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Por: ANTONIO LINAGE CONDE
Notario
PLÁCIDO BARRIOS FERNÁNDEZ
Notario de Alcalá de Henares (Madrid)


Complemento del trabajo publicado en esta Revista (nº 77, Enero-Febrero 2018), he seguido con Antonio Linage recabando información sobre la “Guerra de los Tres Años” e inmediata posguerra.

1. Notarios afectados
El Ministro de la Guerra en 1934, durante la Revolución de octubre, era Diego Hidalgo Durán, notario de Pozuelo del Rey (Madrid), autor de “Un Notario español en Rusia” (1929). 
Sí se mencionó a Blas Infante, notario de Coria del Río (Sevilla), padre del movimiento andalucista, fusilado el 11 de agosto de 1936: se cuenta que ese día al llevárselo, repuso que no podía dejar los protocolos sin custodia, le contestaron que no se preocupara pues de ellos otro se haría cargo. 
José Luis Diez Pastor, notario de Madrid, “autor” de la Ley del Divorcio de la República, colaboró con el decano López Palop en la conservación del edificio colegial y en 1937 aceptó ser Director General, instado por el decano y otros compañeros, regularizando la situación de notarios y registradores en situación muy difícil. Por Orden de 26 de julio de 1939 fue dado de baja en el escalafón -junto con otros siete compañeros-, sin previo expediente ni audiencia. Le absolvieron sucesivamente un Consejo de Guerra y el Tribunal de Responsabilidades Políticas, pero no se le readmitió en el Cuerpo hasta 1944. En el intervalo vivió de la preparación de opositores tales como Roán, Margarita Baudín y Francisco Núñez Lagos (semblanza escrita por Antonio Pérez Sanz, Revista ENSXXI nº 37, Mayo-Junio 2011).
La misma Orden dio de baja en el Cuerpo a José Gaos Berea, notario de Valencia (“retratado” por Max Aub en el “Laberinto Mágico” y padre del filósofo homónimo), José García Fernández Castañón, de Cartagena, José Castelló Gómez Trevijano, de Andújar, Amador del Pozo Rodríguez, de Fuentesaúco, y a los excedentes César Lopez Bravo y Giraldo, Ramón Feced Gresa (radical-socialista Ministro de Agricultura en 1933 y 1936) y Crescenciano Aguado Merino (diputado socialista en 1933).
El notario de Cuevas de Almanzora (Almería), Félix de Pablo Gundín, Secretario de la Agrupación Socialista de Almería, candidato en las elecciones de 1933, fue ejecutado el 21 de diciembre de 1939, tras Consejo de Guerra que dictó pena de muerte.
La Orden de 23 de febrero de 1942 dio de baja al notario de la entonces Guinea española, Manuel Gramunt Puig, supuestamente por una publicación en prensa.
No incluimos más casos por no tener más noticias.
Paralelamente por Orden de 27 de julio de 1939 se concede al notario de Balmaseda, Juan Zabaleta Corta, el avance de 250 números en el escalafón. En la misma se dice: “destituido... en razón a sus ideas derechistas… por salvar su vida, tuvo que huir a Bilbao, donde estuvo escondido… (siendo) enfermero en un hospital…”.
Muchos notarios de Madrid capital durante la Guerra, tuvieron que pluriemplearse dada la poca actividad de sus despachos: de los Anuarios resulta que en 1934, de 51 notarios, el 76% firma más de 1000 instrumentos anuales; por contra en 1938, de los 46 que aparecen, solo uno firma más de 1000 (1170); del resto, 25 notarios (el 54% del total), menos de 100 instrumentos en todo el año. Agradecemos a Miguel Prieto Escudero (“Justito el Notario”), su aportación. El Anuario de 1936-1939 no se publica hasta 1944.
En el Colegio Notarial de Madrid había colocada una placa en memoria de los colegiados “asesinados” en 1936: Dimás Adánez y Horcajuelo (diputado por la CEDA), Nicolás Alcalá Espinosa, Alejandro Arizcun Moreno (con cuatro de sus hijos, uno, opositor a notarías), Mateo Azpeitia Esteban (Decano bajo cuyo mandato se adquirió la actual Casa-Colegio), Miguel Blasco Zabay, Ricardo Fernández Saeta, Evaristo García Alejaldre, Faustino García Aranda, Justo Pozo e Iglesias (Gobernador Civil de Toledo), Emilio de Villa Inguanzo y Enrique Villalobos Marcitllach.
El notario de Bujalance (Córdoba) Juan Díaz del Moral, eminente agrarista e historiador social, fue diputado de la Agrupación al Servicio de la República. En 1937, tras llegar los “nacionales”, se designó un administrador judicial para su patrimonio. El Tribunal de Responsabilidades Políticas le impuso multa de 3000 pesetas y por Orden de 11 de marzo de 1940 se le traslada forzosamente desde Chamartín de la Rosa (Madrid), adonde había concursado en 1936 -temeroso de la agitación social de su pueblo-, a la notaría de Caravaca, con prohibición de concursar durante cinco años.
Bujalance vuelve a ser tristemente noticia pues el sucesor, Antonio Moreno Sevilla fue asesinado el 23 de agosto de 1936, cuando contaba 46 años de edad dejando viuda y 7 hijos, los hermanos Moreno-Torres (uno de ellos, Vicente, fue Decano de Granada). 
Natural de Bujalance fue el registrador Juan María Begué -padre de la catedrática Gloria Begué- fusilado el 10 de octubre de 1936 en Izagre (León), zona “nacional”.
El notario Raimundo de Noguera y Guzmán salvó en dos ocasiones el magnífico Archivo del Colegio de Barcelona, la primera al principio convenciendo a los anarquistas de no incendiarlo, y tres años después, ante la inminente llegada de las tropas franquistas, impidiendo un incierto traslado a Francia, que a buen seguro lo hubiese dañado irremisiblemente.
Santiago Pelayo Hore cae prisionero al poco de aprobar las oposiciones en Canarias. Preso en San Miguel de los Reyes (Valencia) se le ocurrió llenar un folio con ensayos de su signo notarial -¿quién no lo hizo?- y le interrogaron sobre su apariencia enigmática. Pudieron pensar se trataba de lenguaje criptográfico digno de una novela de espías. Este notario autorizó el 4 de octubre de 1951 la constitución de la sociedad “Valdefuentes S.A.”, vinculada al patrimonio de Franco.

“Ser notario en aquellos momentos no siempre fue fácil”

El filósofo Fernando Savater, en su deliciosa autobiografía “Mira por Dónde” (edit. Taurus, Madrid, 2003, pág. 37), nos dice que su padre, Fernando Fernández-Savater, notario de San Sebastián y después de Madrid: “fue el notario ante el que Franco hizo su testamento (el personal, claro, no el político…). En casa rodaba por los cajones una foto del Caudillo autografiada en tal ocasión, que mi madre se apresuró a poner en la cómoda de la entrada la noche en que vinieron por primera vez a detenerme, en el estado de excepción de 1969. Sirvió de poco…”. Efectivamente lo autorizó el 20 de febrero de 1968.
Lorenzo Martínez Fuset, jurídico militar amén de notario, fue además de amigo de García Lorca (le dedicó el pasaje “El Albaicín” en su obra “Impresiones y Paisajes”), persona de confianza de Franco, pues a su cuidado dejó a su mujer e hija al embarcar en el “Dragon Rapide”, y después su asesor personal, desanimándole, por ejemplo, cuando pretendió disolver la Guardia Civil.
El notario de Pedreguer (Alicante) Augusto Villalonga, fue asesinado en agosto de 1936. Era hijo predilecto del pueblo desde 1934, habiendo costeado a sus expensas el lavadero público. De ideas avanzadas, republicano y seguramente masón, eso no le evitó ser asesinado por elementos republicanos incontrolados.
Ramón de la Vega Arango, notario de Campo de Criptana (Ciudad Real) fue allí asesinado junto con su mujer e hijo el 20 de septiembre 1936.
Javier Nagore Yárnoz, en su “Historia del Ilustre Colegio Notarial de Pamplona” (editada por el Colegio en 1997), menciona la petición en 1937 del notario de Estella, José González del Castillo, para sustituir Viana y Los Arcos, pues el notario de ésta, Plácido Santamaría, “se hallaba en Madrid”.
En Acta Notarial autorizada por el notario de San Sebastián Rafael Navarro Díaz el 9 de septiembre de 1937, los declarantes, notarios de Barcelona, “refugiados” en San Sebastián, manifestaron: “Que habían salido de la zona roja con posterioridad a octubre de 1936; que se enteraron en el Colegio Notarial de Barcelona (antes de su salida) que Salvador Galindo y López había sido asesinado… en Seo de Urgel… que el asesinato del Sr. Galindo ha sido directa y exclusivamente (¿debido?) a la condición de notario…, (pues) para no correr igual suerte (tuvo) que escapar de la localidad el otro notario, Sr. Villalonga”.
Uno de los declarantes, Juan O´Callaghan, notario de Barcelona, es nombrado en el mismo 1937 “notario interino” de San Sebastián, “por no estar el titular, D. Vicente Jaén”. Hay que recordar que la Orden de 2 de septiembre de 1936 de la Junta de Defensa Nacional (de Burgos), regulaba la “Provisión interina de Notarías” para “servir las Notarías vacantes, ya lo sean por carecer de titular o porque éste se halle prestando servicio en la filas del Ejército o milicias armadas…”. Los interinos conservaban la plaza original no pudiendo servir plaza de distinta categoría a la suya.
El mayor accidente ferroviario de nuestra historia ocurrió en Torre del Bierzo (León) el 3 de enero de 1944. La prensa oficial silenció su magnitud. En él falleció el notario de Villafranca del Bierzo, Marcelino Crespo Crespo.
Nos aporta el notario de Valencia Joaquín Borrell un episodio digno de Berlanga: cuando en 1949 muere su abuelo, Carlos García Vallejo, Coronel de la República antes de perder el empleo, viendo su esquela el entonces Gobernador Militar de Valencia ordena Compañía de Honores al funeral. Una vez allí, el oficial al mando, no viendo militar ni bandera alguna, preguntó receloso quién era ese Coronel; tras la respuesta, la Compañía efectivamente desfiló, pero en dirección opuesta a la comitiva fúnebre.
Carlos Mª Bru Purón nos cuenta que tanto él como Manuel Ramos Armero, ambos notarios participantes en el llamado “Contubernio de Munich” de 1962, estuvieron a punto de perder la carrera pues las autoridades pretendían confinarlos en represalia: “Si dejabas de ejercer 6 meses la perdías”, explica. Solo la intervención de otro compañero, Pío Cabanillas, entonces Letrado de la DGRN, ante el Ministro Iturmendi, lo evitó, si bien se les retiró el pasaporte por casi dos años.

2. Referencia somera a documentación de la época
Efectivamente ser notario en aquellos momentos no siempre fue fácil.
En julio de 1936 el notario de Mieres, Justo Vigil y Álvarez, constituido en la Casa Consistorial autoriza Acta en la que el llamado “Comité local de Defensa de la República” a presencia de los representantes de los Bancos de la plaza (Herrero, Español de Crédito y Asturiano de Industria y Comercio) pretende hacer “arqueo del numerario existente en aquéllos Bancos e incautar de su monto para disponer de él llegado el caso a los fines propuestos en la… forma que las necesidades públicas lo exijan”.
El notario deja constancia de la anomalía: “Entendiendo yo que por exceder de los límites que a mi oficio impone el artículo 1º de la Ley del Notariado, eran anómalos el procedimiento y mi intervención, así lo declaré respetuosa y lealmente; pero los requirentes… insistieron en que había de autorizar, y me conminaron a que lo hiciera...”.
Agradecemos al empleado jubilado del Banco Herrero (hoy Sabadell) en Oviedo quien facilitó esta información.
Se plantean problemas de la moneda que deja de ser de curso legal. En Actas de la época se incorporan inventarios distinguiendo: “billetes emitidos en Gijón, Santander o Bilbao, puestos en circulación con posterioridad al dieciocho de julio, sin valor legal alguno”, y “dinero que existía el dieciocho de Julio en billetes del Banco de España, de lícito curso…”.
Sobre actas notariales de Guerra, ya tratadas, se facilitó en su día por una asesoría de Mieres (Asturias) un modelo/minuta del siguiente tenor: “Que el/la requirente ha solicitado pensión de orfandad en aplicación de la Ley 5/1979 de 18 de septiembre, sobre reconocimiento de pensiones a favor de los familiares de los fallecidos como consecuencia de la pasada guerra civil, y que a los testigos (dos al menos con fecha de nacimiento), les consta por conocimiento directo que Don…, padre/abuelo del/la requirente, fue fusilado por el Ejército Nacional en Nicolasa (pozo minero de la zona), el … de … de 1938, poniendo de manifiesto, como conclusión final, que el fallecimiento de D. se produjo como consecuencia o con ocasión de la pasada guerra civil española”.

“Tantos años han transcurrido desde la Tragedia que una nebulosa parece cubrirlo todo”

U otra relativa a mutilados que no tuvieron reconocidos sus derechos en su momento, cuya transcripción ha sido autorizada por la requirente: “Que durante la pasada guerra civil española, el día… mil novecientos treinta y siete, su esposo, fallecido, don…, fue herido en combate por metra¬lla… a consecuencia de su participación en la citada guerra, cuando se encon¬traba luchando en el frente de San Claudio, Oviedo, formando parte de la unidad militar nº 247 del ejército republicano. Como consecuencia le quedaron secuelas en ambas manos que tenía prácticamente anquilosadas”. Incorpora testifical, certificado de lesiones y de incapacidad.
Continuando en Asturias, en proyecto de 1941 para reforma del edificio del hoy Colegio Notarial se indica ser necesarias obras para restituirlo al estado en que se hallaba “antes del asedio marxista a la capital”. Precisamente en su coqueta biblioteca se conserva un pequeño cuadro que representa el Oviedo en ruinas tras la Guerra. El inmueble se adquirió el 12 de agosto de 1953 ante el notario de Oviedo, Francisco Montes Lueje, siendo el expositivo muy jugoso: “la adquisición de (la) Casa-Colegio…gracias al apoyo entusiástico del… Director general… D. Maximino Miyar Miyar, Asturiano de nacimiento y de corazón, (y) todos los que amen a esta Región, verán en esta escritura satisfechas las aspiraciones de varias generaciones notariales…”
En acta de entrega de protocolos de la Notaría de Tremp (Lleida), se dice: “falta en el protocolo de 1936 el … número 222, que al parecer desapareció al ser invadido durante la guerra civil de 1936-1939, el despacho del entonces titular don Enrique de Aguilar-Amat y Banús, que fue asesinado”. Efectivamente ello ocurrió el 30 de julio de 1936. Agradecemos a Juan Manuel Polo la información.
En Madrid se autoriza el 10 de diciembre de 1936 por el notario Don Enrique Casuso de la Hesa, acta a instancia de la Junta de Defensa del Tesoro Artístico Nacional, para constancia de los daños sufridos por el Museo del Prado, por el bombardeo de las 19 horas del 16 de noviembre de 1936. En ella relata por inspección ocular los daños con mucho detalle: “huellas de una bomba incendiaria en el patio de calderas; de otras dos en el techo de la sala de Velázquez; de tres impactos similares en el óculo y techo de la rotonda y de dos señales más en el patio de Murillo…”.
El mismo notario autoriza otra instada por dicha Junta en abril de 1937 para dejar constancia del estado (deplorable por causa de la humedad: “capa de moho densísima”) en que se encuentran los famosos “Grecos de Illescas”, tras estar 7 meses depositados para su protección en los sótanos del Banco de España.
Estando las obras de arte en Francia, en febrero de 1939, dicha Junta fue interpelada para su entrega por el supuesto representante de Burgos, el pintor Sert, quien lo hizo acompañado de notario francés.
Por último referir la donación de la finca “Hoya Fría” en Tenerife, autorizada en Santa Cruz el 11 de febrero de 1937 para el protocolo del notario Don Alfredo Álvarez González, donada a “S.E. el Jefe del Estado, Generalísimo Franco,… para que (la) destine a los fines o servicios del Estado que mejor estime”, y aceptada por el Comandante Militar de Canarias, con la denominación de Campo del General Franco, para Campamento y Campo de Instrucción y Tiro. De actualidad pues al desafectarse de uso militar parte de ella para construir viviendas, los causahabientes del donante pretenden la revocación alegando incumplimiento de la condición: el Tribunal Supremo en 2007 les da la razón. Según El País (13-8-2007) los terrenos se habían donado en su día a cambio de que se excarcelara a un familiar -militante socialista- del entonces propietario.

3. Azares del destino. Avales a depurados. Colofón
El azar en esos primeros días tras el 18 de julio de 1936 condicionó y de qué modo la vida de muchos; el encontrarse ese sábado en una u otra zona no fue irrelevante.
A la familia de Antonio Linage le pilla providencialmente -el padre militante de Izquierda Republicana- en Madrid: habían venido a una boda desde Sepúlveda. Estuvieron en la capital toda la guerra, logrando no sin dificultad alojamiento; a los novios les ocurrió lo contrario, pues tras la boda al ir a Sepúlveda, “zona nacional”, él acaba en trabajos forzados. El padre de Antonio muere muy joven: una tuberculosis contraída en el frente se lo llevó por delante, dejando viuda y un hijo de 7 años.
El azar salvó la vida del abuelo de Plácido, Diputado por la CEDA, fuera de Madrid por las vacaciones estivales, lo que no evitó que allanaran su domicilio capitalino. La pura suerte en forma de estrechez de las calles del Puente de Domingo Flórez (León), evitó el acceso de los camiones de los mineros de Fabero, que pretendían llegar adonde se encontraba, Vega de Yeres, y que optaron por volverse. Él y su familia, entretanto, habían huido al monte con escopetas de caza.

“Unidos por el amor a esta profesión, con el deseo que nunca más se repita, sirviendo además de humilde homenaje a los compañeros que les tocó vivir aquella difícil encrucijada, con riesgo personal evidente”

Azarosos y convulsos momentos como queda dicho, ya que si bien este abuelo, Pedro Barrios Caamaño, por un lado “avaló” al maestro republicano depurado “Don Emilio” (abuelo a su vez de la mujer de Plácido), por otro lado, tuvo trato con el controvertido Comandante Arrecivita, de la Guardia Civil, encargado entonces de la represión del maquis en la Cabrera Leonesa. Una pareja del Cuerpo solía pernoctar en la casa familiar, y quizás el propio Comandante.
Avales para responder de que los “depurados”, no eran en realidad “desafectos” al Régimen, solicitándose la revisión de las sanciones impuestas. En las primeras oposiciones tras la Guerra se pedía un “Certificado de adhesión al Régimen”. Al pedirlo el notario y registrador Luis Arturo Romaguera, para opositar a Registros, se lo denegaron por la filiación republicana de su padre; lo obtuvo finalmente gracias al delegado del SEU de su curso quien seguramente manifestó: “No consta que sea desafecto”.
De tradición oral el que unos vecinos de Figueres (Gerona), pidieron al notario Salvador Dalí Cusí, padre del pintor, que les “avalase”. Se les citó ese día en la Notaría a las siete de la tarde, más llegando al despacho, lo encuentran cerrado con un cartel en la puerta: “No se dan Avales”.
Tantos años han transcurrido desde la Tragedia que una nebulosa parece cubrirlo todo. Por eso hemos querido abordarla dos notarios de generaciones distintas -más de treinta años nos separan-, uno, niño de la guerra, otro, apenas un adolescente cuando muere Franco, unidos por el amor a esta profesión, con el deseo que nunca más se repita, sirviendo además de humilde homenaje a los compañeros que les tocó vivir aquella difícil encrucijada, con riesgo personal evidente.

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