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REVISTA110

ENSXXI Nº 114
MARZO - ABRIL 2024

JUAN HERNÁNDEZ BRAVO DE LAGUNA
Catedrático de Ciencia Política de la Universidad de La Laguna

PARTIDOS POLÍTICOS

El final de la Legislatura y la proximidad de varias convocatorias electorales en los próximos meses han traído de nuevo a la actualidad el debate respecto a las virtudes y no virtudes de las elecciones primarias, utilizadas ya -o anunciadas- por varias formaciones políticas como método para la elección de sus candidatos. Pero, sobre todo, nos han permitido comprobar, una vez más, que la inmensa mayoría de los partidarios de las famosas listas electorales abiertas no saben lo que son y las confunden con las elecciones primarias. Sin ir más lejos, hace unos años, en una tertulia televisiva, cuando empezaba la moda de propugnar estas listas electorales como remedio universal democrático, nada menos que Manuel Pimentel, el ministro dimisionario de Aznar, las confundía. Y multitud de políticos y periodistas inciden a diario en el mismo error.
Siempre me han sorprendido las afirmaciones -sin base alguna- de los defensores de las listas abiertas, en el sentido de que estas listas supuestamente doblegan el poder de las organizaciones partidistas y sus dirigentes, y conceden una enorme capacidad decisoria a los electores. Se ha llegado a sostener que tales listas son el requisito indispensable de una auténtica democracia participativa y la solución a los males de la democracia española. ¿Tienen algún fundamento estas afirmaciones? Pues no, no lo tienen. Pero vayamos por orden. ¿Qué son las listas abiertas? A diferencia de las listas cerradas, las listas abiertas permiten -se limitan a permitir- que un elector vote al mismo tiempo por candidatos de partidos distintos, que van juntos en la misma papeleta. Ya votamos así para el Senado.

"La inmensa mayoría de los partidarios de las famosas listas electorales abiertas no saben lo que son"

Aunque en la realidad la mayoría no lo hace, supongamos que los electores mezclan su voto y votan simultáneamente a candidatos de partidos distintos. Lo único que conseguirán es contribuir a elegir a candidatos con programas distintos, candidatos que, una vez elegidos, votarán de manera idéntica que sus compañeros de partido, porque estarán sometidos del mismo modo a una rígida disciplina de voto y de instrucciones partidistas vinculantes. Es decir, el elector habrá elegido simultánea -y contradictoriamente- dos programas electorales diferentes y aún opuestos, que después se enfrentarán irreductiblemente en el Parlamento. Igual que lo harán los candidatos que ese elector ha votado. ¿Tiene todo esto alguna virtud de regeneración democrática y participación política? ¿La dinámica política y partidista del Senado es diferente a la del Congreso de los Diputados? ¿No existe la misma disciplina de voto en ambas Cámaras a pesar de las listas abiertas? Hemos de tener en cuenta que suprimir la disciplina de voto no es una opción en una forma de gobierno como la española, parlamentaria o de división flexible de poderes, como tampoco lo es en los Estados de nuestro entorno, porque haría inviable el funcionamiento del sistema. Y la situación en las Asambleas legislativas autonómicas y las Corporaciones Locales es exactamente la misma.

"Las listas abiertas permiten -se limitan a permitir- que un elector vote al mismo tiempo por candidatos de partidos distintos"

¿Y qué son las elecciones primarias? Las elecciones primarias, a su vez, son un proceso de elección de candidatos al margen de los aparatos partidistas, de los Comités de Listas o de los Congresos. La elección se abre a un conjunto de ciudadanos: a los militantes de carnet en exclusiva, en las primarias cerradas; o también a los simpatizantes, en las primarias abiertas, que, por ejemplo, son las celebradas por los socialistas. En ningún caso se posibilita votar al conjunto de los ciudadanos potenciales electores sin restricción ni condición alguna. No tendría sentido que personas ajenas a -o adversarias de- un partido, o, incluso, miembros de partidos rivales, decidieran sus candidatos. Rodríguez Ibarra, el antiguo presidente extremeño, lo ha advertido con contundencia: «Nos pueden terminar haciendo el partido desde fuera». Entonces, el registro electoral de simpatizantes del partido y su control deviene fundamental, aparte de que pugna con el secreto del voto. Por seguir con el ejemplo anterior, en las primarias socialistas se ha exigido la inscripción en un censo de votantes socialistas y la firma de un documento reconociéndose en los valores de la izquierda, además de una aportación monetaria simbólica.

"Suprimir la disciplina de voto no es una opción en una forma de gobierno como la española, parlamentaria o de división flexible de poderes"

En cuanto a los candidatos en las elecciones primarias, no lo puede ser cualquiera, sino tan solo aquellos aspirantes que logren reunir los avales necesarios o cumplan las condiciones exigidas estatutaria o reglamentariamente por el partido. Desde este enfoque, las listas de las elecciones primarias no son abiertas, son más que cerradas. Por si fuera poco, estas elecciones permiten elegir, como mucho, a los cabezas de lista: sería imposible utilizarlas para elegir a los miles de candidatos de todos los procesos electorales. Y, una vez elegidos, estos cabezas de lista estarán sometidos igualmente a la rígida disciplina de voto y de instrucciones partidistas vinculantes a las que antes nos referíamos.
En resumen, no parece que las listas abiertas y las elecciones primarias sean el bálsamo de Fierabrás democrático y participativo que sus partidarios proclaman si base alguna. No hay exámenes de opinante político: todo el mundo habla y opina de política al margen de su formación y sus conocimientos, y está bien que así sea. Una democracia se caracteriza, entre otras cosas, por su respeto a la libertad de expresión y al debate libre. El problema surge cuando los ciudadanos son sometidos a la nefasta influencia de afirmaciones y análisis políticos de falsos expertos, de supuestos analistas ayunos del menor conocimiento técnico. Afirmaciones y análisis que vienen avalados por una presunta competencia técnica que resulta ser inexistente; y que, en definitiva, lo único que consiguen es desinformar, desorientar y confundir en mayor medida a una ciudadanía ya demasiado desinformada, desorientada y confundida. En ocasiones, a la ignorancia se une el sectarismo ideológico o partidista, y entonces el panorama se oscurece sin remedio.

"No tendría sentido que personas ajenas a -o adversarias de- un partido, o, incluso, miembros de partidos rivales, decidieran sus candidatos"

Esta lamentable situación ha dado origen, por ejemplo, a la cristalización de lugares comunes en la crítica a la democracia española no solo sin ninguna base técnica, sino contrarios a ella. Por citar algunos, todo opinante o tertuliano político español que se precie debe criticar la fórmula electoral de d’Hondt, reclamar las listas abiertas y atribuirles, respectivamente, efectos perversos y taumatúrgicos. Aunque luego descubramos que los que así opinan ni siquiera tienen claro los conceptos de lo que hablan o los confunden con otros. El pobre Víctor d’Hondt se alarmaría muchísimo si llegara a saber que a su modesta fórmula electoral de transformación del sufragio en escaños se le llama «ley» y se le atribuyen consecuencias disparatadas. Y en la mayoría de las ocasiones lo de las listas abiertas no pasa de ser un mal chiste mal contado. Lo único que se consigue con todo esto es que la ciudadanía llegue a no entender nada y se desinterese por completo de la actividad política.
Ahora bien, todas estas opiniones erróneas sobre listas abiertas y elecciones primarias responden a un legítimo deseo mal formulado: el deseo de que la política deje de ser un coto cerrado de los partidos políticos y sus oligarquías dirigentes, y permita la efectiva participación de los ciudadanos. Porque hemos de reconocer que los partidos españoles han derivado hacia estructuras organizativas oligárquicas y liderazgos cesaristas que, sin llegar a incumplir el mandato constitucional de que su estructura interna y funcionamiento deben ser democráticos, dejan mucho que desear en cuanto a pluralismo interno y respeto a la voluntad de los diversos sectores de sus militantes. El ejemplo máximo serían sus mítines, que son aquelarres para creyentes cautivos en los que cualquier oposición o mera discrepancia con los líderes es reprimida por los servicios de seguridad. La Constitución establece que los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Y esas funciones partidistas orientadas hacia la sociedad no siempre se cumplen en el interior del partido.

"No parece que las listas abiertas y las elecciones primarias sean el bálsamo de Fierabrás democrático y participativo que sus partidarios proclaman si base alguna"

Es un problema, latente o expreso, en la mayoría de las democracias contemporáneas, que, no en vano, han sido a veces denominadas Estados de partidos. Toda democracia está fundamentada en el reconocimiento efectivo de la existencia del conflicto político, pero, simultáneamente, basa su propia existencia en el consenso político acerca de que tal conflicto ha de ser siempre resuelto de acuerdo con las rules of game democráticas, las cuales, en todo caso, incluyen la competencia electoral entre partidos. Los partidos aparecen así como funcionalmente imprescindibles para los sistemas políticos democráticos.
Sin embargo, al informar la vida política de los Estados, los partidos pueden secuestrar la voluntad popular y originar una peligrosa disfunción para las democracias contemporáneas que suele ser denominada partitocracia o partidocracia, el gobierno no solo por y desde los partidos, sino para los partidos. Es un fenómeno desvirtuador de la democracia que puede producirse, bien hacia el exterior de los partidos, en relación con la sociedad civil y el Estado, bien hacia el interior de los mismos, a través del dominio de las oligarquías partidistas. Y una de sus manifestaciones más relevantes se corresponde con la advertencia de muchos autores en el sentido de que los partidos contemporáneos han vaciado de contenido la separación de poderes en que se asientan las democracias de nuestros días.
En conclusión, los partidos políticos se imponen pragmáticamente como necesarios, en cuanto único medio viable de participación política en las sociedades contemporáneas. En la actualidad es impensable una política digna de ese nombre sin partidos -encubiertos o no- y, desde luego, una democracia sin ellos. No obstante, al mismo tiempo, su existencia y actuación política pueden poner -y de hecho ponen- a toda democracia en peligro. Esta paradójica contradicción dista mucho de estar resuelta. Y, por el bien de nuestra democracia, los españoles deberíamos intentar avanzar en su solución. Los partidarios de las listas abiertas defienden algo que, a veces, ni ellos mismos saben lo que es. Pero que es fundamental para nuestro futuro democrático.

Palabras clave: Listas abiertas, elecciones primarias, partidos españoles.
Keywords: Open electoral lists, the primaries, Spanish political parties.

Resumen

En contra de lo que afirman sus partidarios, las listas electorales abiertas y las elecciones primarias no representan la solución democrática y participativa que necesita la política española. Además, la inmensa mayoría de los partidarios de las listas abiertas no saben lo que son y las confunden con las elecciones primarias. Sin embargo, es necesario remediar la situación actual, en la que los partidos españoles han derivado hacia estructuras organizativas oligárquicas y liderazgos cesaristas que, sin llegar a incumplir el mandato constitucional de que su estructura interna y funcionamiento deben ser democráticos, dejan mucho que desear en cuanto a pluralismo interno y respeto a la voluntad de los diversos sectores de sus militantes.

Abstract

Contrary to the claims of his supporters, open electoral lists and the primaries elections do not represent the democratic and participative solution or answer that Spanish politics requires. Moreover, the vast majority of supporters of open electoral lists do not know what they are and confuse them with the primaries. However, it is necessary to remedy the current situation, in which the Spanish political parties have drifted into oligarchic organizational structures and caesarist leaderships that, short of violating the constitutional mandate about their internal structure and operation must be democratic, leave much to be desired regarding internal pluralism and respect for the will of the various sectors of its members.

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