verdad que en aquel ambiente el dueño de la casa pairal se sabía jurídicamente dueño aunque grabado ( ) pero se sentía solo como un administrador de «la casa». Con esta concepción convivían y trabajaban simultáneamente en «casa», a veces hasta tres generaciones. El pacto de «unidad económico-familiar» fue tan adecuado a aquella finalidad perseguida, sentida y guardada que en su perfección, y hasta tierno y hermoso lirismo, pasó del protocolo notarial a la Compilación.
La intensa comunicación intervecinal hizo fácil que nuestro Don Ramón fuera allí percibiendo, como a veces  las diferentes visiones intergeneracionales u otras causas diversas generaron fricciones y desavenencias perturbadoras. Y vivió también cómo se instrumentaba un arbitraje  capitular con la intervención dirimente de una persona idónea y allí enraizada, el cura párroco; y vivió asimismo como los mismos labriegos allí afincados querían asegurar tránsitos hereditarios sucesivos prereglados, entendiendo así esencialmente los heredamientos.
Don Ramón, día a día, percibió como aquellos labriegos aparentemente simples querían ser sucedidos por uno de los diversos hijos esperados predeterminado por sus características en diversos grados y en función de aquellas preferencias tradicionales relacionadas con situaciones diversas. Tanto querían la «casa pairal» y tan y tan estaban vinculados a ella que, en el fondo, ferozmente exigían, se asegurara aquella aspiración.

Humanidad en la casa familiar
Y día a día, Don Ramón, al presenciar  y palpar  esta realidad percibió que si aquella entrañable unidad y cooperación familiar funcionaba era porque una exquisita conciencia del deber, una comprensión y recíproca condescendencia familiar, en fin, un profundo sentido de humanidad y adaptabilidad afloraba de aquella convivencia.
Y percibió que el heredero (dominus), su mujer, y sus hermanos solteros que permanecían aún en la casa, (usando el «dret de casa» como contrapartida a no pedir aún la legítima), a lo mejor asimismo la viuda del padre del heredero y los hijos comunes del matrimonio capitular acaso ya nacidos y crecidos, en muchos casos también las «tietas» solteras y asimismo los jornaleros extraños («els mossos»), todos en auténtica conjunción y coordinación, trabajaban en beneficio de la casa. En el atardecer diario (sobre todo en invierno) se alcanzaba junto a las casas solariegas, en muchas de ellas, el suave rumor del rezo del Rosario (que procedía de la aglutinación que junto al fuego, que lucía en la gran cocina de la casa, reunía a todos, absolutamente a todos, los de aquel hogar, desde el padre hasta el más novel de los jornaleros; era algo así como la encarnación del pacto de unidad económico familiar).
Faus se da cuenta y percibe y se incorpora el vivo sentimiento de esta virtud que se llama «humanidad» y después siempre será profundamente humano Don Ramón ve y percibe aquellos casos (a la sazón la medicina no alcanzaba la eficacia de ahora) de prematura muerte del padre, cuando el heredero previsto ya lo es, pero es menor de edad y entonces la viuda («senyora, majora, poderosa i usufructuària»), mediante el derecho real instrumentado como usufructo de regencia (en oposición al urbano de subsistencia) asume todas las funciones, y trabaja en beneficio de la casa rige y manda, y puede disponer (pagar legítimas, dotar o vender para comprar o subrogar) y los frutos que como usufructuaria le pertenecerían, se funden en el patrimonio que constituye la casa.

"Es Faus un gran jurista, porque es Notario y es ambas cosas porque tiene aquellas cualidades que integran y generan su personal cualidad de hombre de bien"

Y así gobierna, lima asperezas y da continuidad a la vitalidad conservadora y acaso engrandecedora de la «casa pairal».
Don Ramón entiende y asimila cuánto de grandeza, amor familiar, dedicación y ternura hay en esta regencia. Y advierte este sentido de humanidad, y la fuerza de esta voluntad de servicio y todo ello penetra en su alma de buen cristiano. Es difícil hallar personas que hayan tenido el privilegio de ver, comprender y vivir un entrañable sistema de organización  (a la que es sensible el Derecho) su instrumentalización en el protocolo notarial y su posterior conversión en norma jurídica y aun más cuando Don Ramón  fue perceptor y sujeto activo. Él también fue Notario y después compilador. Él de natural hombre bueno se hizo profundamente humano y jurista. En él, ambas cosas fueron lo mismo.

Un jurista humano ancestral y universal al tiempo
Solo siguiendo el curso de la vida veremos la afloración de sus virtudes. Don Ramón no es un hombre que tiene estas y otras cualidades, sino que es esto en su unidad ontológica.

En él, este conjunto armónico e integrador se muestra compendiosamente como «humanidad» que le configura como hombre jurista provocándole una vertiente de generosidad para sus semejantes, tan profunda como discreta, sin hacerse notar, pero eficaz y siempre constante. Y es a la vez hábil con esta virtud, vertida al servicio del bien. Hábil en su funcionalidad notarial. Y es hábil —repito— por humanidad y tiene en su mente bien patente, el orden de prelación de los deberes, también por humanidad.

"En unos tiempos en que la técnica todo lo arrolla y avasalla y en que la adulación, la hipocresía y la falacia obnubila tantas mentes, volemos de vez en cuando hacia aquellas regiones en que el derecho se hace caridad, y extasiémonos en la contemplación de lo que tiene de bueno y de bello, que es una de las mejores maneras de hacer patria y de hacer historia"

Además de su natural ternura que sentía por aquellas vivencias locales que tanto influyeron en su personalidad, supo y quiso captar profundamente la universalidad del mayor conocimiento del derecho y así cultivó intensa y agudamente el derecho común español y vivió también la proyección de éste en la América latina: De ahí su dedicación decidida, influyente y eficaz al Notariado latino. Su obra escrita comprende este amplio espectro que analizamos y está concebida con el más riguroso criterio técnico, sin perder el sentido de la equidad —a la postre de humanidad— que es esencia en el mundo jurídico.
En este aspecto insistimos en su obra escrita ( ) y en su competente actuar en los congresos del Notariado latino y en su función como Vice-Presidente de la Junta de Decanos de los Colegios Notariales de España. Fue, en fin, Vice-Presidente de la Unión Internacional del Notariado y Miembro de la Comisión de Asuntos Europeos.

Un notario experto, vital y de "bondad desbordante"
Con la superposición del estudio que exige la oposición, su personalidad le lleva a acceder a la Notaría de Monforte de Lemos (año 1927), después a la de Játiva (1929), y posteriormente a la de Barcelona hasta 1977, en que se jubila. Estas Notarías activan una osmosis bilateral de conocimientos. Faus sorbe las vivencias que la cuitas de los otorgantes alcanzan en sus Notarías, y su mente voraz y sobre todo la humanidad de su atención a su interlocutor le proporcionan más sabiduría y conciencia de la misma vida; y a la vez, su humanidad, su sensatez, su saber y su habilidad vierten a su interlocutor una decisiva percepción confortante de bien, y una eficaz sabiduría enriquecedora.
Es Faus un gran jurista, porque es Notario y es ambas cosas porque tiene aquellas cualidades que integran y generan su personal cualidad de hombre de bien.
Este derroche de bondad, sabiduría, experiencia y habilidad se hizo patente, se percibía curiosamente en la Sala de espera de su Notaría de Barcelona radicada en aquel añejo Paseo de Gracia.
La gente se sabía tan humanamente atendida, largamente si hacía falta, que comprendía que otros fueran también así acogidos; y cuántas y cuántas veces quienes esperaban turno conversaban entre sí, comunicándose el respeto y admiración —y hasta el afecto— que sentían por Don Ramón.
Era proverbial su bondad, y esa habilidad al servicio de aquella. El testador alterado que quiere «desheredar» a su hijo, y que precisa de más reflexión se aviene a volver a ruego del Notario ocho días más tarde, porque «eso de privar de la legítima es serio y complicado, y déjemelo estudiar para hacerlo bien». Cuando vuelve ya se ha calmado y no desheredera.

Por tres veces ha sido Decano del Colegio Notarial de Barcelona y ha sido también Vicepresidente de la Junta de Decanos de los Colegios Notariales de España. Fue intensa su actividad en torno a los Congresos internacionales del Notariado Latino, presidiendo, a veces, la Delegación Española, por ejemplo en los Congresos celebrados en México, Munich y Bruselas.
Fue miembro y después Presidente de la Comisión Jurídica Asesora de la Generalitat de Catalunya, y enjuició con maestría equidad y buen derecho en su función de vocal y después Presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Mitra de Andorra. Como miembro de la Comisión compiladora (compilación de 1960) de Catalunya puso sus vivencias y técnica de Jurista al servicio de esta codificación del Derecho Civil de Cataluña.
Promulgada la Compilación de 1960, Don Ramón en colaboración con Don Francisco de A. Condomines Valls (Abogado, Decano del Colegio, gran jurista y también leridano, natural de Cervera) edita unos comentarios que fueron los primeros, y a la sazón, los únicos, a estudiar y consultar por los operadores jurídicos. La prontitud de su aparición no fue óbice a la profundidad del estudio, su pragmatismo y sobre todo aquella difícil concisión que alberga la plenitud del contenido que expresa. La oportunidad de la obra fue pareja a su valor inmanente y al señalado éxito que obtuvo. Y lo que es importante, el bien que dispensó, también bajo un punto de vista pragmático, dogmático y científico. Desempeño, además de «de facto», una función altamente pedagógica en un momento en que era evidentemente preciso, ante lo novedoso del texto legal, y la anterior dispersión de las fuentes del derecho local.

La función notarial no solo nutrió el conocimiento de Faus, con la realidad social que se manifestaba  por las bien atendidas y captadas manifestaciones de voluntad de los diversos otorgantes, sino que también fue medio y vehículo transmisor, no solo de conocimientos jurídicos abstractos, sino de aquella bondad y humanidad del fedatario que informaba todo su actuar, y que tan generosamente, mucho más allá de la técnica función notarial, derramaba con cálido afecto y atención. El anecdotario es amplísimo y vario. Solo un ejemplo que muestra lo difícil que le resultaba a Don Ramón no ayudar, cualesquiera que fueran las circunstancias de quien le pedía amparo. Una clienta le visita y le cuenta que su médico de cabecera está de vacaciones y le es imposible hablar con él, y que no puede tampoco contactar con médico alguno que la conozca, y pueda poner fin a su tribulación. Es que —decía— antes de marcharse  no sé si me recetó una pastilla cada tres días o tres pastillas cada día.

"Ha definido con precisión que la gratitud, no es solo una virtud, un imperioso deber moral sino que es asimismo un deber jurídico cuyas características y ámbito define con claridad"

Ante la angustia de la clienta, Don Ramón le dijo: —Mire, lo que «haremos» es insistir en la búsqueda de contacto con su médico, pero en el ínterin tomaremos una pastilla cada día. Y se marchó reconfortada. No hace falta insistir en que por humanidad si más allá de su deber y función, hace suya (dice «haremos») la cuita de la consultante cuánta exquisitez preside su comportamiento cuando la asistencia pedida fuera propiamente profesional.
Y además de tanto saber y hacer dispendio de humanidad, era hábil orillando siempre cualquier conflicto. Era, honestamente, también con habilidad sumamente pacificador. Otro ejemplo: tras la transición, y vivísimo el problema de la lengua en Barcelona, estaba latente la controversia acerca de si procedía, que en la entrada, tras los nombres del fedatario, se estampara la voz «Notari», o bien «Notario», Don Ramón contentó a todos. Su rótulo decía así RAMÓN FAUS, y debajo Notaría.

Un presidente humilde y conciliador
Como hemos dicho, fue Presidente de la Comisión Jurídica Asesora de la Generalitat, y antes miembro de aquella. Con su humanidad desbordante, jamás suscitó ni generó problema alguno y siempre bajo su Presidencia, la comisión actuó tan «humanizada» que jamás anidó internamente ni  ad extra conflicto alguno. Y su humanidad le conducía a Presidir con limpieza y claridad, y además con una edificante humildad y sencillez tales que no se notaban.

Promulgada la Compilación de 1960, la entonces Academia de Jurisprudencia y Legislación de Barcelona organizó un ciclo de conferencias que generó una edición en Barcelona, 1961 de los «Comentarios a la Compilación del Derecho Civil de Cataluña» transcribiendo la exquisita conferencia de Don Ramón. En ésta se revela la persona de Don Ramón. Solo dos pasajes: en el primero glosaba unas palabras del Papa Pío XII, que narraba el retorno de un combatiente de la 2.ª guerra mundial a su antiguo hogar: Faus recordaba y reproducía las palabras del Papa cuando éste dijo: «Sucede a veces que el hombre, al volver después de una larga ausencia, acaso de un cautiverio de guerra, al amado hogar ve sonreír o siente dar vagidos a una de aquellas cunas que se han llamado justa y dolorosamente «cunas trágicas»; después de un momento de vacilación y de lucha interna, se siente conmover por la piedad, se acerca, se inclina ante aquella cuna, besa la frente del pequeño también él víctima inocente, y lo toma como suyo». Y añade: «Yo no puedo exigiros tanto renunciamiento, pero ante tales héroes de la caridad no se puede pasar sin admiración»» Y el propio Faus proclama la condescendencia, el perdón, la comprensión y la solución con paz y amor, diciendo: «¿Después de estas palabras, habrá quien diga que es contrario a la moral, a la ética o a las buenas costumbres la posibilidad de adoptar el hijo adulterino?».
Otro pasaje donde Faus desnuda su alma exaltando la virtud de la caridad refiriéndose a la función notarial es el siguiente: «especialmente los que tenemos por misión enjugar lágrimas y no hacerlas derramar, en nuestra cotidiana labor podemos hacer mucho para que triunfe aquella virtud, si sabemos poner en el ejercicio de la profesión y en el dinamismo del derecho corazón, alma y hasta un poquito de ternura con unas gotas de poesía»
Y entonces en la década de los 60 parecía que escribiera para ahora «En unos tiempos en que la técnica todo lo arrolla y avasalla, en que el frenesí se ha apoderado de la humanidad, y en que la adulación, la hipocresía y la falacia obnubila tantas mentes, volemos de vez en cuando hacia aquellas regiones en que el derecho se hace caridad, y extasiémonos en la contemplación de lo que tiene de bueno y de bello, que es una de las mejores maneras de hacer patria y de hacer historia».

Exudando siempre ciencia y humanidad
Y esto es Don Ramón Faus

Siempre exudando ciencia y humanidad, dejó una excelente obra maestra ( ) y no solo ayudó, aconsejó y se entregó, sino que también juzgó, pues fue vocal y después Presidente del Tribunal de la Mitra de Andorra y nos dejó sus doctas ponencias. Así actuó él, sin otro límite a su  humanidad que el riguroso respeto al mismo ordenamiento jurídico de aplicación y a los primeros principios que lo informan, sin que jamás, como primeros, prescindiera de ellos.
Esta humanidad de FAUS era tan real e íntima que trascendía incluso en los nimios detalles y aconteceres de la vida ordinaria. En su querida GUISSONA le gustaba cazar, se esforzaba en desenvolver una gran puntería. Muchas veces cuando tenía la pieza en su punto de mira alguien, por azar le decía: - ¿Le puedo consultar una cosa, Don Ramón? Pues bien, ni siquiera disparaba, sino que Don Ramón, con generosa y amplia sonrisa decía: - Dígame, dígame amigo mío. Y la pieza volaba. Decían también que esta renuncia tenía mucho valor, pues le era difícil acertar. Pero también decían que a lo mejor no acertaba porque su natural ternura hacía que el subconsciente le desviara el arma de la posición correcta.

"El estudio profundo del Derecho y el contacto muy íntimo con instituciones consuetudinarias ha facilitado que Don Ramón fuera un hombre éticamente bueno, condescendiente y justo, generoso, sapiente como gran jurista y entrañablemente dotado de humanidad, es decir, que fuera arquetípicamente un Notario"

Afortunadamente aún el mundo es favorablemente sensible al sentido de generosa humanidad, rectitud, conciencia y amabilidad, voluntad de servicio, y ello explica la constante investidura de diversos cargos importantes y también honoríficos que le han honrado y a los que ha servido con leal voluntad de servicio ordenado a las finalidades institucionales que correspondían ( ).
Ha definido con precisión que la gratitud, no es solo una virtud, un imperioso deber moral sino que es asimismo un deber jurídico ( ) cuyas características y ámbito define con claridad.
Y consecuencia de todo ello también es la abundancia de condecoraciones ( ) con las que ha sido honrado. Su persona le ha llevado, intensa y fielmente, a observar, constatar, construir, ayudar, condescender y perdonar. Y una aurea de confiabilidad de nuestra intensidad una exudación de paz y tranquila serenidad, una capacidad de asunción benevolente de las contrariedades, y la generosidad del perdón, explican aquella continua sonrisa profunda, sincera y suave que es proyección de la nobleza del hombre, jurista, notario y profundamente cristiano y sólido creyente de aquel Dios, que en su infinita grandeza, amó tanto al hombre y fue tan humano que asumió asimismo la naturaleza humana.
El estudio profundo del Derecho, la constatación de su desenvolvimiento y realización vital, y el contacto muy íntimo con instituciones consuetudinarias que exigen para su eficacia la concurrencia de virtudes singulares y sobre todos de un profundo sentido de humanidad, ha facilitado que Don Ramón fuera un hombre éticamente bueno, condescendiente y justo, generoso, sapiente como gran jurista y entrañablemente dotado de humanidad, es decir, que fuera arquetípicamente un Notario. Todo ello fundido en una unidad ontológica vital que no es otra que Don Ramón Faus Esteve.

Don Ramón: figura ejemplar

Jose Angel Martinez Sanchiz Hemos de agradecer a don José Juan Pintó Ruiz  este articulo que evoca esa figura ejemplar que fue don Ramón Faus, cuya personalidad, llena a la vez de humanidad y sabiduría, nos transmite tan vivamente, porque el afecto se conjuga siempre en presente, más allá del recuerdo.
También hemos de agradecer el alto concepto de la función notarial que traslucen las páginas que anteceden, que debemos a la vocación de servicio, arraigada en  personalidades tan relevantes como la de Don Ramón, que  ingresó en el Notariado en la misma promoción que Rafael Nuñez Lagos y González Palomino, en la llamada por este    “generación del 27”,  lo que le llevó a dedicarle su memorable conferencia acerca de la compensación y su efecto con estas palabras: “A Ramón Faus Esteve, Notario de Barcelona, número 1 de mi promoción de ingreso en el Notariado”.
Mi padre, Ángel Martínez Sarrión, que admiraba y quería mucho a don Ramón, me contó que en aquella oposición, mientras hacía pasillo, entabló  conversación con  otro opositor muy versado, y que tras ponerle a prueba, le espetó: -“Mire usted Ramón, se encuentra bien preparado, no le quepa duda que será usted notario, pero no se desmoralice si no es en esta ocasión, pues yo voy después que usted”.  Don Ramón no le dio más importancia y profesaría siempre una muy cordial relación con aquella persona, cuyos destinos, con el correr del tiempo, uniría el Notariado.

"Decía que los notarios percibimos en nuestros despachos “el instinto genésico de las normas”, del que hablaba por su propia experiencia, pues se aprende más de las personas que de los libros"

Don Ramón era una persona muy cercana. No tuve mucha ocasión de tratarle, pues era yo demasiado joven; pero las pocas veces que así fue, impresionaba su humanidad, y la seguridad de encontrar en él un puerto seguro. Decía que los notarios percibimos en nuestros despachos “el instinto genésico de las normas”, del que hablaba por su propia experiencia, pues se aprende más de las personas que de los libros. También repetía que “los buenos notarios se hacen en las malas notarías”.
Con motivo de su jubilación se le tributó un multitudinario homenaje, al que concurrió todo el mundo jurídico catalán y notarios de toda España. Tuve el privilegio, que le debo a mi padre, de asistir al mismo, recién acabada la carrera.  Y guardo entre mis recuerdos su discurso con  alguna de las anécdotas de su primera notaria en Galicia. Así el caso de un paisano que fue para hacer testamento, y que legaba distintos campos, de los que don Ramón iba tomando nota, hasta la última disposición: - “y la finca de mi hermano a Fulanito”. Don Ramón, perplejo, intentó integrar su voluntad: -  “¿la finca que compró a su hermano? ¿la que heredó de su hermano?  –No.  ¿La finca que comparte con su hermano? ¿Arrendada a su hermano? –No- Y ya cuando no encontraba preguntas, el buen labriego le espetó: - señor notario, el legado de cosa ajena.”

"Los estudios y obras de don Ramón son auténticos, expresan fielmente su manera de ser,  en el sentido de aplicar su gran caudal de conocimientos científicos y prácticos a la solución de problemas, a la superación o mitigación de situaciones patológicas"

En cierta ocasión le pregunté a Juan Vallet, sobre la aparente casualidad de que de un mismo pueblo Gissona surgieran tres personalidades tan relevantes como Roca-Sastre, Faus y Condomines. Me contestó escuetamente: “Los hermanos de la Salle”.  Hoy en ese pueblo existe una escuela pública que lleva el nombre de “Ramón Faus i Esteve”.
Los estudios y obras de don Ramón son auténticos, expresan fielmente su manera de ser,  en el sentido de aplicar su gran caudal de conocimientos científicos y prácticos a la solución de problemas, a la superación o mitigación de situaciones patológicas, como la separación de hecho, sobre la que dictó una magistral conferencia en la Academia Matritense del Notariado en el año 1945, en aquel entonces, contra corriente, pero que revelaba una vez más su honda preocupación por las angustias  humanas.
Por ello quizá resulta tan ameno, porque en sus escritos nos interpela amablemente, como en aquel tribunal de oposiciones, que presidía, cuando un opositor callaba mientras dejaba pasar el tiempo sin comenzar el ejercicio: -“Le recuerdo al señor opositor que el ejercicio es oral”. La vida de don Ramón, y de aquella generación, nos interpela a los notarios de hoy en día; tal vez nos advertiría: “menos hablar y más porfiar”, porque lo importante no es lo que podamos decir de nosotros, sino lo que hagamos o lo que efectivamente podemos hacer. Personalidades como don Ramón son irrepetibles, pero han dejado su sello en la institución, que gracias a don José Juan Pinto reeditamos para ejemplo de todos nosotros.

José Ángel Martínez Sanchiz
Notario de Madrid

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