
ENSXXI Nº 124
NOVIEMBRE - DICIEMBRE 2025
Palestina, tierra sagrada, condenada a disputa eterna

Presidente de EL NOTARIO DEL SIGLO XXI
LOS LIBROS
La historia demuestra la difícil coexistencia en esta zona de dos pueblos, árabes y judíos, que desde la antigüedad quedaron, según Gibbon, en estado de hostilidad irreconciliable
Es una zona sagrada. Allí nacieron las religiones de Occidente. Allí estuvo el Templo de Salomón y hoy el Muro de las Lamentaciones, los hitos vitales de Jesús de Galilea, Belén, Huerto de los olivos o Monte calvario, y en Jerusalén está el Haram al-Sharif y su mezquita Al-Aqsa, Monte sagrado para el Islam desde el que Mahoma fue transportado por ángeles al Paraíso. Nada puede extrañar el secular ahínco con que fieles y fanáticos pugnan por ocuparla, recordemos también las cruzadas, y que hasta los más sinceros periodos de voluntad de convivencia terminen secularmente fracasando, como todos los intentos de reparto consensuado.
“Nada puede extrañar el secular ahínco con que fieles y fanáticos pugnan por ocuparla, y que hasta los más sinceros periodos de voluntad de convivencia terminen secularmente fracasando, como todos los intentos de reparto consensuado”
Ahora mismo ni siquiera la mediación de un Trump mandón y rompedor es capaz de controlar los afanes anexionistas de Israel sobre las zonas de Cisjordania y Gaza. Ni de frenar los brotes mutuos de violencia, con sus consiguientes represalias, del ejército israelí y de Hamas o la Yihad islámica palestina.
Y, como ya se dijo, no es la primera vez que fracasa la mediación. Tampoco la Gran Bretaña imperialista tras la Gran Guerra, ni la Sociedad de Naciones, ni la ONU han conseguido nunca, a pesar de sus repetidos intentos, consensuar un reparto que asegure una convivencia pacífica en la zona. Cuando parecía haber llegado algún preacuerdo de paz, siempre quedaba flotando la desconfianza de violación del pacto por alguna de las partes que iría seguida indefectiblemente de réplica por la otra. Como ahora. Un provisional alto el fuego en Gaza propiciado por EEUU que todos parecían refrendar, y que ahora, tras mutuas acusaciones de incumplimiento, ha desembocado en una declaración del Parlamento israelí anexionándose Cisjordania, intento que el propio árbitro y primer socio de Israel, EEUU, ha calificado de maniobra estúpida, quedando de nuevo constatado que ni Israel se fía de Hamas, ni Hamas de Israel, ni tampoco Trump se fía ya de Netanyahu. Ha sido secularmente así. Parece incomprensible.
“Llan Pappé forma parte del grupo de nuevos historiadores israelíes que sueñan con la creación en la histórica Palestina de un único Estado secular, en el que superando u obviando fanatismos, convivan al fin en paz árabes y judíos”
Precisamente para intentar comprenderlo Llan Pappé, profesor israelí de Historia en la Universidad de Exeter y antes en la de Haifa, su patria, integrante del grupo de nuevos historiadores israelíes que tratan de revisar la historia circulante, y que en el fondo sueñan con la creación en la histórica Palestina de un único Estado secular, en el que superando u obviando fanatismos, convivan al fin en paz árabes y judíos, ha publicado un clarificador manual que trata de desentrañar las claves reales de esta enconada rivalidad entre estos pueblos. Lo titula Breve historia del conflicto entre Israel y Palestina (Ed. Capitán Swing, 2024), tiene vocación pedagógica y analiza, con documentación precisa y auténtica, las causas y evolución de este secular conflicto en sus últimas manifestaciones.
“El autor pretende analizar las raíces de las últimas fases del conflicto, desde la época en que esta tierra, que en los mapas figuraba simplemente como Palestina, salió del control otomano. Toda ella estaba habitada, dice Pappé, no era tierra vacía como se ha dicho, nunca lo fue”
El acicate para su investigación fue la irrupción sangrienta de Hamas en Israel el 7 de octubre de 2023 que desencadenó el actual enfrentamiento armado, ya bianual. Pero su propósito va más allá, pretende analizar las raíces de las últimas fases del conflicto, desde la época en que esta tierra, que en los mapas figuraba simplemente como Palestina, salió del control otomano. Toda ella estaba habitada, dice Pappé, no era tierra vacía como se ha dicho, nunca lo fue, y el 70% de su población era musulmana, los cristianos, coptos y judíos eran minorías, aunque muy significativas. Esa gran mayoría, árabes de Palestina los llamaban, hablaban dialecto árabe y tenían tradiciones propias, lo que en el siglo del nacionalismo les indujo a idealizar también una nacionalidad propia que, es cierto, se diluyó en parte en aquel proyecto de unificación panarábica que entonces afloraba, pero que al decaer el imperio turco en 1919, resurgió con cierta fuerza creando la identidad palestina moderna. Al mismo tiempo y en paralelo estaba resurgiendo un sionismo en auge. Un sionismo evangélico-cristiano nacido en el siglo XVI en el seno del protestantismo, que como bien especifica Pappé, hay que diferenciar del estricto sionismo judío practicado por los judíos como raza o miembros de una nación, nacido como respuesta al antisemitismo violento que se había desatado en la Europa central y del este, y también como crisol del nacionalismo rampante en todo el mundo en el siglo XIX.
“Una gran mayoría, árabes de Palestina los llamaban, hablaban dialecto árabe y tenían tradiciones propias, lo que en el siglo del nacionalismo indujo a los palestinos a idealizar también una nacionalidad propia”
El autor sigue paso por paso el desarrollo de estas dos fuerzas, desmenuzando las etapas de esta doble carrera de autoafirmación excluyente. Los judíos con ideólogos enérgicos como David Ben Gurión, congresos sionistas decididos y diversos grupos de presión prosionistas en Europa y USA que, con distintos motivos y muy diferentes finalidades incluso opuestas, solo coincidían en un punto: la necesidad de un Estado judío que acogiera a una diáspora perseguida y masacrada, y en que ese Estado debía estar en Palestina, la tierra santa de Israel, la tierra prometida. Los palestinos, confiados en que constituían casi el 90% de la población de esa tierra parecían menos activos, pero como era de esperar, se oponían radicalmente a esa propuesta.
“Al mismo tiempo y en paralelo estaba resurgiendo un sionismo en auge. Un sionismo evangélico-cristiano nacido en el siglo XVI en el seno del protestantismo, que como bien especifica Pappé, hay que diferenciar del estricto sionismo judío”
Pappé analiza con rigor y detalle los hitos de este conflicto. Las primeras llegadas pacíficas de colonos judíos, la ocupación encubierta de la tierra, la limpieza étnica solapada que empezaron a practicar, y frente a ello, en escalada, las revueltas y réplicas, a veces terroristas, las intifadas, la reacción airada del mundo árabe, las mediaciones diplomáticas, la creación del Estado israelí y las consecuentes represalias belicosas y de terror desatado de la resistencia árabe, etc.
Asombra la multitud de intentos de tratados de paz, propuestas de partición, deportaciones, proyectos de convivencia…, todos sistemáticamente frustrados si no violados. Muy ilustrativo resulta el análisis claro y rotundo que hace Pappé de esas refriegas sangrientas y aleves de dos pueblos que han compartido secularmente una misma tierra en perpetua disputa, manteniendo una pugna abierta o soterrada, según, llegando a veces a provocar al adversario solo para justificar la saña y crueldad que usarán en la réplica.
“El autor sigue paso por paso el desarrollo de estas dos fuerzas, desmenuzando las etapas de esta doble carrera de autoafirmación excluyente”
Y admirable es también el esfuerzo del autor para intentar mantener la objetividad y el equilibrio en una narración de tema tan complejo y conflictivo. El forma parte, como ya se dijo, del grupo de nuevos historiadores israelíes que no aceptan como dogma textos religiosos, que no comparten las viejas excusas de que Palestina era tierra inhabitada, de que los colonos sionistas que la ocuparon tras la Gran Guerra eran descendientes de los que allí convivían hace dos mil años, de que el terrorismo solo procede del lado palestino de Hamas, etc. Pappé, tras analizar magistralmente los últimos hitos del conflicto, por ejemplo la masacre del Hebrón en 1929, la Gran Revuelta árabe de 1936, la interacción de la ONU y su Plan de Partición en 1947, las dos Intifadas, la guerra del Yom Kipur en 1973, la irrupción del grupo chiita Hezbolá y del Netanyahu más radical…, etc., no ve viables ni los acuerdos multinacionales de paz, que nunca se respetaron porque la desconfianza mutua está enraizada en ambas partes y uno u otro la violará, ni la solución de los dos Estados que ha fracasado siempre. Hoy, dice, la comunidad judía en Israel llega a 8 millones y siente que no puede sobrevivir entre palestinos, y éstos siguen soñando con expulsarlos de toda la Palestina histórica. El conflicto no decrece, va a más, lo que parece deducirse de que el último episodio de esta guerra enconada, la iniciada con la irrupción de Hamas del 7 de octubre de 2023, ha sido el más cruento de las últimas décadas.
“Muy ilustrativo resulta el análisis que hace Pappé de esas refriegas sangrientas y aleves de dos pueblos que han compartido secularmente una misma tierra en perpetua disputa, llegando a veces a provocar al adversario solo para justificar la saña y crueldad que usarán en la réplica”
Lo triste de la lectura de esta obra es que alimenta nuestra desesperanza. Quizá sean dos pueblos irreconciliables. Eso predijo el gran historiador Edward Gibbon, ya un clásico, en su magnífica Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, que data de 1952, en la que describe cómo en el mundo antiguo las naciones, hasta las más hostiles, respetaban mutuamente sus supersticiones menos el pueblo judío, que emergió de la oscuridad entre los sucesores de Alejandro, y mantenía escrupulosamente y con exclusión sus ritos con la convicción de pueblo elegido. Y su apego a la ley de Moisés, dice Gibbon, era tal que solo lo igualaba su aversión por las religiones extranjeras y su odio implacable hacia el resto de las poblaciones. El Dios de Abraham, sigue diciendo, se declaró el dios auténtico y nacional de Israel y separó a su pueblo favorito del resto de la humanidad. La conquista de la tierra de Canaán, continua Gibbon, fue acompañada de tantas circunstancias maravillosas y sangrientas (extirparon las tribus más idólatras, vetaban matrimonios o alianzas con otras naciones, concreta), que los judíos victoriosos quedaron en un estado de hostilidad irreconciliable con todos sus vecinos
“Pappé, tras analizar magistralmente los últimos hitos del conflicto, no ve viables ni los acuerdos multinacionales de paz, que nunca se respetaron, ni la solución de los dos Estados que ha fracasado siempre. Hoy, dice, la comunidad judía en Israel llega a 8 millones y siente que no puede sobrevivir entre palestinos, y éstos siguen soñando con expulsarlos de toda la Palestina histórica”
¿Es quizá la situación actual un trasunto de ese presagio? No puede desde luego estigmatizarse con la tilde de verdugo al pueblo que ha sufrido más persecuciones y expulsiones de la historia, fue precisamente un jurista judío, de la Leópolis polaca, el que acuñó los términos genocidio y crimen contra la humanidad precisamente para tipificar el exterminio de seis millones de su raza que tuvo lugar alrededor de la 2ª guerra mundial. Aunque tampoco esto puede utilizarse como pretexto para represalias.
Conocer la historia de este conflicto secular, digamos bíblico porque lo es en parte, no ha servido, en contra de lo que previene el conocido axioma, para que no se repita. Están enraizados demasiados rencores y desconfianzas desde hace siglos, y los episodios se siguen repitiendo bajo parámetros parecidos como presagió Gibbon. Esperemos que entren en razón. A los demás solo nos queda refugiarnos en una melancólica esperanza. Pero conocerlo siempre es instructivo.
El testamento digital
El notario Fernando Rivero, en un monumental trabajo, indaga y propone con detalle y lucidez el régimen jurídico y destino post mortem de los derechos digitales aflorados por la revolución digital
Si, como dice Habermas, la única vara de medir la utilidad social de las instituciones es una perduración temporal aceptada durante generaciones, y ésta solo se consigue mediante una permanente adaptación a las alteraciones sociales, hemos de reconocer que el Notariado, que desde el Medievo mantiene incólume el aval social, las cumple sobradamente. También en la actualidad. Lo ha hecho, en lo formal, ante la irrupción del proceso digital generando la escritura o el protocolo digitales. Y lo está haciendo también en lo sustantivo ante otra irrupción, esta vez la lluvia invasiva de datos informativos generada por la Patriot Act y las directivas y leyes que en todo el mundo la siguieron tras los atentados de las Torres Gemelas de 2001, que pusieron la seguridad en la cúspide intocable de la escala de valores con grave detrimento de otros que la humanidad llevaba siglos acrisolando, entre ellos la privacidad, que sufrió tal atropello que provocó una inmediata réplica colectiva con leyes generales para la protección de datos personales.
“Los datos, big data en terminología ya universal, se habían convertido en el botín más codiciado por los programadores de marketing, publicidad y proyectos empresariales”
La realidad es que los datos, big data en terminología ya universal, se habían convertido en el botín más codiciado por los programadores de marketing, publicidad y proyectos empresariales. Y en esta carrera de fondo la tecnología, a cada intento de control, ha respondido con nuevos avances inimaginados que superaban el freno: redes sociales, blockchain, IArtificial, el metaverso…, o los inquietantes y desconocidos ingenios que una tecnología desenfrenada pueda crear en el futuro.
Ante este panorama, el Notariado, tan estupefacto como todos, ha mantenido su estrategia secular de asimilar lo positivo de esta revolución, en este caso hacer públicos los datos de que dispone y pueden ser de utilidad social, lo que hará con el recién creado Portal notarial de la vivienda, o implementando el tratamiento jurídico de la nueva realidad social emergente, el de los derechos digitales, por ejemplo, que han aflorado con esta revolución digital. Son unos bienes inmateriales que no integran el patrimonio, pero tienen un valor sentimental muy apreciado, la fama, el honor, el talante, la imagen, en resumen, los datos personales en sentido amplio, que exigen régimen jurídico propio, lo primero decidir a quién corresponden tras la muerte de su titular.
“El Notariado ha mantenido su estrategia secular de asimilar lo positivo de esta revolución, en este caso hacer públicos los datos de utilidad social, lo que hará con el recién creado Portal notarial de la vivienda, e implementando el tratamiento jurídico de la nueva realidad social emergente, el de los derechos digitales, por ejemplo, que han aflorado con esta revolución digital”
Es el tema enrevesado y delicado del testamento digital. Y a analizarlo de forma exhaustiva y perspicaz ha dedicado íntegramente su último trabajo el notario de este Colegio Fernando José Rivero Sánchez-Covisa, del que en otras ocasiones se han destacado su precisión en el lenguaje, su agudeza en el análisis y su certera propuesta de soluciones.
Al tema ha dedicado una obra monumental. La titula El testamento digital (en subtitulo Blockchain, Inteligencia Artificial, Web3, Metaverso, Neurotecnologías, Transhumanismo) (Ed. Basconfer, 2025), título que ya deja entrever la densidad, actualidad y arriesgada previsión de futuro que anuncia desarrollar en sus casi mil páginas. El soporte legislativo fundamental lo constituyen dos artículos, 3 y 96 de la Ley Orgánica 3/2018 de protección de datos personales y garantía de los derechos digitales. Y son mil las páginas que Rivero dedica a desentrañar el dictado y sentido de estas normas que definen y tratan de encauzar el testamento digital. Denominación equívoca, por cierto, porque no es una nueva forma testamentaria como parece sugerir, sino una institución sustantiva, delimitada por el objeto cuyo destino post mortem el testador dispone a su través: bienes inmateriales, datos personales y contenidos digitales del causante.
“El testamento digital no es una nueva forma testamentaria, sino una institución sustantiva, delimitada por el objeto cuyo destino post mortem el testador dispone a su través: bienes inmateriales, datos personales y contenidos digitales del causante”
Rivero establece claramente sus diferencias no solo con todas las formas testamentarias tradicionales, sino incluso con el llamado testamento vital regulado por la Ley 41/2002, con el que coincide en estar determinado también por su contenido (temas médico-sanitarios y asistenciales), pero nada más. El autor centra su estudio en delimitar el régimen del documento de voluntades digitales, testamento digital en sentido estricto, define su naturaleza, describe sus formas, desgrana su contenido, delimita la legitimación para disponerlo, su accesibilidad al Registro de Voluntades Digitales que se crea y sus efectos…, etc., desentrañando con lucidez todo el contenido aparente y virtual de una institución novedosa y rompedora.
“Rivero investiga también el potencial futuro de estas nuevas tecnologías cuya desatada evolución puede convertir en obsoletos incluso estos mismos parámetros que nos acaba de describir”
Pero la intrepidez de Rivero le induce a no pararse en lo estatuido, sino investigar también el potencial futuro de estas nuevas tecnologías cuya desatada evolución puede convertir en obsoletos incluso estos mismos parámetros que nos acaba de describir. En una luminosa y audaz segunda parte de la obra aventura el derrotero que puede seguir la irrupción de las neurotecnologías o el posthumanismo (robots, etc.), de las que habría que saber diseccionar escrupulosamente las facetas positivas que constituyen verdadero avance y progreso, pero para los que habrá que prever también formas y controles eficaces de protección frente a un uso malvado y torticero, a fin que los principios esenciales del humanismo acrisolado durante siglos por nuestra civilización, no queden avasallados.
“En las neurotecnologías o el posthumanismo (robots, etc.), Rivero aventura soluciones y adelanta consejos, a la búsqueda del equilibrio, que siempre ha buscado el Notariado, entre su colaboración leal para incorporar a su quehacer los avances tecnológicos implementando su régimen jurídico, y la defensa de la barrera infranqueable de la confidencialidad, y los demás valores acrisolados durante siglos por nuestra civilización humanista”
Y en esta marea procelosa donde se ciernen riesgos en gran parte imprevisibles, Rivero aventura soluciones y adelanta consejos, siempre a la búsqueda del equilibrio, que siempre ha buscado el Notariado, entre su colaboración leal para incorporar a su quehacer los avances tecnológicos e implementar en su caso su régimen jurídico, y la defensa de la barrera infranqueable de su distintivo troncal, la confidencialidad, y los demás valores acrisolados durante siglos por nuestra civilización humanista. En concreto, estamos seguros de que el trabajo de Rivero supondrá un paso adelante decisivo para la protección y adecuada garantía de los, hoy rampantes, derechos digitales.
Deporte y literatura
Analiza las facetas social, educativa, filosófica y literaria del deporte y sus reglas, su ética en la victoria y en la derrota, su influencia en la vida social y hasta su instrumentalización política
El conocido jurista Enrique Arnaldo Alcubilla, catedrático de Derecho y hoy Magistrado del Tribunal Constitucional, ha tenido tiempo para escribir una divertida obra con el título El deporte en la literatura (Espasa 2025), cuya presentación el 6 de octubre pasado reunió a gran parte de lo más granado del foro jurídico madrileño.
Contiene una historia mundial del deporte, en su manifestación lógicamente a través de la letra escrita, la literatura, y su avance triunfal desde las gloriosas olimpiadas y antes hasta su actual manifestación planetaria en el fútbol, practicado ya en todo el orbe, deporte que Agustín de Foxá, tras calificarlo de la verdadera ONU, ironizaba diciendo que los hombres empezábamos a entendernos por los pies.
Es una obra amena y muy documentada. Analiza las facetas social, educativa, filosófica y literaria del deporte y sus reglas, su ética en la victoria y en la derrota, su influencia en la vida social y hasta su instrumentalización política: recuerda la utilización del rugby por Mandela para sus fines integradores, el sesgo político que Hitler y Goebels imprimieron a la Olimpiada de Múnich, o el uso que hicieron de Nadia Commaneci o Zátopek como propaganda de otro régimen.
Arnaldo eleva el deporte a categoría vital ya imprescindible, rescata textos, anécdotas y piezas literarias, y aporta reflexiones inéditas sobre un fenómeno que se ha convertido en una forma positiva de convivencia universal.
Notario cartógrafo
2ª edición ampliada de una cartografía ejemplar
No hace muchos nos hacíamos eco en esta revista de la jocosa estupefacción que nos había producido el descubrimiento de un notario que compaginaba el quehacer notarial, muy exigente como es sabido, con la cartografía, un verdadero cartógrafo profesional que bajo el sencillo título Historia de la cartografía, proyectado en tres tomos y bajo una amena yuxtaposición de mapas y gráficos preciosos, contenía un magnífico y profundo estudio doctrinal de las técnicas de plasmación en cada época y lugar bajo la que subyacía una verdadera interpretación de la historia a través de los mapas.
Se trata del notario Juan Romero-Giron Deleyto, que seis años después nos ha vuelto a sorprender con una 2ª edición, muy completada y más documentada aún, de la segunda parte de esta magna HISTORIA DE LA CARTOGRAFIA, La evolución de los mapas (Ed. Opera prima, 2026). Esta segunda parte está dedicada al estudio, a través de la cartografía, del mundo medieval, desde la caída del Imperio romano de Occidente hasta los albores del Renacimiento. Repetimos y aumentamos los elogios vertidos en la primera edición a los que nos remitimos. Ahora nos toca reconocer y alabar su esfuerzo y su tesón y admirarnos de su espíritu de superación para intentar perfeccionar un ya excelente libro histórico-científico de referencia en una disciplina tan peculiar y especializada como es la cartografía.





