
ENSXXI Nº 124
NOVIEMBRE - DICIEMBRE 2025
Los retos del Madrid del futuro

Arquitecto y urbanista
Fernando Caballero Mendizábal (Madrid, 1988) es arquitecto y urbanista. Fue Profesor asociado en la Universidad Técnica de Darmstadt y trabajó en un estudio de arquitectura de Frankfurt. En 2021 regresó a Madrid. Escribe sobre ciudades, arquitectura y vivienda en El Confidencial, con especial atención a cómo estos temas moldean la vida cotidiana y la política de los lugares. Ha colaborado también con elDiario.es, Jot Down y en diversas tertulias sobre ciudad y urbanismo en la Cadena SER.
Hace mucho que Madrid dejó de ser únicamente una ciudad. Hoy es una región metropolitana cuya influencia directa comienza en Guadalajara y termina al sur de Toledo.
Dentro de ese espacio vivimos más de siete millones de habitantes y cada año la población aumenta en más de cien mil personas que no han nacido aquí, porque el crecimiento vegetativo es negativo.
La velocidad a la que se están produciendo los cambios sociales, económicos y culturales que provoca esta concentración humana es enorme y sigue acelerándose. Es un reto inmenso que, ahora que hay viento de cola, merece la pena dedicarle un momento a plantearnos si somos capaces de conducirlo y a dónde queremos ir. Hay que ser muy buen conductor para ponerse al volante de un Ferrari y que el coche no termine estampado.
“El crecimiento de Madrid plantea retos a muchos niveles y el resultado es un conflicto creciente y sistémico entre los gobiernos nacional y autonómico”
El crecimiento de Madrid plantea retos a muchos niveles. Quisiera esbozar algunos de los más importantes, pues nuestro porvenir se juega fundamentalmente en ellos.
A nivel político, no existe en Europa un gobierno metropolitano tan poderoso. De hecho, todas las naciones vecinas han procurado limitar el auge político de sus áreas metropolitanas. Zonas que concentran la mayor parte de la riqueza y la población de sus países, y por tanto un contrapoder intolerable. Eso no ocurre en el caso madrileño y el resultado es un conflicto creciente y sistémico entre los gobiernos nacional y autonómico. No es coyuntural. Ocurrió con Aguirre y Rajoy y hoy con Ayuso y Sánchez. Los incentivos del poder son demasiado grandes y los conflictos de intereses están servidos.
Por eso el discurso contra Madrid es peligroso, porque se nutre en el desapego y el resentimiento hacia una capital que se caricaturiza como un agujero negro. Al mismo tiempo, ese discurso provoca una reacción contraria de desamor desde Madrid hacia el resto o partes del país. Cada vez son más los madrileños nuevos, que no tienen vínculos emocionales con otras partes de España. Sea por su juventud o su origen, lo que perciben es el ataque exterior y eso tendrá consecuencias políticas, porque querrán defenderse.
“Vertebrar el territorio, conectarlo con la gran ciudad, será uno de los grandes retos del país en los próximos años. Metropolizar todo lo que pasa a 250 kilómetros a la redonda de Madrid implica identificar aquellas poblaciones que aún conservan una masa crítica suficiente como para revertir el flujo demográfico”
Casi en la cadena de relación aparece otro reto fundamental de este crecimiento, en este caso el de orden territorial. Madrid no es un “agujero negro”, dado que ayuda a aumentar la población y los recursos de lugares con los que está muy bien conectado, como Toledo, Guadalajara o Segovia. Lugares que están “metropolizados”. Sin embargo la población de otras muchas ciudades y comarcas decrece y Madrid se convierte en la única alternativa para prosperar sin emigrar al extranjero. La pérdida de masa crítica en la España vacía plantea un serio problema de desequilibrio. Por una parte, aumenta la presión en las periferias de la gran ciudad, y con ello el descontento social ante la impotencia de la escasez de vivienda, los trabajos mal remunerados, los altos precios, etc… Y al mismo tiempo elimina un escenario de futuro próspero de las comarcas del interior.
“En las próximas dos décadas los españoles asistirán al mayor proceso de traspaso de bienes de nuestra historia. De hecho ya está ocurriendo, las herencias en vida, sobre todo en las rentas medias y altas”
Vertebrar el territorio, conectarlo con la gran ciudad, será uno de los grandes retos del país en los próximos años. Metropolizar todo lo que pasa a 250 kilómetros a la redonda de Madrid implica identificar aquellas poblaciones que aún conservan una masa crítica suficiente como para revertir el flujo demográfico. Pongamos, por ejemplo, Béjar, en la provincia de Salamanca. Una población bien comunicada por la Ruta de la Plata, con industria textil y ganadera y muy próxima a la estación de esquí de La Covatilla y las pintorescas localidades de La Alberca y Candelario. Pues bien, los incentivos para que haya personas dispuestas a ir a vivir a Béjar y que poco a poco toda la comarca se beneficie de ello, pasan (como ocurre en Alemania) por algún tipo de fiscalidad específica, donde la comarca o el municipio recauden un porcentaje de los principales impuestos, y una rápida conexión ferroviaria con Chamartín, de no más de una hora y dos paradas intermedias, Ávila y Villalba. Ese, y otros muchos lugares como Talavera, Sigüenza, Burgo de Osma, Cuenca o la propia Ávila, etc…, tendrán un futuro si están conectadas al “Sistema Madrid”. Porque esta es la forma de que Madrid se convierta en el sol que calienta y no en un agujero negro.
“La falta de oportunidades en el mundo rural y la escasez de vivienda asequible en las coronas metropolitanas tensionará aún más las relaciones entre centro y periferia”
Y es que Madrid puede convertirse en un arma de doble filo para muchos lugares. Mientras esas conexiones sean débiles y estos lugares no tengan atractivos fiscales que les permita recibir parte del flujo de esas cien mil personas nuevas al año, su valor desciende y con ello el desequilibrio inmobiliario.
En las próximas dos décadas los españoles asistirán al mayor proceso de traspaso de bienes de nuestra historia. De hecho ya está ocurriendo, las herencias en vida, sobre todo en las rentas medias y altas. Pero cuando llegue el momento, España se asomará a un precipicio demográfico que amenaza con partir nuestra sociedad en tres: quienes no hereden, quienes tengan la suerte de heredar una vivienda en las grandes ciudades, quienes hereden una propiedad en donde nadie las quiere. Allí donde se concentra la vivienda vacía, y donde esa herencia se convierta en una fuente continua de gastos.
Será entonces cuando la masa crítica de muchos pueblos desaparezca. Cuando, al no haber reemplazo generacional, la poca gente que quede se marche a… la ciudad, a buscar una casa y un trabajo dignos sin el respaldo de un patrimonio monetizable con el que aguantar los primeros meses o años.
“Por el momento el gran amortiguador del conflicto social está siendo el alto índice de propiedad fruto de la política de vivienda española entre 1955 y 2008. Lo que diferencia las periferias parisinas -como Saint Denis- de las madrileñas -como Villaverde- son los incentivos a tener un barrio pacificado y que se revalorice que generan los índices de propiedad de en torno al 70%”
La falta de oportunidades en el mundo rural y la escasez de vivienda asequible en las coronas metropolitanas tensionará aún más las relaciones entre centro y periferia. El talento de los jóvenes con buenas ideas difícilmente podrá asentarse en una ciudad con precios tan caros. Seremos una ciudad más cara, más injusta y más tonta.
Por eso es importante que nuestros responsables políticos actúen hoy que el viento económico nos favorece para crear estrategias que, por un lado, den futuro laboral en el campo y, por otro, aumenten la oferta de vivienda asequible en las grandes ciudades como Madrid. De no hacerlo ya, la bomba de relojería será muy difícil de desactivar en diez o quince años.
El último gran reto que quiero plantear es precisamente el de las periferias urbanas. Porque es allí donde nos jugamos el siglo XXI. Son los lugares vulnerables la mayor fuente de resentimiento social y es en estos distritos y ciudades satélite donde la falta de cohesión social puede provocar dinámicas de muy compleja solución. Ya está servido el caldo de cultivo del populismo de izquierda, que busca derribar el sistema, o el de derecha, que incentiva la lucha entre grupos vulnerables. Y no parece que nuestros gobernantes se den cuenta de la magnitud de este problema que plantea la economía y la geografía urbana, que en Buenos Aires dio lugar al peronismo y en Francia está demoliendo los pilares de la Quinta República.
“Las periferias son nuestra piedra de toque y cualquier potencia extranjera que busque debilitar a Europa sin entrar en una confrontación directa lo hará desestabilizando en los barrios marginados, en los que reina la exclusión social”
Por el momento, el gran amortiguador del conflicto social está siendo el alto índice de propiedad fruto de la política de vivienda española entre 1955 y 2008. Lo que diferencia las periferias parisinas -como Saint Denis- de las madrileñas -como Villaverde-, son los incentivos a tener un barrio pacificado y que se revalorice que generan los índices de propiedad de en torno al 70%.
En cambio, con unos alquileres sociales superiores al 60%, la dependencia y la guetificación generan círculos viciosos en buena parte de Europa y convierten a las periferias de las grandes ciudades en auténticos polvorines a poco que los Estados cambien las condiciones del asistencialismo. Y esto es algo que saben los enemigos de Europa.
Las periferias son nuestra piedra de toque y cualquier potencia extranjera que busque debilitar a Europa sin entrar en una confrontación directa lo hará desestabilizando en los barrios marginados, en los que reina la exclusión social.
“No podemos permitirnos crear una inmensa periferia de millones de habitantes. No convertir al territorio que va de la M30 hasta el mar en una sucesión de periferias”
Precisamente por eso, ante la marginación y la exclusión, la profilaxis consiste en la integración y la cohesión. Por eso hay que aprovechar el tiempo extra que nos da el régimen de propiedad repartida para equilibrar la balanza de la riqueza de Madrid desde su norte hacia el sur. Tenemos que dejar de construir todo lo que tenga valor en el norte. Sean rascacielos de oficinas o ciudades judiciales y tenemos que pensar en cómo desarrollar ese tipo de actividades en los municipios del sur de Madrid. No podemos permitirnos crear una inmensa periferia de millones de habitantes, sino que debemos crear nuevos centros, con oficinas, institutos de tecnología y servicios, bien conectados por cercanías y metro. Debemos crear una ciudad de ciudades. Con muchos centros y pequeñas periferias, donde los problemas sean abarcables y el sistema no se necrose. De no hacerlo, de perder la oportunidad que tenemos, el precio por arreglar la anarquía que viene será muy difícil de pagar.
En definitiva, para ser una ciudad próspera, más rica e inteligente, el gran reto al que nos enfrentamos consiste en crecer de forma ordenada pero descentralizada. En no convertir al territorio que va de la M30 hasta el mar en una sucesión de periferias. Porque es en la integración y en la puesta en valor de esos márgenes del sistema donde nos jugamos el porvenir de Madrid y de España en lo que queda de siglo.





