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REVISTA76-PRINCIPAL

ENSXXI Nº 76
NOVIEMBRE - DICIEMBRE 2017



Esta revista, tras reiterar su lealtad al Estado de Derecho y, por tanto, a la Constitución, siente la obligación de expresar su solidaridad con el Colegio Notarial de Cataluña y los notarios que ejercen en esa Comunidad hermana.
La crisis catalana es nuestra propia crisis como españoles y nos interpela a todos, también a los notarios, que como señala Josep Pla, han venido siendo en Cataluña la única cara visible de un Estado que, si en condiciones normales -advierte Bourdieu- no se puede tocar con los dedos, mucho menos cuando se percibe muy lejos.
Pla no creía en otras revoluciones que las que debidas a la pluma notarial, o sea las derivadas del pacto que ha sido tradicionalmente el eje vertebral de la sociedad catalana, como nos recordara Vicens Vives: “D`aci que a la nostra terra prevalgués el pacte des de les primeres albades de la seva historia… D`antuvi, no calgué més que la paraula bescamviada, la cerimònia mágica que acompanayava tals actes. Després, hi intervingueren els notaris amb llur tinter i llur ploma. Personatges importants, aquests notaris, del cos viu de Catalunya, durant segles i segles. No se`els comprendria sense l`esperit pactista del país”.

"Más allá de las elecciones hay que sentar las bases para una reconciliación. En esa línea a favor de la reconciliación tal vez los notarios alguna cosa podamos aportar"

La declaración unilateral de independencia ha demostrado la existencia de una sociedad dividida en sectores encontrados, lo cual independientemente de las consecuencias jurídicas suscita una cuestión moral respecto de los preteridos por aquella, tal como planteaba el jurista norteamericano Joseph Weiler en una conferencia que hubo lugar en la sede madrileña del Parlamento Europeo el pasado 17 de noviembre.
La fractura entre catalanes de un signo y del contrario es profunda. Las futuras elecciones probablemente reproduzcan la división, lo que mueve a pensar en vías de reconciliación, no ya entre Cataluña y el Estado Español, sino previamente entre los propios habitantes de Cataluña.
Es necesario volver a las raíces catalanas: al usatge “Quoniam per iniquum”, ciento cincuenta años anterior a la Carta Magna, que exigía del príncipe en todo tiempo “sincera y perfecta fe y verdadera palabra” para que pudieran fiarse, creer en ellos y obtener protección todos los hombres, nobles o innobles, rústicos, payeses, negociantes, peregrinos, caminantes, amigos o enemigos, cristianos y sarracenos, judíos y herejes…

"Esta conciliación entre los propios catalanes, no quita que haya que hablar, siempre dentro del marco constitucional, y tratar de encontrar consensos entre todos y para todos"

Parece imprescindible recomponer la verdad y recuperar la sinceridad. Pero, además, es muy importante asegurar el tratamiento paritario de quienes viven en Cataluña, se sientan o no españoles; sentimientos muchas veces cíclicos como prueba la historia de la misma Cataluña y demuestran, por ejemplo, las oscilaciones acaecidas durante el siglo XIX.
Más allá de las elecciones hay que sentar las bases para una reconciliación. Recordemos, las asambleas de “Pau i Treva”, la primera de la que se tiene noticia bajo la égida del Abad Oliva, obispo de Vic, en el Rosellón a principios del siglo XII. Se trataba, gracias a las mismas, de sofocar las pasiones y violentas emociones que enfrentaban a las diversas facciones. Y es que es necesario recuperar el diálogo dentro de la propia sociedad catalana.
En esa línea a favor de la reconciliación tal vez alguna cosa podamos aportar, por la misma razón que para las antiguas “convenientiae” (convenios) se acudió a los notarios; ante nosotros, la lamentable separación de padres e hijos, entre esposos, hermanos o, simplemente, socios, enfrentados por su diferente adscripción ideológica; en este contexto, a la hora de hacer el testamento o con ocasión de cualquier otra escritura, nada más notarial que ofrecer o sugerir fórmulas conciliatorias.
Naturalmente, esta conciliación entre los propios catalanes, no quita que haya que hablar, siempre dentro del marco constitucional, y tratar de encontrar consensos entre todos y para todos.

"Cada vez parece más evidente la necesidad de establecer estructuras igualmente globales, como la Unión Europea, lo que conlleva una cesión de soberanía estatal"

Hay que confiar en ello, que es posible, porque entre los catalanes siempre hubo un sentimiento hispánico, más fuerte de lo que a veces se cree, incluso entre quienes se proclaman independentistas.
En efecto, el intenso apego a la tierra no tiene por qué resultar excluyente, como explicaba Juan Vallet, en su libro Reflexiones sobre Cataluña por referencia al antiguo jurisconsulto barcelonés Jaume de Marquilles, para quien el concepto “terra” era común a la tierra catalana y a la hispánica, pues pensaba en un universo articulado por diversas “Communitas communitatum”, enlazadas entre sí, que ejercían escalonadamente funciones públicas.
Esta construcción medieval propia de la cristiandad decae posiblemente antes de la Revolución Francesa, pero desde luego claramente con ella, por cuanto la nación pasa a ser concebida como un compartimento estanco, impermeable, contrapuesto (no escalonado) con las otras naciones.
Sin embargo, los Estados surgidos de la Paz de Westfalia se encuentran en la actualidad superados como consecuencia de la globalización. Cada vez parece más evidente la necesidad de establecer estructuras igualmente globales, como la Unión Europea, lo que conlleva una cesión de soberanía estatal. Y es que, cuanto más integración más sobresale la Europa de las regiones, o, en otras palabras, el renacimiento de ese orden escalonado de las “communitas communitatum” en el nuevo universo europeo. Ese es el camino a seguir, más Europa, cada vez que los catalanes se dejan llevar por veleidades independentistas cobra todo su sentido la observación de Vicens Vives con ocasión de la guerra de Sucesión: “Lucharon contra la corriente histórica y esto suele pagarse caro”.

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