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REVISTA110

ENSXXI Nº 114
MARZO - ABRIL 2024

Por: JOSÉ ARISTÓNICO GARCÍA SÁNCHEZ
Presidente de EL NOTARIO DEL SIGLO XXI


LOS LIBROS

Su biografía nos descubre la evolución de su pensamiento como filósofo eminente y su actividad como intelectual beligerante

Acaba de aparecer, seis años después, en plena pandemia, la obra Jürgen Habermas, una biografía (Ed. Trotta 2020), traducción al castellano del magnífico trabajo sobre este señero pensador que Stefan Müller-Doohm publicó en alemán en 1914.

No es una biografía dedicada a la persona, apenas da detalles del ámbito privado o familiar del filósofo, algo previsible de un biógrafo que no es cronista ni escritor sino catedrático de sociología y discípulo destacado de T. Adorno y del propio Habermas, pero acaso sea de agradecer porque del biografiado no es su vida personal lo que interesa sino su pensamiento. Es una biografía cronológico-doctrinal que, al tiempo que rememora las distintas fases de su vida, va haciendo una exposición con rigor de las aportaciones especulativas de este pensador, el más perspicaz quizá de la segunda mitad del siglo pasado, por el orden en que las iba haciendo públicas.

“A Habermas se le ha llamado maestro de la comunicación, paladín de la modernidad, conciencia moral de Occidente, está reputado como el intelectual más influyente de Alemania, de continuo solicitado por las Universidades de prestigio de todos los continentes”

A Habermas se le ha llamado maestro de la comunicación, paladín de la modernidad, conciencia moral de Occidente, está reputado como el intelectual más influyente de Alemania, de continuo solicitado por las Universidades de prestigio de todos los continentes. También estuvo en Madrid en 1984 requerido por el Presidente de las Cortes, a la sazón Peces Barba, y el Instituto Goethe, y después en 2003 cuando obtuvo el premio Príncipe de Asturias de ciencias sociales. En realidad tiene tantos galardones y distinciones que, según él mismo dice, han llegado a abrumarle. Hoy tiene 90 años. En su octogésimo cumpleaños Die Zeit le dedicó un inusitado homenaje especial en páginas centrales: Assheuer le reconoció el mérito de haber cohesionado la república alemana soldándola mediante la transformación de los argumentos propios y los contrarios. Y Ronald Dworkin se rindió: no solo era el filósofo vivo más famoso del mundo, sino que su propia fama era famosa.

Datos biográficos determinantes
No es tampoco ésta una biografía folklórica, ni ligera, ni de fácil lectura, ni hay detalles íntimos o anécdotas relajantes, aunque no siempre esta ausencia está justificada. Porque en la vida de todos los hombres eminentes, también en Habermas como él mismo reconoció en un discurso en Kyoto en 2004, hay anécdotas o lances aparentemente irrelevantes que dejan fuerte huella en el inconsciente y son luego decisivas y hasta determinantes en la deriva de su legado doctrinal. También ocurrió con él.

“Ronald Dworkin se rindió: no solo era el filósofo vivo más famoso del mundo, sino que su propia fama era famosa”

Habermas nació con el paladar hendido y sufrió en su infancia varias operaciones clínicas dolorosas: así aprendió que los hombres somos vulnerables y dependemos unos de otros. En ello fundamentó luego su tesis de la constitución intersubjetiva del espíritu humano y la relevancia del trato con los otros.

“La marginación y el aislamiento preservaron a Habermas de identificarse en su infancia con la ideología dominante y le quitaron cualquier posibilidad de integrarse como adolescente en la cosmovisión imperante”

Además, esa fisura bucal le acarreó durante toda su vida un trastorno lingüístico de nasalización que provocó discriminación y burlas, sobre todo en su infancia: eso le sensibilizó moralmente contra toda forma de marginación, y conformó en parte su pensamiento político y sus reflexiones sobre las condiciones de una comunicación lingüística lograda o fallida. Pero además, lo que es más importante, esa marginación y el aislamiento que conlleva preservaron a Habermas de identificarse en su infancia con la ideología dominante y le quitaron cualquier posibilidad de integrarse como adolescente en la cosmovisión imperante. Ello fue decisivo en su formación.

“La impunidad real de Heidegger y los inspiradores intelectuales del nazismo que campaban a sus anchas disfrazados de anticomunistas militantes. Despertó en Habermas el deber de afrontar el tema de la culpa del individuo y la responsabilidad colectiva de los alemanes por el nazismo, y de acuñar el término anti-anticomunista”

Porque aunque el padre de Habermas militó en el NSDAP desde 1933 y obtuvo la cruz de mérito de guerra de 1ª clase e inscribió a su hijo de diez años en las Juventudes Hitlerianas, y aunque luego ha reconocido que resultaba difícil no dejarse seducir por la propaganda y demagogia de los nazis, Habermas no sintió la capitulación incondicional del Reich en 1945 como una humillación sino como una liberación histórica y personal, el fin de una pesadilla de la que le despertó el violento shock que sufrió cuando los procesos de Nurenberg le descubrieron que aquél había sido un sistema político criminal. De golpe, dijo, sintió la necesidad de comprometerse, de participar activamente en la creación de una constitución democrática basada en valores universalistas que diera estabilidad y condujera a todos a una convivencia respetuosa y tolerante en un marco de vida común.

Con Heidegger contra Heidegger
Ese shock se agudizó años después cuando comprobó que su ídolo filosófico Martin Heidegger loaba en su Metafísica la verdad y la grandeza internas del movimiento nazi y, lo que fue peor, cuando al reeditarla en 1953, ocho años después de la rendición, y a pesar de que se le sugirió, se negó a modificar el texto. Esto hizo pensar a Habermas que esa negativa heroica a hacer una autorreflexión crítica quizá guardara relación con el espíritu de una metafísica contaminada de la que decidió alejarse.

“Hay en efecto dos Habermas, el científico, el profesor, el dogmático, con un historial académico lleno de éxitos y al dorso hay otro Habermas militante activo de la política que para dar salida a su irritación con libertad en una prensa combativa se convirtió en periodista autónomo”

Otro dato decepcionante: la impunidad real de Heidegger y los inspiradores intelectuales del nazismo que campaban a sus anchas disfrazados de anticomunistas militantes. Esto despertó en Habermas el ineludible deber de afrontar el tema de la culpa del individuo y la responsabilidad colectiva de los alemanes por el nazismo, y de acuñar el término anti-anticomunista, que sin embargo sirvió a sus enemigos para tacharle sesgadamente de totalitario o fascista de izquierdas. Todo esto fue la causa de que un Habermas irritado sacara su segunda cara, la de intelectual beligerante y, olvidando su inicial vocación a la medicina, decidiera pasarse al periodismo combativo.

Las dos caras de Habermas: maestro de la racionalidad comunicativa y político diletante
Hay en efecto dos Habermas, el científico, el profesor, el dogmático, con un historial académico lleno de éxitos, con púlpitos siempre abarrotados, sea el del Instituto de Investigación Social de Frankfurt, la Universidad de Heidelberg o las de Frankfurt o el Instituto Max Planck de Ciencias Sociales de Stanberg, siempre en el aula grande, con lecciones jueves y viernes preparadas por escrito que en su mayor parte impartía leyendo el texto -incomprensible para una gran mayoría-, intercalando viajes permanentes, requerido por las Universidades de todo el mundo, en especial las americanas, Berkeley, Yale, Nueva York, y cuyo epicentro dogmático lo constituye su Teoría de la acción comunicativa publicada en 1981, a los 52 años, más de 1.000 páginas, 10.000 ejemplares, algo increíble en un foro científico especializado, fruto de una década de investigación, él mismo la calificó de monstruo recalcitrantemente académico, en el que desarrolla su tesis de la racionalidad comunicativa que la comunicación lingüística lleva insita la finalidad de un entendimiento mutuo. Opus magnum que produjo estupor e incomprensión y cuyo reconocimiento fue lento aunque imparablemente progresivo. La obra fue objeto de intensa discusión en círculos especializados, y contra todo pronóstico en cuatro años alcanzó la 5ª reimpresión, fue asumida por todos los idiomas cultos, y las Ciencias Sociales acogieron como clásica su teoría de la racionalidad comunicativa.

“Al dorso hay otro Habermas militante activo de la política, y para dar salida a su irritación en una prensa combativa con libertad se convirtió en periodista autónomo”

Pero al dorso de este Habermas filósofo, hay otro Habermas militante activo de la política, enérgico partícipe en los acontecimientos socio políticos, que se inició como ya se ha dicho con el shock que supuso la cesura del 45 en un adolescente de 16 años, militar reclutado a la fuerza en la última leva aunque nunca usó armas, preso político en USA y humillado en su orgullo nacional, que ansiaba empezar de nuevo con renglones democráticos -aunque no al estilo liberal anglosajón- y para dar salida a su irritación en una prensa combativa con libertad se convirtió en periodista autónomo. Es precisamente la irritabilidad, según dejo acuñado en frase célebre, lo que convierte a un científico en intelectual que por naturaleza debe ser beligerante, el primer deber cívico es la agitación, escribió en un periódico estudiantil, pero sin armas, hoy ya no rige el si vis pacem para bellum.

“Hoy sigue vigente su idea del ensamblaje que debe haber entre democracia y Estado de Derecho de modo que haga imposible servirse del Estado de Derecho para enfrentarlo a la democracia o a la inversa, servirse de ésta para enfrentarla al Estado”

Y así inició una serie innumerable de artículos, conferencias, opúsculos, algunos verdaderas obras maestras de la polémica, como su cólera anticomunista contra las versiones dogmáticas típicas del marxismo soviético, cuando los tanques soviéticos aplastaban revueltas, o cuando se hablaba del rearme alemán por ejemplo. A veces fue tildado de marxista o neomarxista pero pronto se advertía que era un pensador marginal, autónomo, un analista crítico del marxismo científico convencido de que en la sociedad moderna la conciencia de clase se difumina y ya no se sostiene la teoría de la plusvalía. Bastaría repasar su posición cuando se construyó el muro de Berlín de 1961 y cuando se destruyó en 1989, o cuando imputaba a Dutschte profesar una ideología voluntarista similar a la que en 1848 se llamó socialismo utópico y ahora sería un fascismo de izquierdas. Por grande que llegue a ser el abismo entre la norma constitucional y la realidad constitucional, no hay alternativa a la democracia parlamentaria, ha recalcado.

Política y Derecho: democracia participativa y racionalidad anti emocional
No es fácil extraer la doctrina política de Habermas rastreando en su biografía el cúmulo de críticas, versiones, réplicas, declaraciones y propuestas que hizo el Habermas intelectual, que admite en las polémicas -nunca en las aulas que deben siempre regirse por el rigor- excesos y aún errores. Sus análisis son variados y variables, siempre ricos en matices pero siempre con un solo totem, la democracia participativa, en cuyas entrañas trata de penetrar para mostrar sus estratos y su propia esencia. Critica la democracia presidencialista o elitista común en Occidente que asumió Adenauer. Advierte de la tensión permanente por la desigualdad de pesos cada vez mayor entre un Estado orientado a intereses generalizables y un sistema capitalista que ignora el bien común y trata de influir en las decisiones políticas. Abrigó la esperanza de que a su llegada en 1969 Willy Brandt se atreviera a más democracia como prometió. Desdeñó el capitalismo exacerbado, la producción masiva que solo satisface necesidades que él solo crea en espiral infinita. E insiste en diseccionar la sociedad para inocular procesos democráticos en todos sus estratos. El Estado social es hoy condición legitimadora sine qua non indispensable para la homologación del Estado democrático de derecho. Y son también premisas democráticas invalidantes la formación discursiva de la opinión y voluntad de los ciudadanos, y que todas las instituciones que toman parte en el proceso se rijan por el imperativo de ser públicas y obedecer a principios democráticos por haber participado los ciudadanos en su organización interna.

“La ley solo será legítima cuando el discurso democrático generador de derecho se configure únicamente bajo el imperativo sin coerción del argumento mejor, que es lo único que justificará la racionalidad”

También le interesó el Derecho, en especial en su vinculación con la democracia. En 1986 creó en la Universidad de Frankfurt un grupo de trabajo integrado por científicos para investigar sobre la teoría del derecho y la democracia. Tras cinco años, algún opúsculo y un simposio en Nueva York, publicó su obra Facticidad y validez. Quedó contento Habermas del resultado, creo que otra vez ha vuelto a salir algo, escribió. Su invento fue sólido. Hoy sigue vigente su idea del ensamblaje que debe haber entre democracia y Estado de Derecho de modo que haga imposible servirse del Estado de Derecho para enfrentarlo a la democracia o a la inversa, servirse de ésta para enfrentarla al Estado. También inquiere sobre la conexión entre moral y derecho, vieja teoría aristotélica de que las normas jurídicas necesitan la legitimación moral para que se las considere vinculantes, tesis que siempre ha tenido en cuestión la duda de cuál debe ser ese soporte moral. Para Habermas solo lo hay cuando puede acreditarse que la norma es el resultado de una formación de consenso mediante argumentación, lo que le permite integrar este ensamblaje en su teoría general sobre la comunicación, en este caso la autolegislación de los ciudadanos mediante el discurso. Ley moral y jurídica deberían coincidir, aunque solo ésta será siempre coercitiva, cierto, pero entretanto la ley solo será legítima cuando el discurso democrático generador de derecho se configure únicamente bajo el imperativo sin coerción del argumento mejor, que es lo único que justificará la racionalidad y legitimidad del derecho resultante.

Robótica: riesgo de alienación
Interesante y premonitoria resulta su prevención frente a la técnica que es leitmotiv a rastrear en su evolución a través de toda su biografía. Ya en sus inicios como periodista predijo que la técnica, como instrumento creado para el dominio sobre la naturaleza, favorece los fenómenos de la producción estandarizada y el consumo compensatorio, pero con lucidez profética anticipa el peligro de la robótica, hoy denunciado por todos, en cuanto método autonomizado que desarrolla por sí misma la autocracia del instrumento. Habermas diagnostica que la cultura de las máquinas penetra de forma creciente en las relaciones vitales para dominarlas cada vez más y esta alienación asume dimensiones universales tanto más dominadoras cuanto menos conciencia tengamos de ello. Esto aleja al hombre de la naturaleza, de los otros hombres y a la postre de sí mismo. El aviso es de 1961.

“Anticipa el peligro de la robótica en cuanto método autonomizado que desarrolla por sí misma la autocracia del instrumento, y esta alienación asume dimensiones universales tanto más dominadoras cuanto menos conciencia tengamos de ello”

Sinsabores
Su trayectoria no siempre fue un camino de rosas. Fue con frecuencia denostado, tildado de marxista disfrazado de manierista, traidor a la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt, hubo disonancias y tuvo fracasos, y su obra fue tachada de errática, incomprensible, oportunista o fruto de un delirio, lo que forma parte lógica de las habituales diatribas profesorales. Lo que hirió profundamente a Habermas fue la doble negativa de la Universidad de Munich a aceptarle como profesor honorario. Fue por motivos políticos, no científicos. Por otro lado F. J. Strauss le calificó de avión de caza de la revolución cultural. Esto, unido a su fracaso en el I. Max Plank por falta de autonomía para cumplir su sueño de una investigación interdisciplinaria innovadora sin que le molestaran, le deprimió hasta el punto de rondarle seriamente la idea en 1981 de emigrar a California donde la Universidad de Berkeley le reclamaba con insistencia y donde no era mal interpretado como en Alemania, idea que desechó retornando por tercera vez a su querida Frankfurt, la vieja patria que se abre a los atractivos, a las disonancias de una modernidad llena de tensiones, a la cátedra de filosofía de la Universidad JW Goethe que es la que mejor se amolda a sus ideas.

“Ya nadie podrá discutir que sin Estado social pueda hablarse de Estado democrático”

Reconocimiento universal
La biografía de Müller-Doohm es concienzuda, minuciosa en extremo, dogmáticamente rigurosa y hasta severa. Detalla con precisión la evolución del pensamiento de Habermas, aunque la pauta estrictamente cronológica de su obra dificulta ver el bloque doctrinal y el sistema final del pensamiento de un autor tan prolífico, con tantas aristas y matices, tan propenso a improvisar y a participar en debates político-sociales durante más de seis décadas, como lo fue el Habermas intelectual. Se pronunciaba a veces a botepronto ante cualquier acontecimiento político: la catástrofe y cesura del 45, la génesis de la nueva república, los juicios de Nürenberg, el rearme alemán, la construcción del muro, la crisis de Cuba, la vuelta de Adenauer, el movimiento estudiantil del 67, la guerra de Vietnam, las actividades de la CIA, el golpe militar en Grecia, la guerra de los 6 Días, el asunto Baader-Meinhof, la visita de Reagan, la caída del muro, etc. En todos ha participado, en todos ha debatido, de todo ha dejado constancia escrita.

“El lenguaje tiene incorporado en su gen el objetivo de un entendimiento mutuo y el acuerdo intersubjetivo”

El biógrafo no los sintetiza, sigue la cronología. Tampoco al lector le es posible hacerlo. Solo podrá admirarse de la riqueza y profundidad de su pensamiento, la coherencia global de su doctrina y la brillantez de su discurso. Y a pesar de la obstinación de sus reflexiones, la complejidad de sus raciocinios y la precisión con que entrelaza la terminología metafísica, el lector tendrá la satisfacción de haber percibido de primera mano la génesis de su rico legado socio-filosófico del que como profanos solo podemos enumerar como muestra algunos hitos filosófico-políticos incorporados ya al imaginario común. Ya nadie podrá discutir que sin Estado social pueda hablarse de Estado democrático. Vaticinó hace sesenta años que la autocracia de la técnica produciría la alienación del hombre. Dejó sentado que el lenguaje tiene incorporado en su gen el objetivo de un entendimiento mutuo y el acuerdo intersubjetivo. Justificó que la nación-estado, que tanto influyó en la constitución de los estados, está ya en decadencia por la diversidad étnica interna y la inexorable dinámica de la globalización: su único sustituto posible es el patriotismo constitucional o nacionalismo de los ciudadanos y no de las comunidades de sangre, idioma o historia. Y este patriotismo constitucional permite racionalmente aceptar una vinculación política superior como partícipes de una comunidad posnacional, en concreto y en nuestro caso la de Europa.

“La nación-estado está ya en decadencia por la diversidad étnica interna y la inexorable dinámica de la globalización: su único sustituto posible es el patriotismo constitucional o nacionalismo de los ciudadanos y no de las comunidades de sangre, idioma o historia”

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