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Por: JOSÉ MARÍA LASALLE RUIZ
Profesor de Filosofía del Derecho
Universidad Pontificia de Comillas


INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y MÉTODO JURÍDICO

La humanidad se enfrenta al reto de una inteligencia artificial (IA) que revolucionará el mundo de arriba abajo. Hablamos de una tecnología que no puede compararse a ninguna otra del pasado debido a la extraordinaria capacidad de impacto social y económico que provocará en los próximos años. Ni la máquina de vapor y los cambios que produjo con la revolución industrial podrán compararse a los que traerá la IA para todas las sociedades humanas.

Para comprender de qué estamos hablando, hemos de dar dos breves pinceladas sobre lo que significa realmente esta tecnología. Algo que se pasa de largo, pero que es fundamental para entender realmente qué va a suponer para el conjunto de la humanidad la inevitabilidad de la IA. Eso implica asumir que estamos ante un producto de la innovación científica que no tiene parangón. Opera su desarrollo desde hace siete décadas y busca imitar el cerebro humano con el fin de perfeccionarlo y superar nuestras capacidades cognitivas. Este propósito, precisamente, es lo que aleja la IA de cualquier otra tecnología anterior. Entre otras cosas porque nos obliga a los seres humanos a pensar cómo tendremos que adaptarnos a convivir con una inteligencia que nos disputa lo que hacemos con la nuestra.
Recordemos que la revolución industrial supuso un proceso tecnológico que sustituyó a los seres humanos del trabajo basado en su fuerza física. El impacto económico y social que produjo pronto fue reconducido, y de una manera paulatina, por el trasvase de la actividad humana hacia el desarrollo de trabajos de índole intelectual. La máquina de vapor protagonizó este cambio cultural. Las consecuencias de injusticia y desigualdad provocadas por la extraordinaria prosperidad y los avances que también causó, tardaron en resolverse más de un siglo a través del establecimiento del Estado Social y Democrático de Derecho surgido en los constitucionalismos de después de la Segunda Guerra Mundial.

“La revolución digital que lidera definitivamente la IA provoca un escenario semejante al de la revolución industrial, pero sin una alternativa que compense la sustitución del trabajo intelectual que causa la generalización de su empleo”

Ahora, sin embargo, la revolución digital que lidera definitivamente la IA provoca un escenario semejante al que acabamos de describir, pero sin una alternativa que compense la sustitución del trabajo intelectual que causa la generalización de su empleo. Esto es consecuencia de que la IA desplaza y sustituye paulatinamente el trabajo intelectual de los seres humanos. Especialmente en el ámbito de las profesiones que sustentan la experticia de alguien que afirma qué hacer al construir un puente, fabricar un coche, edificar un rascacielos, controlar el tráfico aéreo, resolver un expediente de justiprecio o emitir un dictamen jurídico. Esta circunstancia nos obliga a pensar qué papel podremos desempeñar los seres humanos en un mundo donde la IA crece en su poder y nos desplaza como medida de todas las cosas. Al menos en las que concurre un conocimiento profesionalizado que sustenta una actividad compleja, asentada sobre procesos de gestión de la misma a partir de bases de información y que tienen que ver con sectores como la movilidad, la administración, la seguridad, las finanzas, la justicia o las infraestructuras, entre otras.
Nos adentramos, por tanto, en una transición crítica que marcará nuestro futuro como civilización y para la que no tenemos todavía un horizonte propositivo que resuelva, dentro de una fórmula lo más equitativa posible, las contradicciones, desigualdades y conflictos que se van a provocar y universalizar. Para abordar este proceso se necesita otra mirada y otra actitud para abordarlo con éxito. Y segundo, porque si no acertamos en lo que realmente significa la IA la diseñaremos como una amenaza y no como una oportunidad.
Eso significa que tenemos que encontrar qué valor podemos aportar a la IA si esta crece en capacidades que le permiten pensar más en términos estadísticos que la inteligencia humana. Pero pensar más, lo sabemos muy bien, no significa pensar mejor. Aquí es donde la inteligencia humana debe ponerse en valor y cultivar una superioridad cualitativa sobre la IA que la convierta en insustituible. ¿Cómo? Aprendiendo a dirigirla y gobernarla. Para ello es imprescindible orientar el manejo de nuestra inteligencia y habilidades cognitivas hacia la restauración de la sabiduría aristotélica que perseguía la prudencia como soporte de la equidad y que la modernidad científica sustituyó por el conocimiento profesional basado en el automatismo de la experticia.LASALLE JOSE MARIA ilustracion
La sustitución de la decisión humana será inevitable, en todos los ámbitos, también en el Derecho, si la lógica del conocimiento que nace de la gestión de un ámbito de información basado en datos, sigue el automatismo lógico del positivismo científico. Se producirá porque la inteligencia humana no puede competir con la inteligencia estadística de una máquina. Competir con ella es perder frente a ella. Complementarla es colocarse en un estadio superior de conocimiento que presupone un contexto relacionalmente cooperativo y amigable entre el ser humano y la IA. Algo que no sitúa al ser humano en la tarea de controlar los riesgos derivados de posibles fallos en la gestión de la supervisión que haga de la IA, sino en el propósito de complementarla éticamente, velando porque se salvaguarde la explicabilidad en términos de equidad de sus acciones y el respeto a la dignidad humana en su sentido más amplio, aquel que tiene que ver con la condición humana que describía Hannah Arendt en sus ensayos.

“La especie humana debe preservar una esfera de autenticidad decisoria que ha de configurarse como un derecho colectivo y universal. A ella debe vincularse la gobernanza ética que condicione y supervise el conocimiento artificial que aporten las máquinas al subordinarlo a fines y propósitos que propicien el bienestar humano en su sentido más amplio y que ha de empezar por el moral”

Si la IA es “algo” o, si se prefiere, una cosa, que aspira a ser “alguien” o no-cosa consciente de su identidad y de sí misma, entonces, el ser humano ha de ser su conciencia crítica y decisoria. Para conseguirlo hay que potenciar las competencias humanas asociadas al sentido de la responsabilidad que funda el ejercicio de la acción humana. Esto pasa porque privilegiemos los principios generales como presupuesto teórico y la transversalidad crítica y relacional como metodología aplicable a la hora de favorecer el desarrollo de una objetividad analítica que ayude a observar los fenómenos en los que pongamos nuestra atención. El objetivo es mejorar nuestra capacidad de pensar a la hora de decidir. Algo que solo podrá hacerse si se persigue la prudencia que está en el balance de equidad que resuelva un problema donde interactúan intereses en conflicto.
Se trata, por tanto, de un desafío reeducativo de la inteligencia humana que en el campo del Derecho supone restaurar la vieja interpretación latina del Derecho como aplicación en el ámbito legal de la filosofía descubierta por los griegos. Algo que los romanos definieron como iuris prudens y que interpretó el Derecho como un ars iuris o “arte de hacer lo justo” o de “dar a cada uno lo que le corresponde” que iba más allá de lo que disponía específicamente la ley. Se trataba de una experiencia creativa de la justicia que implicaba una labor decisoria compleja que trascendía la legalidad para ponerla en tensión con la cultura, la política, la antropología, la psicología, las bellas artes, la filosofía, el pensamiento crítico o, incluso, la teología. Esta última, quizá, deba también formar parte de los contenidos de las humanidades que han de volver a conformar una parte sustancial de la mentalidad formativa del jurista si quiere preservar una metodología humano-céntrica de la justicia. Al menos si la IA con la que tendrá que colaborar, sigue diseñándose con el propósito de crear algo consciente que nos imite con el fin de superar nuestras imperfecciones y así poder instaurar un automatismo infalible que la convierta en la nueva medida de todas las cosas y no-cosas.
En la confianza de que este automatismo de infalibilidad no se imponga con un diseño de seguridad jurídica que instaure una dictadura de la IA, el ser humano debe hacerse insustituible frente a ella aportando un valor que no puede quedar en sus manos algorítmicas. Para ello, la especie humana debe preservar una esfera de autenticidad decisoria que ha de configurarse como un derecho colectivo y universal. A ella debe vincularse la gobernanza ética que condicione y supervise el conocimiento artificial que aporten las máquinas al subordinarlo a fines y propósitos que propicien el bienestar humano en su sentido más amplio y que ha de empezar por el moral. No solo impidiendo que se altere la condición humana, sino que se garantice que solo los seres humanos podremos decidir, cuando convivamos con máquinas, que es lo que corresponde dar a cada uno. Tanto si es humano como si es una cosa con autonomía más o menos consciente. Gracias a este humanismo tecnológico, lograríamos preservarnos de los riesgos prometeicos de una IA que lograra hacer un clic que le atribuyera consciencia sin conciencia. Como en el Protágoras de Platón, retendríamos los humanos la idea de justicia en nuestras falibles manos para utilizar a nuestra conveniencia el fuego tecnológico de la IA.

Palabras clave: Inteligencia artificial, Impacto social y económico, Convivencia con la inteligencia artificial, Sustitución de la decisión humana, Humanismo tecnológico.
Keywords: Artificial intelligence, Social and economic impact, Living with artificial intelligence, Replacement of human decisions, Technological humanism.

Resumen

El autor aborda el desafío que representa la inteligencia artificial (IA) para la humanidad, destacando su impacto social y económico sin precedentes. La IA busca imitar el cerebro humano para superar nuestras capacidades cognitivas. Se compara con la revolución industrial, señalando que la IA desplaza el trabajo intelectual humano en diversas profesiones. El texto subraya la necesidad de adaptarse a la convivencia con la IA y sugiere que la humanidad debe encontrar formas de aportar valor a la IA, enfatizando la importancia de dirigirla y gobernarla. Se plantea la inevitabilidad de la sustitución de la decisión humana, especialmente en el ámbito legal, y se destaca la importancia de preservar una esfera de autenticidad decisoria vinculada a la gobernanza ética. Además, se aborda la necesidad de una reeducación de la inteligencia humana, especialmente en el campo del Derecho, para preservar una metodología humano-céntrica de la justicia frente a la IA. El texto concluye destacando la importancia de que el ser humano se mantenga insustituible frente a la IA, preservando una esfera de autenticidad decisoria y aplicando un enfoque de "humanismo tecnológico" para evitar riesgos y garantizar el bienestar humano.

Abstract

The author discusses the challenge that artificial intelligence (AI) represents for humanity, and highlights its unprecedented social and economic impact. AI seeks to mimic the human brain in order to surpass our cognitive abilities. It is often compared to the Industrial Revolution, in that AI supersedes human intellectual labour in various professions. The article stresses the need to adapt to life with AI, and suggests that humanity must find ways to add value to AI, while emphasising the importance of supervising and governing it. It discusses the inevitability of human decision-making being replaced, especially in the legal realm, and highlights the importance of preserving a sphere of decisional authenticity that is linked to ethical governance. It also addresses the need for a re-education of human intelligence, especially in the field of law, to preserve a human-centred methodology of justice against AI. The text concludes by stressing the importance of human beings remaining irreplaceable despite AI, preserving a sphere of decision-making authenticity, and applying an approach based on "technological humanism" to prevent risks and ensure human welfare.

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