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REVISTA110

ENSXXI Nº 114
MARZO - ABRIL 2024

Por: JOSÉ ARISTÓNICO GARCÍA SÁNCHEZ
Presidente de EL NOTARIO DEL SIGLO XXI


LOS LIBROS

Invasiones continuadas han imposibilitado la formación de estados consolidados en el vasto territorio que se extiende entre Rusia y Centroeuropa, entre Este y Oeste

Reeditada por su actualidad la crónica del viaje de Applebaum por esa zona, de Königsberg a Odessa, que sugiere claves para interpretar la actual invasión rusa de Ucrania

No hay nadie que no permanezca atónito ante la, ilógica en este siglo XXI, invasión imperialista rusa de Ucrania que acaba de cumplir su primer aniversario. Cierto es que Ucrania forma parte de un grupo de países integrados en una planicie que, casi como en el desierto o en el mar, carece de accidentes geográficos, ríos, cañones, cordilleras o depresiones que, como barreras naturales, pudieran actuar como fronteras estables entre las comunidades que allí se asientan. Me refiero a esa inmensa llanura entre Polonia y Rusia en la que se ubican Lituania, Ucrania y Bielorrusia, y en ocasiones Moldavia, Transnitria y otros pequeños países, minúsculos y efímeros, sin fronteras realmente reconocibles y mucho menos respetadas por las comunidades vecinas.

“Ucrania forma parte de un grupo de países integrados en una planicie que, casi como en el desierto o en el mar, carece de accidentes geográficos que, como barreras naturales, pudieran actuar como fronteras estables”

Su vulnerabilidad les ha condenado a ser pasto y botín permanente de pueblos invasores. Los más temidos los venidos del este como los mongoles o los otomanos. Los más civilizados los venidos del oeste, polacos, lituanos y alemanes. Los más imprevisibles los procedentes del sur, moldavos y cosacos. Pero los más destructores vinieron siempre del norte. Primero los voraces escandinavos que en el siglo IX, capitaneados por Rurik, bajaron por el Dnieper hasta la actual Kiev y conquistaron la zona bautizando la región con el nombre de su estirpe, Rus, la Rus de Kiev. Y después, en el siglo XVII, los moscovitas cuyo primer Zar, Iván IV, se declaró descendiente del mítico Rurik y como tal elegido por el destino para reconquistar el reino/madre perdido, la Rus de Kiev, cuyo nombre -con pronunciación bizantina- Rusia, adoptaría el nuevo reino.
Las invasiones se habían seguido produciendo en esa llanura de forma recurrente. Era un baile continuo de fronteras entre los pueblos residentes y los invasores, con colonias a veces estables a veces errantes de judíos, armenios, griegos, húngaros y tártaros. Nunca se unificó la región ni hubo fronteras consolidadas. Todos asumían que las pactadas serían removidas por el ulterior invasor.

“En el siglo XIX la irrupción del nacionalismo, uno de los inventos más mortíferos y que más sangre ha hecho derramar a la humanidad, lo agravó todo”

Pero además, en el siglo XIX la irrupción del nacionalismo, uno de los inventos más mortíferos y que más sangre ha hecho derramar a la humanidad, lo agravó todo. De nada sirvió la tenaz oposición a esa peste que, en palabras de Zweig, empezaba a envenenar la flor de la cultura europea, de autores del prestigio de Roth o Zweig, que veían desaparecer su concepción cosmopolita y universal de la humanidad, o del dramaturgo austriaco Grillparzer que acuñó la famosa diatriba de la humanidad a la bestialidad por el cambio de la nacionalidad. La idea de que todo individuo tiene que pertenecer a una nación o raza concretas para ser reconocido como ciudadano se impuso. Y los de la llanura sin fronteras que se definían simplemente como uno de los habitantes de aquí, al trasladarse a las ciudades, se tuvieron que convertir en polacos, rusos, alemanes, lituanos, ucranianos o bielorrusos. Y cuando al final de la Gran Guerra en 1918 desparecieron los grandes imperios ruso, prusiano o austrohúngaro, los países resultantes del vacío, todos, quedaron disconformes con las fronteras reasignadas y reclamaban territorios del vecino. Disputas fronterizas que solo desaparecieron, y eso oficialmente, tras la Segunda Guerra Mundial cuando Stalin, en su despótico genocidio cultural, decidió la supresión de fronteras, lenguas y naciones, y la dilución de toda identidad nacional en el Gran Soviet. Pero la desaparición fue aparente porque en realidad los sueños nacionales se mantenían latentes y resurgieron con vigor con la caída del Muro de Berlín en 1989, la glasnost que le siguió y la lenta desintegración de la URSS. Y con ellos también resurgieron las eternas disputas territoriales en cuanto los líderes nacionalistas trazaron las líneas de los nuevos estados a partir de las que tuvieron en su día las viejas naciones ocupadas.

“Al final de la Gran Guerra en 1918 desparecieron los grandes imperios ruso, prusiano o austrohúngaro. Los países resultantes del vacío, todos, quedaron disconformes con las fronteras reasignadas y reclamaban territorios del vecino”

En esos años de reajustes de estados y linderos, Anne Applebaum, excelente observadora y brillante reportera, realizó un viaje exploratorio por esa llanura de fronteras movedizas, desde el Báltico al Mar Negro, con salida y llegada en dos ciudades míticas, Königsberg y Odessa, para descubrir la nueva configuración geopolítica en gestación y la desgarradora historia de la población multicultural que ocupa esa planicie condenada a un sempiterno baile de fronteras.

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Anne Applebaum, de quien ya elogiamos en el número 99 de esta revista su obra El ocaso de la democracia es, como de todos es sabido, una acreditada periodista e historiadora formada en Yale y Oxford, casada con un importante político ministro de exteriores de Polonia donde viven, que domina entre otros los idiomas ruso y polaco. Está especializada en el estudio de la evolución de la sociedad civil del este de Europa. Ya fue Premio Pulitzer en 2004 por su obra Gulag.
Su primera obra importante fue precisamente, en 1994, un libro de viaje Entre Este y Oeste, también premiada, que por su actualidad y fuerte demanda ha sido reeditada en España el mes pasado (Debate, Ene. 2023).

“El libro no es una guía turística. Entre líneas de descripciones y relatos, se entrecruza una historia estremecedora de los sufrimientos, esperanzas y anhelos de una población atrapada entre invasiones, cambios de frontera y conflictos a los que los moradores se sienten ajenos y de los que terminan por ser víctimas pasivas”

No está articulada como obra dogmática ni sigue pautas académicas. En bloque es un ensayo histórico enmascarado en un conjunto de crónicas/reportajes de las sucesivas etapas de su viaje, redactadas en estilo ágil y ligero y sintaxis directa. Combina descripciones de lugares y monumentos y diálogos con lugareños y otros viajeros, con reflexiones sobre la desgarradora historia cultural y humana que va constatando. No hay más hilo conductor que la evolución social de esos pueblos zarandeados por sucesivas invasiones y permanente cambio de fronteras a los que, en lógica coherencia con su ancestral ecumenismo a-nacional, les gustaría ser siempre ajenos. La versión de estas vivencias de Applebaum a formato diario, guía de viaje o reportaje aporta amenidad y ligereza a la lectura, y asombrosamente esta agilidad no resta un ápice de intensidad o rigor a su análisis histórico o geopolítico de ese territorio que parece fatídicamente condenado a la inestabilidad.

“No hay más hilo conductor que la evolución social de esos pueblos zarandeados por sucesivas invasiones y permanente cambio de fronteras a los que, en lógica coherencia con su ancestral ecumenismo a-nacional, les gustaría ser siempre ajenos”

Gratificantes son las etapas que la viajera celebra en ciudades míticas y señeras del recorrido. Por ejemplo Königsberg, donde su construcción amurallada por los Caballeros Teutónicos en el siglo XIII, previa aniquilación de sus habitantes, los prusios, y su apogeo en el siglo XIX cuando fue cuna de Kant y Herder por ejemplo y madre de la Prusia dominadora, hasta la otra urbe, la que quedó cuando el ejército rojo en 1945 la barrió de un modo que no tenía parangón desde los días de las hordas asiáticas, la actual Kaliningrado, ciudad de hormigón y acero, cuya situación arqueológica y sobre todo humana la autora describe con admirable meticulosidad.
Pero igual ocurre con la gloriosa Vilna o Vilnius según fuera polaca o lituana, la Minsk no siempre bielorrusa, Lviv, Lvov o Leopolis en eterna disputa entre cinco países, hoy ucraniana, Chisinau vieja capital de Moldavia luego polaca, turca o rusa. Y al fin la mítica Odessa, remanso de paz, emporio cosmopolita donde el comercio venturosamente predominó siempre sobre las armas.
Bien claro queda que el libro no es una guía turística. Entre líneas de descripciones y relatos, se entrecruza una historia estremecedora de los sufrimientos, esperanzas y anhelos de una población atrapada entre permanentes invasiones, cambios de frontera y conflictos a los que los moradores se sienten ajenos y de los que terminan por ser víctimas pasivas. Appelbaum se asombra, por ejemplo, de la aparente incapacidad para horrorizarse de quien en el sótano del cuartel general de la NKVD, policía secreta de Stalin, clasificaba cráneos y restos corporales con aire indiferente y despreocupado, en nuevo ejemplo de cómo había interiorizado aquella banalidad del mal que denunció Hannah Arendt.

“Los zares se declararon herederos de Rurik y por tanto de la Rus de Kiev, y con derechos históricos por tanto a ocupar los pueblos del oeste y del sur que fueron su patrimonio. Y no se trata de una conquista, dicen, sino de la reparación de un error ancestral”

Y entrelineas se translucen también los fallidos intentos de constituirse como estados estables los pueblos avasallados desde la Edad Media por los grandes imperios, primero por la Gran Lituania o la Gran Polonia, luego por las imperialistas Prusia, Austria/Hungría y sobre todo, en embates sucesivos, por la Rusia Imperialista de los Zares, la de los Soviets y ahora la de Putin. Solo un episodio más de esta historia es, por desgracia, la actual invasión de Ucrania.
Ya se dijo y Appelbaum lo recuerda, que los rusos, tras expandirse velozmente en una extensión de la estepa tan enorme como inmanejable, se declararon herederos de Rurik y por tanto de la Rus de Kiev, y con derechos históricos por tanto a ocupar los pueblos del oeste y del sur que fueron su patrimonio. Y, adviértase, no se trata de una conquista sino de la reparación de un error ancestral, teoría interiorizada, dice la autora, por el pueblo llano ruso, que nunca ha llegado a aceptar de verdad su propia historia. Rusia ve el abuso contra esos pueblos como su derecho. Y están especialmente enfadados con Ucrania, ha añadido después Applebaum, porque piensan que los ucranianos deberían ser rusos y se niegan deliberadamente a serlo (o quizá, podrían decir, son rusos sin saberlo).

“Rusia ve el abuso contra esos pueblos como su derecho. Y están especialmente enfadados con Ucrania porque piensan que los ucranianos deberían ser rusos y se niegan deliberadamente a serlo (o quizá, podrían decir, son rusos sin saberlo)”

Como decía Carmen Claudín, lo previsible es que esta agresión tenga el efecto contrario al que proyecta el invasor. No diluirá, sino que afianzará para muchas generaciones marcadas además por el rencor, la comunidad cultural ucraniana y la existencia de Ucrania como estado independiente. En los entresijos del libro de Appelbaum late un cúmulo de sugerencias e intuiciones que se transforman en claves para interpretar, nunca justificar desde luego, la barbarie de esta invasión.

Un comando etarra despistado

En Hijos de la Fábula Fernando Aramburu insiste en el mensaje antiterrorista de Patria, ahora en clave de humor

No hace mucho, el número 69 de EL NOTARIO DEL SIGLO XXI se hacía eco de la publicación de una excelente novela, Patria, que luego ha alcanzado un éxito editorial inusitado convirtiéndose en el fenómeno literario de la década, con múltiples ediciones en 35 idiomas e incontables galardones, en la que el laureado novelista vasco Fernando Aramburu reafirmaba su voluntad de contribuir con la pluma a la derrota cultural del terrorismo rebajando a socaliña infantil lo que se pregonaba como mito o leyenda secular.

“Hijos de la Fábula dramatiza en forma tragicómica un episodio del ocaso de la banda terrorista centrado en dos jóvenes vascos que han interiorizado el fabuloso mito vasco y, con ingenua ilusión, tratan de emular a los viejos gudaris”

Aramburu se opuso siempre al olvido histórico colectivo de esta época de violencia terrorista que azotó al país durante décadas. Y siempre creyó necesario insistir en su condena. Para ilustrar la ignorancia activa o pasiva de los indiferentes, y desmontar para siempre la fabulosa mitología de la Euskadi oprimida en la que anida la ilusión de los patriotas militantes, y justifica a sus ojos las oleadas de terror que irrogaban a su alrededor.JAGS 2

Había que insistir, decía Aramburu. Y lo ha hecho. Esta vez en clave de humor, pero con idéntico mensaje. Acaba de aparecer en la Colección Andanzas (Tusquet, Feb. 2023) la novela Hijos de la Fábula en la que dramatiza en forma tragicómica un episodio del ocaso de la banda terrorista centrado en dos jóvenes vascos que han interiorizado el fabuloso mito vasco y, con ingenua ilusión, tratan de emular a los viejos gudaris incorporándose a la actividad militar, e incluso reiniciándola, sin dinero y sin armas, aún después de que la banda anunciase públicamente el fin de la lucha armada.

“Aramburu ha modulado lo cómico de su obra en los parámetros de la insensibilidad y la indiferencia, medio natural para lo jocoso como advierte Bergson, pues no hay mayor enemigo de la risa que la emoción”

En su recuerdo de las reglas y métodos de actuación de ETA que tienen interiorizados y tratan de emular, se constituyen en comando operativo autónomo que ejercerá la lucha armada para la liberación de Euskalherria. Y en pleno ejercicio de la más ortodoxa militancia activa, y en clandestinidad aunque nadie los busca, van cubriendo etapas entre Albi, Toulouse, Zaragoza y al final Donosti, sorteando riesgos imaginarios en situaciones imposibles y soñando peripecias divertidas que derivan en gags que destilan comicidad y chasco, pero nunca desánimo, vulgaridad o ridiculez.
Aramburu ha modulado lo cómico de su obra en los parámetros de la insensibilidad y la indiferencia aparentes, medio natural para lo jocoso como advierte Bergson, pues no hay mayor enemigo de la risa que la emoción. Esta obra raya la tragicomedia, pero no denigra ni a personajes ni a ideas. Solo al terror. Y es el lector el que va descubriendo, entre humoradas y chascos, el mismo mensaje que nos dio Patria, esta vez entre los dichos y hechos de dos jóvenes inocentes e idealistas, pero inoculados de fábulas atávicas. El lenguaje directo, la habilidad narrativa y la articulación del relato en secuencias cortas y vivas, facilita la lectura y sugiere muchas reflexiones al lector.

Práctica notarial

Solo plácemes puede merecer la reciente publicación de la 4ª edición del Prontuario de Practica Notarial (Ed. Basconfer, Setp. 2022) que constituye la guía más completa para la praxis notarial.
Su autor es un experimentado notario, Ramón García-Atance Lacadena, que también sólo merece elogios por su esfuerzo para actualizar el repertorio normativo notarial sensiblemente incrementado durante los nueve años transcurridos desde la publicación de la 3ª edición, por las nuevas competencias confiadas al Notariado en jurisdicción voluntaria por ejemplo, o por la proliferación de las normas autonómicas.

“Es sin duda el mejor y más completo apoyo para el correcto ejercicio profesional. La indexación alfabética por materias facilita enormemente su consulta”

JAGS 3Por el tamaño de la obra, dos tomos con 4000 páginas, su consistencia y su vocación de universalidad, podría calificarse de SUMA NOTARIAL. Y en efecto, incluye leyes, reglamentos, jurisprudencia, resoluciones de la Dirección General y hasta Circulares, Instrucciones y Comunicados de dicha Dirección General y del Consejo General del Notariado. Es sin duda el mejor y más completo apoyo para el correcto ejercicio profesional. La indexación alfabética por materias facilita enormemente su consulta. ¡Enhorabuena!

Nihil prius fide

Bajo el lema del Notariado como título la Fundación Notariado del Consejo General del Notariado ha editado el libro que recoge “Reflexiones sobre la función notarial y su contribución a la verdad y la justicia social”. La oportunidad de esta edición se presentó con la ofrenda del Notariado al Apóstol Santiago con acento al Año Jacobeo realizada por el Presidente del Consejo José A. Martínez Sanchiz que conllevaba un acto de reconocimiento y homenaje al oferente por su irreductible compromiso con la Corporación.
Incluye hasta doce aportaciones de personalidades destacadas del mundo académico y profesional sobre la fe pública, el Notariado y el evento citado.

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