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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR
Periodista

BREXIT

La Unión Europea se hizo realidad como resultado del escarmiento colosal en que quedaron sumidos los países beligerantes al concluir la Segunda Guerra Mundial. Nacía del propósito de vencedores y vencidos del “nunca más” otra guerra civil entre europeos. También del repudio compartido a los totalitarismos de todo signo, en particular del soviético, que se alzaba como una nueva amenaza gestionada desde el Moscú comunista, después de haberse cobrado en términos territoriales, estratégicos y políticos su contribución a la victoria. Desde el Tratado de Roma de 1956 que firmaron los seis países fundadores, el proyecto de la construcción europea ha experimentado transformaciones en busca de una ever closer union articulando un área creciente de soberanía puesta en común con otra todavía reservada a las instituciones nacionales de los países miembros. Era una historia de éxito, un club al que todos querían pertenecer, que exigía una etiqueta política muy depurada.
La miopía de algunos incapacitados para ver más allá de la mera geografía elemental mantenía pronósticos aciagos para ese cabo de Eurasia donde se intentaba impulsar un nuevo modelo de democracia social de mercado, conforme al cual los derechos económicos de sus habitantes además de proceder de la propiedad lo hacían también del trabajo, como teorizó a toro pasado entre nosotros David Anisi. El modelo, enseguida envidiado desde Estados Unidos a Japón, se había ido segregando junto a una frontera muy precisa, la del telón de acero. Expresión acuñada por Churchill mucho más certera que la de muro de Berlín, empleada de modo alternativo. Porque, en efecto, el vocablo telón remite al teatro y designa el medio utilizado para separar dos ámbitos, a uno y otro lado del escenario. De modo que con el telón bajado se hurta cuanto hay detrás del mismo a la visión de los espectadores. Es entonces cuando, sin testigos oculares que estén en condiciones de pedir cuentas, cualquier abuso se hace posible. Así que el sistema comunista, que tantos padecimientos causaba a las poblaciones puestas bajo su hegemonía, servía también para moderar los excesos del capitalismo en funciones de antagonista al otro lado. Por eso, al colapsar los predestinados a imponerse por la fuerza de la gravitación hegeliana y cumplirse el pronóstico formulado en solitario por Hélène Carrère d’Encausse en su libro L’empire éclaté, prosperó esa Cultura del nuevo capitalismo tan lucidamente diseccionada por Richard Sennett y tan parecida a un regreso hacia los antiguos abusos.  

"Desde el Tratado de Roma de 1956 que firmaron los seis países fundadores, el proyecto de la construcción europea ha experimentado transformaciones en busca de una ever closer union articulando un área creciente de soberanía puesta en común con otra todavía reservada a las instituciones nacionales de los países miembros"

En el plano institucional, la firma del Acta Única creaba el mercado interior, surgía con el Tratado de Maastrich la Unión Económica y Monetaria, que supuso la acuñación de una moneda única para los países del eurogrupo y se sucedían los Tratados de Ámsterdam, de Niza y de Roma. Este último se firmaba en el Palacio del Capitolio el 29 de octubre de 2004, después de haber sido negociado en la Convención y en la Conferencia Intergubernamental con el ambicioso propósito de establecer una Constitución para Europa. Su ratificación fue acordada por 13 de los 25 países miembros - en España se hizo mediante referéndum el 20 de febrero de 2005-, sin embargo, el rechazo de franceses y holandeses al texto dio al traste con el proceso.
La Unión se ampliaba. El pasado 12 de junio celebramos el trigésimo primer aniversario de la integración de España y Portugal a las entonces Comunidades europeas. Tras nosotros vinieron los austriacos, suecos y finlandeses en 1995, para pasar después a la Europa de los veinticinco cuando en 2004, se sumaron Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Letonia, Lituania, Estonia, Chipre, Malta y Eslovenia, a los que se añadieron Bulgaria y Rumania y por último Croacia que da la cifra actual de 28. Fueron precisamente esas dos últimas ampliaciones las que generaron las primeras dudas en el seno de la Unión toda vez que cambiaron ostensiblemente los equilibrios hasta entonces cómodos entre los miembros más relevantes de ese exitoso invento que fue la Unión Europea.
La crisis griega tuvo efectos demoledores que llegaron a amenazar la pervivencia del euro y de la Unión Monetaria. Se acusó a las Instituciones de la UE de actuar con una lentitud desesperante en la toma de decisiones permitiendo que se agravara la situación. Enseguida irrumpieron los refugiados huidos de persecuciones sectarias, de guerras abiertas y de hambres sin horizonte. De la actitud receptiva inicial por parte de la UE se pasó al acuerdo firmado con Turquía para expulsar a todos los inmigrantes que carecieran de documentación en regla, independientemente del origen y motivo de su exilio. La ONU hubo de recordar la prohibición de las expulsiones colectivas. De ahí que cundiera el cuestionamiento, se caldeara la polémica y se encendieran las alertas que denunciaban la regresión hacia los nacionalismos y reclamaban una UE más unida y comprometida, capaz de idear soluciones donde los intereses generales primaran sobre los de estricto perímetro nacional.

"La firma del Acta Única creaba el mercado interior, surgía con el Tratado de Maastrich la Unión Económica y Monetaria, que supuso la acuñación de una moneda única para los países del eurogrupo y se sucedían los Tratados de Ámsterdam, de Niza y de Roma"

Por último, el 24 de junio amanecimos con la decisión tomada por el Reino Unido la jornada anterior de abandonar la UE, dejando a la Unión en una encrucijada compleja que requiere firmeza. La primera reacción de firmeza la demostró el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, al urgir a los británicos a invocar al artículo 50 de manera que se hiciera efectiva su salida lo antes posible y no se dilataran los efectos de ésta en las bolsas y los mercados.
La victoria del Brexit está generando la desagregación, empujando la xenofobia, amenazando la City y privando a su Graciosa Majestad de su condición de máxima receptora de las subvenciones de la PAC, Política Agraria Común, de la UE. Primero vino la dimisión, en diferido, como el despido de nuestro Bárcenas, del Primer ministro y último responsable de todos los males, David Cameron, quien, no contento con la que organizó por mor del referéndum sobre la independencia de Escocia del Reino Unido, volvió a convertir en global lo que no pasaba de ser un problema interno del partido conservador.
A la renuncia de Cameron siguió la de Boris Johnson a presentarse como candidato merced a la puñalada del ministro de justicia, Michael Gove, y a ésta el abandono de Nigel Farage, líder del partido antieuropeo UKYP, que, como decía un buen amigo periodista en la Cadena SER, “hizo de capitán Araña, quedándose en tierra después de haber embarcado a su país hacia el abandono y de sacar lo peor de sí mismos de sus conciudadanos da vergüenza”. Mención aparte requiere el hecho de que esos conciudadanos no fueran consientes de lo que estaban votando como demuestra que las búsquedas más realizadas en Google desde las islas fueran “¿qué es la Unión Europea” y “¿qué significa abandonar la UE?”.
Ahora toca prepararse para la desunión del Reino Unido, para que Escocia e Irlanda del Norte quieran separarse para continuar unidos a la aventura europea o para que Gibraltar arríe una bandera que pasa a ser una ruina. Aunque por mal que vayan las cosas siempre quedará la oportunidad de inventar otra Commonwealth con esos despojos.

"La victoria del Brexit está generando la desagregación, empujando la xenofobia, amenazando la City y privando a su Graciosa Majestad de su condición de máxima receptora de las subvenciones de la PAC, Política Agraria Común, de la UE"

A la decisión de los británicos de abandonar la Unión Europea se suma el debilitamiento que ya habían generando las dilaciones y dudas de Bruselas que son aprovechados por los partidos más extremistas de los diferentes países para afianzar sus posiciones radicales contra la UE, como comprobamos en algunas áreas como Europa Central. Allí hemos asistido a la llegada al poder del gobierno ultraconservador de Jaroslaw Kaczynski en Polonia, al afianzamiento de Victor Orban en Hungría con su referéndum sobre los refugiados y su canesú o a los complejos resultados electorales de Eslovaquia que incluyen la presencia en el parlamento de un partido neonazi. Sabemos que los autoritarismos contravienen los valores básicos de la Unión y que su dinámica contagiosa reclama combatirlos antes de que se expandan y degraden la convivencia ciudadana que es nuestra seña de identidad. Bruselas se enfrenta a retos fundamentales hasta ahora insospechados. En algunos casos ha actuado de manera contundente como al activar por primera vez desde el Tratado de Lisboa los mecanismos legales que establecen la imposición de sanciones a los países miembros que violen las normas del Estado de derecho, pero la proliferación de manifestaciones eurófobas presenta un futuro oscuro en el que las decisiones de las instituciones serán cruciales.
Estábamos advertidos de que no hay venenos sino dosis, y la que nos han inoculado los británicos es de difícil resistencia. Ahora, queda en nuestra mano evitar el contagio porque, como decía Luis María Anson, “el fruto sano se zocatea enseguida si no se le separa a tiempo del que está cedizo”.
Veremos enseguida si la UE encuentra el antídoto contra los autoritarismos rampantes, antagónicos con sus valores fundacionales.

Palabras clave: BREXIT, UE, economía
Keywords: BREXIT, EU, economy.

Resumen

El 24 de junio amanecimos con la decisión tomada por el Reino Unido la jornada anterior de abandonar la UE, dejando a la Unión en una encrucijada compleja que requiere firmeza. La primera reacción de firmeza la demostró el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, al urgir a los británicos a invocar al artículo 50 de manera que se hiciera efectiva su salida lo antes posible y no se dilataran los efectos de ésta en las bolsas y los mercados. El autor analiza los antecedentes que llevaron a esta situación.

Abstract

On 24 June we woke up to the decision taken by the United Kingdom the day before to exit from the European Union leaving the Union at a complex crossroads that requires a firm response.  The first demonstration of this was by the President of the European Commission, Jean Claude Juncker, to urge the British to invoke Article 50 so as to give effect to their departure as soon as possible and not prolong its effects upon the stock exchange and markets.  The author analyses the background that led to this situation.

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