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REVISTA110

ENSXXI Nº 114
MARZO - ABRIL 2024


A la vuelta de las merecidas vacaciones de verano -quien haya podido disfrutarlas- no podemos decir con convicción que la situación personal, sanitaria, económica y política aliente esperanzas de mejora. Tampoco es que antes de ellas se esperara demasiado, pues el miedo a la recesión económica y a un rebrote de la pandemia en el otoño estaban ya en nuestras mentes, pero el adelanto de la “segunda ola”, o como quiera llamársele, a agosto, ha alterado aún más nuestras ya poco halagüeñas previsiones.

Un cierto abatimiento se cierne sobre el ciudadano, que no sabe qué le ocurrirá no ya en los próximos años sino en las próximas semanas y ve que acontecimientos tan comunes como ir al cine, celebrar la Navidad, reunirse con la familia, hacer un viaje o, todavía peor, acudir al trabajo o abrir las puertas de su negocio están ahora en entredicho y no es impensable que desaparezcan o sean alterados en un futuro próximo de modo indefinido y radical. Y no digamos ya el propio miedo a contraer la enfermedad y las consecuencias que ello puede traer y ha traído para muchos. Todo ello produce ya, de inmediato, como tributo inevitable exigido por la realidad, una alteración de la personalidad del individuo que se refleja en problemas de sueño, alteración de la conducta, problemas conyugales o fobia a salir de casa que podemos apreciar a nuestro alrededor, particularmente quienes, como los notarios, nos encontramos siempre rondando la vida íntima de las personas.

“Un cierto abatimiento se cierne sobre el ciudadano, que no sabe qué le ocurrirá no ya en los próximos años sino en las próximas semanas”

No es esta, por supuesto, la primera vez que la Humanidad se encuentra con situaciones que producen una quiebra del modo de vida de los ciudadanos, aunque para muchas de las generaciones vivientes sí que lo sea. Siempre es ilustrativo leer Un mundo de ayer, de Stefan Zweig, para apreciar cómo los mundos cambian y desaparecen cuando estábamos pensando en otra cosa, aunque no sea este autor el más optimista de entre los literatos. No obstante, como decía Mark Twain, la Historia no se repite, pero rima. La Humanidad va a salir de esta situación tarde o temprano, pero quizá queden huellas y hemos de adaptarnos a lo que hay como si la pandemia fuera a ser indefinida.
Pero el ciudadano necesita ayuda para adaptarse. Vivimos en una sociedad hiperrelacionada y complejísima en que cualquier aleteo de mariposa allende los mares afecta a la economía y a la vida personal en continentes lejanos, por lo que un acontecimiento como el que nos ha ocurrido hace muy difícil recuperar el equilibrio y volver a conectar los delicados enlaces de nuestra sociedad. Que no se paguen los alquileres significa que alguien no los cobra y no puede atender a otras necesidades que dependían de su cobro; si el empresario no puede abrir su negocio no podrá pagar a sus empleados y proveedores, y si el Estado lo cubre después tendrá que ingresar por vía de impuestos o de otra manera. El efecto mariposa se hace global y general. Además, parece como si al virus le fuera aplicable el principio de indeterminación de Heisenberg y fuera imposible calcular, como la de los electrones, su posición y velocidad y no sepamos muy bien cómo podemos protegernos de él, debiendo conformarnos con una simple probabilidad de no cogerlo.

“Podemos adaptarnos a situaciones cambiantes, a desgracias y a sacrificios, pero será más fácil hacerlo si pensamos que el sacrificio merecerá la pena porque quien tiene el timón quiere lo mejor para nosotros”

Por supuesto, no se podía exigir a nuestros gobernantes que previeran con mucha antelación un hecho futuro e incierto como la pandemia; pero sí les podemos pedir ahora que asuman el liderazgo de la misión que la Historia les ha encomendado. No les podemos pedir que prevean qué va a pasar ni cómo va a evolucionar la situación sanitaria, pues ni los mismos científicos lo tienen claro; pero sí les podemos exigir unidad en los criterios y que estos sean claros, firmes y generales, de tal manera que el ciudadano pueda tomar decisiones racionales en el ámbito económico y personal. Necesitamos seguridad y liderazgo, es decir, confianza. Podemos adaptarnos a situaciones cambiantes, a desgracias y a sacrificios, pero será más fácil hacerlo si pensamos que el sacrificio merecerá la pena porque quien tiene el timón quiere lo mejor para nosotros, piensa en el interés general y no en luchas políticas a corto plazo y se va a cuidar de que el coste del sacrificio se reparta también equitativamente, pues no todos los ciudadanos han soportado igual las consecuencias de la pandemia.
En este número no nos centramos específicamente en la normativa derivada de la pandemia, pero en general el concepto de incertidumbre lo sobrevuela. El artículo de Emilio Lamo de Espinosa, con el que se inicia la nueva sección de Tribuna, aborda directamente el asunto. Pero los dos artículos sobre la cuestión de los Okupas no dejan de tener como temática la inseguridad en la defensa en un derecho básico como el de propiedad que parece haberse agravado; y lo mismo podemos decir respecto al acta extrajudicial de pagos o moratorias hipotecarias.
En todos estos asuntos, y especialmente en este momento, necesitamos una sola voz, clara y que nos diga la verdad. Nos va mucho en el envite.

 

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