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REVISTA110

ENSXXI Nº 114
MARZO - ABRIL 2024


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Fallecido en Benidorm, su residencia, el 5 de marzo de 2024, a la edad de 39 años

Ignacio, Nacho, Pérez-Olivares Delgado, notario que fue de Monesterio y de Benidorm, era ante todo un profesional enamorado de su trabajo. Mientras que en su vida personal el amor lo alcanzó y atrapó pronto en la persona de Laura, su mujer, profesionalmente recibió la llamada notarial en la biblioteca del despacho de sus maestros, José Luis e Ignacio Martínez-Gil Vich, en la calle Velázquez número 12, Escuela de notarios y juristas, como el propio Nacho. Allí aprendió varias lecciones que le acompañarían en su quehacer diario: la humildad de reconocer la sabiduría de los que enseñan, el afán por ser mejor cada día, la capacidad de identificar los problemas y el pragmatismo de ofrecer soluciones inmediatas, realizables y ajustadas a la legalidad. Descifró los rudimentos para ser notario, título que obtuvo en las oposiciones celebradas en el Colegio Notarial de Cataluña durante el año 2015 y parte de 2016, y ejerció su profesión con humildad, empatía y de forma resolutiva. Entre sus compañeros tuvo la virtud de hacer amigos, que fue nuestra suerte, con su carácter afable, pacífico y bondadoso. Con él se cumple el aserto de que no puedes ser buen notario si no eres buena persona.
Nacho convirtió la obligación de residencia que predica el Reglamento Notarial, en privilegio y lo ejercitó con orgullo, refundando en Monesterio un despacho que se convirtió en referente de la comarca e instalándose allí con su familia (de cuya ampliación era testigo el propio pueblo), donde fue uno más, siempre dispuesto, siempre sonriente, siempre profesional, a cualquier hora, cualquier día. El vacío que dejó en Monesterio, cuando dio el salto que su corazón le pedía a Benidorm, se hace ahora más grande, insondable ante la imposibilidad de cumplir aquella en parte promesa, en parte amenaza, de volver, que siempre dejan los grandes al abandonar su casa.
En Benidorm encontró la forma de mantener su esencia, la forma de entender la profesión de la que hacía gala, estando siempre accesible, visible, disponible. Eso le granjeó adeptos de forma instantánea. Su disponibilidad le llevaba a dividirse y multiplicarse como si de un prestidigitador se tratara. Notario, marido, padre, preparador de opositores. A nada decía que no, porque no sabía cómo hacerlo. Como solucionador de problemas que era por nacimiento, por vocación y por profesión, siempre encontraba la fórmula que resolvía la ecuación.
El 5 de marzo nos dejó sumidos en la tristeza y la incredulidad, reconociéndonos humildes, como él era, ante la fragilidad de la vida. La estela de su saber hacer queda en la bondad extendida de Laura y de Nachito, María y Gonzalo, sus hijos. Queda en nosotros, tus amigos y compañeros, que haremos honor a la feliz coincidencia de haberte querido, estando en nuestros despachos siempre (un poquito más) disponibles, amables y sonrientes. Así, como tú eras. Como te recordaremos siempre.

Jesús Lleonart Castro

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