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REVISTA110

ENSXXI Nº 121
MAYO - JUNIO 2025

Por: JOSÉ ARISTÓNICO GARCÍA SÁNCHEZ
Presidente de EL NOTARIO DEL SIGLO XXI


LOS LIBROS

Cercas transforma la crónica de un viaje papal a Mongolia en una seria revisión de la esencia y vigencia actual del cristianismo en el universo

De su espléndida obra El loco de Dios en el fin del mundo emana un mensaje altamente positivo tanto del Papa Francisco como de la iglesia Católica

El autor, que se reafirma agnóstico, tampoco oculta su admiración por Francisco y por la Iglesia de la que reconoce su grandeza milenaria y su organización universal única

La muerte el día anterior del Papa Francisco consagró como rey de la feria del libro del pasado 23 de abril al último trabajo de Javier Cercas, El loco de Dios en el fin del mundo (Penguin Random House, 2025), aunque la verdad es que esta obra no hubiera necesitado tirón alguno, menos de tan lúgubre tenor, para ser protagonista del trasiego de firmas de la feria. Tal era el interés que venía ya despertando en la ciudadanía.

“La paradoja es que la ha escrito por encargo del Vaticano, en la onda que el propio Francisco ha predicado de que en la Iglesia caben todos, desde luego los pecadores y heterodoxos, pero también los ateos y hasta los tiranos”

Un relato real
La obra no es de fácil clasificación. Como otras anteriores de este autor, Soldados de Salamina, El impostor y sobre todo Anatomía de un instante, ya comentadas en su día en esta revista, es una narración o crónica de hechos verídicos de las que subliman y enriquecen la verdad que narran sin traicionarla. Nace de peculiar un cruce de géneros, periodismo, historia, ensayo y biografía, y esta vez también autobiografía. El resultado es otra obra literaria magistral que, en torno a la crónica de un viaje del Papa Francisco al fin del mundo, a Mongolia, incluye una severa y al tiempo escrupulosa exploración de los entresijos de la Ciudad del Vaticano, de la poliédrica personalidad de Bergoglio/Papa Francisco, y un agudo análisis de las esencias y actual vigencia del cristianismo en el universo, realizados por un autor ateo confeso, anticlerical, laicista militante, impío riguroso y sobre todo racionalista contumaz.

“La maestría de Cercas convierte tema tan árido en un relato absorbente al haber sabido encajar con destreza la narración en el molde del thriller”

La paradoja es que la ha escrito por encargo expreso del guardián de la ortodoxia, del propio Vaticano, en la onda que el propio Francisco ha predicado de que en la Iglesia caben todos, desde luego los pecadores y heterodoxos, pero también los ateos y hasta los tiranos. Y realmente han acertado los promotores, porque cualquiera que fuera su objetivo, el autor encuentra de forma convincente en el personaje y en su doctrinario más luces que sombras.

Una trama de misterio
Además, la maestría de Cercas convierte tema tan árido en un relato absorbente al haber sabido encajar con destreza en el molde del thriller la narración de una búsqueda ansiosa de respuesta a la pregunta que agobia a la madre del autor y a cualquier cristiano: si se producirá y en qué forma la resurrección de la carne y la vida eterna como recita el credo cristiano, enigma que Cercas intentará descifrar preguntando a los mandatarios más iniciados del estamento vaticano.

“Es la crónica de un viaje a Mongolia mirando de reojo no disimulado a China, guiño delatado en su discurso final en la catedral de Ulan Bator a la que habían acudido católicos de todo oriente”

El libro es la crónica de un viaje, un viaje al fin del mundo, a Mongolia, un país otrora imperial y hoy menor, embutido entre dos gigantes, Rusia y sobre todo China, con una minúscula grey de católicos, no muchos miles. Pero este Papa siempre demostró sus preferencias por las periferias, por los suburbios…, aunque al tiempo en este caso mirase de reojo no disimulado a China, que niega la entrada al Papa porque su gobierno, que ejerce dominio total sobre su ciudadanía, no admite más legitimidad que la de su PC. Pero el guiño a China, país que para los jesuitas lo es todo, quedó delatado sin remedio en las alusiones indirectas de su discurso final en la catedral de Ulan Bator a la que habían acudido católicos de todo oriente.

Una indagación al modo socrático
No se expone Cercas a relatar directamente sus impresiones. De modo sistémico utiliza el método socrático del diálogo. Son otros los que aportan en sus respuestas el contenido de los mensajes del libro, los que enjuician los hechos, los que asumen las críticas, aunque en sus hábiles interlocuciones se filtren las dudas y vivencias del autor, que confiesa su estremecimiento cuando en la Capilla Sixtina entre los estupefacientes frescos de Miguel Angel escuchó la cantata 147 de Bach, vivencia que se repitió al escucharla de nuevo en la catedral de Ulan Bator. Y es que el cristianismo sigue siendo, queramos o no, la columna vertebral de nuestra civilización, y como apuntó Benedetto Croce, podrás no creer en Dios, pero no puedes dejar de ser cristiano. Tan profunda y decisiva ha sido su influencia en la conformación de los principios y valores que nos vertebran.

“El cristianismo sigue siendo la columna vertebral de nuestra civilización, y como apuntó Benedetto Croce, podrás no creer en Dios, pero no puedes dejar de ser cristiano”

El libro se desarrolla en diálogos. Con fieles, con misioneros, con monjas, con sacerdotes. También y sobre todo con cardenales, con estudiosos vaticanistas, con sabios y doctos prelados, también al fin con el Papa, muchos de ellos eminentes teólogos, con quienes Cercas penetra en forma dialogada en lo más intrincado y discutido de la doctrina católica. Y es la profundidad que late en respuestas y réplicas lo que sublima esta crónica de viaje pastoral hasta un sesudo ensayo filosófico/ teológico que obliga inevitablemente a la reflexión.
Nadie discute que para bien o para mal la columna vertebral de la civilización occidental, aparte la filosofía griega y el ius de Roma -ya se apuntó-, es el cristianismo que, como dijo B. Croce, revolucionó la historia en una metamorfosis radical, creando en los seres humanos una conciencia moral y dotando al mundo de la cualidad espiritual que le faltaba, sublimada en torno a la fe, institución etérea, intuitiva, que circula por encima de la razón.

“El libro se desarrolla en diálogos y es la profundidad que late en respuestas y réplicas lo que sublima esta crónica a sesudo ensayo filosófico/teológico que obliga a la reflexión”

Pugna entre la fe y la razón
Cercas, en su inquisitorio, no esquiva ningún tema por comprometido o sensible que parezca. Ni siquiera el problema que ha angustiado en los últimos siglos a la intelectualidad de Occidente, la lucha entre la fe y la razón. Sus esquemas empezaron a tambalearse con las sacudidas de la llamada Ilustración y su culto sagrado a la razón erigida en diosa suprema del universo. El sapere aude horaciano que Kant enarboló frente a creencias y vivencias de otro sesgo, tuvo un despegue fulgurante y una marcha triunfal que arrasó primero entre los filósofos de chorreras y encajes en frase de Onfray, pero después, azuzada por la que E. Serna llama soberbia intelectual, convirtió a la razón en santo y seña distintivo de ilustrados y enterados, quienes fomentaron el culto a esa diosa suprema y única, proceso que culminó la aparición decisiva de Nietzsche y su famoso martillo que Onfray convirtió en serrucho con el que decían destruir toda la simbología e iconos de religiones y creencias que contaminaban, según ellos, el discurso racional, aunque luego se demostró que esa tendencia terminaba en un nihilismo que al final enterrará al propio nihilismo para acabar en la nada absoluta.

“En sus pesquisas no esquiva el gran problema de Occidente, la lucha entre la fe y la razón”

No elude Cercas en su argumentario inquisitivo, el problema del laicismo galopante de Occidente, aunque lógicamente lo mantiene solo con los teólogos más ilustrados con lo que departe. Acorrala, por ejemplo, al prefecto del dicasterio papal, el Cardenal Torrentino, quien, sin embargo, no se siente abrumado por la sutil y casi impertinente insistencia de Cercas, y le replica pausadamente que los occidentales arrastramos una lucha difícil entre razón y fe, pero que esa lucha no conduce necesariamente al ateísmo, le recuerda que Dostoievski decía mi fe surge del horno de mis dudas, y que las preguntas más extremas que la razón occidental se ha hecho pueden ser ya un componente de la fe. La fe, continúa el Cardenal, es una intuición, no es racional, o mejor no es solo racional, porque la razón no está ausente de esa intuición, ni tampoco es irracional porque lo que Dios nos revela y el ejemplo de la vida de Jesús se nos hacen en leguaje racional y comprensible. A la fe, dice en otro momento, se llega con la razón, es una forma de intuición, intuición poética algo que Oriente no ha perdido y cultiva, al revés que Occidente que hiperboliza la razón. La fe es una intuición poética, recalca, que solo puede expresarse en lenguaje poético y preferentemente, si es posible, a través del amor.

“La fe es una intuición. No es racional, o mejor no es solo racional, porque la razón no está ausente de esa intuición. A la fe se llega con la razón, es una forma de intuición, intuición poética, que solo puede expresarse en lenguaje poético y preferentemente a través del amor"

Habría que excluir, se deduce, el racionalismo radical. Y para asimilar esta doctrina recurrir a los parámetros de los filósofos, que no faltan en Occidente, que han defendido la superioridad de la intuición sobre la abstracción. Porque en ésta en solitario, explica Schopenhauer, se cobijan solo las mentes inferiores para ocultar su incapacidad.

Una Iglesia universal
Tampoco excluye Cercas de su interrogatorio los temas escabrosos o vergonzantes, ni los puntos negros de la historia de la Iglesia, aunque siempre mantiene flotando el lado positivo incuestionable en esta institución, su grandeza milenaria y su organización realmente universal. Y aunque los interlocutores de Cercas reconocen que en la actualidad la gente en Europa no va a la iglesia, ellos replican ser notorio que esa gente, sobre todo los jóvenes, siguen sintiendo la necesidad de llenar un vacío espiritual buscando quizás no una iglesia institucional, sino relacional. Es la cultura del encuentro con los otros que ninguna otra organización, sino la Iglesia, puede satisfacer.

"Intercalados en el inquisitorio aparecen rasgos biográficos de Bergoglio, argentino (pero modesto), loco de Dios, con notable sentido del humor, futbolero, humilde, sencillo, siempre a la búsqueda del de Asís”

Esa es precisamente la Iglesia que propugna el Papa Francisco, la iglesia universal, la de la misericordia con los débiles y los excluidos, la de la verticalidad a la inversa, abajo el Papa y los obispos como personal servidor, también abajo -lo que delata su confesado sesgo anticlerical- los clérigos, sirviendo todos a los feligreses. Y no a la inversa, lo que a la vez evitaría los abusos de poder. Una iglesia evangélica, de retorno a la época primitiva, la de la fraternidad universal y la sincronía con el presente, incluyendo una profunda reflexión a la espiritualidad jesuita centrada en el discernimiento como herramienta de conocimiento, como inteligencia espiritual a la que podría asimilarse la meditación budista. Una Iglesia articulada en base a una sinolidad activa, horizontal, mezcla de reflexión, plegaria, discusión y decisión colectiva, asambleas de cristianos para el discernimiento en común, evocando los sínodos y concilios primitivos de aquella Iglesia incipiente sinodal y horizontal.JAGS 1

Bergoglio, el hombre
También intercalados en el inquisitorio dialogante de Cercas aparecen los rasgos biográficos de Bergoglio, argentino (pero modesto), loco de Dios, con notable sentido del humor, con gracia -palabra que en nuestra lengua por cierto evoca un doble sentido humano y divino que tal vez los conecta-, futbolero, humilde hasta la exhibición, sencillo, siempre a la búsqueda del de Asís… Cercas encuentra en Bergoglio una duplicidad básica, quizá más acusada de lo común debido a la papalatría, la habitual mitología papal. Francisco trata de ocultar a Bergoglio, pero descubre su deseo de ser Francisco. Pero a pesar de su lucha interior, Bergoglio aflora cuando menos se le espera, como el arranque de cólera que tuvo frente a una católica asiática, la defensa de un obispo chileno encubridor, el ramalazo aterrador de intolerancia ante los asesinatos de CharlieHebdo o la rebeldía que le costó un destierro en Buenos Aires. Todo ello hace dudar de quién es de verdad Francisco, o quién es de verdad Bergoglio, y concluye preguntándose qué secretos puede ocultar el Papa Francisco.

“Todos, también los dictadores, los populistas y los peronistas, caben en la Iglesia de Francisco, la iglesia de la fraternidad universal, sin exclusiones ni por género ni por ideología. La iglesia de Cristo y su augurio radiante de amor ilimitado”

No tiene Cercas, como se ha visto, escrúpulos para delatar las fallas de su biografiado. Por otro lado, su muerte ha dado ocasión para que disidentes, ateos y agnósticos o librepensadores, le acusen de falsedad, exhibicionismo, humildad impostada, peronismo, populismo o tiranofilia... Incluso ha aparecido tras su muerte una biografía de un historiador boloñés, Loris Zanatta, sentenciando que Bergoglio es un farsante, alguien que fungía de progresista y era en realidad un reaccionario vergonzante. Odio contradicho de plano multitudinariamente, sin embargo, por el aura que desprendía el movimiento humano que le rodeó en su final.
No le santifica Cercas, que insiste en su agnosticismo. No disfraza sus críticas, solo las explica a través de la universalidad de su magisterio pastoral. Todos, pecadores y ateos, también los dictadores, los populistas y los peronistas, caben en la Iglesia de Francisco, la iglesia de la fraternidad universal, sin exclusiones ni por género ni por ideología. La iglesia de Cristo y su augurio radiante de amor ilimitado. Francisco no tiene ningún secreto, finaliza Cercas, es un hombre normal y corriente. Y esto es lo que lo convierte de verdad en lo que Hanna Arendt había dicho de Juan XXIII, es un cristiano sentado en la silla de San Pedro.
Para Cercas, no hay duda, este Papa y el cristianismo son dignos de admiración.

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