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ENSXXI Nº 2
JULIO - AGOSTO 2005

Cuando Manuel de la Cámara cruzó por primera vez la escalinata del Colegio El Pilar de Madrid para estudiar el bachillerato quedó deslumbrado por el lema que corona el frontispicio de la gran escalinata que da acceso al interior del Colegio: LA VERDAD OS HARA LIBRES. La relación directa entre libertad y verdad no es ni mucho menos evidente, pues ambos principios parecen pertenecer a escalas que no se cruzan, pero para Manuel de la Cámara esa relación, y precisamente en el orden enunciado -la libertad como consecuencia necesaria e inevitable de la  verdad- llegó a convertirse en obsesión e ideal de vida.
Manuel de la Cámara estudió Derecho en la Complutense, obtuvo una calificación de sobresaliente cum laude en la tesis cuando se doctoró, ingresó brillantemente en el notariado en 1944 y siete años después ya estaba en Madrid, donde ejerció el arte de la notaría hasta su jubilación. Profesional de actividad incesante, ha sido miembro de la Comisión de asuntos europeos en representación del Notariado español, vicepresidente de la Unión Internacional del Notariado latino, ponente en los congresos internacionales de México, Munich, Montevideo, Atenas, Buenos Aires... primer premio internacional de la Revista Argentina del Notariado, diplomado por los Colegios notariales de Guatemala y Republica Dominicana, Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort... La relación de méritos y premios sería interminable.
Manuel de la Cámara ha sido y es, sobre todo, una de las grandes lumbreras  que el Colegio Notarial de Madrid ha brindado al mundo jurídico. En el intricado mundo del Derecho ha sido capaz de abrir nuevos cauces y diseñar nuevas formas que al final han terminado por  trascender  a la vida social convirtiéndose  en leyes. Pocos juristas han sabido ensamblar como él las facetas teóricas y prácticas de cada institución. Pocos juristas han sabido y saben desentrañar la realidad social hasta situar armónicamente cada relación jurídica en el lugar del pentagrama que le tiene asignado el deber ser  marcado por el Derecho.
Manuel de la Cámara ha sido siempre fundamentalmente un maestro. No ya porque ha impartido cursos sobre Derecho de familia, sobre Derecho sucesorio o sobre Derecho mercantil en la Escuela de Practica Jurídica, en la Facultad de derecho,  en el Colegio Notarial de Madrid o en cualquier otro sitio donde le hayan convocado. Manuel de la Cámara ha sido un maestro  por actitud, por prestancia, por vocación, tal vez porque en su  persecución constante de la libertad gastó sus talentos, que no eran pocos, en una  insaciable búsqueda de la verdad que había de deparársela, como le anunció la máxima que leyó de niño en el frontispicio de su primer colegio. Esto se refleja con máximo rigor en sus publicaciones, especialmente en sus grandes obras sobre Derecho Mercantil, particularmente en los Estudios de Derecho Mercantil.
Ha tenido tiempo aún Manuel de la Cámara para escribir nuevos Tratados de Derecho Mercantil después de la Reforma de 1990. Uno sobre sociedades anónimas, El capital social en la Sociedad Anónima, Su aumento y disminución y otro sobre limitadas, Curso sobre sociedades de responsabilidad Limitada, ambos editados por el Notariado en la colección Colegios Notariales de España. Ambas obras mantienen el esplendor del gran mercantilista que es Manuel de la Cámara.
No son éstas sus únicas publicaciones. Debemos citar, entre otras, el tomo sobre filiación de la obra magna de Derecho civil dirigida por M. Alvadalejo. Entre los artículos merecen una consideración especial, por su trascendencia, el estudio sobre el pago de la legítima en metálico, el dedicado al Notariado latino y su función, o el referido a la sociedad de gananciales y el Registro de la Propiedad.  Es inútil continuar. Manuel de la Cámara será siempre un hito en la historia de las aportaciones que al campo del Derecho ha realizado el Colegio Notarial de Madrid.

Lecciones que hacían doctrina
Manuel de la Cámara  reflejó la máxima expresión de sus conocimientos y categoría jurídica en las  clases magistrales que durante los años sesenta impartió en el Centro de Estudios Tributarios y que  marcaron un hito en la Historia del Derecho Mercantil. Su magisterio, lección a lección,  sobre la empresa mercantil, fue un ejemplo inigualable de Derecho depurado en una desconocida simbiosis de práctica real y teoría refinada.

Unas aparentemente humildes lecciones sobre la empresa, dictadas con la simple finalidad de que los alumnos cursaran una asignatura,  llegaron a constituir la obra mas importante de Derecho Mercantil de aquellos decenios, hasta el punto de que, aunque su sistemática respondía a un peculiar plan de estudios que no respetaba los índices habituales de la disciplina lo que dificultaba las consultas,  cuando se agotaban las ediciones la obra se buscaba como un elixir, se prestaba como oro en paño y se distribuía en fotocopias entre los estudiosos.
Tanto fue así que la  reforma mercantil de los años 90, que incorporó a sus preceptos muchas de las enseñanzas y conclusiones de Manuel de la Cámara, especialmente en cuanto al mantenimiento de la cifra de retención, no hizo perder valor a la obra sino en cuando se alteraba el derecho positivo.  Sus lecciones jurídico-mercantiles mantienen aún  su vigencia.

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