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REVISTA110

ENSXXI Nº 113
ENERO - FEBRERO 2024

Por: JOSÉ ARISTÓNICO GARCÍA SÁNCHEZ
Presidente de EL NOTARIO DEL SIGLO XXI


LOS LIBROS

En Los Celosos, 2ª parte del ciclo de la saga Garren, SANDOR MARAI hace un magistral análisis sicológico de las relaciones entre los familiares reunidos en torno al Patriarca de la saga, el Padre, moribundo en la casa-madre, en una atmosfera de espera espesa y elocuente

Sabido es que en la Europa de la primera mitad del siglo XX, entre el desorden mundial que siguió a la Gran Guerra, se produjo una explosión artística de ruptura radical. Todo había muerto, todo debía cambiar. La pintura, la poesía, la arquitectura, la danza o el cine resplandecían desde Weimar, Viena, Berlín o París bajo nuevos parámetros de rebeldía frente a la ortodoxia burguesa. Y si nos fijamos en la gran novela, aquella Europa conmocionada empezó a recibir entregas insólitas, como las de Proust de 1913 a 1927, la del Ulises de Joyce en 1920, o la Montaña mágica de Mann en 1924.

“Con una pléyade rupturista convivió, otra brillante generación de escritores centroeuropeos que sufrieron y lamentaron con nostalgia la descomposición de los imperios y la imparable transformación de las clases sociales”

Con esta pléyade rupturista convivió, sin embargo, una brillante generación de escritores centroeuropeos que sufrieron y lamentaron con nostalgia la descomposición de los imperios y la imparable transformación de las clases sociales. Entre ellos Roth o Zweig, por ejemplo, que derrocharon maestría y obtuvieron también merecido éxito mundial desde sus primeras entregas. Triste es sin embargo que junto a ellos, olvidado y proscrito durante décadas, emergiera y luego permaneciera eclipsado, un autor sensitivo, quizá el más intimista y emotivo de aquella pléyade de escritores de la mittel-Europa de entreguerras que miraban hacia atrás, el título de Zweig El mundo de ayer es paradigma, entonando lamentos al desmoronamiento de los valores de una sociedad que desaparecería para siempre.

“La caída del Muro de Berlín fue el punto de salida para que su obra -que había permanecido décadas arrestada- empezara a salir de nuevo a la luz y alcanzara un segundo y clamoroso triunfo”

Me refiero a Sándor MARAI, del que en esta revista ha hecho mención en varias ocasiones. Había nacido en 1900 en Kassia, actual Eslovaquia, de origen sajón y judío, que, aunque empezó escribiendo en alemán en su primer su periplo profesional en Frankfurt, Weimar y Leipzig, las ciudades de Goethe cuyo genio parecía acompañarle como una sombra, terminó adoptando el húngaro, su lengua materna, para escribir sus grandes novelas que en la década de los 30 le dieron un prestigio comparable al de Zweig o Mann. Pero, rebelde y profundamente liberal y antifascista, sufrió una madurez condenada a exilio permanente y con él al olvido.
Primero fue perseguido por los nazis durante la ocupación de Hungría en 1941, aunque su fama le libró de las peores represalias. Pero a partir de 1945 lo fue por los soviets. Comprobar que la que se presumía liberación del yugo nazi comportaba una regresión peor, la de los bolcheviques, que prohibieron y anatemizaron toda su obra por burguesa, le obligo a exiliarse otra vez, ahora a Estados Unidos, donde terminó suicidándose en 1989, como antes lo había hecho Zweig en 1944 en Brasil, él en San Diego, olvidado y sumido en la desesperanza y la depresión.

“En España empezaron a aparecer a comienzos de este siglo pequeñas obras maestras ‘Confesiones de un burgués’, ‘El último encuentro’, ‘La extraña’, ‘Liberación’… Y otras muchas, siempre en prosa sobria y desnuda pero emotiva en una exquisita combinación del psicoanálisis naciente con la nostalgia decadente”

La caída del Muro de Berlín, precisamente ese mismo año, cosa que él no conoció (como Zweig tampoco conoció la derrota de Hitler, otro paralelismo siniestro), fue el punto de salida para que su obra --que había permanecido décadas arrestada-- empezara a salir de nuevo a la luz y alcanzara un segundo y clamoroso triunfo y Marai fuera otra vez entronizado de forma póstuma en el podio al que la sociedad de los años 40 le había ensalzado y de donde fue destronado burdamente por la barbarie bolchevique.
En España empezaron a aparecer a comienzos de este siglo pequeñas obras maestras, algunas inéditas, verdaderas joyas de literatura intimista todas, de algunas de las cuales esta revista se fue haciendo eco: ‘Confesiones de un burgués’, ‘El último encuentro’, ‘La extraña’, ‘Liberación’… Y otras muchas, siempre en prosa sobria y desnuda pero emotiva, describiendo magistralmente personajes y atmósferas con realismo e inaudita sensibilidad en una exquisita combinación del psicoanálisis naciente con la nostalgia decadente con que aquella generación de escritores veía deshacerse el dorado imperio austrohúngaro y los valores de aquella sociedad burguesa, ahora en vías de extinción, que lo sustentaban, idea que subraya y reitera en la temática de las novelas que han ido aflorando en estas dos décadas.

“Faltaba por editar la magna obra de Marai, la más ambiciosa, la historia de una saga húngara que declina, escrita al estilo de la obra que Thomas Mann dedicó a una familia alemana en decadencia progresiva e imparable, Los Buddenbrook, inspirada según reconoció el propio autor en la tetralogía wagneriana El anillo del Nibelungo”

Faltaba por editar la magna obra de Marai, la más ambiciosa, la historia de una saga húngara que declina, escrita al estilo de la obra que Thomas Mann dedicó a una familia alemana en decadencia progresiva e imparable, Los Buddenbrook inspirada, según reconoció el propio autor en la tetralogía wagneriana El anillo del Nibelungo, publicada en 1901 que obtuvo en toda Europa un éxito rotundo y fue decisiva, según consta en el acta del Jurado, para conceder a su autor el premio Nobel de literatura en 1929.
A imagen de esta obra, Sandor Marai asumió durante décadas la tarea de diseccionar, al modo de una autopsia psíquica, la saga de una familia húngara, los GARREN en su discurrir por el escenario político y social de la Europa de entreguerras. El Ciclo se desarrolla en tres fases. Empieza con Los Rebeldes publicada en 1931 y revisada al final de su vida en América que narra la rebeldía de cuatro jóvenes contra su llamada a filas en los estertores de la Gran Guerra en 1918, sigue con Los Celosos y termina con Los Ofendidos.

“Todo ocurre en dos semanas en un solo escenario, la mansión ancestral donde se han reunido los cinco hijos del Padre agonizante que han vuelto desde lugares diversos a la ciudad natal, a esperar la muerte del patriarca. Es una espera agónica y elocuente, que hace aflorar viejos recuerdos, rencores soterrados y envidias corrosivas”

Ahora acaba de aparecer la segunda Los Celosos (Ed. Salamandra, marzo 2023), la que narra la lenta agonía del patriarca de la dinastía, Gabor GARREN, el Padre, rodeado de sus hijos y cortejado y escoltado en su entierro por el obispo, el alcalde y toda la ciudad.

Garcia Sanchez JA ILUSTRACION
Es una obra sin acción. Todo ocurre en dos semanas en un solo escenario, la mansión ancestral que había fundado hace tres generaciones Matyas Garren, donde se han reunido los cinco hijos del Padre agonizante que han vuelto desde lugares diversos a la ciudad natal, a la casa-madre de la familia Garren, el hogar de su infancia, a esperar la muerte del patriarca. Es una espera agónica y elocuente, que hace aflorar viejos recuerdos, rencores soterrados y envidias corrosivas. Todos se habían instalado con el disfraz asignado y todos sabían de memoria su papel y ahora ni uno de ellos se atrevía a formular la pregunta que los había reunido allí y los mantenía sumidos en un estado de tensión y embrujo permanente… con la sensación para el más sensato de los hijos de que, tras tanta espera apremiante, ya era hora de que Padre muriera con la triste conclusión de que la familia, en determinados momentos pacta la vida o la muerte, como una pandilla de criminales…

“La refinada estilística de Marai sumerge al lector en la atmósfera melancólica y asfixiante que rodea la escena y que evoca remembranzas del desmoronamiento desintegrador del imperio centroeuropeo y de la clase social que lo sustentaba, la burguesía, condenada ahora a su extinción. Todo en una combinación exquisita de psicoanálisis y nihilismo expuesta primorosamente con matices de una sutileza desconocida”

La obra es una enciclopedia de psicoanálisis con una perspicaz y agotadora penetración en el subconsciente de los personajes que deja descarnados y al descubierto sus anhelos, su voracidad, sus frustraciones y sus recelos.
La refinada estilística de Marai sumerge al lector en la atmósfera melancólica y asfixiante que rodea la escena y que evoca remembranzas del ya dicho desmoronamiento desintegrador del imperio centroeuropeo que la Gran Guerra provocó y de la clase social que lo sustentaba, la burguesía, condenada ahora a su extinción. Todo en una combinación exquisita de psicoanálisis y nihilismo expuesta primorosamente con matices de una sutileza desconocida.
Marai profundiza tras la muerte del Padre moribundo, sobre el amor paterno, tan sencillo y al mismo tiempo tan complejo como el aire, y cuyas partículas de responsabilidad y preocupación, la química de los sentimientos, es incapaz de analizar.
Escarba en las relaciones interfamiliares de los hijos. Magistral es el análisis psíquico que hace Marai del hijo protagonista, Peter, y de las relaciones con su mujer, la diva de la ópera, Edith, y con su amante Karo, y de éstas entre sí. Y de Albert, el hermano traidor, que ha metido en la familia a una esposa sin clase, inmoral e insoportable, que avergüenza a la familia y que nadie reconocía como Garren. Como tampoco terminan de reconocer a la señora Erzsebet, la tercera esposa del Padre y madre de su hijo menor, también ella desconfiaba con razón de la cortesía y deferencia llamativas de los auténticos Garret, que en realidad podría ser una ofensa refinadamente planeada por ellos como autodefensa callada y llena de mala intención, viuda a la que quizá Padre hizo entrar en su vida y en su cama como una especie de castigo poco severo para ellos.

“Y no es solo el escrutinio profundo del sentir de los personajes. Además, flota siempre sobre toda la narración un imperceptible y sutil simbolismo de alcance a valores universales”

Y no es solo el escrutinio profundo del sentir de los personajes. Además, flota siempre sobre toda la narración un imperceptible y sutil simbolismo de alcance a valores universales. Simbolismo hay en la descripción de esa ciudad viva, que sufría de nervios, que se sentía culpable, sumida hasta el cuello en la vergüenza tras la llegada de los extranjeros, en los que subsume a todos los invasores, y en el azote de un vendaval frío que arrancó una gárgola de la torre de la catedral que representaba a un impúdico gnomo simiesco con símbolos nada edificantes, y que difundió al tiempo alguna sustancia infecciosa que sembró el pánico en la ciudad, gárgola que terminó arrastrada por un gendarme hasta comisaría.
Como simbólico paradigma del capitalismo que empezaba entonces a invadir a Europa, es el poderoso comerciante, siempre atento y al acecho, Emmanuel, patrón del protagonista y dueño del mundo entero -todos esclavos de unos cuantos Emmanueles-, que quería ser bueno, pero en el último momento… su mano le desobedecía.
Elegante, de una riqueza cromática inusitada, con vocación de trascendencia a categorías universales, indagadora implacable del pozo psicológico de las miserias y sentimientos más íntimos y complejos, incluso los inconscientes o subconscientes, de la mente humana, en larguísimas y sutiles indagaciones, rebosantes de finura intelectual y humana.

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