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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR
Periodista


LA PERSPECTIVA

Era el miércoles 23 de octubre a las diez y media de la mañana, hora en la que estaba convocada la Asamblea General de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) preceptiva para aprobar los presupuestos y otros asuntos de ordinaria administración. Además, la Junta Directiva saliente presentaba su informe de gestión en vísperas de las elecciones fijadas apenas cuatro semanas después el 19 de noviembre para la renovación de sus 24 miembros.

Llegaba el turno de ruegos y preguntas, último punto del Orden del Día. Uno de los asociados pidió la palabra para señalar que los asistentes no pasaban de 30 cuando el censo de la APM asciende a 5.066, es decir, que suponían menos del 6% y subrayar que de los 24 miembros que componen la Directiva solo se había personado la cuarta parte. A partir de ahí se preguntaba si esas cifras eran síntoma de venturosa salud, de que todo estaba resuelto, o de grave desfallecimiento. Consideraba necesario indagar si el ejercicio del oficio periodístico está siendo interferido por los poderes políticos o de otro orden, si se están creando obstáculos a las libertades de expresión e información, pero lo que falta es conciencia para hacerles frente o poder de convocatoria para que los profesionales acudan a debatirlos en su asamblea.
El periodista, cuya intervención ante la Asamblea General de la APE aquí se resume, insistía en la necesidad de emprender una reflexión que desactivara esas falacias y atendiera los problemas que enfrentan los periodistas y los medios en Cataluña. Sostenía la necesidad de averiguar bien las agresiones a los periodistas que superando la distancia contemplativa practican la inmersión en los acontecimientos y suscitan la animadversión de esos héroes de la protesta indepe, que arengan, patrocinan y bendicen las autoridades autonómicas. En suma, que no puede verse con indiferencia la situación de los periodistas que por estar defendiendo la Constitución terminan como víctimas de la violencia física y señalados por el estigma de la malquerencia, que les atribuyen por cuenta del erario público. Su suerte concierne a todos y reclama una respuesta contundente.

Está probado que, sin un periodismo y unos medios libres e independientes, capaces de emplazar a los poderes, entraríamos en una democracia de baja calidad

Está probado que, sin un periodismo y unos medios libres e independientes, capaces de emplazar a los poderes, entraríamos en una democracia de baja calidad. Por eso, desmoraliza a primera vista de los programas electorales de los partidos políticos que han concurrido a las elecciones del 20 de noviembre, cuando se observan sus contenidos en esos epígrafes porque arrojan escasos esclarecimientos y reflejan el desentendimiento de la cuestión. Una rápida lectura permite advertir que:
• Al PSOE puesto a moderno le preocupa el grave riesgo de manipulación de la opinión pública por las fake news, la adopción de iniciativas en pro del cumplimiento de los derechos digitales planteados en la Ley Orgánica 3/2018 y a la hora de concretar propone acuerdos de autorregulación con los medios para la transmisión de una imagen no estereotipada de la población gitana.
• El PP, dispuesto a dar ejemplo, intenta implicar a los medios de comunicación en el Pacto de Estado contra la violencia de género y favorecer la formación de los profesionales de los medios en la lucha por la igualdad y contra esa violencia. En cuanto a los medios públicos propugna que se guíen por criterios de profesionalidad, transparencia, pluralidad y racionalidad económica y declara su propósito de terminar con el modelo de Administrador único en la corporación de RTVE.
• A Podemos, su arrebato por la metáfora le induce a denostar ese bailar pegados de los grandes poderes económicos con las principales instituciones democráticas -como los ministerios, pero también los medios de comunicación o los partidos políticos- porque pone en riesgo el éxito de los proyectos. De ahí su planteamiento de “prohibir que los bancos y los fondos sean propietarios de los medios de comunicación”. Sin dejarse ganar la mano frente a las fake news propugna el fomento de la responsabilidad informativa, el aliento de una ciudadanía crítica y la implicación de los medios en el combate contra el racismo.
• A Vox y a Ciudadanos se diría que les parece mejor abstenerse de cualquier referencia al periodismo, a los periodistas y a los medios de comunicación. Al menos coinciden en preferir el silencio.
• A Esquerra Republicana la ocasión le sirve para escandalizarse del supuesto ataque que estaría sufriendo el espacio catalán de medios de comunicación el cual, pese a todas las amenazas y limitaciones, según ERC, ha sido capaz de construir una cosmovisión de la realidad fiel reflejo de la pluralidad de la sociedad. Con la insaciabilidad propia del buen nacionalista anhela consolidar un espacio catalán de comunicación a través de los medios públicos y privados de los Países Catalanes. Reclama una función preeminente de los medios públicos y potenciar la calidad de sus contenidos desde el compromiso con la veracidad informativa, el pluralismo ideológico y la ética periodística. Sin la menor sombra de reproche al comportamiento militante y sectario en el que están instalados.

Cuando un régimen niega las libertades, los periodistas y los medios deben, en justa y elemental correspondencia, negar ese régimen

Todavía el periodista que había irrumpido en la Asamblea General de la APM resaltó como un hecho adquirido que cuando un régimen niega las libertades, los periodistas y los medios deben, en justa y elemental correspondencia, negar ese régimen. Pero que cuando un sistema se basa en la proclamación de las libertades y de los derechos, carece de sentido que los periodistas y el periodismo acampen extramuros del sistema, deben hacerlo dentro del mismo y en actitud comprometida de vigilancia para evitar su erosión y garantizar su plena vigencia. En definitiva, los periodistas cuando viven en un sistema de libertades no pueden ser neutrales entre la pervivencia del sistema y su extinción. Los periodistas, a quienes se incita permanentemente para que asuman infinidad de misiones y causas, saben bien que su única misión indeclinable es la defensa de las libertades y, por tanto, del sistema donde se enraízan.
Por eso, desconcierta que en este momento algunos busquen situarse en un punto medio, de supuesto equilibrio, entre los liberticidas y los constitucionalistas, entre los que atentan contra la vigencia de las libertades y los que se implican en su defensa, que encuentran en la Constitución el mejor amparo a su condición ciudadana. La cuestión es que ese punto medio imaginario no existe, es una falacia que debe denunciarse, como lo era la pretensión hace años -en una situación que presentaba diferencias abismales con la actual- de establecer una equidistancia entre el terrorismo y el estado de derecho. Javier Cercas, en su discurso al recibir el pasado 28 de noviembre de manos del Rey Felipe VI el premio Cerecedo de Periodismo, habló de las fuerzas del poder y del dinero, de su insaciabilidad, que deriva la pura repetición de sí mismas en que consiste su esencia, siempre en búsqueda de perduración, para la que no necesitan hombres y mujeres libres -que pongan límites racionales a su expansión voraz e incontrolada- sino ciudadanos sumisos. Enseguida concluyó que por eso la mentira constituye el instrumento principal de dominación. Combatirla es deber de ciudadanía que los periodistas han de cumplir en primera línea. Continuará.

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