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Por: EDUARDO ÁVILA RODRÍGUEZ
Notario de Madrid


VARIA

Hace no muchos años, poco antes de la pandemia del COVID, escribí un artículo sobre las monedas digitales y las consecuencias de diversos tipos que podrían plantearse a nivel económico, social e incluso de política estatal e internacional; y además, señalé, el desarrollo del mundo digital se estaba aprovechando en una lucha que desde siglos se produce entre grandes estructuras que podríamos llamar supranacionales y los propios Estados, quienes, estos últimos se ven en una situación de inferioridad: de hecho, pensemos como ya antes de desarrollarse todo tipo de campos digitales, las inversiones realizadas por las multinacionales eran objeto de disputa entre los Estados para poner la producción en uno u otro lugar: donde poner una “planta de fabricación” de tal o cual producto…, lo que es un indicador de la localización del poder.

La aparición del mundo digital probablemente ha sido el elemento que está llamado a producir un definitivo éxito por el lado de las grandes multinacionales. En el artículo anterior puse de manifiesto la trascendencia de que una entidad “particular” pudiese emitir moneda, como medio de pago, al margen de las monedas tradicionales de origen estatal y que protegía a la estructura estatal; hoy en día vemos como incluso algún Estado más débil es tentado de aceptar dichas monedas digitales como medios de pago oficiales.
Viendo que lo comentado en aquel artículo va tomando cuerpo, hoy me gustaría hace una reflexión más allá, porque el mundo digital lleva una velocidad de crecimiento cuyos límites no parecen vislumbrarse, envolviéndonos en una velocidad que nos impide reflexionar sobre las cosas más básicas y esenciales de nuestra sociedad, e incluso de nosotros mismos como animales sociales. Términos o nombres como metaverso, inversión en activos digitales, tokenización…, no dejan de ser cantos de sirenas que parecen llevar al hombre a un no se sabe dónde, no se sabe para qué, y sin analizar realmente los aspectos más profundos: nos deslumbra el éxito de los principales directores de dicho coro que son “jóvenes triunfadores” cuya experiencia como personas es mínima, y pretendne sustituir esa experiencia por el gran éxito “económico” que han obtenido, mostrando sus vehículos eléctricos de gran gama, y otras novedades cuyo resplandor nos impide observar en profundidad los fundamentos de todo aquello.

“Para que la civilización se desarrolle es necesario un orden, una ley, un protector y defensor de la ley, cuya fuerza proceda de esa civilización, sin que ningún interés particular pueda dominarlo”

Para intentar profundizar en este nuevo “mundo” voy a analizar dos términos y algunas de las consecuencias de ello.

Tokenización
Hoy en día se está hablando de tokenización de los mismos bienes inmuebles como ejemplo de digitalización, pretendiendo tirar o despreciar los “viejos y anticuados” sistemas de seguridad entre los que por supuesto nos encontramos los notarios y los registradores. Oigo en la radio a los grandes emprendedores de esta especie de startup’s decir que este tipo de sistemas “tradicionales” tendrán que desaparecer si no se adaptan a la nueva realidad digital. Ciertamente notarios y registradores estamos en una rápida adaptación a dichas novedades, pero no quiero incidir en ello en este momento. En lo que quiero hacer hincapié es en analizar si la solución digital que se nos propone no existía anteriormente, y los nuevos riesgos que pueden derivar de estas actividades que están al margen de la seguridad jurídica. Pensemos que tenemos un inmueble o una colección de obras de arte, valorado en 10 millones de euros, y queremos permitir a todos que accedan a una inversión de este tipo, y proponemos la solución de la tokenización, en la que los expertos digitales te venden que a través del token tu propiedad o titularidad se ve formalizada y fijada a través del token dándote una absoluta seguridad, sin necesidad de ningún otro tipo de seguridad jurídica: lo primero que se me ocurre de esta novedosa forma de inversión es que no es tan nueva, ya que la legislación ordinaria, en el sentido de diferente del mundo digital, te permite a través de la figura, por ejemplo, del Fondo de Inversión o de las Socimi u otras instituciones dividir el inmuebles en partes alícuotas cuya titularidad queda fijada en un Libro o registro contable, de un modo inalterado, o incluso algo más antiguo como la propia Bolsa, que permitía crear grandes empresas de comercio partiendo del ahorro de “muchos pocos”. Con esto la diferencia no está en lo que sería “crear participaciones o partes alícuotas en que se divide un inmueble o cualquier otro objeto susceptible de valoración o inversión” sea digital o no, la diferencia es el control en la cadena de endosos y en la seguridad jurídica, y me explico: en el mundo digital hablamos del “token”, pero me pregunto, ¿quién custodia los token?, ¿quién los protege contra los virus y los hackers? En realidad te dirán que una empresa privada que decide quién es el dueño, según un ordenador: ¿pero quién ordena y regula al ordenador? Una persona privada, que ni tiene ni debe tener la “potestas” del Estado para defendernos de las usurpaciones del tercero: quiero decir, si el Registro de la Propiedad no nos protegiese de los terceros que no sean de buena fe, ni el tercero de buena fe estuviese protegido, quedaría sin fuerza ni motivo el propio Registro; si la oponibilidad de la escritura entre las partes, y con ciertos requisitos frente a terceros, y no tuviese el reconocimiento del valor de prueba, y demás valores jurídicos que tiene la escritura pública, el notario no tendría sentido… y la fuerza del notario y del registrador derivan de la ley, y la ley les ha dado esa fuerza no solo por su prestigio, cuidado durante decenas de años o siglos en el caso del notariado, sino que también es una necesidad social, es decir, el Estado como organismo que procede de la organización de la sociedad necesita de diversos elementos a través de los cuales proteja a la sociedad, esto es, la ley y la seguridad jurídica.

“Si el mundo digital se va a desarrollar será necesario darle una seguridad jurídica, y tiene que ser a través de la Ley y del Estado”

Y ahora me pregunto ¿es que una empresa privada, que está al servicio de unos pocos individuos, puede llegar a pretender tener la autoridad que debería conceder el Estado? Si esto llegase a ocurrir se produciría una vuelta a la tiranía más absoluta, que ya no sería de carácter regional, sino llegaría a ser universal, pero es que además el Estado, como organismo creado por la sociedad para desarrollar y proteger a sus componentes (hombres y mujeres), quedaría anulado por el tirano o cuando menos estaría condenado a perder una guerra en la que tiene todas las de perder. Vemos como los Estados y organismos como la Unión Europea están empezando a promover sus propias monedas, porque de otro modo quedarían anulados por las monedas digitales, llamémosles privadas; pero si no se reacciona contra estas nuevas formas digitales de inversión estableciendo una regulación, no solo el Estado estará erradicado y desaparecerá, sino que se verá sustituido por un poder tiránico de carácter global, y lo que sería más grave nos podríamos encontrar con una estafa a un nivel mundial donde los inversores podrían verse privados, por ejemplo, por un virus, que cual terremoto hiciese desaparecer sus inversiones, y contra los que no habría defensa, porque quien les podría defender no tendría armas (leyes) para ello. Los “jóvenes emprendedores” consideran que estas ideas o miedos son propios de gente que tiene miedo a la digitalización, pero la reciente historia financiera nos demuestra que las “estafas” cada día son más internacionales y afectan a más miles de personas, sin ni siquiera esperarlo. Pensemos en Madoff, o Afinsa, o tantas inversiones que luego resultaron ser una “estafa”, en las que los propios estafadores son víctimas.

Metaverso
Los creadores de Facebook y otras redes sociales análogas no contentas con tenernos pendientes durante todo el día de la última noticia a través de “la red”, ahora nos quieren crear un mundo digital, donde todo existe en un “mundo digital”, uno puede comprar una parcela y construir una casa en metaverso, todavía no sabemos cómo calentará la manta, o como saciará la sed el agua digital… pero nos proponen la adquisición de bienes inmuebles, y cualquier otro bien, en dicho mundo digital. Quienes venden dichas “inversiones” como los de cualquier estafa te hablan de la seguridad, de la revalorización de la inversión, y de lo que se puede ganar… pero realmente, ¿donde está la seguridad, quién establece las normas de ese mundo? Podría pensarse que la libertad que permite ese mundo digital es infinita, pero no apreciamos que si bien pueda ser enorme, lo que está controlado es el acceso. La puerta en ese “mundo digital” está controlada, no por un servicio público, sino por un interés privado, quien te puede anular simplemente con dar a un botón.

“Si el Estado no sabe defenderse, y no puede controlar el crecimiento de la iniciativa privada, se encuentra en situación de estar a punto de ser aniquilado”

Lo que quiero poner de manifiesto con estos ejemplos es que el “mundo digital” es tan viejo como el “terrenal” que todos conocemos desde hace siglos, con la única diferencia que no lo percibimos de igual modo… Las tesis de Rousseau y el Libro de la Selva de que “el hombre es bueno”, hace mucho tiempo que se probaron como erróneas, y siembre habrá ladrones, estafadores, piratas y personas de bien… Pero ¿quién estará para poner las normas? La historia nos demuestra que para que la civilización se desarrolle es necesario un orden, una ley, un protector y defensor de la ley, cuya fuerza proceda de esa civilización, sin que ningún interés particular pueda dominarlo, porque si puede dominarlo, no cabe duda que lo intentará cuando menos… La figura del tirano en su concepción neutra, sin connotaciones positivas o negativas, es algo propio de la naturaleza humana, y eso, por mucho que seamos digitales: la codicia, el amor a lo extraño, el orgullo, el ansia de poder, y otros muchos conceptos de psicología, moral o ética, no pueden sino que continuar en el mundo digital… o ¿es que alguna generación de jóvenes en la historia se ha salvado de pensar que los abuelos no se enteran de todas las novedades que el mundo actual propone? ¿Y que su mundo va a ser el mejor posible? 
Con todo esto solo quiero reseñar que si el mundo digital se va a desarrollar será necesario darle una seguridad jurídica, y tiene que ser a través de la Ley y del Estado, el problema, como indiqué al principio es que la guerra entre el Estado y la Gran Empresa Internacional se está definiendo a favor de esta última a través de términos como la globalización, el metaverso, las monedas digitales y otros términos que he ido comentando. Y en contra, el Estado cada día con un endeudamiento mayor es más débil y dependiente de la gran banca internacional que es la cabeza de esa Gran Empresa, y acabo con dos preguntas: después de dos años de pandemia ¿es que el Estado no está más endeudado, y sin embargo los grandes empresarios son más ricos? ¿Quién está ganando? Y segunda pregunta: ¿si en la guerra financiera las monedas digitales hacen desaparecer las monedas tradicionales, con que moneda pagarán sus deudas los Estados, tan endeudados como están? Si el Estado no sabe defenderse, y no puede controlar el crecimiento de la iniciativa privada, se encuentra en situación de estar a punto de ser aniquilado: una guerra que empezó en Amberes en el siglo XVI, sino antes, ya tiene un claro favorito, por lo que como se ve, “los jóvenes emprendedores” ni son tan jóvenes, ni tan emprendedores… tan solo es otra interpretación de la palabra libertad.

“Cada vez se pone más de manifiesto la necesidad de regular esta manera, con su correspondiente complejidad, y darle una seguridad jurídica real más allá de aspectos únicamente técnicos en manos de unas pocas personas que persiguen un interés particular”

Y volviendo a la realidad, la actualidad nos muestra recientemente buenos ejemplos de cosas que pueden ocurrir: el bloqueo de cuentas corrientes que el gobernante canadiense “impuso” sobre las de aquellos que formaban parte del “convoy de la libertad” perdió su efectividad en el momento en que alguno de sus componentes tenían sus monederos digitales, y sus monedas virtuales quedaron fuera del alcance del acto, por otro lado tiránico, del gobernante. O consideremos que en una guerra como la de Ucrania, quien tenga su dinero en criptomonedas podría pasar la frontera, y su dinero no se vería afectado, si fuese en este tipo de monedas… como vemos el peligro no estaría solo en materias de terrorismo o blanqueo de capitales como señala la reciente resolución de la DGSJ y FP de 16 de diciembre de 2021, sino que puede llegar a ser mucho más profundo, como de alguna manera apunta dicha resolución. Es decir, cada vez se pone más de manifiesto la necesidad de regular esta manera, con su correspondiente complejidad, y darle una seguridad jurídica real más allá de aspectos únicamente técnicos en manos de unas pocas personas que persiguen un interés particular. De hecho en el momento de enviar este artículo a la revista, y después de varios días de guerra declarada en Ucrania, la volatilidad de las cotizaciones de las principales monedas digitales es tal que ponen de manifiesto esa necesidad de regulación aún mayor.

EDUARDO AVILA IUSTRACION

Palabras clave: Tokenización, Metaverso, Seguridad jurídica.
Keywords: Tokenization, Metaverse, Legal Security.

Resumen

El mundo digital lleva una velocidad de crecimiento cuyos límites no parecen vislumbrarse, envolviéndonos en una velocidad que nos impide reflexionar sobre las cosas más básicas y esenciales de nuestra sociedad, e incluso de nosotros mismos como animales sociales. Para intentar profundizar en este nuevo “mundo” el autor analizar dos términos, tokenización y metaverso, y algunas de sus consecuencias.

Abstract

The digital world is growing at a rate with limits that do not seem to be apparent, enveloping us in a speed that prevents us from reflecting on the most basic and essential things in our society, and even on ourselves as social animals. When considering this new world, the author examines two terms, tokenization and metaverse, and some of their consequences.

 

 

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