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ENSXXI Nº 21
SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2008

ALFONSO MADRIDEJOS
Notario de Madrid

La elección directa, por todos los notarios, del Presidente del Notariado, y del grupo de personas a quienes se va a confiar el destino del colectivo, siendo uno de los temas más recurrente de los últimos años y, muy probablemente, el que más unanimidad concita entre las bases, no ha conseguido provocar en nuestros dirigentes más que un pequeño daño colateral: una contumaz sordera.
La evolución de nuestro supremo órgano representativo, desde la muy humilde Junta de Decanos hasta el todopoderoso actual Consejo, ha sido expuesta en muchos foros y es sobradamente conocida. En ese proceso, lo que inicialmente es una reunión informal, que permite a los Decanos intercambiar información y unificar criterios en el ejercicio de sus competencias, se transforma en el órgano máximo de decisión, el que más trascendentales competencias acumula y el que más recursos consume, en claro detrimento de los Colegios.
Paralelamente, se produce una evolución interna en el seno del Consejo cuyo resultado es que todo el poder se traslada al Presidente, quien lo ejerce, según su carácter, por si sólo o lo comparte con una reducida camarilla personal. Mientras tanto, el pleno del Consejo se muestra como un órgano inoperante, que se reúne una vez al mes, y no todos los meses, durante cuatro o cinco horas a lo sumo (y eso si la reunión es en Madrid, ya que fuera de la sede el apretado programa de festejos obliga a reducir drásticamente las horas de trabajo) y que se limita a ratificar, por abrumadora mayoría, lo ya decidido o consumado. De hecho, no registran los anales (oficiosos, claro, por imperativo del silencio oficial que el Reglamento establece) un solo caso, durante los últimos cuatro años, en el que alguno de los decanos integrantes de la pétrea mayoría haya roto la disciplina de voto (¿De verdad, nunca ninguno tuvo un asomo de duda sobre lo acertado de sus decisiones? ¿Ni una sola vez se planteó algún decano “mayoritario” que lo que legitimaba con su voto pudiera no ser lo más favorable para el Notariado?)

"Lo cierto es que hoy por hoy el futuro del Notariado se halla en manos del Presidente y de su reducido equipo (tres o cuatro decanos, un par de colaboradores externos y algún hombre fuerte de confianza)"

El sistema actual, además, genera un cúmulo de asimetrías informativas entre los notarios españoles que no potencia, precisamente, la legitimación democrática del presidente elegido. El candidato únicamente tiene que hacer campaña entre los notarios de su colegio (y sólo para ser elegido decano) y luego entre los decanos electos, pero no entre los demás notarios de España, que pueden estar completamente a ciegas respecto de su carácter, cualidades, competencia y, especialmente, programa. Por su parte, muchos decanos a su vez son elegidos sin competencia, por lo que ni siquiera tienen que molestarse en comunicar a sus colegiados sus opiniones, ni revelar qué programa de actuación van a apoyar, ni a qué decano prefieren como Presidente. La conclusión es que la elección se cocina, nunca mejor dicho, en restaurantes, tabernáculos y similares, a veces sin una presencia importante de decanos. Basta con contar un la mitad más uno. Los demás ya se sumarán llegado y el caso, y si no...
Lo cierto es que hoy por hoy el futuro del Notariado se halla en manos del Presidente y de su reducido equipo (tres o cuatro decanos, un par de colaboradores externos y algún hombre fuerte de confianza) de cuyo quehacer diario se derivan, de forma automática y sin ninguna intermediación de los Colegios, consecuencias inmediatas para los notarios. Por poner dos ejemplos extremos, basta con que alguien del equipo director decida modernizar tecnológicamente al Notariado para que aparezca en nuestro despacho un desconocido y nos plante un misterioso servidor, o, lo que es mucho más grave, que al Presidente le falle su cintura política para que, de un día para otro, disminuyan nuestros ingresos.
  Si esta es la situación y así tiene que ser, por demandarlo los tiempos actuales, solo falta dar el paso lógico: la elección directa por todos los notarios de sus máximos dirigentes. Por supuesto que la Junta de Decanos, como órgano de coordinación de los Colegios en sus ámbitos de competencias exclusivas, tiene que seguir existiendo, y que en su seno deberá mantenerse la igualdad de todos los decanos, con independencia del tamaño de su Colegio. Pero cuando se trate de elegir al equipo que, con su quehacer diario, se va a hacer cargo del destino del Notariado, asumiendo múltiples y trascendentales competencias directas sobre todo el colectivo, los intermediarios sobran y la igualdad debe predicarse no de los decanos sino de los propios notarios.

"La evolución de nuestro supremo órgano representativo, desde la muy humilde Junta de Decanos hasta el todopoderoso actual Consejo, ha sido expuesta en muchos foros y es sobradamente conocida"

Y no se trata de hacer mezquinas cábalas sobre si uno y otro sistema beneficia o perjudica a estos o aquellos en sus aspiraciones de poder. De lo que se trata es de que los notarios, mediante el sistema más genuinamente democrático, el de la elección directa, bajo el lema “un notario un voto”, elijan; y que quien ocupe el cargo lo haga desde la tranquilidad, y la responsabilidad, de saber que ha sido elegido por la mayoría de sus compañeros. Ni más, ni menos.
Desgraciadamente, la reforma del Reglamento Notarial, haciendo caso omiso de las legítimas aspiraciones del colectivo, no hizo sino añadir a los males de la elección indirecta, que se mantiene a ultranza, un incongruente y desaforado presidencialismo. Una oportunidad perdida, pero, ¿nos deparará el destino una segunda oportunidad? Si así fuese, solo cabe esperar que a quienes le sea concedida tengan más desarrolladas sus facultades auditivas porque, ya se sabe, no hay peor sordo que el que no quiere oír.

 

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