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REVISTA110

ENSXXI Nº 113
ENERO - FEBRERO 2024

Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR
Periodista


LA PERSPECTIVA

Escribe Horacio en Arte Poética que “a un rostro triste le cuadran palabras amargas; a uno airado, las que de amenazas rebosan; al que está de broma, las chanzas; y a un rostro severo, serias palabras. Y es que primero la naturaleza nos prepara por dentro para todo tipo de suerte: nos llena de gozo o nos empuja a la ira, o bien nos echa por tierra abrumados de pena y nos llena de angustia; luego saca a la luz las emociones del alma, y la lengua le hace de intérprete”. Esta galería de semblantes trae causa de los estados de ánimo que en paralelo han mostrado los líderes de Unidas Podemos cuando han salido a defender la posición política de su grupo y a expresar su disentimiento personal respecto de la tortuosa e incierta línea del Gobierno de coalición del que forman parte.

Respecto al posicionamiento de Unidas Podemos sostiene Alex Grijelmo en su columna del suplemento Ideas del diario El País, correspondiente al 19 de marzo, titulada “Argumentario tramposo”, que los portavoces de la formación morada han esgrimido tres locuciones fraudulentas para batirse en la polémica de la ley del solo sí es sí. Considera que las tres son de aparente brillantez retórica, pero estima que están exentas de verdad: la primera, “volver al Código Penal de La Manada”, como si la ley anterior protegiera a aquellos indeseables que le dieron nombre; la segunda, “El consentimiento en el centro de la ley”, cuando nadie ha propugnado por el contrario el abandono de esa centralidad; y la tercera, “El calvario probatorio”, siendo así que ninguna reforma -primera o segunda- puede cambiar el principio según el cual la carga de la prueba ha de corresponder siempre a quien acusa, porque quien acusara sin pruebas podría de igual manera ser rebatido sin ellas.

“Resultaría inaceptable que los de la coalición gubernamental y quienes les prestan apoyo parlamentario se resignaran y aceptaran, sin más, los abusos que llegaran a detectar en las propias filas”

De este modo vendría a verificarse, según señalaba nuestro Arturo Soria y Espinosa en uno de sus raptos de lúcida indignación, que al robo verbal siguiera el robo en efectivo, que primero nos robaran las palabras y, después, la cartera. En Labrador del aire, editado por Turner en 1984, se compendiaban algunos de sus dichos, como el que utilizaba para definirse: “soy discrepante, anti multitudinario; ni mando a necios, ni obedezco a pícaros”. Para Arturo es obediente “quien se subordina al diente” y entre sus recomendaciones incluía la de “actuar fuera del pensamiento establecido, de la coacción de la obediencia y del acatamiento a la remuneración”. En su opinión “solo es deber el compromiso voluntariamente aceptado”; “militante es el político civil frustrado como militar” y la disciplina orquestal mantiene indiscutible superioridad frente a la disciplina castrense.
En definitiva, a los portavoces de Unidas Podemos, más arriba aludidos, les vendría a suceder lo mismo que refería el doctor Gregorio Marañón en sus Ensayos liberales a propósito de una gran bailarina española, para la cual bailar bien o mal no dependía de ella, sino de la gente. Porque ella “salía a escena con la misma curiosidad por ver cómo quedaba el público que la que imaginaba que pudiera sentir el público sentado en sus butacas por ver cómo quedaba ella, subida a las tablas”. De manera que por mucho que los podemitas hubieran irrumpido en su día pretendiendo cambiar las referencias de izquierda y derecha por las de arriba y abajo, también denominadas la casta y la gente, en breve parecían haberse alistado entre las criaturas de selección, a que alude José Ortega y Gasset en La rebelión de las masas. De ahí que a los más sinceros de entre ellos, les sepa mal su vida cuando no la hacen consistir en servicio a algo trascendente y que no perciben como una opresión la necesidad de servir. Por eso, también, en su condición de falsos hegelianos, no les basta con que la historia los domine; reclaman que “sus atropellos” queden convalidados como justos.

“En política, la primera batalla a ganar es la batalla del relato”

Advertidos como estamos por Albert Camus de que nadie tiene posibilidad de vivir en desacuerdo consigo mismo, resultaría inaceptable que los de la coalición gubernamental y quienes les prestan apoyo parlamentario se resignaran y aceptaran, sin más, los abusos que llegaran a detectar en las propias filas, arguyendo que desmanes parecidos, o incluso mayores, se dan o se han dado en el entorno del Partido Popular el cual, como alternativa, les precedió en el Poder. Más grave aún sería que así lo expresaran en público, porque ese público, a la escucha, les ha votado para que hicieran lo contrario que sus rivales: para que compitieran a favor de la decencia, en vez de degradarse en emuladores de la indignidad de sus adversarios, Ignorando que la militancia compartida para nada obliga a convalidar los excesos de los “nuestros”, en línea con quienes en Washington tildaban de hideputa al dictador nicaragüense Somoza, añadiendo el guiño cómplice de brindarle su consideración más distinguida, dado que, al fin, el hideputa no dejaba de ser su hideputa.
Se dice que un país vale lo que vale su lenguaje por eso, sostiene Camus, se educa un país educando su lenguaje, eligiendo la energía en lugar del odio, la objetividad en lugar de la retórica, la humanidad en lugar de la mediocridad. De ahí que, en política, la primera batalla a ganar sea la batalla del relato. Teniendo en cuenta que en las guerras dialécticas la categoría de los estrategas, de los consejeros áulicos y de los spin doctors suelen dejarla en claro las adversidades y ocultarla los éxitos. Pero al igual que la categoría, el talento, de Carlos Luis Álvarez, Cándido, queda fuera de discusión también lo está uno de sus apuntes más certeros, según el cual, la actualidad enmascara la realidad. Cuestión distinta es la que trata del estatuto de las imágenes, que analiza el profesor Rafael R. Tranche en su libro La máscara sobre la realidad (Alianza Editorial. Madrid, 2019) donde señala que los medios de comunicación, aturdidos por el universo digital y la aceleración, han perdido su vocación de servicio público. De modo que como verlo todo es no ver nada, quedamos advertidos de que aquello de lo que no hay imágenes difícilmente puede llegar a ser difundido como noticia porque, en el universo informativo, la imagen ya no funciona como indicio o prueba de lo ocurrido, sino como condición. Continuará.

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