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Por: SANTIAGO VALOR
Médico y Chief Medical officer en empresa de labotarorios


EPIDEMIAS Y VACUNA COVID-19

En la sociedad desarrollada en la que vivimos damos muchas cosas por sentadas. Ni siquiera pensamos en ellas, forman parte de nuestra vida, como el sol que asoma por la mañana o las estrellas en el cielo por la noche. Este es también el caso de las vacunas. No les prestamos habitualmente ninguna atención, entendemos que forman parte del calendario, como las fiestas, y que, cuando llegue la fecha, el sistema nos avisará para el trámite molesto de recibirlas. En tan poca consideración las tenemos, que aceptamos sin crítica que cada comunidad autónoma tenga un calendario vacunal diferente y que podamos ser inmunes a una enfermedad en una ciudad y morir de la misma en otra solo distante unos cientos de kilómetros.

Excepcionalmente, las vacunas cobran relevancia en nuestra vida. Obligatorias en algún viaje, necesarias en algún brote específico en la comunidad, como nos recuerda la novela sobre la Expedición Balmis que llevó la cura de la viruela a América.
En el caso de la enfermedad Covid 19 la percepción social de la vacuna ha sido radicalmente diferente. Desde los primeros días se entendió que, para una enfermedad infecciosa, que se extiende muy deprisa, colapsa los sistemas sanitarios, no dispone de buenas opciones terapéuticas y produce una mortalidad relevante, solo existe una alternativa que proteja a la sociedad y evite esta morbimortalidad: una Vacuna. Con mayúscula.
No hay alternativa que se pueda aplicar a miles de millones de sujetos. O vacunamos, o el mundo como lo conocemos sufrirá una dramática transformación. La población en general no conoce la realidad del enorme esfuerzo que ha supuesto el desarrollo de las vacunas de las que ya disponemos, el éxito científico que suponen, el reto que implica su distribución y administración masiva. Tanto es así, que las encuestas revelan una mayoritaria prevención, incluso un fuerte rechazo, a ser vacunados.

“No hay alternativa que se pueda aplicar a miles de millones de sujetos. O vacunamos, o el mundo como lo conocemos sufrirá una dramática transformación”

Las acciones en comunicación de masas están mas enfocadas a ver quien se lleva los honores por ponerlas a nuestra disposición -y las culpas si algo falla- que a educarnos sobre la necesidad ineludible de vacunarnos inmediatamente si podemos.
Es muy importante explicar bien las razones de la prisa imperiosa que tenemos en vacunarnos. No es solo por salvar la economía, ni para reducir el número de enfermos, salvar vidas y descargar el sistema sanitario para que pueda atender otras patologías que no se pueden atender ahora. Es que, además, de la velocidad con que vacunemos a la población depende la futura utilidad de la vacuna. Si vacunamos deprisa seremos capaces de parar el virus que nos infecta, si lo hacemos despacio facilitaremos que las mutaciones que naturalmente se producen, vayan seleccionando aquellas variantes no cubiertas por las vacunas actuales y potencialmente mas peligrosas por su futura patogenicidad y por la necesidad de rediseñar las vacunas para cubrir el espectro de estas nuevas variantes. Es por eso por lo que debemos colaborar de manera activa en que la vacunación sea masiva y rápida.

Las vacunas
Hace poco más de un año, 30 de diciembre de 2019, el Dr. Li Wenliang alertó por WeChat a sus colegas de la propagación de un virus que hoy llamamos SARS CoV 2 y es causante de la Covid 19. Murió unas semanas después por la enfermedad cumplidos 34 años. Unos días después de su alerta, el 10 de enero, científicos del Instituto de Virología de Wuhan publicaron la secuencia genómica del SARS-CoV-2 y DOS días después la empresa Moderna ya había sintetizado las moléculas que serían la base de su vacuna, hoy ya en uso. Dos semanas en total, un hito histórico en la ciencia médica.
Es verdad que las vacunas basadas en mRNA se llevaban investigando desde los años 90 del siglo XX, sobre todo para la terapia en cáncer, y que existía una base de conocimiento sólida que permitió este hito, no fue improvisado, claro. Aún así, es bueno enorgullecerse de cómo varias empresas biotecnológicas en paralelo y en tiempo record han sido capaces de desarrollar vacunas efectivas y seguras, y de cómo han colaborado entre ellas haciéndolas asequibles para toda la población.
Los virus llevan consigo toda la información que necesitan para reproducirse y perpetuarse, pero no disponen de la maquinaria necesaria para hacerlo. Han de utilizar prestadas los orgánulos de las células infectadas para hacer esto. De eso nos aprovechamos también a la hora de diseñar las vacunas.
No es este el foro para hacer una descripción detallada de los tipos de vacunas que se están investigando y produciendo, pero sí tal vez para dar unas pinceladas muy básicas de las características de las que están ya en uso.
Algunas de ellas son lo que podríamos llamar de diseño clásico, las vacunas con vectores virales. Un virus distinto (adenovirus del resfriado del chimpancé) genéticamente modificado para que no pueda producir enfermedad, vehiculiza genes de coronavirus que producirá proteína S en nuestro organismo y nuestro sistema inmunológico generará defensas que nos protegerán si el coronavirus patógeno intenta infectarnos. Es el caso de la AstraZeneca-Oxford, Sputnik y otras.

“La población en general no conoce la realidad del enorme esfuerzo que ha supuesto el desarrollo de las vacunas de las que ya disponemos, el éxito científico que suponen, el reto que implica su distribución y administración masiva”

Las vacunas denominadas de mRNA son muy diferentes. Los mRNA son el conjunto de moléculas del virus encargadas de que se produzcan las proteínas del virus en las células infectadas y así reproducirse.
No es que inoculemos directamente mRNA escogido del virus ya que sería reconocido como extraño y eliminado antes de inducir una respuesta inmune completa, sino que, sobre la base de secuencias genéticas escogidas de este coronavirus, se realizan modificaciones en el laboratorio que protegen la propia secuencia inoculada y engañan a nuestras células y ponen sus órganos internos a producir fragmentos del virus. Este mRNA modificado se envuelve con nanopartículas de grasa para que las células humanas lo internalicen y se pongan a trabajar. Esta envoltura grasa es la responsable de algunas reacciones no deseadas en personas muy alérgicas. Esta estructura novedosa es también la que condiciona las necesidades de muy baja temperatura de conservación y transporte.
Estos fragmentos sintetizados en nuestras células “engañadas” son liberados a la circulación, reconocidos como extraños e inducen una respuesta inmune que nos protegerá frente al intento de invasión futuro. Ejemplos conocidos son las vacunas de Moderna y Pfizer.
Hay otras vacunas en proceso de demostrar su eficacia y más mecanismos de acción posible (vacunas con virus inactivados o atenuados, vacunas basadas en proteínas, etc.), que según la última información la OMS suponen un total de 63 candidatos en desarrollo clínico y 173 en desarrollo preclínico. Cada vez es más difícil completar todas las fases de los ensayos clínicos, porque al haber vacunas funcionando hay menos voluntarios dispuestos para ello.
Además de crear estas vacunas en un tiempo record ha sido imprescindible desarrollar todas las fases de ensayo clínico en un tiempo record también. Esto ha exigido inversiones millonarias para reclutar los miles de individuos necesarios y su seguimiento clínico, organizar la logística de las fases y el análisis de datos. El resultado es que en menos de un año disponemos de vacunas eficaces y seguras que nos acercan al objetivo de detener esta pandemia. Es también cierto que persiste incertidumbre en muchos aspectos, desde la duración de la inmunidad hasta los posibles efectos secundarios a largo plazo. Pero, se empieza a vislumbrar que la efectividad es muy alta y que al menos dos años de inmunidad están garantizados. Iremos viendo con el tiempo, aunque no cabe esperar efectos secundarios relevantes a largo plazo por el conocimiento que la comunidad científica tiene de la tecnología usada. La incógnita es sobre todo la efectividad frente a nuevas mutaciones.

La vacunación
Disponer de vacunas eficaces y seguras es el primer paso en este heroico esfuerzo. Pensemos que es necesario que esté inmunizado un porcentaje muy alto de la población para alcanzar esa inmunidad de rebaño que haga muy difícil que el virus se transmita al no encontrar individuos susceptibles que se infecten e infecten a otros. Primer objetivo claro, el número, miles de millones de personas. El siguiente punto que considerar es el periodo temporal en que hacerlo. ¿Da lo mismo cuanto tardemos? Es evidente que no da lo mismo. Ya intuitivamente nos damos cuenta de que cuanto más corto el periodo, mejor. Hay dos razones básicas, entre otras muchas, para intentar agilizar al máximo la vacunación. La primera, evidente para todos, es que mientras no se vacune, el individuo es susceptible de ser infectado y enfermar con lo que con lo transmisible que es este coronavirus sufriríamos olas epidémicas sucesivas y todo lo que ello conlleva. La segunda, menos evidente, es que mientras hay suficiente población susceptible, facilitamos que sucesivas mutaciones del virus encuentren individuos donde probar su fortaleza y ser seleccionadas, facilitando por tanto que mutaciones más peligrosas y sobre todo las que puedan escapar a la inmunidad producida por las vacunas se conviertan en dominantes y por lo tanto, en amenaza para futuras epidemias de coronavirus mutados.

“De la velocidad con que vacunemos a la población depende la futura utilidad de la vacuna. Debemos colaborar de manera activa en que la vacunación sea masiva y rápida”

Asusta un poco pensar que, disponiendo de vacunas eficaces, no seamos capaces de vacunar a suficiente número de personas a tiempo y ello pueda poner en riesgo todo el titánico esfuerzo realizado y la salud futura de la humanidad. Como resultado de los ensayos clínicos realizados, cada vacuna propone un protocolo de vacunación, conservación y transporte, cantidad a inocular, número de dosis, separación temporal entre dosis. Además, los epidemiólogos y otros expertos proponen cómo desarrollar el programa, qué grupos vacunar primero en función del riesgo o del impacto social, de si ya han padecido la enfermedad, de condicionantes geográficos, sin que exista un solo modelo ni un consenso global. Parecía claro que una vez segmentados estos grupos se seguiría el protocolo recomendado conforme a los datos de los ensayos, pero hay una corriente de creciente importancia que sugiere cambiar esos protocolos. La mayoría de las vacunas se pautan con dos dosis separadas un par de semanas, y pocas proponen una sola dosis de inmunización. Las autoridades están considerando muy seriamente aplazar la segunda dosis hasta las 12 semanas de administrada la primera con el objetivo de vacunar un mayor número de personas cuanto antes con las dosis disponibles. La eficacia baja, pero es buena. Están incluso pensando en la posibilidad de usar vacunas diferentes para la segunda dosis si es necesario. De nuevo tenemos la controversia sobre la mesa, pero la situación provocada por esta pandemia es tan dramática que hay considerar cualquier opción que mejore el resultado final aceptando incertidumbres razonables si es necesario.
En este breve periodo de desarrollo de las vacunas ha sucedido de todo, noticias falsas sobre efectos secundarios incluyendo la falsa muerte de la primera vacunada, necesidad de alquilar aviones para evitar prohibiciones para trasladar las vacunas, prestamos de tecnología y recursos entre compañías para acelerar el proceso, de todo. No es fácil entender por qué el alarmismo infundado y mentiroso encuentra el terreno abonado para florecer y por qué en las encuestas aparecen tantos desconfiados y reticentes a aceptar participar en algo imprescindible y que además es seguro y un éxito histórico de la ciencia y la colaboración.
Debemos ser optimistas y pensar que, en el futuro, incluso ante la posibilidad de necesitar modificar estas vacunas si es necesario enfrentar nuevos mutantes, es relativamente sencillo hacerlo en poco tiempo y aliarnos en que es nuestro objetivo vacunar a un porcentaje muy elevado de la población y hacerlo deprisa sin escatimar esfuerzos.

Palabras clave: Covid 19, Vacunación masiva, Rapidez, Eficacia.
Keywords: Covid 19, Mass vaccination, Speed, Efficiency.

Resumen

Para una enfermedad infecciosa como el Covid 19, que se extiende muy deprisa, colapsa los sistemas sanitarios, no dispone de buenas opciones terapéuticas y produce una mortalidad relevante, solo existe una alternativa que proteja a la sociedad y evite esta morbimortalidad: una Vacuna. Con mayúscula.

Abstract

For an infectious disease like Covid-19, which spreads very quickly, overwhelms healthcare systems, has no good therapeutic options and has significant mortality rates, there is only one alternative that can protect society and prevent this morbidity and mortality: a vaccine – with a capital V.

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